domingo, 28 de septiembre de 2014

La niña que le quedó grande al traje de la Ley del matoneo.


La Ley: entre la realidad y el discurso sin compromiso. 


“La única buena enseñanza es la que se adelanta al desarrollo” Vigotsky

Desde la escuela se puede afirmar que a través de leyes no se mejora la situación escolar, entre otras razones, porque las leyes van atrás y la realidad adelante. Se legisla para el pasado así como se intenta educar para el pasado. “La realidad supera la ficción”, decía Carlos Fuentes. O, “la realidad supera la imaginación” en palabras de García Márquez. Las leyes son sedentarias mientras que la dinámica escolar es nómada. A los legisladores e incluso a “los técnicos del saber práctico” -como lo dijese Sartre - les falta mucha imaginación para aprehender la realidad. “Para ver la realidad se necesita mucha imaginación”, anotaba Rulfo. Lo que se percibe en Colombia es que la realidad escolar se está viendo sin imaginación, por los gobernantes, por algunos directivos docentes y por eso estamos como estamos.

Normatizar la vida – apuntaba André Vernot -es el intento absurdo de ponerle rejas a la existencia”. No se tiene noticia de que Montessori, Pestalozzi, Decroly, Rousseau, Comenio, Piaget, Freire, Illich, los Movimientos pedagógicos o algún pedagogo haya desarrollado y obtenido sus aportes bajo el paraguas de la legislación, más bien se alejaron de los parasoles y así lograron ver las estrellas y dibujarlas, con tino de pedagogía. Comprendieron que una relación pedagógica, mediada por las leyes, empobrece la existencia, por eso fueron tan ricos sus métodos y a cambio de alambrar a la escuela, rompieron las cercas de la Pedagogía tradicional, para abrazar la Pedagogía Activa y las Pedagogías Críticas, entre otras.

En este artículo, mediante el relato de "un acontecimiento pedagògico" -como lo conceptúa la guía No 49 del MEN-, llamo la atención, precisamente, sobre la inoperancia de las leyes en la disciplina positiva de la infancia y la adolescencia. Es duro decirlo, pero esas leyes parecen ser una burla. Son unos códigos creados fuera del pensamiento de la infancia, de la adolescencia y de investigadores afines al asunto, son más del dominio de los técnicos del Derecho que de los pedagogos. Ellos y ellas no han participado en su elaboración, de ahí que se imbrican a imagen y semejanza de los adultos, sobre todo de unos burócratas que están muy lejos de la realidad en que nacen, crecen, viven y mueren los niños, adolescentes, jóvenes y adultos. En otras palabras, son unas leyes incriminadas, contrarias al sentido de la existencia y al espíritu, verbi gracia, adversas al espíritu de la construcción de de los Manuales de Convivencia.    

Marysol: “entre la pila y el agua bendita”

Estar entre la pila y el agua bendita es hallarse en un alto estadio de vulnerabilidad, es estar muy cerca de los cables de una tensión tan alta que electrocuta. Marysol es una adolescente que hace parte de un hogar compuesto por 8  hermanitos, uno muerto por inanición. Ese hogar ha tenido dos maridos y una sola progenitora, muy análogo a Doña Flor, en la novela de Jorge Amado. Actualmente vive con el padrastro, un hombre dedicado a la rusa; entre tanto, el progenitor biológico ofrenda el tiempo a ganarse la vida en eso que alguna vez, los expertos denominaron “Economía Subterránea”. Los hermanitos de Marysol asisten, unos a la escuela de Macondo, otros a jardines comunitarios y dos permanecen en la casa, porque la suma de sus edades no alcanza a dos años.

Marysol no supera los 14 años, pero actúa con mayoría de edad, se vale de su propio entendimiento, parafraseando a Kant. Muy despierta, autónoma, bonita, amiga de las porras, jugadora de fútbol, tremendamente ágil en su pensamiento, poco le apetece el amasijo del plan de estudios y discrepa bastante de la metodología de los profesores, sobre todo de quienes actúan como funcionarios de la educación. Acude tarde al ritual de la escolarización, porque le gusta dormir “un poquito más y llegar cuando las clases ya han empezado, para aburrirme menos”. Es una lideresa inconmensurable, incontenible e irreductible. En los primeros años de enseñanza no condescendía que los profesoras le dijesen expresiones como: “mi amor”, “mi vida” y menos admitir que alguien le colocara la mano en el hombro, como gesto de afecto, eso era motivo de discordia; hoy, la actitud es distinta.


Marysol sabe cómo es “el maní” de la mariguana, “porque yo siempre he visto a mi mami y a los amigos vender…mi papi conoce las ollas del Centro y también se traba”. Cuentan que, en una ocasión, la policía fue a ese liceo macondiano a sensibilizar a los estudiantes acerca de la prevención en el consumo y distribución de sustancias psicoactivas. Los gendarmes conminaron a los estudiantes a denunciar, en la casa y en el colegio, las situaciones anómalas que percibieran, ante lo cual Marysol asintió: ¿Y ustedes qué hacen con la mariguana que cogen? Nosotros la entregamos a estupefacientes, anotó el policía. Marysol, en todo de burla, exhibiendo sus blancos dientes y torneando su escuálido cuerpo, les dijo: “¡queeee, ustedes se la venden a los ñeros y la otra se la fuman… no ve que yo los he visto…yo conozco la L y la calle del Brown y sé como es la marea…dejen de ser tan ficticios!”

Marysol también ha inhalado bóxer en la calle, en la casa, en el colegio y de paso ha involucrado a otras compañeras, sobre todo aquellas que permanecen solas en la casa –lugar aprovechado por las adolescentes-, porque sus padres están ocupados trabajando. Aprendió a inhalar al lado de las pandillas. De allí, el colegio, a través de una maestra de matemáticas, logró despojarla de las fauces de la delincuencia y sostenerla en el plantel. El haberla sorprendido in fraganti, en el baño de la institución, en uno de esos permisos que los estudiantes suelen arrancarles a los profesores, so pretexto de ir a hacer pis, la condujo a tomar la decisión de “volarse de la casa”, tal como nos sobrevino a muchos migrantes nativos, cuando se cometía alguna falta grave en la casa. Se huía por miedo al castigo severo, no había Debido Proceso, los Derechos de los adultos prevalecían sobre los deberes de los niños. El aprendizaje con sangre entraba.  

La fuga de Marysol.

