lunes, 9 de diciembre de 2013

Maestros Invisibles.


Pedagogos por aprendizaje vicario y por el Efecto profesor. [1]  

« No se preocupe.
Casi nadie lo recuerda,
 empezando por la mayo­ría de los médicos.
La realidad inteligente, sí señor.
Todos soltamos un hilo, como gusanos de seda.
Roemos y nos disputamos las hojas de morera
pero ese hilo, si se entrecruza con otros, si se entrelaza, puede hacer un hermoso tapiz, una tela inolvidable»  Manuel Rivas: El lápiz del carpintero.

Un día todos los elefantes se reunirán para olvidar. Todos, menos uno. Ese día no es hoy. Un día un grupo de maestros se reunirían para  recordar, ese día es hoy. Y debe ser un día, como el del planeta extraño que conoció El Principito, con mil cuatrocientas puestas de sol cada veinticuatro horas.

Luego de esta confuso comienzo y corriendo el riesgo de ser calificado como cismático, aspiro a que en los siguientes 15 días – en la lógica del farolero- pueda hacer una provocadora reflexión acerca de los maestros que están ingresando al magisterio, sin haber sido lactados con el líquido perlático de la pedagogía, en el seno de la alguna facultad de educación.

« No se preocupe. Casi nadie lo recuerda…

En el capítulo I del cuento: El lápiz del carpintero, en el diálogo entre el reportero Soussa y el Dr Da Barca, mana la pregunta por un galeno, autor de La teoría de la realidad inteligente. La respuesta es: “no se preocupe. Casi nadie lo recuerda, empezando por la mayo­ría de los médicos”.

En este planeta donde las días laborables de los maestros son de 8 horas y de escasas 40 semanas. En este mundo, que como reza la canción del Gran Combo, no es para quedarse, pero es que no hay otro mejor para mudarse, acá en Macondo, casi nadie conmemora que un inicial acercamiento a la pedagogía y a la didáctica fue por aprendizaje vicario, igual que la primera simulación a ser padre de familia. ¿Quién no jugó al papá y a la mamá? ¿Quién no jugó, al menos a las escondidas, a ser profesor?  

Y solo la reminiscencia vendrá a sacarnos de esa nada, “porque yo nunca solo hubiera podido salir“, asentirá Proust, En busca del tiempo perdido. En términos de la Pedagogía Reconstructiva se puede aseverar, que si nos hacemos, por un día- vuelvo al farolero- a la vera de las Pedagogías Visibles, podemos aceptar que estamos frente al ingreso al magisterio de Pedagogos Invisibles, de maestros que se mimetizan, que debilitan las demarcaciones entre los distintos espacios, tiempos, roles y discursos, tal como lo estatuyen las Pedagogías Invisibles (Charum y otros: 1987, 37 ss). Tres ejemplos de pedagogías invisibles las hallamos en: la experiencia de Summerhill, el ejercicio de la Orientación escolar y cuando se cierran las puertas para el ritual de las clases. 

Las pedagogías Visibles están basadas en la competencia –en términos chomskianos-. Los seguidores de las Pedagogías Visibles, que somos quienes hemos catado una pisca del líquido perlático de la facultad de Educación, formamos individuos y tendemos a formarlos como propietarios del conocimiento. Un ejemplo sobre el particular es la actitud de muchos maestros, empezando por la dirigencia sindical local, regional y nacional, que sin hacer un examen del contexto actual del mundo, de una modernidad líquida –evocando a Bauman –impugnan el acceso de otros profesionales al gremio, dando a entender que la pedagogía es una parcela del privilegio de normalistas y licenciados, inmune a otras profesiones, como si la historia de la Educación y de la Pedagogía no estuviese socorrida de las contribuciones de médicos, sicólogos, sociólogos, antropólogos, economistas, ingenieros, matemáticos, escritores, historiadores y autodidactas, tan solo dar un ejemplo.

