viernes, 28 de junio de 2013

Formación de maestros: Normal y Universidad


LA NORMAL Y LA UNIVERSIDAD: NIDOS DE POLLUELOS DE CORTO VUELO

“…Los hombres saben hacerlo todo, excepto los nidos de los pájaros”

El nido: ramillete de hojas que canta...


El nido es sin duda para el pájaro, una morada suave y caliente, anota Gastón Bachelard en la poética del espacio. Es una casa para la vida, es la cobija del pajarillo y la pajarilla que surgen del huevo, es el pulmón externo para el pájaro y la pájara que salen del huevo, antes que la piel desnuda reciba su plumón corpóreo, es el aeropuerto donde alientan las alas los aeroplanos naturales, es el lugar del sueño, de la tristeza, es un espacio de aprendizaje y enseñanza. El nido es a la vez mundo y parte del mundo de los pájaros, mientras que el mundo es nido del hombre y de la mujer. El nido es el auditorio donde los pájaros leen las partituras y entonan sus conciertos con la aurora. El nido es historia. Pero el nido es también albergue de excrementos que producen los cuerpos de sus habitantes.

Quienes hemos accedido a la observación, a la contemplación e incluso al desbaratamiento de los nidos, sabemos de la laboriosidad, de la  industria y el artificio con que todos los animales hacen su morada, son tan grandes que no es posible mejorarlos, hasta el punto que superan el trabajo de todos los albañiles, carpinteros y constructores; porque no hay hombre ni mujer que haya sabido hacer para él, para ella y para sus hijos un edificio tan pulido, como el que estos pequeños animales hacen.

En la jungla de la cultura, el nido equivale a las organizaciones sociales; por eso, hablaremos del nido familiar, del nido escolar y de los polluelos. La escuela, es un nido, entre tantos nidos, que alberga las criítas salidas del nido familiar. La Universidad, por su parte, es un nido ingeniado por la humanidad para abrigar el pensamiento, el arte, la cultura, la investigación, la pedagogía, cuya forma ha sido dada por el cuerpo del pájaro. El nido es el domicilio de las aves, así como la universidad es “el domicilio de las Musas, de las disciplinas liberales, el origen y fuente de las ciencias, la madre y nodriza de los hombres doctos y el semillero de las doctrinas”[1]

El nido escolar...

El nido escolar es la segunda casa de los pajaritos y pajaritas. Del nido familiar hacen su segundo o tercer vuelo hacia el nido escolar para seguir creciendo, para emplumar bien, para acabar de encañonar, para que los ornitólogos les enseñen las rutas de la imaginación, la cartografía del mundo y el sentido de los vientos de la cultura. Las aves progenitoras confían en el nido escolar y en los ornitólogos la formación de los pichones.

Frente a estas expectativas surgen los primeros interrogantes: ¿Los ornitólogos que hoy airean el nido escolar tienen el oxígeno suficiente para ayudar al vuelo de los pequeños pajarracos? ¿Conocen los ornitólogos las características de las aves que hoy están posando en el árbol de la escuela? ¿La escuela, el colegio y la universidad son nidos o jaulas? ¿Saben los ornitólogos cuáles son los sabores afectivos de las diminutas aves? ¿Comprenden los ornitólogos cuáles son los plumajes axiológicos que exhiben las aves en el atardecer del siglo XX y a comienzos del Tercer Milenio? ¿Tienen clara la fenomenología filosófica, política, sicológica y cultural de los hijuelos e hijuelas provenientes del nido familiar? ¿Los nidos construidos por los arquitectos responden a las características evolutivas y socioculturales de los moradores? ¿Los nidos que han auspiciado el crecimiento académico de los ornitólogos, huelga decir, la Normal y la Universidad, tienen los elementos que demandan las respuestas de las preguntas expuestas?

El autor de este escrito empolló la pedagogía en la Normal hace 6 lustros. Al volar de ese nido custodiado por monjas aterrizó en una vereda selvática en el Magdalena Medio y casi se extingue, porque su cuerpo no sabía navegar en esos aires, pues la Normal  enfatizó más en el catolicismo que en la pedagogía y la cultura rural y urbana. Creía que el ornitólogo iba a la selva a cazar mentes, a enseñar, más que a aprender. Desconocía que Tolstoi había advertido que era de los niños campesinos de quienes se debía aprender a escribir. No sabía este pájaro de corto vuelo, cómo trabajar simultáneamente  con dos o tres cursos, situación a la cual no escapan muchas escuelas rurales.  No sabía tampoco cómo enseñarle a niños cuyos padres habían sido muertos por grupos armados, menos aún estaba al corriente de qué hacer con las madres de esos niños para manejar el duelo.

Luego, en el domicilio de las Musas, es decir en la Universidad (UPTC, UN, UPN y otras) el pájaro que solfea este texto nutrió su buche con algunos granos teóricos y metodológicos de diferentes disciplinas del saber, eso no hace más de tres decenios. Aún así, la formación seguía siendo de “buche y plumas”, más que de alas para volar y extremidades para caminar. Evocando a Kafka, en las Consideraciones acerca del pecado, sentía que la Universidad era “una jaula que había ido en busca de un pájaro”.

Pero la práctica pedagógica reflexionada de manera individual y colectiva llevó a hipotetizar,  que la universidad y la normal no están formando ornitólogos para el actual nido escolar, sino para el nido del pasado, desconociendo las mutaciones socioculturales y arquetipos de pajaritos y pajaritas que hoy trinan y hacen trinar a los maestros y maestras en la escuela, en el colegio y en la universidad. Las pajas del nido que soportan la formación de los ornitólogos que vuelan al árbol de la escuela no tienen las fibras adecuadas ni el calor suficiente que les permitan comprender las características de los hijuelos e hijuelas que están arribando al colegio y menos aún los elementos necesarios para llevar a cabo el proceso de enseñanza y aprendizaje que ellos y ellas exigen.