La niña, en un ejercicio hipotético, toma la decisión de perderse de la casa dejando a la deriva a su progenie. No se quiere ir sola. Con su capacidad de convicción, como lideresa, persuade a otras dos niñas, organizan el éxodo, alistan el equipaje y un viernes amagan partir para el centro escolar, con su atuendo de rigor, a cumplir con el ritual de la escolarización y junto a sus libros encubren la ropa. Al ingresar, la profesora de disciplina se da cuenta del abultado morral de una de las niñas, la interroga acerca del contenido ante lo cual, con celeridad, Marysol aduce: “eso son los trajes para un baile que vamos a ensayar”. Logran traspasar el pedagógico retén con la argumentación expedita, finiquitan la jornada, se topan en el punto acordado, dejan que se ahuyenten los demás escuelantes, revisan los bolsillos de las sudaderas, aprontan lo del pasaje y encumbran hacia el centro de la otrora denominada Atenas Suramericana.       
         
Durante el trayecto, ingenian estrategias de sobrevivencia para impedir que la policía las sorprenda o que algún malandrín embista sus frágiles humanidades…Llegan al Voto Nacional, deambulan por las calles aledañas a la interfecta Plaza España, en busca de un “parcero”, amigo de Marysol, para que les guarde las bártulos.  Cruzan la calle del Brown, llegan a la L, pasan sigilosas frente a muchos policías y ante la infructuosa búsqueda del faltón “parcero”, se dirigen al histórico barrio de la Candelaria, paraje en el que Marysol vendió dulces con un hermanito durante varios domingos a los transeúntes de Monserrate. Según la versión, “una señora desconocida, vendedora de dulces, le dio mucho pesar y nos tuvo las maletas, nos dio galletas, por ahí como a las 6 de la tarde…ese fue el almuerzo con una bolsa de Kumis que llevamos del refrigerio”. La cadena de frío no importó, porque “no nos hizo daño o sino ¡que tal una soltura!”.

Confiadas en que “la vendedora de dulces” les cuidaba sus corotos, merodearon por inmediaciones de las estaciones de Transmilenio, contemplan el anochecer, disfrutan de los mimos de la 7ª y de su espacio peatonal, interactúan con niños Embera Katío...retornan a donde la vendedora dulces, le compran “unos paqueticos”, agradecen el cuidado de los menesteres y se despiden: La señora chévere –como la bautizaron después de la fuga –les llama la atención y les pregunta por sus padres. Las huidas se miran unas a otras, evidencian nerviosismo y una de ellas, la más estremecida le pide que le venda un minuto para llamar al hermanito. La señora accede, hace la marcación y le manifiesta al niño: “por aquí, por la séptima está su hermana y dos niñas más…me parecen que están juyidas…”. Aún no colgaba el celular la veterana mujer cuando las visitantes se alejaban de su lado, quedando una deuda pendiente para pagársela quien sabe cuándo.

Según Marysol, “la cucha, mientras dimos nuestra vuelta le avisó a la policía, porque después de que salimos corriendo los enfermos esos (se refiere a los policías) nos pararon y nos preguntaron que para dónde íbamos…Yo les dije que nuestros padres nos estaban esperando al píe de la biblioteca, que corríamos porque íbamos tarde del colegio y nos cascaban…que no nos retardaran”. De esta guisa, logran franquear el cerco de los servidores públicos y se reguarnecen en una de las iglesias del sector. Entre tanto, la madre de Marysol, quien se percató de la evasión, llamó al liceo macondiano y puso en conocimiento de la orientadora el escape de la heredera. De inmediato, la docente echó mano de la normas para tipificar la situación (I, II, III), consultó el Manual de Convivencia para precisar la activación de la Ruta de Atención Integral para la Convivencia Escolar, con el agravante que el manual versa del 2012 y allí todavía no ha llegado la Ley 1620 ni el decreto 1965 de 2013 y menos la guía pedagógica No 49 del MEN, entre otros motivos, porque la Secretaría de Educación de Bogotá, no hizo la gestión con el ministerio del ramo, para que cada colegio recibiera un ejemplar así como el resto del país, y así poder orientar mejor los protocolos a seguir.    

La mentada madre “hizo gente”, impelió la búsqueda informándole a la policía, para advertir la salida de las adolescentes de la ciudad. Llamó ofuscada a las madres de las otras menores y las culpabilizó de la partida de su hija, porque eran ellas las promotoras de la emigración. Entre tanto, el padre arrancó presuroso hacia el territorio donde tiene asidero la Economía Subterránea, huelga decir, a las ollas conocidas y frecuentadas por él. Las otras madres entran en angustia, no saben qué hacer, llaman a los familiares, visitan al CAI, recorren la urbe buscándolas en bares y burdeles. La liberación de dopamina fue sustituida por el corticol, por eso el insomnio acompañó a los predecesores hasta las primeras horas del día siguiente, luego de saber que las primogénitas estaban en un hogar de paso.

La praxis de la Ley de matoneo
   
Con la alborada citadina llega la esperanza del reencuentro, esta vez en una esfera distante a la acostumbrada. Las menores son trasladadas del albergue, en el que pasaron la noche, al centro zonal del ICBF, por la policía de Infancia y Adolescencia. No olvidarán las perecederas trotamundos que, en el lugar en el que pernoctaron, dormitaron muy poco, que las impactó la presencia de otras adolescentes consumidoras de psicoactivos, transgresoras e infractoras de las leyes, con opciones sexuales diversas y agresivas. Antes del medio día el encuentro de los padres y las niñas ya era un hecho, por fin las familias se juntan con las hijas en un escenario desfavorable: las autoridades de Familia. Unos y otros animaron los protocolos y dentro de ellos los compromisos, uno de ellos practicarles a las aventureras el examen de toxicología, para afirmar o para descartar el consumo de sustancias que alteran la conciencia.

Los padres de familia, aburridos en las oficinas del instituto, cansados del trajín de la noche, agotados sicológicamente, con ele estómago chirriando del hambre y disgustados por dejar de lado sus labores “por culpa de las ocurrencias de estas vergajas”, no dudaron en decirle al defensor, al unísono, que cumplirían a cabalidad con los compromisos, pero que los despacharan rápido. Los progenitores de Pilar y de Aframabel efectuaron lo acordado y hoy las niñas están en el liceo macondiano juiciosas, culminando el año escolar; no obstante, la madre de Marysol, pese al transcurso de más de tres meses, no ha formalizado lo concertado en el ICBF, “porque no he tenido los 80 mil pesos que vale el examen”, según los informes de la coordinadora. No se tiene noticia alguna del seguimiento al caso por parte del instituto.