Entre tanto, el docente que fue privado explícitamente de paladear el calcio sintético de la pedagogía, pero que lo absorbió en la escuela y en la universidad, por la vía de la experiencia directa, ese sujeto está llamado a ser un buen educador -sin querer decir que no lo son, al igual sin aseverar que todos los que hemos bebido el líquido perlático seamos los mejores- si y solo si acude a la memoria, porque – como lo expresa Humberto Eco-es “la que nos dice por qué somos y nos confiere nuestra identidad”

¿Quién de los educadores que estamos inscritos, de facto, en las Pedagogías Visibles, no ha viajado a su vago sótano, como diría Borges, para extraer de allí- cual colibríes en la flor- saberes ancestrales y aplicarlos con los díscolos y disruptivos estudiantes. Si esa extracción se hace como una cirugía, con los guantes de la reflexión, entonces estaremos haciendo pedagogía, porque la pedagogía es reflexión sobre la educación –rememorando a Ricardo Lucio. Dewey decía que “uno no aprende de la experiencia, uno aprende de la reflexión sobre la experiencia”. Y, sin negar que a diario se hacen reflexiones y que son muchos los maestros que las escuelas han visto pasar por debajo de los cielo rasos, vale la pena preguntar qué tan nutridas son las reflexiones de los Pedagogos Visibles, entre otras razones para deslegitimizar a quienes son nativos de las Pedagogías Invisibles.

 Todos soltamos un hilo, como gusanos de seda. 

Sin adentrarnos en el apasionante discurso de la hipología,- por la economía del tiempo- digamos con Brunner, que el hilo al que refiere El lápiz del carpintero es el Efecto profesor.  Es el hilo que puede conducir la comunicación del sótano a la azotea, comunicación asumida como la competencia pedagógica, núcleo de la Pedagogía Reconstructiva y también como acción estratégica, porque la educación no es pura acción comunicativa.

Ese hilo puede avistarse como la metamorfosis del maestro novel de apellido Samsa. Un maestro que, acudiendo a Kafka, se despierta, quizá no en la  mañana, sino en la tarde, al medio día o en la noche, después de un sueño tranquilo en la universidad o en la empresa y se ve convertido, no en un insecto, sino en un ser humano capaz de enseñar, y que al dirigirse a la ventana de la escuela, pese al tiempo lluvioso, siente miedo, pero no melancolía.  

El hilo de la discusión hay que ponerlo sobre el fondo de la telaraña y no sobre la forma de la misma, como viene aconteciendo. La forma es la vinculación, el fondo es el saber pedagógico y de la didáctica. Concurriendo al grupo Federici, y por su intermedio a Bernstein, puede arriesgarse la hipótesis de que el malestar se genera en el saber –cómo y en el saber qué, más que en el saber a quiénes, situación esta última a la que están subordinados las dos primeras, pero de eso nos ocupamos muy poco.  

En el saber-cómo, el gremio reclama una trayectoria y una legalidad en la certificación, más que legitimidad en la acción. En el saber-qué, los noveles 8léase no licenciados ni normalistas) manifiestan un dominio disciplinar, más profundo que los especialistas en pedagogía, por la naturaleza misma de su formación académica.“Aunque tenga sus especialistas, la pedagogía es asunto de todos”, inscribieron Charum y Mockus (1987), en Las Fronteras de la Escuela, hace 20 años, cuando la pedagogía no estaba enrarecida- parafraseando a Olga Lucía Zuluaga- ni tan liquidada por el predominio del mísero lenguaje capitalista y de la máquina empresarial que aceita la empleabilidad.    

Acá entonces, queda una cuerda suelta para que los estudiosos de la Pedagogía, que dicho críticamente no son muchos Pedagogos Visibles en ejercicio, recuperen el ágora, practiquen la conversación –como sugeriría Humberto Maturana- buceen en la discusión y ejerciten en esa inmersión a nuestra dirigencia sindical, tal como aconteció hace 30 años con el Movimiento Pedagógico. Un movimiento en el se avanzó en posicionar a la pedagogía como un conocimiento socialmente relevante, más que como un conocimiento profesional.

No solo los maestros, también los alumnos, la comunidad barrial y veredal, la familia, la sociedad y el Estado estamos llamados política, ética, epistemológica y legalmente a cualificar opciones frente a la educación, apropiándonos y elaborando formulaciones pedagógicas. Aquí es donde noveles y veteranos debemos movernos como la araña en la red, para depurar prácticas y discursos y no para depredarnos como especie gremial.  

Olga Lucía Zuluaga (1993), intelectual forjadora del Movimiento Pedagógico y de la Historia de la educación y de la Pedagogía en Latinoamérica, allana el terreno de este debate al aseverar que “hoy en día, el lugar de elaboración de la pedagogía ya no es la escuela, sino la ciencia”. Y no es que la pedagogía no pueda pensar la escuela o deje de pensarla,- asienta ella- “sino que el concepto de escuela no es ya la finalidad que enmarca la conceptualización, el que traza el entorno de la escuela”.