En una investigación realizada por 24 maestras y maestros del colegio Distrital Nuevo Horizonte[2] encontramos entre otros, los siguientes prototipos de aves: los homo videns; los alumnos del chat, el internet, el mail y la Web; los menores trabajadores; los alumnos contraventores e infractores; los integrantes de las “Tribus urbanas”; los consumidores de sustancias psicoactivas y los que se encuentran en riesgo de caer en ello; los niños, niñas y jóvenes con el virus del suicidio; los niños, niñas y jóvenes desplazados; los escolares con Necesidades Educativas Especiales, las madres de la infancia, las niñas y niños que están estudiando obligados por sus padres; los que van por el refrigerio o al restaurante, los que atacan verbal y físicamente a los maestros y maestras, los que practican el matoneo y los niños víctimas del conflicto armado.

También revuelan por el árbol donde está el nido: los escolares que van a clase cuando quieren y pueden; las madres y padres estudiantes que son pareja; los menores que trabajan delinquiendo; los alumnos y alumnas que asisten a la institución y en la otra jornada asumen el rol de la pandilla; los niños y niñas maltratadas y maltratados física, sicológica y sexualmente; los que empiezan a explicitar opciones sexuales no tradicionales; los niños y niñas con problemas de aprendizaje y en el aprendizaje; los niños, niñas y jóvenes que tienen bajo rendimiento académico; los llamados indisciplinados; los que padecen enfermedades físicas y mentales; los que tienen vocaciones escondidas y asumen actitudes engañosas para salirse con la suya, los que entran al colegio pero no asisten a las clases, y los otros 25 corresponden a la categoría de los “normales”, sumisos, deprimidos, cepilleros, nerdos; los que van a clase pero “le hacen conejo” a la misma.

No es tarde para descubrir el nido...

Podemos finiquitar esta reflexión recordando que hay ocasiones en que los humanos descubrimos tarde los nidos, los hallamos sin sus habitantes. La situación que nos ocupa, alude a un encuentro de un nido en proceso de descubrimiento, por lo tanto la invitación es a conocerlo, estudiarlo y trazar políticas, metodologías, didácticas, pedagogías, técnicas y escenarios para el cultivo de los nuevos hijuelos e hijuelas, que brotan del nido familiar, pero  afectados notoriamente por el nido de los Medios de Comunicación, por el mal clima de la guerra, por la peste de la pobreza, por la depredación de su familias y por el atraso científico y tecnológico de las instituciones formadoras de ornitólogos y del país en general.

Para descubrir o redescubrir el actual nido escolar, podemos apoyarnos en las siguientes pistas:  

¿La normal y la universidad están formando y cualificando a sus ornitólogos para enseñarle a Pasión, una niña que explicita su desinterés por el estudio, puesto que  está en embarazo y su proyecto de vida tiene como techo conseguir una compañía, lograr que le suministren alimentación si no para ella, para “ese nuevo ser que no tiene la culpa de nada”, abogando implícitamente por el respeto como mujer, sin importar mucho la academia?

 ¿La normal y la universidad están formando y cualificando a sus ornitólogos para enseñarle a Dormitila, una alumna que llega a dormir sobre el pupitre, que asiste obligada al colegio, que le gusta más la calle porque allí la pasa más chevre pegándose sus elevaditas con las colillas de maracachafa que le pasan sus compañeros de parche?

¿La normal y la universidad están formando y cualificando a sus ornitólogos para enseñarle a Bolívar, educando a quien le encantan las maquinitas más que los libros, los cuadernos y los profes?  

¿La normal y la universidad están formando y cualificando a sus ornitólogos para enseñarle a Placedes, adolescente que viene a clase cuando quiere, es decir, en los momentos en que no hay tareas, cuando hay jean day, el día en que los estudiantes salen más temprano o sencillamente cuando no hay más que hacer?.

¿La normal y la universidad están formando y cualificando a sus ornitólogos para enseñarle a Estrella a quien sus compañeros la llaman cariñosamente la astronauta, puesto que está de cuerpo presente en el salón, pero “vive en las nubes” y varias veces ha intentado suicidarse, a causa de no hallarle sabor a la vida y por la carga de problemas tan intensa, pero sin embargo, arguye que el colegio es un escape, precisamente porque en él puede desahogarse peleando, gritando, haciendo sufrir a los profes y compañeros, llamado la atención para que la consientan; en fin, haciéndole trampa a tan macabra idea que le  ronda en la cabeza?.

¿La normal y la universidad están formando y cualificando a sus ornitólogos para enseñarle a Soledad, aquella chica que permanece aislada, ausente de las conversaciones de sus compañeros y cuya costumbre  replica en la casa, lugar donde comparte la jornada contraria al estudio con un perro y en las noches, en medio del sueño interactúa con su padre cuando llega cansado de trabajar y con sus polas en la cabeza ?

¿La normal y la universidad están formando y cualificando a sus ornitólogos para enseñarle a Gloria acerca de la calificación siendo una niña muy similar a la de los hermanos Wright, dado que la pasa echando globos en las clases, debido a que su padre la ha abandonado, su madre es bebedora de trago, el padrastro ha intentado abusar sexualmente de ella, y las clases no la motivan, porque no le ayudan a resolver tan complejas ecuaciones?

¿La normal y la universidad están formando y cualificando a sus ornitólogos para enseñarle a "la hija de La Leona", una niña desplazada por el conflicto armado, testiga de la violación de su hermanita, por parte del abuelo; abandonada por la madre dado que ella consiguió otro marido, una menor que vive con su padre y un hermanito en la capital, niña que prsenció la muerte de un primo por parte de paramilitares...Una chica que presenta episodios siquiàtricos afectivos y de paranoia, porque, según sus comentarios, siente la voz de los espíritus de sus familiares indicándole las acciones que debe realizar, duerme muy poco y mantiene dispersa la atención?...
  
Por último, digamos con el Quijote, “si este caballo nos trajo hasta acá, seguramente nos devolverá a tierra.” Si este análisis ha puesto en evidencia la insularidad de los nidos donde se forman los maestros y maestras, entonces acerquémonos a la plataforma continental o sino hagamos un puente, en el que la desnuda realidad de la escuela actual cruce las fronteras de la universidad, para ser estudiada y transformada, a través de los ornitólogos, formados con alas de largo alcance y no de corto vuelo tal como viene ocurriendo.