Marysol y las otras niñas aman a su colegio; expresión de ello es el reintegro inmediato a la semana siguiente. “ni hallaban la hora por volver a encontrarse con sus amigas”. Para Merysol fue un retorno muy feliz. Acudiendo a El Principito se podría condensar: “cuando volví a mi país (colegio) los compañeros que me vieron se sintieron muy contentos de volver a verme viva. Yo me sentía triste, pero les decía: es el cansancio” .Pero la felicidad se ve interrumpida una mañana fría de agosto, cuando la directora de grupo se percata de que la niña, cuyo nombre honra al agua y al fuego, se descubre exánime en el aula, duerme sobre el pupitre, no habla pero si lenguajea –como diría Maturana -con agresión relacional ante los compañeros y con los profesores. Ipso facto, la maestra previene a la orientadora y en junta llaman al 123, donde toman los datos sobre un presunto efecto de SPA. Transcurren los minutos, los niños del curso se inquietan, la madre de Marysol no contesta, del padre no tienen datos, el rector no está, la coordinadora atiende otras urgencias convivenciales, los demás profesores están en sus aulas… ingresa la policía del CAI a indagar sobre los hechos de consumo, se les notifica que no se requiere la fuerza pública sino la Policía de Infancia y  apoyo médico…los agentes se marchan, los niños, que el año pasado eran como los de El Terror de 6B, están intranquilos en el salón, no bromean ni se ríen, como Hernández Sergio en la obra de Yolanda Reyes.    

Distan dos amargas horas para que llegue una ambulancia con su equipo. El caso no era de accidente. En Colombia, las urgencias que se atienden son las que vierten sangre, pareciera que el estrés, la depresión, la esquizofrenia, el dolor y los trastornos mentales, como no derraman sangre no son urgencias. Bueno, llegó la ambulancia, ingresan al colegio. Como no hay un lugar de enfermería ubicaron a Marysol en la oficina de orientación escolar, la examinaron, la mamá por fin llegó, los niños desfilaban cautelosos percibiendo los hechos, el médico registró el diagnóstico, verificó que efectivamente había una situación de consumo de mariguana. La mamá reiteró que no había podido acceder a la prueba de toxicología. El galeno la notifica de la necesidad de llevar a la niña al hospital…la cual la madre expresa su desacuerdo y desiste de la sugerencia. Fueron alrededor de 5 horas invertidas para “seguir en lo mismo”, aseveró un profesor.

Luego de ese trastorno convivencial, la coordinadora notifica a la madre de la necesidad de llevarse a Marysol para la casa, porque no está en condiciones ni fisiológicas ni emocionales de permanecer en el plantel, La progenitora persuade a Marysol, la impele, pero la chica se rancha en que se queda hasta terminar la jornada… “Ya me tiene ganada, profe, miren haber que hacen con ella, yo me voy porque tengo una niña de 6 meses solita en la casa… Hasta luego”.    

La escuela como zona de desarrollo próximo.

Del relato puede colegirse: una alumna abandona la familia por miedo a las agresiones físicas, sicológicas, emocionales y relacionales, que le podría acarrear su permanencia en el hogar. La policía del centro de la ciudad pasa impávida por varias horas la presencia de unas niñas que transportan un morral “sospechoso”, no tan común en los escolares. Las familias acuden a la recepción de las niñas esquivando sanciones de la Ley de Infancia y Adolescencia. El ICBF las entrega confiando en que los compromisos se consumarán. La madre de Marysol, aún no ha cumplido con el examen de toxicología para iniciar un tratamiento de desintoxicación. La familia de Marysol no ha recibido la atención del ICBF, para abordar ese alto grado de vulnerabilidad en que se hallan varios infantes; la Secretaría de Educación, a través de su programa estrella: Respuesta inmediata de Orientación (RIO) apenas llega a verificar datos, a pedir cuentas y se marchan en su automotor. Y los maestros, unos asistiendo a postgrados y a capacitaciones que muy poco o nada les aportan para sortear situaciones como las enunciadas; otros, a motu propio, accediendo al conocimiento y a las estrategias para afrontar eventos como el de Marysol. Y no faltarán quienes siguen en la zona de confort. ¡De todo hay en la viña del rector!  

La escuela pública, con errores, con aciertos, con el palo que a diario le dan los medios de comunicación y los gobernantes, con la presión de la familia, con el vilipendio permanente de la sociedad, pero con ética, con coraje y, por encima de las circunstancias que sean, es la única institución que le está haciendo frente al flagelo de la violencia multicausal, al consumo de sustancias psicoactivas, al azote de la violencia intrafamiliar, al látigo de la desprotección de la infancia y de la adolescencia, al rebenque del suicidio, al creciente aumento de embarazos en las adolescentes, a la fusta desesperanzadora de los educandos y a los efectos del desplazamiento, por la vía del conflicto armado y de la delincuencia común. Eso vale mucho más que ocupar los primeros puestos en unas pruebas Saber, Pisa, Timss y es más loable que aprobar un año escolar, vale más que ser cazadores de dragones. 

No hay duda, que del 100% del magisterio hay un reducido porcentaje de colegas que están en la zona de confort y que se ganan la vida como funcionarios de la educación dictando Física, Matemáticas, Ciencias Sociales, ética y todas las áreas obligatorias y fundamentales, pero también es verdad que el mayor porcentaje de las maestras y maestros realizamos nuestra acción pedagógica con vocación, con criterios y con honradez, pagando un alto costo con nuestra salud mental, emocional y fisiológica. No en vano 30 de cada 100 educadores del sector público padecen el Síndrome de Agotamiento Profesional y cerca del 51% presentan problemas de despersonalización, siendo los orientadores la franja gremial más afectada.

Esos educadores que no estamos en la zona de confort, que no trabajamos como funcionarios de la escuela pública enseñando las áreas obligatorias y fundamentales, esas maestras y esos maestros que realizamos nuestra acción pedagógica con vocación, con criterios, con honradez, con amor –volviendo a Maturana- y que no escatimamos esfuerzos para apoyar a los niños y niñas, no como tías sino como pedagogas y pedagogas, pagando un alto costo con nuestra salud mental, emocional y fisiológica. Esas personas que se ignoran, - como escribió Borges- son las que están salvando al mundo”, salvaguardando la vida de muchos niños y niñas. Esos maestros y esa escuela pública, se sitúan en lo que Vigotsky designó Zona de Desarrollo Próximo.

La Zona de Desarrollo Potencial, que en el caso de Marysol y de miles -"un pétalo de una flor no aparece solo sino formando parte de un árbol florido", como lo acota Fa-Tsang -de niños con derechos sin restablecer, estaría en las instituciones encargadas de velar por la infancia y la adolescencia, por medio de la corresponsabilidad, por ejemplo. La corresponsabilidad no se ha hecho efectiva ni con la Ley de Infancia y Adolescencia ni con la Ley 1620 y su Decreto 1965 de 2013, tal como se lee en sus contenidos. La situación de  Mariysol no puede ser más evidente, la policía viene, mira, pregunta y se va; los profesionales de la salud ingresan, intervienen, preguntan y se van; los miembros de la familia vienen contestan, se sienten impotentes ante la prole y se van. Los estudiantes, las pedagogas y pedagogos nos quedamos para arreglárnoslas como podemos y sabemos. Estas maestras y estos maestros, como en Las Cenizas de Ángela, seguimos siendo parteros de ilusiones, mientras que la violencia sigue siendo la partera de la historia como afirmó Carlos Marx.      