Ahora bien, mantengamos flojos los hilos por unos momentos, denunciando que la pedagogía si es un saber que le concierne, sobre todo, al maestro “en cuanto pretende reconstruir –acota el grupo Federici- explícitamente su saber-cómo; pero es concebible un buen docente con pocas nociones explicitas de pedagogía”, como un buen hablante con pocas nociones explicitas de gramática.

De esto se colegiría, que algunos de los mejores docentes no hayan tenido ninguna formación pedagógica explicita, y que determinadas instituciones educativas se hayan reproducido durante siglos sin un discurso pedagógico elaborado e institucionalizado o, si se quiere, atendiendo a Carlos Eduardo Vasco: “en forma implícita o asistemática”. “Haber tenido buenos maestros contribuye a la calidad de un docente, probablemente más que muchos de los elementos de pedagogía y de didáctica que son objeto de una enseñanza explicita”. Aquí, la transmisión implícita de ciertas cualidades de la enseñanza es dominante y lo explicito es recesivo, predomina bastante el currículo oculto y el aprendizaje vicario.

Bueno y para cerrar no puedo dejar de apuntar tres cosas. La primera, atinente a la incursión, en la escolaridad de las tías. Maestra- tía, la trampa (Freire, 1999) Se trata de una tesis usada por Paulo Freire, en Cartas a quien dese enseñar, para corroborar que la maestra es la maestra y la tía es la tía. Pero en el caso que nos ocupa, el de los Maestros Invisibles, no estamos ante un hecho de similar magnitud. No es posible ser maestro sin amar a los niños y eso es evidente en el conglomerado del magisterio; empero, es más fácil para una maestra argüir que no le gusta enseñar que a una tía decir que no le gusta ser tía.

En Colombia, el rol que han venido jugando las madres comunitarias es el de tías, no es matrístico –como lo concibe Maturana-, no es de especialista en pedagogía. El acceso a la formación pedagógica es milimétrico frente a la de los docentes, a pesar de recibir cursos impartidos por entidades no universitarias. Hagamos un paréntesis para decir que aquí subyace un serio problema que está afectando el desarrollo del pensamiento y de las emociones de los niños. En eso, el polémico científico Raúl Cuero (2012, 123) creo que hace un apunte que demanda un riguroso foro. “La formación cognitiva de los niños (preescolar) debe estar a cargo de los padres y debe consistir en un proceso de exposición a la naturaleza y de desarrollo sensorial mediante la observación y la curiosidad”.

Se desenrolla la madeja para tirar las cuerdas de la telaraña desde muy atrás. Los hilos de Froebel y de Rousseau afloran en la morera; el primero que aboga por el valor de la madre en la educación de los niños y, el segundo, por la naturaleza.         

Sin negar el derecho que ellas tienen al trabajo y a la formación humana, uno se pregunta ¿Qué hizo nuestra organización sindical para contrarrestar esa improvisación, cuota inicial de la actual situación quejambrosa de muchos, por le ingreso de no licenciados y normalistas al sistema educativo? ¿’Nos ha importado poco la primera infancia, base de la pirámide social y del edificio educativo? El Estatuto Docente 2277 fue otro dispositivo que abrió esas compuertas, hace más de una treintena de años. Entonces, ¿Por qué hoy hay ruptura de las vestiduras y por qué la disputa de la morera? “Cuando se pierde la memoria se pierde la identidad”. Memoria e identidad que tenemos en cuidados intensivos, como nación y como gremio.

 Pero ese hilo, si se entrecruza con otros, si se entrelaza, puede hacer un hermoso tapiz, una tela inolvidable.

Digamos que ese es el sólido reto. El lápiz lleva la tinta por dentro y la porta bien protegido por la madera. Nosotros llevamos la pedagogía por dentro, bien por el efecto del profesor, bien por la trasmisión implícita o por la ingesta del líquido perlático sintético. El sendero a seguir es acercarnos más a curar ese puente quebrado, sobre el que nos han puesto y a estudiar, porque el mundo de hoy no lo podemos evaluar con las mismas categorías anacrónicas, como lo expuso García Márquez. El normalista y el licenciado de hoy tenemos que leer y escribir cada día –en la lógica de El Principito- tenemos que seguir lamiendo los clásicos pedúnculos del tórax de la pedagogía, con los labios de la lectura y con la saliva de la reescritura.
El licenciado de hoy, con su experiencia reflexionada y con el saber decantado y domeñado, debe tomar de la mano al Maestro de las pedagogías Invisibles, subirlo a la azotea de la escolaridad, no para lanzarlo al vacío –como lo hizo Galileo con la teoría de Aristóteles-, sino para mostrarle el mar que le espera para navegar, a través de la barca de la lectura, despejado invariablemente con el faro de la investigación y la ética, y  afirmado siempre en el puerto de la organización sindical y de la formación cooperativa.

