lunes, 27 de julio de 2015

La infancia y la adolescencia: bombas que se inflan y desinflan...

 
Por fin llegó el domingo, ese deseado día por los niños de la familia Miranda. Tobías se despierta, levanta la cabeza y en voz alta expresa: uyyy ,hoy es domingo, hoy nos vamos al parque ¿no ma?... Su hermanita, más pesada de sueño, aún no mueve los párpados, pero como duerme junto a su hermanito, en la misma cama, siente algo que corre por su rostro: es la mano de Tobías, que quiere despertarla. Juliana, mueve sus brazos y cuenta, en los dedos de la mano izquierda, hasta siete. Ahhhhh hoy es domingo, nos vamos para el parque Tobi…qué emoción, expresa lanzando hacia un lado la única cobija de algodón que impide la penetración del aire frío de la sabana…
  
Tobías y Juliana abandonan la alcoba descalzos, porque en ese hogar no hay chancletas, procuran no hacerle ruido a su madre, porque saben que aún está cansada del oficio hecho en día anterior en la pieza que pagan como inquilinos, y luego de haber trabajado en una casa de familia, de 6 a 6, por escasos 20 mil pesos…El cuarto limita con la calle, por tanto los niños acceden a ella, se sientan en el quicio, miran al sol que va encumbrando el cerro empinado de la ciudad.

Tobías coge de la mano a su hermanita, la aprieta con fuerza y pregunta algo que quiere le causa duda: ¿Será que hoy va a llover?... No creo Tobi, eso hoy no es día de lluvia, porque mi abuelito decía que cuando el sol marca esa línea como quebrada en el cerro, es porque no llueve.  Uffffff que bueno porque entonces podemos ir al parque con mi ma… Vamos a despertarla, apunta Tobi, antes de que se nos haga tarde.

Los dos se levantan del quicio…Tobías cierra la puerta y Juliana corre a la cama, le coge el mentón, con el mismo cuidado con que lo hizo Tobí, la peina…los dos le dan besos en las mejillas y entre beso y beso Juliana le recuerda: hoy vamos al parque ma. ¿siiiii?

Si ma, al parque a donde nos llevaba mi pa, antes de que lo mataran, anota Tobías. ¡Dinos que si vamos ma!. Andrea, abraza a sus vástagos, uno en cada lado, los mira fijamente, con los ojos aguados,  y les dice: Bueno vamos, pero tienen que ser muy juiciosos, me tiene que ayudar mucho, porque su papito, quien me ayudaba tanto, ya no está con nosotros, está en el cielo…el se elevó como una bomba.

Ahhhh ma y nos compra bombas… Ahhhh si, yo quiero una roja, dice Tobi. Noooo, la roja es para mi expresa Juliana inclinando la cabeza y abrazando a su progenitora. Ayy, así no vamos al parque, si es para peleas mejor nos quedamos aquí haciendo las tareas que tienen, porque no los he visto estudiar casi. Bueno, entonces a mi me compra una bomba negra. Ayyy, negras no hay, ¿cierto ma? Pues quién sabe si habrá, pero si la venden yo se la compro.

Los tres abandonaron la cama y se dirigieron a la cocina. Andrea buscó la caja de fósforos, raspó una cerilla contra la cajetilla y prendió los dos fogones de la estufa. En uno puso a calentar agua para tomar, antes de ingerir el agua de panela con tostada, ración que hace las veces de desayuno en el hogar.  Mientras se calienta el agua, los niños entran simultáneamente al baño, se enjuagan sus menudos cuerpos con jabón rey y un estropajo. Luego, con una deshilachada toalla, que una tía les regaló, secan su cabeza y los pies, para no humedecer la cama que está contigua a la cocina y al incómodo baño.

Los niños dejan el baño, inmediatamente ingresa la madre se ducha avivadamente, seca su cuerpo con la misma toalla de los hijos, porque no hay otra, ingresa al cuarto donde duermen todos, se pone su muda de ropa dominguera, avanza hacia el improvisado comedor que no es más que una mesa que sirve para planchar, para hacer las tareas y para poner la losa a la hora de la ingesta de alimentos.  Los tres raudamente “le dan de baja” a la engañosa merienda, alistan las cachuchas, el perro y parten, por una calle destapada hacia el parque.

Por el camino presencian la venta de helados, “viento raspado”, maíz pira, balones inflables, muñecos, pitos, golosinas, chicles, chuzos y no podían faltar las bombas. Juliana avizoró su bomba roja y luego de un largo transitar encontraron por fin la bomba negra que quería Tobías.  Andrea no dudó en sacar de su cartera de cáñamo el dinero para pagar. Los niños, muy contentos la agasajaron e hicieron planes para mantener la bomba inflada hasta el domingo siguiente, fecha en la cual volverían nuevamente al parque, sin necesidad de hacer gastar a la madre más dinero en bombas.