Algunas fuentes bibliográficas consultadas.


BARBERO, Jesús Martín (1996). Heredando el Futuro. Pensar la Educación desde la Comunicación. Santa Fe de Bogotá: Revista NOMADAS N° 5, septiembre, 10-22

DE SAINT-EXUPÉRY, Antoine. El Principito. Madrid España. Sf.

FREIRE, Paulo (1971). Educación como práctica de la libertad. Méxic : Siglo XXI Editores

GARCÍA MÁRQUEZ , Gabriel. (1995) Colombia al filo de la oportunidad. En: Educación para el desarrollo. Informes de Comisionados I. Misión Ciencia Educación y Desarrollo, t.1 y 2. Santafé de Bogotá.

 MATURANA, Humberto y VARELA F. (1990). El árbol del conocimiento. Madrid: Ediciones debate. “La democracia es una obra de arte. Santafé de Bogotá: Cooperativa Editorial Magisterio, s.f.
TOMASEVSKI, Katerina (2004). El Derecho a la Educación en Colombia. En: Revista Educación y Cultura N° 65. Bogotá DC, Junio ,  p. 40
TORRES OSPINA, GONZÁLEZ BLANCO, José  y otros (2009) Salud Mental Cooperativismo y Educación. Bogotá, editorial Códice.
UNICEF (1991). Menores en circunstancias especialmente difíciles. Santiago de Chile.




José Israel González Blanco
Maestro-Trabajador social.
Colegio Distrital Nuevo Horizonte, Bogotá, Colombia


domingo, 14 de septiembre de 2014

El niño que no sumaba ni escribía bien, pero jugaba y organizaba...



 EL VALOR PEDAGÓGICO DE LOS ESTUDIOS DE CASO EN LA ESCUELA


“Cuántas veces nos habremos encontrado con compañeros que tienen una gran experiencia de trabajo de muchos años, pero que nunca la han podido evaluar ni sistematizar. Con ello han permitido que otros caigan en sus mismos errores y no han permitido que otros aprendan de sus avances” (Carvajal, 1999)

La pregunta de Oscar Jara, desde hace algunos lustros, ha inspirado a varios educadores del colegio Nuevo Horizonte de Bogotá a consignar algunas reflexiones sobre el quehacer pedagógico, con los agentes de la comunidad educativa. En esta ocasión, compartimos un escrito a 4 manos, acerca de uno de los tantos estudios de caso realizados por el colectivo.

 En la lógica de la vida escolar, dinamizada en el plantel, los educadores hemos acudimos al estudio de  caso, para investigar, analizar, imaginar y acercarnos a la resolución de situaciones propias de la complejidad y de la diversidad de acontecimientos de la práctica pedagógica. Es una contigüidad a la investigación etnográfica y a la hermenéutica. Desde esta perspectiva, queremos socializar, con los lectores que accedan a este escrito, una de las tantas estrategias utilizadas en el paraje de la escuela, en la búsqueda de salidas colectivas a la infinidad de problemas que a diario se nos presentan. La estrategia utilizada para tal propósito fue la siguiente: elaboración del relato, lectura previa del caso de Luis, por cada maestr@ y  respuesta de las preguntas; luego, socializamos los aportes escritos, discutimos y tomamos decisiones. A continuación ofrecemos el texto del caso y parte de los análisis recogidos en el debate.  

 1. El caso de Luis: un rompecabezas para maestro@s*
  
“...Falta un cuarto para las doce y Luis no ha presentado su trabajo. Toda la mañana molestó, jugó, peleó con sus compañeros y los profesores ya no saben que hacer con él. La profesora informa que mañana no habrá clase, porque hay microcentro o jornada pedagógica. Luis, protesta y manifiesta tristeza por esta situación.

Luis ha repetido varias veces el curso 2, su escritura es amorfa y su nivel de comprensión muy “bajo”; aún así, es un verdadero líder, organiza a los compañeros para el juego, las peleas y la indisciplina. De él depende el buen trabajo de clase. Su vocabulario es limitado, socorrido de groserías y agresividad; empero, no es tímido para hablar; su presentación personal es deplorable y no quiere mejorarla, pese a la gran voluntad, paciencia y cariño que le ha puesto la maestra; su movimiento y expresión corporal son muy buenos; destacado deportista, pero imponente y voluntarioso; dibuja bien cuando quiere, además es muy hábil, para hacer compras; sabe escoger artículos y no se deja “tumbar en las vueltas”, aún así, en matemáticas es “deficiente”.

Los padres de este niño, cuya edad oscila entre los 9 y 11 años, han sido llamados varias veces, para dialogar respecto al comportamiento, indisciplina ay bajo rendimiento académico, ante lo cual la respuesta, de su madre, porque al padre no lo conoce,  ha sido negativa... Ante la situación descrita anteriormente ¿Qué posición asumiría, como pedagog@, frente a los siguientes interrogantes: 1. ¿Es conveniente ética y pedagógicamente, “bajar” de grado a Luis (porque no lee ni escribe en 2º y si hace disciplina negativa)?, Por qué si, por qué no? 2. ¿Qué logros destaca del niño en el caso mencionado? 3. ¿De qué manera redimensiona la asistencia a la escuela por parte del niño, para que él aproveche los aportes que le hace la institución?  4. ¿Si Luis conociera los objetivos y logros que persigue su profesora y la institución, El se comportaría de esta manera?”. Como resultado de la discusión y el análisis aparece la siguiente reflexión:

2. Ocho posibles piezas para armar el rompecabezas del caso

De acuerdo con el escrito, intuimos que Luis llega antes de las siete de la mañana a la escuela, porque, de acuerdo con la parte final del primer párrafo, cuando la profesora le informa: “mañana no hay clase, porque hay microcentro. Luis protesta y manifiesta tristeza por esta situación”. Para nosotros aquí aparece una primera pieza clave en la armazón del rompecabezas, dado que se explicita el deseo del niño por asistir a la institución y esa es un componente para potenciar, porque hay quienes no quieren ir o van obligados.