Y qué mejor lectura se podrá hacer desde la azotea sino la de identidad y memoria. Identidad y memoria –volviendo a Humberto Eco- que “no son cosas sobre las que pensamos sino con las que pensamos”. Pensamos con Comenio, con Pestalozzi, con Diego Federico Froebel, con María Montesori, con Freud, con Freire, pedagogos que han hecho pedagogía sin tener una formación inicial como tales.

Y, en Colombia, sí que tenemos con quien pensar. Pensamos con la paradigmatización que hace el profesor Martínez Boom, con Mario Díaz, a través del Campo de la Educación, obras en las que se destacan los aportes de hombres y mujeres provenientes de saberes disciplinares como: la Historia, las matemáticas, las Ciencias Naturales, la filosofía, la física, la sociología, la ingeniería, la antropología y la sicología, muy poco de los formados en las ciencias de la Educación. Todos estos macanudos pioneros se han hecho a pulso, forjado, a partir de la trasmisión implícita y del estudio autodidacta, suscitando y adelantando proceso de discusión racional, involucrando de manera afortunada el saber decantado y la practica de la escritura.

Bueno, y a los de la generación proscrita por las políticas neoliberales, o si se quiere a los maestros de la cultura pos figurativa –evocando a Margaret Mead- nos corresponde acercar al telar a los nuevos colegas, para que juntos hilvanemos los hilos, entrelacemos nuestros sentires y saberes, tejiendo así  el hermoso tapiz, la cultura pedagógica cofigutativa, la tela inolvidable de la que se ocupa Rivas en El lápiz del carpintero. 

Si los lectores de este escrito, hacen suya la invitación, entonces podremos decir, que esa fea costumbre de dictar el veredicto antes de hacer el juicio, propia de el país de Alicia en el País de las Maravillas y replicada en Macondo, podrá llegar a su fin. Dejemos que la historia como jurado dicte el veredicto, hagamos caso omiso de los gritos sentenciadores de la reina capitalista, sobre las necesidades y tonterías, no nos detengamos ni dejemos que nos quiten la cabeza, avancemos con proxemia hacia el Quinto planeta con los faroles de la esperanza. “La única manera de no repetir la historia es mantenerla viva”, nos dice Eduardo Galeno.,

Algunas fuentes consultadas.

CHARUM, Jorge y otros (1987). ¿Informática sin escritura? El problema para la educación. En Cuadernos de Economía No 10, Bogotá, Universidad nacional de Colombia, pp 37 ss.   

CUERO R. Raúl (2012) ¿Cómo ser creativo para triunfar. Bogotá DC, Intermedio editores,  p.122

DOGSON, Charles L. (1986 ) Alicia en el pais de las maravillas. Colección Clásicos Juveniles.

MOCKUS, Antanas (1994) Las fronteras de la escuela. Santa fFe de Bogotá, Sociedad Colombiana de Pedagogía.

MARTÍNEZ BOOM, Alberto (2013). Educación y pedagogía entre paradigmas. En revista Educación y Cultura N 99. Bogotá DC, CEID-Fecode.  

SAINT-EXUPÉRY, Antoine (1951). El Principito. Buenos Aires, Argentina, Emecé Editores.

ZULUAGA G., Olga Lucía (1993). “La Investigación Histórica en la Pedagogía y la Didáctica”. Objeto y método de la pedagogía. Medellín: Universidad de Antioquía,  p. 120.


José Israel González Blanco.
Docente/Trabajador social.
Colegio Distrital Nuevo Horizonte.
Bogotá DC, noviembre de 2013



[1] Este escrito fue presentado como ponencia en el Congreso Internacional de Pedagogías Críticas, organizado por Fecode, en noviembre de 2013, con el título: El sótano de la pedagogía en la azotea de los maestros noveles.