José Israel González Blanco. Trabajador Social, colegio Distrital Nuevo Horizonte
Bogotá DC, octubre 13 de 2010

Nota. Esta reflexión fue presentada, como ponencia, en la U. de Antioquia, en el año 2010, en un seminario sobre formación de maestros.


[1]Citado por BONILLA P. José Vicente. “Universidad conocimiento y universidad”.En: La postmodernidad: implicaciones para la educación. Santa Fe de Bogotá: Dimensión Educativa. Revista Aportes Nº 47, 1997, p. 93 ss
[2] Ver: GONZÁLEZ BLANCO, José Israel y otros. Innovación, Currículo, Conflicto y Participación. Bogotá DC, editorial Códice, 2006.

jueves, 20 de junio de 2013

Una vela al suicidio en el calvario escolar.


La muerte: Un dragón vivo en el aula y occiso en el currículo.
  “La muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los  labios” Octavio Paz. El laberinto dela soledad…

Recuerdo con mucha periodicidad, que en el curso 2º de primaria, en una de la miles de escuelas rurales de Colombia, sentado en una banca de madera desapacible, al lado de 2 niños y 3 niñas con quienes nos balanceábamos mientras la maestra de los cursos 1º ,2º  y 3º de primaria, escribía con la tiza blanca en el tablero negro rectangular, también de madera, en ese nivel y en ese contexto ella nos dejó en claro, que todo ser vivo nace, crece se reproduce y muere.

Esa profesora, recientemente fallecida, a quien recuerdo con mucha gratitud, dicho sea de paso, plasmó muchos dibujos y expresó inconmensurables palabras ilustrando las cuatro primeras características de los seres vivos, pero que yo recuerde, solo se detuvo en la muerte, cuando, en una clase de religión nos pidió que hiciésemos una plana con la siguiente frase: “Por un hombre vino el pecado al mundo y por el pecado la muerte”.

No obstante, por el camino que servía de lindero del terreno de la escuela con las fincas de los campesinos, desde el salón de clase, muchas veces fuimos testigos del traslado de difuntos amortajados, cargados en guandos y en hombros, de personas oriundas de la vereda, contiguos a la progenie de los niños y niñas asistentes a la escuela. Pese a la patente realidad, la maestra no refería el tema desde la Biología, cuanto mucho dedicaba unos minutos a orar con sus alumnos por el alma del finado, invitándonos al depósito y a las exequias en el pueblo.

Años más tarde, iniciando el ejercicio de la docencia, encuentro una situación muy compleja. De 26 estudiantes inscritos en 4 cursos de primaria, en una escuela rural del Magdalena Medio[1], 11 eran huérfanos, pues sus padres habían sido asesinados por un grupo armado operante en la región. Esos escolares llevaban consigo el duelo sin elaborar, lo mismo que las viudas; sin embargo, ni el currículo explícito, ni el jefe de grupo, ni el docente contaban con los elementos necesarios para actuar en la recuperación de pérdidas emocionales de los agentes educativos. Y eso, pese al paso de los años y a la mejora en las condiciones educativas, la situación no ha cambiado: la muerte no tiene un lugar para la reflexión, el duelo no importa y la actuación frente a pérdidas emocionales, nadie la enseña, porque poco o nada se sabe. Los educadores continúan desprovistos de herramientas para detectar y abordarlos duelos suyos y los de sus alumnos.
  
Las tres situaciones que evoco: la omisión del tema de la muerte de los humanos en las clases de ciencias, como un contenido trascendental; la sentencia católica de la etiología de la muerte y su causante; la palmaria realidad vivida en la infancia, la experiencia como educador y una doble experiencia personal sobre la muerte, son los detonantes de esta reflexión, a decir verdad, poco común en escenarios académicos, porque siento que nos asiste el miedo de hablar sobre esa compañera inseparable, que nace con la vida, transita con ella y en el momento menos pensado ataja nuestra continuidad en el viaje emprendido. Parafraseando a John Lenon diremos: la muerte es algo que pasa mientras uno está ocupado haciendo otras cosas.

El dragón que vive en el aula 

La muerte, la compañera perfecta de la vida, la dadora de vida, como lo dijese Octavio Paz, entra y sale todos los días de las aulas de clase, posa allí cual mariposa invisible, traspasa las fronteras de la casa, los confines del colegio y hasta los contornos del ciberespacio, ríe con los transeúntes, asusta a los pájaros, nos previene con su presencia cuando ocurre un accidente y con cualquier síntoma anatómico. La muerte es la sombra impalpable del profesor y de los alumnos. La escuela nace con la muerte, crece y decrece con la ella, posibilita su reproducción y la transformación.

Al frente del profesor hay tantas vidas como muertes, pero el profesor o la profesora solo avizora las vidas, las muertes las ignoran consciente o inconscientemente, hay más preocupación por el eros que por el tánatos, siendo que este último es más potente que el primero. “La muerte está tan segura de ganar que nos da toda una vida de ventaja". Los proyectos de vida en los colegios, se bosquejan sobre la base de la inmortalidad; ese discernimiento se lo debo a un estudiante de séptimo grado, quien al preguntarle por su proyección vital expresó: “Yo no sé si alcance a conocer la cédula profe”.

Digamos que hasta acá nada nuevo está pasando, simplemente se está evocando un hecho en el cual el currículo no se siente comprometido con esa última etapa de la vida, es decir, que la muerte hace parte del currículo oculto. Pero algo debe empezar a pasar cuando en un colegio distrital, los docentes encuentran que en la caracterización de los Ciclos, realizada en el año 2009, el 30% de los estudiantes confiesa haber tenido pérdidas de familiares cercanos, por muerte: madre, padre, hermanos, tíos y amigos. Y aquí viene la pregunta: ¿Qué está haciendo el currículo formal con esos estudiantes y por esos niños, niñas y adolescentes? ¿Qué políticas públicas se han impulsado en las secretarías de Salud, Educación y en los respectivos ministerios, para la elaboración de duelos, tanto de educandos como educadores y padres de familia?