Seguidamente nos preguntamos:¿Qué pasaría si a Luis no le gustara venir a la escuela y qué si sintiera alegría por no haber clase?. Si ingresó a eso de las siete, el reloj indica las doce y “Luis no ha presentado su trabajo”; pero, “toda la mañana molestó, jugó y peleó con sus compañeros”. Nos cuestionamos: ¿Eso no es trabajo? ¡Claro que sí! molestar es un trabajo, pelear es un trabajo, además que es un deporte que le ha permitido a un minúsculo número de compatriotas mostrar otra dimensión del ser inteligentes 8ejemplo Pambelé).

Y el juego, más que actividad, es pasión y trabajo del educando, para el educando y para los adultos. Ahí lo que encontramos es un proceso, donde se materializa una actividad biopsicosocial o ecosófica, en la que hace presencia el homo faber, capaz- como apuntala Hannah Arendt- de establecer una esfera pública propia-; es decir, de relacionarse con sus congéneres. No cabe duda de que estamos ante un acto educativo-cultural. Si Luis no lo pudiese hacer sería un serio problema. ¿Qué haríamos con un Luis autista, idiota o como el niño de Avignón? La estrategia, tanto para Luis como para los demás estudiantes sería otra.

Creemos que por estos lados está el material de la segunda pieza para armar el rompecabezas. La pregunta obvia: ¿Por qué Luis realiza unas actividades prohibidas o poco bien vistas en el aula y no “el trabajo” que le pone la profesora? En términos de la pedagogía crítica –siguiendo a Giroux, McLarent y otros-,  interpelamos: ¿Por qué Luis hace resistencia activa a las clases? ¿Qué sabemos de ello? La información que nos brinde esta indagación permitirá construir otra pieza clave en la armazón del rompecabezas. Se trata de una información que da cuenta de la génesis de la resistencia de Luis dentro del aula y su relación con el gusto por venir a la escuela.

3. “...y los profesores ya no saben qué hacer con él...”

Si nosotros no sabemos qué hacer con él, entonces, ¿quién lo sabrá? ¿Los padres que no son pedagogos, ni psicólogos con formación académica, pero al fin y al cabo son educadores primarios?, ¿los pedagogos neoliberales que predican la calidad, eficiencia, eficacia y efectividad, desconociendo el conjunto de factores sociales, económicos y familiares que afectan los procesos de enseñanza y aprendizaje, dejando de lado, por ejemplo, el deterioro de los lazos tradicionales de la relación entre adultos y chicos, entre docentes y estudiantes y afianzando la imposición de factores económicos sobre el sentido de la escuela dentro del Estado moderno?. El no saber qué hacer se refiere, sin duda, a la no-producción académica regulada en la escuela.

No obstante, ante la no correspondencia con el ideal requerido en cada curso, fluyen los juicios de valor: escritura pésima, vocabulario limitado y grosero, presentación personal también pésima. La realidad es que Luis piensa, escribe, habla, se viste, se moviliza, interactúa, afecta y cuestiona nuestra práctica pedagógica. Es algo así como el enfermo que pone en jaque al médico, que le exige investigar, estudiar y profundizar en el tratamiento y en la prevención.

Vistas así las cosas, la cuarta pieza del rompecabezas, tendrá que ocuparse de transformar lo pésimo en óptimo, lo grosero en culto y la presentación poco higiénica en pulcra. Antes de emprender la acción, no sobra preguntarnos: ¿Qué tan ilimitado o tan locuaz es nuestro discurso pedagógico o si se quiere la simple práctica discursiva cotidiana?; ¿Nuestro vocabulario es tan culto que no deja transferir groserías verbales y/o mímicas?; ¿Nosotros no peleamos?, ¿sabemos pelear?; ¿poseemos una cultura del debate y la discusión tan ética y tan estética que nos amamos en esos actos?.¿Estamos exigiendo de lo que damos o será que nos estamos volviendo esquizofrenic@s sociales?

Coligiendo lo anterior podemos aseverar que, en el caso en mención, el niño manifiesta –siguiendo a Howard Gadner- por lo menos tres tipos de inteligencia: inteligencia Cinestésicocorporal, Inteligencia personal (relacional) y al parecer la logicomatemática y explícita vacíos en la inteligencia lingüística. Por supuesto, la siguiente pregunta gravita alrededor de: ¿Qué se ha hecho para potenciar las tres inteligencias fuertes y qué para superar las aparentemente débiles? Es pertinente hacer un alto acá, para darle paso al material didáctico aportado por los colegas.

Esta vez se trata de una historieta* y de una lectura**, las cuales nos permitieron comprender más a fondo la situación de Luis en plural y en femenino. En esta lógica de razonamiento nos arriesgamos a hipotetizar, que si el profesor se posesiona en dejar aprender a los niños, dentro de los cuales está Luis, apoyado en el desarrollo de las inteligencias múltiples -obviamente, conociendo de sus contenidos y metodología a través de la lectura y la investigación-, su praxis toma una dimensión distinta, su discurso y práctica pedagógica se oxigenan y las relaciones con los estudiantes se transforman significativamente tanto para los unos como para los otros. Sin lugar a dudas, la quinta ficha del rompecabezas estaría lista por este lado. Aludimos a dejar aprender, evocando el pensamiento de Heidegger, cuando sentencia filosóficamente: “Enseñar es más difícil que aprender porque enseñar significa dejar aprender. Más aún: el verdadero maestro no deja aprender nada más que ‘el aprender´”[1]

Finalmente, no nos apartamos de considerar cuan difícil es enseñar y de reconocer el sinnúmero de  vicisitudes que acompañan a día a día en el proceso educativo escolar; pero a la vez nos abriga la alegría de saber que en esta institución hay varios Luises y Luisas y que para interactuar con estos personajes han llegado unas maestras y unos maestros que aman la escuela y dejan que los niños la amen. No hemos escuchado a algún niño o niña decir que odia la institución, ¡nó!, por el contrario, todos los días vienen con o sin uniforme, con hambre, chupando colombinas, a veces con los zapatos roídos, en ocasiones medio peinados, pero concurren; la mayoría de las niñas con sus trenzas coquetas, sonrientes y presurosas por llegar. No les da pereza venir tarde, como sea arriban al plantel.

Más aún, hay quienes no pueden entrar porque no traen el saco del uniforme o los tenis, pero se las ingenian para que los que ya ingresaron se las pasen por la raje, así sean hallados in fragantes y reciban doble sanción. Vale la pena resaltar también que los estudiantes llamados “los más indisciplinados” son los que por fuerza mayor faltan al colegio. Estos son indicadores de un logro, contrarios a la deserción y afines a la Permanencia de los estudiantes en el sistema escolar, que podrían interpretarse de una manera diferente desde la moral y desde la costumbre y no solo desde la ley.