Luego de los agasajos los pequeños se adelantaron corriendo, para llegar “de primis” al parque. Efectivamente arribaron al sitio, hicieron la fila para ingresar y, una vez adentro, comenzaron a usar los utensilios del parque dispuestos para que los niños jueguen. Juliana y Tobías avistaron un par de caballos, subieron por el estribo hasta ganar la silla y simularon correr ligeramente por un territorio que solo estaba en su imaginación.

Mientras galopaban en el jumento, las dos bombas las dejaron atadas a un heno seco; pasto que, con un vientecillo fuerte rodó tras las bombas. Entre tanto, los pequeños, al percatarse del fenómeno natural, se lanzan intempestivamente de la artificial montura gritando: mi bomba, mi bomba…con el infortunio que la rebuscada bomba negra explotó, quedando apenas una tira de plástico húmedo, el fique que la sostenía en el pasto, la imagen formada en el camino y el dolor de la pérdida del único juguete con el que había forjado un plan para volver de nuevo al parque.

Andrea ,sentada en un recóndito prado espiaba a sus vástagos, ingería la limonada que había preparado para saciar la sed, previendo el sol que pudiera calentar…de una bolsa plástica sacaba maíz pira con patacones para comer y ahuyentar el hambre…  Estaba haciendo pereza y la modorra quería invadirla cuando lentamente se acerca Tobías, cabizbajo cogido de la mano de Juliana. ¿Qué le pasó Tobías? Pregunta en voz alta su progenitora: ¡yo no se quien me rompió la bomba! Asienta el niño. No ma, apunta sonriente Juliana: lo que pasó fue que nos subimos en los caballitos y Tobí dejó la bomba amararada con una pajita y el viento se la llevó y se toteó.

Ve, yo ya presentía que esas bombas no durarían mucho tiempo, que eso el material es muy malo y es un sacadero de plata, por eso se revientan tan fácil…Pero eso no sea tan pendejo, que esa no es la única bomba que hay en el mundo, eso hay muchas bombas y hasta mejores…¡no llore… los hombres no lloran y menos por una bobada de esas…ya deje así y nos vamos, se acabó la visita al parque! Tobías, con sus ojos aguados y las mejillas humedecidas con las saladas lágrimas, mira fijamente a su mamá, se recuesta en el hombro izquierdo de Juliana, gime, gime y gime, suspira como cuando asistió al sepelio de su padre…con la punta de los píes tropieza el sardinel que limita el césped con el pavimento, exteriorizando la rabia que genera la ruptura de la bomba y el dolor que queda apostado en el corazón.

Andrea, levanta su humanidad de sobre los huéspedes y se dirige presurosa hacia Tobías: ¿Bueno, usted se va a calmar o me toca darle un zapatazo…me rompió la bomba y ahora quiere dañar los zapaticos que hasta aguantando hambre se los compré? ¡No señor! ¡deje tanta bobada!...La bomba se la voy a reponer para que vea que no hay necesidad de acabar los zapatos, ni de llorar tanto…¡eso ni por su papá lloró así!

Gracias mamita, gracias por ser tan buena y reponerle la bomba a Tobi…pero Tobi no compre otra vez la negra. El niño no se resignaba a comprar la nueva bomba, él insistía en forma otra bomba con los restos de la bomba negra, sopló y sopló el amorfo caucho hasta que logró inflarlo y crear una pequeña bomba. Limpiándose los ojos, con sus deditos untados de tierra negra, corre jubiloso por el pasto del parque gritando: volvió mi bomba, volvió mi bomba, ja ja ja ja…gracias a mi papito.

La madre al verlo le dice: ¿Tobías se enloqueció? No juegue con ese mugre, yo le dije que le iba a comprar otra bomba, para reponerla, pero ya no…¡quédese con ese porquería! No ma, cómpreme la otra bomba pero déjeme tener esta que yo la quiero mucho, porque era la que me gustaba y mire, le saqué una hijita… Andrea observa la pericia de su hijo y se pregunta cómo fue capaz de hacer eso, peor no acepta que juegue con la bombita, porque ya tiene mucho espumarajo.                      

¡Tire ese mugre Tobías, ya le lo advertí…si no quiere que le casque! “lo que no sirve que no estorbe”, “lo que se bota ya no se vuelve a recoger”. ¡Bote eso!...y, bueno: ¿quiere la otra bomba o nó? ¡Dígalo de una vez, porque yo no estoy para rogarle…no le rogué a su papá, menos a un tutanoso como usted. Tobías no le pone mucho cuidado, sigue jugando con la bombita. Entretanto, Juliana, quien se hallaba jugando cerca a donde estaban los caballos, sintió los clamores de la madre y corrió rauda a su ayuda. Al llegar, le decomisa la bomba a Tobi y con voz enérgica le dice: ¿no entiende que mi mamita le va a comprar otra bomba?. ¡Eso bótela a la basura y ya!