Las preguntas vienen al caso, porque cuando la pulsión de la vida fecundó al colegio, a través de los embarazos de adolescentes, hubo alboroto en la sociedad, en la familia y en el estado, yendo la situación hasta la Corte Constitucional. En esos momentos, estamos hablando de apenas hace dos decenios, el Ministerio de Educación Nacional se ocupó de los proyectos de educación sexual y de la sensibilización y concienciación, de los estudiantes del ejercicio responsable de los derechos a la sexualidad y a la reproducción, subrayo lo de reproducción. Todo eso pasó al currículo formal, expeditamente en la Ley 115 de 1994, aunque dicho sea de paso, no se ha hecho lo que el legislador quiso que el currículo hiciera.   

Hoy, el estado debería ocuparse del problema del suicidio de niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos, antes de que se convierta en un problema de salud pública como lacónicamente lo es el de los embarazos de adolescentes desde el año 2005, según lo declarado por Academia Nacional de Medicina. En los dos casos lo que está de por medio es la pulsión de la vida y la pulsión de la muerte y es deber constitucional del Estado velar por la vida de los colombianos. Sin embargo, en el momento de editar esta reflexión, el Periódico de la Universidad Nacional de Colombia (junio 8 de 2013), publica el artículo: El suicidio según los contextos explicativos, en el que afirma que ya estamos ante un problema de salud pública, agravado a juzgar por los últimos acontecimientos,   por un nuevo factor: el matoneo. La publicación también refiere una investigación en la que se aportan "nuevas luces para  entender mejor el suicidio en Colombia".
      
Si quisiéramos responder las preguntas formuladas, la respuesta sin titubeos es: nada se está haciendo por prevenir el suicidio, porque el Estado y la sociedad colombiana no reconocen que en la escuela hay extensión de los cementerios y de los funerales, les interesan los estándares, la calidad de vida no cuenta para la calidad de la educación. Esa nada evoca a Gmork, el hombre bestia de la película Historia sin fin, que persigue a un guerrero infantil que quiere salvar a Fantasía, el reino, de la peste llamada nada. La Fantasía, como ustedes recordarán, no tiene límite y por ello Atreyu pregunta que por qué está muriendo. La respuesta de Gmork es “porque los humanos están perdiendo sus esperanzas y olvidando sus sueños. Así es como la nada se vuelve más fuerte. Y, ¿qué es la nada? -interpela el indómito niño-. La nada no es más que el vacío que queda, la desolación que destruye este mundo, y mi encomienda -asienta Gmork- es ayudar a la nada, porque el humano sin esperanzas es fácil de controlar, y aquel que tenga el control, tendrá el poder”.

Seguramente que nosotros también somos sujetos activos de esa peste llamada nada, porque somos indiferentes o porque no hemos puesto en evidencia la magnitud del flagelo de los duelos en los educandos y también en los docentes. “Si no fuera por la muerte, Colombia no daría señales de vida”, subrayó en una ocasión el escritor Rafael Humberto Moreno Durán. Si no fuese por la violencia escolar, familiar y política, potenciadora de la muerte, por los accidentes escolares y por la presión de organismos nacionales e internacionales defensores de los DDHH, el Estado continuaría en esa despreocupación, que lo ha caracterizado de tiempo atrás, por el cuidado de la vida.

Pero no solamente es la muerte de personas por la violencia política, por los crímenes de lesa humanidad, por los accidentes de tránsito y por la delincuencia común, lo es también por la defunción de niños, niñas, adolescentes y jóvenes decidida por ellos mismos, siendo más claro: por el suicidio. A principio de abril del año en curso, el periódico El Tiempo reportó: “Casi 600 jóvenes se suicidan cada año”. Y a su turno,  la Liga Colombiana contra el Suicidio, reveló que en el año 2009, en Colombia “seis de cada diez jóvenes han pensado en quitarse la vida”, una cifra que ha venido en aumento desde el 2007, fecha en la que la tasa era de 3.1 personas por cada 100 mil habitantes; en el 201a subió a 5.1, año en el que, los datos de Medicina Legal señalan que en Colombia en promedio diariamente seis personas decidieron quitarse la vida.  Mientras tanto, en Bogotá, de acuerdo con la información suministrada en mayo del 2011, por la Secretaría de Salud, se están suicidando 3.6 adolescentes por cada 100 mil habitantes. Actualmente cada 12 segundos muere una persona en el mundo, por suicidio.   


Claro está que no es una noticia de rating, que un medio de comunicación saque un titular publicando la tasa y la frecuencia de suicidios diarios en Colombia. Eso lo sentimos quienes, por determinada circunstancias hemos enterrado a un hijo o  a una hija, sin desconocer que hay padres que han enterrado a más de uno. 

El solo hecho de invertir la legendaria costumbre de que son los hijos quienes nos deben enterrar y no nosotros a ellos, ya marca un hito y un nivel de comprensión y sensibilidad, que sitúa la diferencia. "Hablar de suicidio por encima de tres por cada  100 mil habitantes debería ser un factor que encendiera todas las alarmas sociales", apunta un alto funcionario de la OMS.
 
Siguiendo con el fenómeno del suicidio, el sólo hecho de que un joven dejara de existir por esa causa, la sociedad y el estado deberían consternarse y tomar medidas epidemiológicas de atención, prevención y de choque para evitar la endemia social. En un poema de Giorgos Seferis se lee: La primera gota de lluvia mató al verano. Basta que en alguna parte caiga la primera gota de lluvia, y el verano está condenado  irremediablemente. 
 
En Colombia son muchas las gotas, no de agua sino de sangre joven que están  inundando la madre tierra. El suicidio es esa bestia que persigue a los guerreros y guerreras juveniles, que quieren salvar a Fantasía o si se quiere a Macondo o recurriendo a Héctor Abad Facioliolince a Angosta.   