Al análogo acontece ccuando los alumnos que están presentando sus exámenes cometen el pecado de aliarse con otros para responder, y copian las respuestas. Pero tantas veces en la vida necesitamos de los otros,- apunta William Ospina - que pensé que también debería concederse algún valor a la capacidad de aliarse con los demás. ¿Por qué tiene que ser necesariamente un error o una transgresión que el que no sabe una respuesta busque alguien que la sepa? Conozco bien la respuesta que nos daría el profesor: en ciertos casos específicos estamos evaluando lo que el alumno ha aprendido, no lo que ha aprendido su vecino, y no podemos estimular la pereza ni la utilización oportunista del saber del otro. Todo eso está muy bien, pero no sé si se desaprovecha para fines educativos la capacidad de ser amigos, de ser compañeros e incluso de ser cómplices. Y dado que todo lo que se memoriza finalmente se olvida, más vale enseñar procedimientos y maneras de razonar que respuestas que puedan ser copiadas.   

Tampoco podemos dejar de denunciar que aquí en esta institución, el grupo de docentes provocan el amor hacia la escuela, porque son sencillos; a diferencia de esos docentes –hoy en vías de extinción-: “omniscientes, omnipotentes y temibles que antaño se sentaban en la estrada, y que, a los ojos de algunos alumnos, no tenían casi nada de humano, nuestros colegas ambientan con la fragancia de la ternura el huerto de las aulas de clase. Además, a diario ponen a flor de piel, con los escolares, con los padres de familia y con nosotros mismos, un ingrediente, poco común en nuestra sociedad: El humor y la alegría. “El humor y la alegría –escribe Emile Chanel- son las formas más sutiles de la inteligencia... El maestro que tiene que enseñar la vida, debe llevarla en él, es decir, mostrar y enseñar la alegría”.

Resaltamos también el entusiasmo. La sexta pieza, para el rompecabezas, se construiría con los aportes de los educandos; vale decir, la actitud que ellos y ellas asumen frente al comportamiento de sus compañeros y los acuerdos que entren a establecer y a hacer cumplir a los Luises y las Luisas, en la idea de dejar que el humor, la alegría, las inteligencias, la sencillez, el amor, la enseñanza y el aprendizaje, transcurran tranquilamente como el caudal del río bajo la sombra de la espesa y esquiva selva.

La séptima ficha está brujuleada por la pasión hacia el conocimiento, evocando una de las tres pasiones por las que vivió Bertrand Russel. En el caso que nos ocupa, lo más pertinente, además de las inteligencias múltiples, es visitar y consultar los estudios de Bruno Betelheim, concretamente: Educación y vida moderna (Barcelona: Editorial Critica-Grijalbo, 1981) y Aprender a Leer (Barcelona: Grijalbo Mondadori, 1997); de Vygotski, El desarrollo de los procesos psicológicos superiores (editorial Crítica, 1989). También son bienvenidas las investigaciones de Emilia Ferreiro y Ana Teberosky: Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño (México: Siglo XXI Editores, 1988, 8ª edición); El Elogio de la Dificultad de Estanislao Zuleta, Elogio de la Incertidumbre de de Rodolfo Ramón de Roux, Manual para Ser Niño de Gabriel García Márquez (1995), El sentido de al vida de Vicktor Frankl (1995), El sentido de lo humano de Humberto Maturana (1997), entre otros.

La octava pieza está puesta en los padres de familia. Sin está ficha el rompecabezas no se puede armar. Les corresponde a los padres asumir su papel de educadores de sus hijos; pero le compete al maestro hacerle ver el valor afectivo, social, cultural y educativo que juega tanto el padre como la madre, en el proceso de aprendizaje de sus hijos, máxime si son luises o luisas. El padre de familia de principios de siglo, debe tener claro que la escuela ya no es la institución educativa por excelencia como lo fue antaño; a los padres de familia hay que llevarlos a reconocer que, como lo escribe Eduardo Galeano: “Los niños pobres, tratados como basura...viven atados a la pata del televisor”, una televisión que ha entrado a ser sustituta del padre y de la madre, a ocupar el rol de superposición y/o simultaneidad en el proceso de socialización. Sea cual fuere el lugar del padre y de la madre, “la fuente primordial de educación es hoy por hoy la televisión”[2] y ello está incidiendo en el comportamiento de los luises y luisas.

De lo dicho frente a nuestra acción pedagógica, podemos inferir, recurriendo a Zuleta, diciendo: “La educación no es un problema similar al de dar de comer a un hambriento, pues en este caso el asunto sería muy sencillo ... El problema fundamental de la educación es combatir la ignorancia ... El verdadero problema es hacer salir a alguien de una indigestión para que pueda  tener apetito”[3] Ese alguien, en el caso que nos ocupa, tiene nombres propios Luises y Luisas y por supuesto maestros y maestras. Con la sistematización de esta acción educativa, queremos que los electores no caigan en el error de no permitirle a otros aprender de la propia experiencia, queremos aprender de sus avances y así le podremos demostrar a Carrie Lam, y a muchos investigadores foráneos, que los maestros y las maestras de Colombia somos efectivos a nuestra manera, así no demos cuenta de los “Once hábitos de un profesor efectivo” que explicita la educadora canadiense en la revista Semana (11 09 2014)

Algunas fuentes consultadas

CARVAJAL BURBANO, Arizaldo. (1999).Apuntes para la sistematización de experiencias. Cali: Universidad del valle, p. 8
ESCOBEDO DAVID, Hernán (1996): Los indicadores de logro no son objetivos comportamentales. En: Evaluación Escoalr: Un proyecto por construir. Santafé de Bogotá: CEID-FECODE, Revista Educación y Cultura Nº 39, p 5.
FEDERACION  COLOMBIANA DE EDUCADORES. Fabula amarga. En: Revista de  Educación y Cultura  Nº 13. Bogotá.
TAKAHASHI, Alonso (1992). El maestro y su oficio. Santa Fe de Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, revista U.N. Nº 26, p.p. 19-26
VEGA C., Renán (1994). Neoloberalismo: Mito y realidad. Santafé de Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico, pp. 121-124 
ZULETA, Estanislao (1990). Educación y Filosofía. En: Folios, revista de la facultad de Artes y Humanidades de la Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, p. 31


José Israel González B. Trabajador Social
Abelardo Monroy Ríos.  Maestro
Colegio Distrital Nuevo Horizonte. Bogotá, DC.