 Tobi: mi mamaíta le está rogando, asiente Juliana. Tobi sigue divirtiéndose con su juguete…de repente lo agarra y lo aprieta con las manos hasta reventarlo. Luego abandona los restos y corre a donde Andrea. Mamita, ahora si quiero la bomba, le comenta al oído, ya toteé el pedacito que tenía. Andrea sin mediar palabra llamó a un vendedor de bombas y golosinas y le compró la única bomba que le quedaba…

Los años siguieron su curso; pero Tobías nunca pudo olvidar aquel dolor que le suscitó la explosión de la bomba negra, juguete que con tanto esfuerzo le compró su progenitora, siempre mantuvo en  su corazón esa huella y la activaba cada vez que iba a cualquier parque, la nostalgia lo invadía y fingía ser fuerte porque si Andrea y juliana se daban cuenta de su aflicción, lo iban a regañar, le iban a reprochar su emoción diciéndole lo que no quería escuchar: “lo pasado, pasado”, “el muerto al hoyo y el vivo al baile”.

Tobías Juliana abrazaron la adolescencia, culminaron sus estudios de bachillerato y en ese periplo vivenciaron sus experiencias amorosas…aparentemente fue quedando atrás ese pasado hermoso de hermandad y camaradería. Tobías, por sus ojos claros, cabello rubio y estatura empezó a ser admirado y asediado por las niñas del colegio.   y pun adolescente simpático, de ojos claros. Fue así como tuvo su primera novia: Mariela, una adolescente tierna, hija de padres separados, quien veía en su novio una alternativa para llenar el vacío dejado por su padre.

A la hora del recreo, en el corredor del tercer piso, siempre se encontraban para hablar y para besarse.  En las conversaciones, Mariela le contaba a Tobías los sufrimientos acaecidos por el divorcio de sus padres, pero colegía que a ellos les había importado lo mismo, porque cada uno, al poco tiempo, había conseguido un nuevo amor. “Sálvese como pueda”, parecía ser la sentencia. “Nunca tuve quien me escuchara ni en la casa, ni en el colegio, salvo los amigos, pero ellos igual no saben qué hacer con uno, se sienten impotentes y más bien quieren esquivarlo a uno”. Una de las mejores amigas, le arrebató un amigobio, muy querido y con quien tenía planes a corto plazo.   Ese fue otro dolor que Mariela siempre mantuvo archivado y se lo detalló a Tobías.

Tobías, apenas escuchaba y escuchaba los avatares de su novia, hasta que un día decidió no volverla a determinar. Mariela, exhausta al ver que perdía nuevamente la posibilidad de hallar un apoyo, buscó la manera de restablecer el diálogo ante lo cual Tobías fue claro al decirle: “Yo no quiero hablar con usted, porque su vida es un solo martirio…para rememorar desgracias falta tiempo…yo también he tenido muchas dolencias sin resolver; mi papá se murió, vivíamos bien en un barrio y nos tocó trastearnos, dejando a la deriva a mis amigos y ahora no tengo amigos donde vivo, creí que usted podía llenar esos vacíos pero veo que está mas mal que yo, entonces…

Mariela lo toma de la mano y escucha. Tobías continúa su platica. “En algebra nos enseñaron que más por más da más. Más dolor, por más dolor pues da más dolor…y la idea no es ni sumar ni multiplicar sino restar…y eso se lo aprendí a mi mamá, un día en un parque al explotarse una bomba inflada con helio… Pero tu tienes un corazón muy duro Tobías, manifiesta Mariela con voz entrecortada. “Lo que pasa, rebate Tobías, es que mi mamá me lo dejó muy claro entres frases que no olvido, aunque me ha costado practicarlo: “los hombres no lloran”, “lo que no sirve que no estorbe”, “lo que se bota ya no se vuelve a recoger”. 

Dicho esto, Tobías parte para otro lugar, reflexiona sobre la situación de Mariela y se conforma diciendo: “el noviazgo con Mariela fue como la bomba negra, se toteó por la fragilidad y no vale la pena intentar de nuevo hacer otra bombita, porque de todas maneras termina desinflándose, es mejor no intentarlo de nuevo, sino conseguir otra novia, así como conseguí otra bomba, y le va a uno mejor… Los padres de Mariela también fueron bombas que se inflaron de amor y se reventaron de desamor... cada uno se infló de nuevo y al parecer la están pasando bien.   

Tal vez a ellos les ayudó algún inflador a llenarse de valor y a elevarse, a dejar el dolor atrás, porque algo que tenemos en común Mariela y Yo es seguir cargando con esa penas o sino otros seríamos. .. Pues me duele otra vez el alma al separarnos con Mariela…no lo puedo negar y no dudo que a ella más que a mí, pero me abriga la esperanza de que ella encuentre a alguien que la pueda consolar y que yo también pueda hallar en mi senda a una mujer o a un hombre que me ayude a superar esta pena emocional que es muy parecida a la de la bomba que me compró mi mamá, un domingo, y que se me detonó  en el parque, estando jugando con Juliana, mi hermanita".

 José Israel González B. Colegio Nuevo Horizonte, Bogotá DC. Julio 26 de 2015