El dragón, sin duda, pasó por los bancos del colegio, estuvo sentado frente al televisor, navegó internet, chateó en Facebook, jugó en el celular, mojó el verano de la esperanza, probablemente tuvo tiempo para incubarse, a través de la embarazosa soledad, por la inoportuna depresión, por el tedioso aburrimiento, por la ausencia de oportunidades, por la falta de interlocutores, por la tristeza y el cansancio- como los expresó el Principito cuando volvió a su país - y quien lo creyera: por la curiosidad de saber qué hay más allá de esta vida terrenal: “tengo mucha curiosidad de saber qué hay del otro lado”, escribió Serafín, un adolescente de 16 años, hace no más de un año. Y si la ideación del hecho no ocurrió en el colegio a éste obviamente le duele, porque ese joven fue un buen huésped, igual que le duele a la familia, porque fue su hijo-a, quien decidió partir, adelantando el viaje.

Y le debiera doler a un país, porque es el éxodo de un talento con un tiquete sin retorno,  verosímilmente por negligencia de la sociedad, del Estado y de los medios de comunicación. Pero acá todo tiene justificación: “En Colombia todos nacemos sospechosos y morimos culpables”… “ya le tocaba”…“Quién sabe de qué lo libró Dios”…”Algo haría y por eso tomó la decisión”. “Quién sabe qué problema tendría” Mucha razón le asiste a Estanislao Zuleta cuando afirma “El crimen es falta de patria para la acción, la perversidad es falta de patria para el deseo, la locura es falta de patria para la imaginación”. Instituyo que el crimen, la perversidad y la locura son la nada que está echando a perder a Macondo, lo están despatriando, porque nuestros adolescentes y jóvenes,  se están extraviando en su territorio, como esos personajes de la Vorágine a los que se tragó la selva, y parece – parafraseando a William Ospina- “que han perdido la confianza en sí mismos, hasta el punto de no creer que haya aquí una singularidad, ninguna fortaleza original para dialogar con el mundo” y conservar la vida. 

El dragón, occiso en el currículo. Una vela al suicidio.

“Hola! Lamento haberme ido así, sin avisar, pero una cosa así no se avisa si se quiere tener éxito. Sólo escribo esto para que sepan que los amo muchisísísimo a todos =D. Tuve a la mejor y la más amorosa madre del mundo, simplemente perfecta en todo, luchadora, cariñosa, tierna, hermosa, responsable, noh... mejor dicho todas las cualidades que existen, igual que mi papá, inteligente como nadie. Creo que no hubiera podido nacer en una mejor familia. A mis hermanas y hermanos les falta aprender más a valorar a su familia.

¿Por qué?
Bueno, obviamente nadie de la familia tuvo la culpa, sólo yo. Yo mismo fui el culpable de mi destino y terminé siendo una persona solitaria en un mundo donde todos necesitan de todos. Básicamente eso. Dicen que un "porque si" no es una respuesta, pero para mi esa es la más completa de todas para este caso.

No sé si aquí acabe todo, ni siquiera me es posible pensar en la nada absoluta, son cosas tan exageradas como el tamaño del Universo; o si sea algo así como un eterno retorno; o una reencarnación. Pero si termino de fantasma seguramente los visitaré eh! así que no se asusten xD. OK no, pero tengo mucha curiosidad de saber qué hay del otro lado.

Solamente quería eso, decirles que no estén tristes, tomé esa decisión yo mismo, después de mucho pensarlo. Prefiero que se queden con la imagen de mí que tienen ahora y no arriesgarme a decepcionarlos.

Sólo eso, decirles que los amo profundamente, a todos y no estén tristes, es lo que yo quería. Sean felices, quiéranse mucho, dense un abrazo y un beso todos los días, pero que no se vuelva rutinario y pierda su significado, háganlo de verdad. Un "te quiero mucho" realmente es importante.

Disfruten la vida al 100 porque sinceramente lo único que sabemos es que es sólo una.
Los amo mucho. Serafín = )

Gracias, muchísimas gracias por todo. Si me voy al cielo siempre estaré cuidándolos = )
No quiero hacerle daño a nadie, sólo no hacerme daño a mí mismo.”

La carta es de un estudiante que cursaba grado 11, en un colegio particular. El contenido de la misiva abarca muchos tópicos, merecedores de profundización si queremos prevenir suicidios y homicidios, porque no se puede perder de vista la interpretación de que el suicidio es un homicidio que no se comete contra otra persona sino contra si mismo. El manuscrito, por ejemplo, postula una estética apreciable en su elaboración; la semántica, la sintaxis, la ortografía, el tiempo y el estilo demuestran que no es cualquier adolescente el que decide partir, un chico maduro, serio, consciente del acto, considerado con su estirpe y muy filosófico. Albert Camus inicia el ensayo Lo absurdo y el suicidio, en el Mito de Sísifo, anotando: “No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”.

En esta corta reflexión no voy a hacer hermenéutica acerca de la carta de Serafín, sencillamente quiero plantear un par de inquietudes respecto a lo posteriori, es decir, a la desolación que queda tanto en la familia como en el colegio, ante un acto, que como bien lo precisa Margarita Hoyos, “es como una cirugía sin anestesia.” Una disección que padecen los hermanos, los padres, los amigos, los compañeros de colegio, los familiares, vecinos, los profesionales de la salud y hasta los encargados del sepelio, porque duele mucho enterrar a un niño o a un joven, porque eso es como apagar una luz en la obscuridad.  

No obstante, expresiones como: “una cosa así no se avisa si se quiere tener éxito”, interpela ese eslogan social en el que nos tienen metidos a todos: el éxito, la competencia, el derbi, es decir quien llegue primero sin importar los medios. El éxito, ese que al decir de Monterroso, “acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote”. Juzguen ustedes. “Tuve a la mejor y la más amorosa madre del mundo, simplemente perfecta en todo… papá, inteligente como nadie. Creo que no hubiera podido nacer en una mejor familia.” Entonces, si de encontrar responsables se tratara, la familia estaría exenta, porque generalmente esta primigenia organización es la caja de Pandora en nuestra sociedad, al igual que al guerrilla, más no lo es el Estado y la corrupción rampante en su seno y en la periferia. En Colombia, como en el País de las Maravillas, primero se sentencia, el veredicto viene después. 