* Recurrimos a las ilustraciones que acompañan el texto del profesor Hernán Escobedo David: Los indicadores de logro no son objetivos comportamentales. En: Evaluación Escoalr: Un proyecto por construir. Santafé de Bogotá: CEID-FECODE, Revista Educación y Cultura Nº 39, marzo de 1996, p 5.
** La lectura fue Fabula amarga, tomada de:  FEDERACION  COLOMBIANA DE EDUCADORES.  Revista de  Educación y Cultura  Nº 13. Bogotá.
[1] Citado por:TAKAHASHI, Alonso. En:  El maestro y su oficio. Santa Fe de Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, revista U.N. Nº 26, abril de 1992, p.p. 19-26
[2]GALEANO, Eduardo. “Curso de consumo”. Una mirada a la escuela del crimen. En: VEGA C., Renán. Neoloberalismo: Mito y realidad. Santafé de Bogotá: Ediciones Pensamiento crítico, 1999, pp. 121-124 
[3] ZULETA, Estanislao, Educación y Filosofía. En: Folios, revista de la facultad de artes y humanidades de la Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, noviembre de 1990, p. 31 

sábado, 6 de septiembre de 2014

Escribiendo y leyendo en la escuela y en familia...


Gestación, parto y primera infancia de un libro

…Escribir es un deber cívico y político de los latinoamericanos…”

Este artículo concentra su atención en dos aspectos sobresalientes: el parto de un libro y la crianza del mismo. En el primer acontecimiento referiremos lo conexo a la incubación del germen, las náuseas acaecidas, las contracciones y el alumbramiento. El segundo acontecimiento, se ocupa del proceso de crianza y de su primera infancia.

 Un parto de alto riesgo.

Empezamos por el final, porque como diría Ernest Bloch, en el Principio Esperanza, “el  génesis no está al principio sino al final”. Y está en lo conclusivo, porque lo céntrico de nuestra reflexión es lo que viene ocurriendo después del parto; empero, para ocuparnos de la gestación si vamos a comenzar por la génesis.    

El parto de una criatura, registrada civilmente con el nombre de El Cuento de la Ley de Infancia y Adolescencia, tiene lugar en un paraje de los cerros Nororientales de Bogotá, en un territorio erguido en la cordillera oriental y cuyo nombre es Colegio Distrital Nuevo Horizonte. Allí, al tenor de las bajas temperaturas climáticas y de los bochornosos ambientes en el trabajo, se incuba la idea de crear un fenotipo didáctico, recogiendo los caracteres del genotipo del medio cultural en el que se halla el colegio.

El óvulo a fecundar se topa en el lenguaje de los niños, niñas, adolescentes, padres de familia y educadores, quienes a diario exponen en los oídos de unos y de otros sus inquietudes, sus problemáticas, sus deseos, pero muchos de los tímpanos acariciados por esas palabras, parecen ser anticonceptivos, dado que no posibilitan la fecundación. El caso, motivo de esta socialización, padeció la adversidad del azar, falló el dispositivo y como resultado asoma el genotipo del Cuento de la Ley de Infancia y Adolescencia, constituido por el relato de las penurias familiares que sufren algunos los estudiantes de la institución, en el cotidiano vivir.

El cigoto en mención es encintado por el esperma de la iniciativa de dos orientadores y dos maestras de aula. Estos educadores, valorando los mensajes de las narraciones de una veintena de estudiantes, se ponen en la no sencilla tarea de colectar, mediante la escritura, los sentires de sus discípulos y hacer de ellos un soma, para ostentar en sociedad en el año 2009. En el preludio al natalicio del impúber, una fonoaudióloga de la localidad de Fontibón, que dedica su tiempo a la atención de niños hipoacústicos y una maestra, que no despabila la atención de alumnos hiperactivos en la escuela El Codito, inauguraron el baby shower.

Prosiguieron el acto, los dos hermanitos, estudiantes de bachillerato, que aparecen en la caricatura de la portada, uno de ellos recientemente fallecido, pero que en vida pudieron plasmar parte del rostro de la criatura. La rectora de la época, una pedagoga sensible, de las que hoy están en vía de extinción,  abrazó el embarazo y se colocó al frente de los gastos demandados, el vestuario, su diseño, los colores, el registro y la edición de El Cuento de la Ley de Infancia y Adolescencia.

Como puede percibirse hasta acá, los riesgos del parto se superan y la criatura puede ver la luz del sol en el planeta y percibir la humedad que ocasiona la serosidad de su progenie. Ya ha cumplido un lustro de existencia, sin que hasta ahora humano alguno haya tachado su personalidad; al contrario, su espectro muestra que el deber cívico y político  de escribir, por parte de los educadores, como lo ha sentenciado Manuel Mejía Vallejo, es posible y necesario si se quiere incentivar la lectura y despertar la escritura en la escuela, en el colegio, en la universidad y fuera de esas matrices. 

 Con un impúber de esta edad caen muy bien las preguntas formuladas por Eduardo Galeano: ¿Escribir vale la pena? ¿En medio de los adioses y los crímenes sobrevivirán las palabras? ¿Tiene sentido este oficio que uno ha elegido o que lo ha elegido a uno? La respuesta sin titubeos es ¡si!, vale la pena lactar la memoria vegetal, porque con ella se amamanta la memoria de carne y sangre y también la memoria mineral de las que habla Umberto Eco.  


Se le puede correr el cerrojo a este primer acontecimiento aseverando, que uno de los síntomas más fatigantes en la gestación del efebo fue el olor nauseabundo, proveniente del Ministerio de Educación y de las Secretarías del ramo, en el que trascendió la percepción de que era prohibido pedir libros a los educandos y progenitores en los colegios.

Esa pandemia aún se sostiene, pese al daño irreparable que ha causado en la mente de las familias, los maestros, los directivos docentes y, sin duda, en las nuevas descendencias. Esa asquerosa aromatización ha aumentado la pobreza mental de niños y adolescentes, más que el crecimiento de la pobreza y la indigencia material de los colombianos, que hoy campea por encima del 60% en las locomotoras de la prosperidad democrática.     

“Para ver la realidad se necesita mucha imaginación”, decía Rulfo. Para escribir sí que se requiere imaginación, y sin lectura la imaginación se esfuma. La lectura es el óvulo de la escritura y el libro la fecundación de las dos. Sin ese germen natural el ser, hasta ahora, no ha podido llegar a ser. La lectura hace al hombre completo, decía Bacón. ¿La incompletud del ser humano podría explicarse por la ausencia de lectura? ¿Dónde queda la postura política y ética de los educadores, frente a este sismo que sobrepasó los 7 grados en al escala Richter? ¿Acaso no se dijo que escribir es un deber cívico y político de los educadores? ¿Dónde queda el cumplimiento de ese deber en los adultos autónomos?    

La crianza y primera infancia de la impúber.