Pero pese a tener ese modelo de familia, denominador escasamente común en Macondo, el occiso expresa: “Terminé siendo una persona solitaria en un mundo donde todos necesitan de todos”, como los Buendía y su estirpe, cabalmente como Pietro Crespi, quien se suicida ante el rechazo de Amaranta. Y hago este hipertexto con Cien Años de Soledad, porque el suicidio, el amor, el desamor, la traición, la libertad, el rencor, la pasión, el acercamiento hacia lo indebido, entre otros, son temas secundarios que de Cien años de soledad sea una novela que cambia la perspectiva de muchos y nos da a entender que en este mundo vivimos y morimos solos.

Y podría detenerme a saborear este mensaje, porque aunque a algunos de ustedes les parezca inaudita mi aseveración, el mensaje es el último manjar que produce ese exquisito pastelero. Les confieso que cuando me lo dieron a probar por primera vez lo saboreé con lágrimas, inicialmente con sabor amargo, pero luego esa sensación fue desapareciendo hasta encontrar  en la siguiente gota de miel: “Los amo profundamente, a todos y no estén tristes, es lo que yo quería. Sean felices, quiéranse mucho, dense un abrazo y un beso todos los días, pero que no se vuelva rutinario y pierda su significado, háganlo de verdad. Un "te quiero mucho" realmente es importante.”

Finalizo esta deliberación acerca del Dragón vivo en el aula y occiso en el currículo, lamentando que manjares como este y muchos otros, que han dejado impresos los cientos de José Arcadios, Aurelianos, Ursúlas, Rebecas y Pietros, no los hubiesen hecho para interactuar en vida y lograr el aplazamiento de la muerte, probablemente en la escuela nos ha faltado enseñar que la escritura es una terapéutica aliada de la vida, que los grandes escritores han tenido como fuente principal de inspiración la prisión, el insomnio, la pobreza, la soledad, la muerte. La muerte que no nos roba a los seres queridos, por el contrario, nos los guarda e inmortaliza en el recuerdo. Y la soledad, que según la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas, puede hacer que el ser humano explore nuevas cosas, que se encuentre consigo mismo, pero que en exceso puede ser grave y si es permanente refleja que algo malo está sucediendo"

Espero que este ejercicio emerge de las entrañas de la escuela nos haya permitido recordar que somos mortales, que los actos de amor se deben demostrar en viuda, hermano en vida como lo invoca el poema, que no dudemos en vivir cada momento como si fuese el último, que no llevemos flores a los interfectos sino a los  vivos, que recemos más por los mortales que por los inmortalizados, y que esta apreciada carta de Serafín, nos sirva para comprender que su lectura no es más que un homenaje a la vida y que seguramente, desde donde él está no dudará en decirnos, a través de los versos de Enrique Linn: “Pero escribí y me muero por mi cuenta, porque escribí, porque escribí estoy vivo”.

José Israel González Blanco
Trabajador social. U. Nacional de Colombia
Orientador Colegio Distrital Nuevo Horizonte
Bogotá DC. Junio 20 de 2013
Nota. Esta fue una ponencia elaborada en el año 2011 para un congreso sobre salud en la UPTC.


[1] Véase: GONZÁLEZ BLANCO, José Israel (2009). De paso por Otanche y Saboyá. En: Saboyá: Campesinos, Violencia y Educación. Bogotá DC, Editorial Códice, página: 175-190

domingo, 16 de junio de 2013

Minerva y sus Mochuelos


...Una reflexión acerca de las elecciones de Fecode…

"Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquéllos que, en tiempos de grandes crisis morales, mantienen su neutralidad." —Dante Alighieri 

En el arduo trasegar por los colegios de Bogotá,  buscando  el apoyo de las maestras y de los maestros para las elecciones de CODEMA, ADE y recientemente para Fecode y la CUT, no dejan de sorprender  las actitudes que posan en el corazón y en el seso de los compañeros, manifestaciones que en honor a la verdad merecen el cuidado de sus directivos, de las organizaciones políticas, de la sociedad  y de los mismos educadores.

Primer momento: la llegada…

Cuando el candidato arriba a los predios de un plantel educativo, tropieza con una infranqueable puerta de metal, una agreste reja, con una chapa humana, sujeta en la pretina de la vigilancia, que hace sentir al educador como sospechoso, casi como un delincuente, no como una persona, menos como un intelectual de la educación. ¡Esa es la Bogotá Humana!, encarnada en la antología de unos directivos docentes, que dan órdenes a sus subalternos de proceder de esa guisa.  

Si tiene suerte el insistente activista, lo ponen en contacto con el rector, coordinador o con un maestro conocido, eso si mantiene algún nivel de relación con el forastero visitante, amén de que no esté ocupado o de que lo dejen en una espera sin fin... 

Luego de insistir en la comunicación con la persona de adentro, y al no encontrar respuesta, los vigilantes despachan al anónimo maestro diciéndole: “Eso vuelva después, porque hoy no se puede…” Si quiere dejarle algo, yo se lo entrego cuando lo vea…”  “Yo no lo puedo dejar pasar, porque me regañan”. 

Generalmente, para muchos de los candidatos ahí termina el comienzo de su anhelada campaña, pero si el rector es amigo o el coordinador, pasa al segundo momento… ¿Cómo hacer para no evocar a Foucault, en Vigilar y Castigar, en este primer momento? ¿Cómo hacerle creer al corazón y al intelecto que estamos en la escuela del siglo XXI y no en la escuela del encierro del siglo XVII? ¿Con qué evidencias diferenciar ese colegio actual del manicomio y de la cárcel? ...