La posibilidad de volver a leer y a escribir en el salón de clase, con un libro sobre las manos de cada niño, editado por sus propios maestros, ha tenido lugar en el colegio Nuevo Horizonte, gracias a que al infante, en su periplo, se le ha atravesado una madrina, quien-como toda buena madrina- ha asumido la custodia, lo ha llevado de la mano para los salones de clase, lo ha defendido de los asedios, lo ha puesto a jugar con los estudiantes de la clase de democracia y hasta le ha permitido su visita a las casa de los niños. Esa madrina, una licenciada en Ciencias sociales, ha degustado con sus pupilos, más que con los mismos precursores, las palabras, las imágenes y las historias del El Cuento de la Ley de Infancia. El siguiente relato es el testimonio fidedigno de una experiencia en proceso de reflexión.

“El libro del cuento de la Ley de Infancia se ha convertido en una herramienta que me ha permitido, desde la asignatura de democracia- como ya ha quedado expuesto-, abordarlo con los cursos que trabajo desde diferentes estrategias de aplicación, que a continuación relacionaré,  no sin antes reconocer su valor académico, legal, literario, histórico, artístico y político, aunque tengo que decir, lamentablemente, que algún día o quizá en varias ocasiones se constituyó, sobre todo cuando recién salió, en un libro por-no, por no hacer clase o, simplemente, para cubrir aquéllos espacios de tiempo en que el maestro no se encontraba y a la coordinación o a los maestros de acompañamiento “les tocaba poner a copiar a los estudiantes, a cambio de no tenerlos haciendo nada…y como  había un buen número alcanzaba para todos los estudiantes”. Hoy, se reconoce su gran importancia para la comprensión y desarrollo de las actividades de nuestra institución y de toda aquella que desee adoptarlo.

Se ha trabajado con todos los cursos, desde 6 hasta 11. Con estos últimos,  se   afianzó la aplicación del libro a partir de las diferentes disciplinas del saber escolar: Biología, Matemáticas, Filosofía, Ética, Sociales, Español y Artes, en razón a que su estilo de abordar el tema de los Derechos, teniendo como referencia la figura del cuento;  pues éste maneja una variada información pero también construcción y reconstrucción de situaciones y vivencias, que en sus heterogéneos apartes coadyuva con el análisis y aplicación de cada uno de los saberes, que complementan o nutren el conocimiento del estudiante.

Además  esta misma información ha  sido aplicada comenzando con el campo de la pedagogía crítica, por la cercanía e identificación de los cuentos con la realidad del estudiante, en la que encuentra puntos de coincidencia de muchas de las situaciones que les ocurren a los personajes de los relatos planteados en el libro, con su vida misma. “Ese soy yo profe”, exclamó un niño al oír el texto de Mauricio.

La didáctica de este ejercicio ha llegado al intento de adaptar algunos textos para ser trabajados por los estudiantes de Básica y Media, con los niños de las escuelas conexas al colegio, tomando como base su lectura inicial. Es decir, se está en la tarea de ensanchar la consanguinidad del libro abarcando su estirpe. La madrina ya no es solamente la rubricante de esta narrativa, sino los estudiantes con mayoría de edad académica del Nuevo Horizonte.  

Con los estudiantes de grado séptimo y octavo, se afronta el ejercicio de la lectura colectiva y a viva voz. Georges Perros aduecía, que el hombre que lee en voz alta nos eleva a la altura del libro. ¡Verdaderamente la de leer!. Bueno, dice la profe, ya que a ustedes no les gusta leer... pues seré yo quien les lea los libros. Eso no existe, responde un escolar, “un profe que se proponga pasarse el año leyendo”.

Desde comienzo del año, en las clases, los(as) estudiantes emprenden la lectura en dos modalidades; una, lectura de ideas en la que cada estudiante va leyendo idea por idea o párrafo por párrafo; la otra, desde la clase anterior un estudiante voluntariamente se ofrece a realizar la lectura en voz alta, mientras sus compañeros le siguen   mentalmente. En esta segunda modalidad, el sentido está en que el estudiante sostenga la lectura para lo cual tiene que prepararla con antelación, dado que el sentido es no dejarla caer y mantener una estética de la lectura con: entonación, pausas, respeto por los signos de puntuación, velocidad y comprensión.

En la parte comprensiva, se aboga por el recital de unas preguntas generadoras de la participación del grupo e interpretación de las metáforas que alimentan lo largo y lo ancho el libro. La velocidad y la comprensión son dos dimensiones que provoca el impúber al final, concretamente en un anexo. Allí, hay un sugestivo cuadro en el que, semanalmente, los mismos alumnos pueden registrar los resultados de su velocidad lectora. La meta es que los colegiales de primero, por ejemplo, estén leyendo al final del año escolar 80 palabras y comprendan siquiera el 80%. Los de 11 deben consolidar como mínimo 300 palabras por minuto, así las Pruebas Saber y las PISA, verbi gracia, serán menos catastróficas…”     

La criatura, bajo la égida de su madrina, es asumida como una herramienta de investigación y de inspiración. Dada su gran riqueza de disposición legal, los estudiantes la utilizan para complementar otras historias, que han surgido como parte de su vivencia o han sido halladas a través de la consulta, a propósito de los derechos de los estudiantes, plasmados a veces, como letra muerta en el Manual de Convivencia. Estas nuevas historias o situaciones creadas, se han nutrido en sus posibles soluciones legales de los acápites que corresponden a la cuarta parte del libro, ubicados en el capítulo de “Familia, sociedad y estado: cultivadores de la semilla y protectora de frutos”      

Con la criatura a otro lugar…

La experiencia, aún en proceso de sistematización, permite colegir:

1. La criatura: El Cuento de la ley de Infancia y Adolescencia, es una ruta que bien vale la pena emprender, para fomentar la lectura y la escritura en los maestros y en los escolares.

2. El impúber se ha asumido, por la madrina, como una fuente interdisciplinaria, potenciadora de la integración del conocimiento y como herramienta de investigación e inspiración. .

3. En la vorágine de proyectos que rondan la institución, el infante ha logrado interactuar y fortalecer le proyecto Leo y escribo sin tanta formalidad. 

4. Una experiencia como la del Nuevo Horizonte trasciende esa concepción tradicional de la biblioteca, esa biblioteca que en palabras de Cortázar, es el lugar “donde mueren los niños educados”. Acá ni muere el libro, ni muere la biblioteca, ni mueren los niños, porque el primero está en movimiento, la segunda tiene la cuna desocupada y el impúber está fuera de la cerca.

Bibliografía

González Blanco y otros (2009). El Cuento de la Ley de Infancia y Adolescencia. Un encuentro de los valores, le lectura y la escritura en la dirección de grupo. Bogotá DC: editorial Códice. 


Josè Israel González Blanco. Trabajador social colegio Distrital Nuevo Horizonte.
Pilar Herrera docente de Ciencias Sociales. colegio Distrital Nuevo Horizonte