El segundo momento… las voces encadenadas

La constancia vence lo que el estrés no aguanta… Después de una larga espera, ya agitada la adrenalina, con las manos sudadas y después de rezar algunas oraciones…  entrega un documento y a cambio recibe un papelito o una ficha, ingresa al pasillo, patio o corredor, interactúa con la persona deseada, manifiesta el ánimo de realizar una reunión con los profesores para ponerlos al tanto de su propuesta electoral. “Pues hermano, ahí si no se qué hacer, me la pone difícil, porque usted muy bien sabe que no se le puede quitar clase a los estudiantes…y menos para campañas y cosas sindicales...”

“Si puede hablar con los maestros que están por ahí, en la sala de profesores o en la cafetería, hágalo con disimulo, porque después resulto yo embalado y no quiero desfigurar mi imagen”. Con el alma en una nube, parafraseando el poema, va el maestro a proponerle a sus compañeros que voten por Fulano o por Zutano, hallándose con respuestas como: “Yo que voy a votar por esos corruptos de la ADE y de la Fecode… que le pasa…”. “Nosotros pagándoles el 40% sobre el sueldo, patrocinándoles la comisión, dándoles viáticos…y ellos favoreciendo a sus amigos en el CEID, el puestos, en comisiones y hasta en las veedurías de salud…todos ganando a costillas de los maestros… y sin hacer nada…noooooo, no hay derecho”.
   
“Yo estoy que me desafilio…”. “Ni más faltaba, volver a elegir a esos negociantes de nuestros derechos…mire, ellos tienen a sus compinches y familiares en los mejores puestos…todo a costillas de nosotros…” “La ADE y la Fecode no sirven para nada”  “¿Ah, mijito, usted también se va a meter en la rosca?”. ¡La ADE y Fecode son solo politiquería…yo que voy a votar!”. La ADE y Fecode hacen peores cosas que los congresistas, que los liberales y que los conservadores”… La ADE y la Fecode me tienen desilusionada…¿Quiere que el diga más?”... Los gestos, la postura del cuerpo, la tonalidad de la voz, las formas de mirar, la parodia y la onomatopeya en general, quedan para la imaginación del lector.    


Pero no todo es pesimismo, tampoco abstención pasiva, porque hay quienes defienden a sus directivos y no dudan en hacer público su voto. “Yo voto por Fulano, porque él me ha hecho muchos favores”. “Yo votaré por Zutana, porque para qué, a ella le debo ayudas en la EPS y en el Fondo”. “Yo votaría por Usted, pero veo que no es bien conocido”. En estos recorridos no falta el comentario. “Claro, yo se que usted es una persona honesta, que lo que dice lo cumple, que es reconocida por su trabajo, pero no cuenta con el respaldo de senadores, ni de concejales, ni veo muchos delgados en su lista..Así que es mejor ir a la fija: "Más vale malo conocido que bueno por conocer"


Tercer momento. Seguir caminando

“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía?” Galeano afirma que la utopía sirve para caminar. Empero, el candidato sigue y se encuentra con vetustas prácticas electorales: maestras y maestros que en la gleba de la democracia han empeñado su voto con rubrica y promesa a feudales candidatos a la junta directiva, al Congreso de Fecode o de la CUT y a la Asamblea de delgados. 

¿Minoría de edad, según Kant? ¿Heteronomía según Cohlberg? ¿Falta de ética, de acuerdo con Adela Cortina? ¿Atraso político? ¿Clientelismo rampante? En estas circunstancias ¿Cómo hacer un país al alcance de los niños como lo ha planteado García Márquez en La Proclama? ¿Para qué decirles a los niños que el voto es secreto, si muchos profes lo cantan a los cuatro vientos? "Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados... Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo", decía Einstein. .    

Cuarto momento. La esperanza

En este vientre contextual, muerte y vida se confunden; pero como escribió Octavio Paz, en El Laberinto de la Soledad: Quien ha visto la Esperanza no la olvida, la busca bajo todos los cielos y entre todos los hombres y mujeres. Y sueña que un día va a encontrarla de nuevo, no sabe dónde, acaso entre los suyos. Esos suyos, los maestros, que comprenden a la ADE y a Fecode, que no las condenan, porque saben que esas señoras durante medio siglo han sido la aguja de la brújula, indicadora del norte del quehacer de los trabajadores, léase trabajadores de la cultura, como lo proveyó el Movimiento Pedagógico. Unas damas víctimas de los atropellos, de la persecución y del rompimiento del espinazo por parte de los impulsores del neoliberalismo.

La ADE y Fecode fueron unas niñas concebidas, por unos progenitores, a finales de 1950, que pese a las adversidades políticas y económicas, le estamparon muchos valores positivos. Siempre vestían el traje limpio de sus principios, la blusa transparente de su accionar, los píes animosos de su recorrido por las senda de escuelas y colegios, sus ojos videntes de la lucha y su boca limpia en los discursos reivindicativos, sus cabellos largos pero con ideas vastas y profundas, en fin, fueron unas chicas pulcras, que lo seguirán siendo si y sólo si:

1. Sus directivos hacen el transito metamórfico hacia la dirigencia. En la ciencia política una cosa es ser dirigente y otra cosa directivo. Quienes han congraciado con Gramsci saben de qué se trata, quienes no, nunca será tarde para saberlo. Curiosamente, las dignas damas están en manos de directivos, no de dirigentes. El ejercicio de esos roles no es neutral, porque la neutralidad valorativa no existe.

2. A las damas se les cambia ese ropaje raído, que el han puestos los directivos, por el la indumentaria de los principios éticos; si se les vuelve a rescatar el color original de su atavío; si se les somete a una fisioterapia intensa que les permita desdoblar las rodillas del clientelismo y así retomar el camino de la rectitud. Si se le posibilita que lleguen nuevos dirigentes, no directivos, a descontaminar sus aires, a mejorarle su visión y a retomar la disciplina del estudio, la investigación y el discurso con compromiso; si se les pone en manos de un logoterapeuta para que sus mentes despierten la conciencia y retomen el sentido de su existencia: el ¿para que´?.   


3. Asumimos a la ADE y a Fecode como la Minerva y a sus afiliados como los Mochuelos. Es decir, dejar de ver a la ADE y a Fecode como la Caja de Pandora sin la esperanza, dejar de incriminar a las legendarias organizaciones, pues los improperios que, en el Primer momento, atribuyeron los maestros incitados a votar, son responsabilidad de los directivos sindicales que han hecho parte de su fisonomía y no del ADN de las quincuagenarias hidalgas. Pero la interpretación no puede alojarse ahí, los verdaderos subsidiarios de la deshonra son los dueños del capital, aquellos que cooptan a directivos sindicales, los que evangelizan con sus doctrinas económicas y los hacen comer de la fruta prohibida.

4. Aceptamos la invitación del poeta Bertold Brech: “La mejor crítica a un río es construirle un puente”, podremos aseverar que, si esas criticas que hoy pululan por todos los puntos cardinales de Macondo se canalizan, pensando en que ADE y Fecode no son las malhechoras del frágil estado de morbilidad en que se hallan, porque son cuerpos dependientes del espíritu de la dirección humana, y que esa dirección está infectada por algunos directivos gérmenes desfiguradores de su ancestral rostro, si hacemos justicia en eso, entonces, en la critica debemos cuidar el río y cimentar el puente, asumiendo que el primero personifica  a las Minervas y, el segundo, interpreta las alternativas de curación y prevención de los mochuelos. En ese sentido, el remedio no debe ser peor que la enfermedad.

 5. Transcurridos los comicios electorales de las Minervas, directivos y mochuelos hacemos el ejercicio hermenéutico de comprender ¿Por qué cerca de cinco millares de mochuelos, en Bogotá, votaron en blanco y unos 20.000 en el país? ¿Por qué más del 10% de los sufragios, en Bogotá, fueron nulos?, ¿Por qué más del 40% de los maestros de la capital se abstuvo de ejercer el derecho al sufragio y un estimativo similar a nivel nacional? ¿ Hay carencia de alfabetización sindical? ¿Se ha venido olvidando el trabajo de base? ¿Hay exceso de burocratización en al dirección? ¿Se le ha olvidado a los directivos sindicales el sentido de ser maestros?  ¿Se vota por nombres y no por programas serios?

Sobre la base de los análisis de los guarismos oficiales, las bases y la dirección tenemos el deber moral de generar debates amplios, de cara la crisis, y trazar, a conciencia, pensando en el gremio y no en los apetitos personales ni de los grupos políticos, croquis que  potencien la senda, en la tercera edad, de las Minervas: ADE y Fecode. La crisis no es el final sino el comienzo de un proceso. Estas quincuagenarias mujeres no merecen la deshonra,  se resisten a estar vilipendiadas en boca de unos y de otros; ¡no!... ellas merecen respeto, gratitud y ayuda, para seguir adelante y esa ayuda no puede venir del notario, que registró sus partidas de nacimiento en los albores del Frente Nacional, la ayuda debe provenir del mochuelo, que hace hoy todo lo posible, para mañana hacer lo imposible de hoy.   
          
Quinto momento, otra reflexión.

El profesor Antonio García, eminente economista colombiano y marxsita a carta cabal, solía preguntarle a sus estudiantes, en època de elecciones, ¿Qué validez tiene el problema de buscar la autenticidad de la democracia en la autenticidad del voto mediante el perfeccionamiento técnico de los mecanismos electorales si detrás del voto no existe un pensamiento responsable y una voluntad consciente del elector? ... El problema nuestro, acotaba el maestro “no consiste en que la democracia carezca de autenticidad, sino en que carece de vida, a pesar o por razón de la pesada constelación de leyes que se limitan a consagrar en el papel principios democráticos”

La inquietud del vicerrector de la Universidad Nacional, asesor en Reforma Agraria de algunos gobiernos de América Latina, en los años 60 y 70, conocedor de las impúberes, adolescentes y jóvenes Minervas, puede trasladarse hoy a los educadores afiliados y no afiliados a las diosas de la sabiduría, las artes y las técnicas de la guerra, en esta coyuntura electoral, subrayando en la reflexión  si detrás del voto existe o no un pensamiento responsable y una voluntad consciente del elector.

En este sentido, hay que aprender de los estudiantes de secundaria y de los universitarios, de ayer y de hoy, pues los de la Educación Básica y Media, pese a su minoría de edad y al poco acervo retórico en la política, en relación con los profesores, actúan con criterio y no importa que los candidatos para el Gobierno Escolar, verbi gracia, sean de su jornada o no, lo sustancial para muchos es la libertad de votar, sin sentirse atados a sufragar por Perencejo, lo hacen por quien quieren. Ojalá no copien ese mal ejemplo de algunos de sus profesores de ir por el patio y por los salones pidiendo la declaración del voto de sus colegas, porque los escolares estarían al frente de un valor negativo: la desconfianza y el tosco clientelismo. 

José Saramago señalaba en el Foro de Porto Alegre, en el año 2002, que todo se discute  hoy, menos la democracia, porque se parte del  hecho que ella está ahí, pero la democracia no está ahí, la democracia se construye en el día a día, en escenarios como la cafetería, la sala de profesores, los corredores, el aula de clase, el barrio, el sindicato, las elecciones y todos los espacios familiares y sociales.

Amalaya que las justas electorales de la ADE y Fecode superaran con creces ese estilo burocrático, hegemónico y conservador, de gravitar alrededor del voto encarcelado, con poco sentido ético, y se hubiesen concentrado en la reflexión madura y en la acción consecuente de hacer del sindicato un espacio creativo, dinámico, acogedor, verdaderamente democrático y que se diferenciase, en la práctica, de todas esas acciones que se le critican a los gobiernos de turno y a los partidos tradicionales.


¡Maestro-a!: "A pensar por si mismo, a pensar en el lugar del otro y a ser consecuente" Así nos lo enseñó Estanislao Zuleta. Que los lugares más calientes del infierno no sean para los mochuelos de las Minervas del magisterio y de la izquierda colombiana. 
  
José Israel González Blanco. Trabajador social. Colegio Distrital Nuevo Horizonte.  Bogotá DC, junio 15 de 2013.