II Congreso Distrital de Orientación Escolar, Bogotá, 2014 |
El rol de la orientación escolar: entre el conflicto y el
postconflicto.
"Los bosques serían demasiado silenciosos si sólo cantaran los pájaros que mejor lo hacen" Tagore
"Los bosques serían demasiado silenciosos si sólo cantaran los pájaros que mejor lo hacen" Tagore
En este fastuoso bosque llamado
Colombia, donde “el verde es de todos los colores” como lo concibió Aurelio
Arturo, y donde “todos nacemos sospechosos y morimos culpables”, sería
inaceptable que el trino de la orientación escolar no escribiese en el
pentagrama de la paz, con la clave de la pedagogía y con los signos musicales
de la política, siquiera unos apuntes sobre el llamado proceso de Paz. Podemos
hablar de todo en este Congreso, pero de la Paz, del conflicto y de la
violencia es un deber cívico, un imperativo ético y un asunto moral hacerlo. En
esta línea de ideas, mí tonada, en esta entrega, repiquetea acerca de el rol de
la orientación escolar: entre el conflicto y el postconflicto, en tres asuntos:
ser pedagog@s, ser conflictólog@s y vonviviólog@s y ser lenguajeantes de la
lectura y la escritura.
1. Ser pedagogas y pedagogos.
“Nuestro
proceder, como ahora lo saben los neuro-científicos y los psicólogos, es mucho
más intuitivo que racional, más irreflexivo que consciente” escribe
Gustavo Estrada en una columna reciente en El Tiempo. “Sin tanta carreta”,
“vamos al grano”, “seamos prácticos”, “se habla muy bonito”; “una cosa es el
discurso y otra es la práctica”, son expresiones que, en el día a día de la cotidianidad
escolar, escuchamos y que a veces se vuelven causa común, señalando que la
reflexión no está en la raíz de los arbustos sino en las hojas. Y si en el
campo educativo la reflexión sufre el desplazamiento entonces: ¿Qué decir de la
Pedagogía? ¿Queda desolada como los campos de Colombia, porque su habitante, la
reflexión sobre la educación, se ha desterrado o está en riesgo de morir?
Pero más infausto es ver que el discurso pedagógico
se viene sustituyendo por la invocación de unos términos y la realización de
unas acciones que cualquier persona, sin necesidad de tener formación
universitaria, lo puede hacer: “subir las
alertas al sistema”, “realizar el protocolo” “seguir al ruta” “entregar el
refrigerio” “cuidar los niños mientras viene el profesor”, “diligenciar
formatos”, “reemplazar a la rectora o al coordinador en cualquier reunión”, “poner
la denuncia por x o n situación”, tan solo por citar unos ejemplos. ¿Esas
actividades qué tienen de discurso y de cultura pedagógica?
La naturaleza de la orientación escolar está en la
pedagogía, provenga el orientador o la orientadora de la formación disciplinar de
donde proviniere, porque su campo de acción es la educación y es ese campo
existe un saber educar, una manera intuitiva, no reflexiva de educar, un saber
implícito, no tematizado que hace parte
del acervo cultural de la humanidad, y que puede llamarse saber educar- en palabras de Ricardo Lucio
(1994: 42); pero en la medida en que ese saber es objeto de reflexión,
se tematiza y se hace explícito, aparece la pedagogía. Hay pedagogía cuando se
reflexiona sobre la educación, cuando el saber educar implícito se convierte en
un saber sobre la educación, en discurso pedagógico. La pedagogía, no excede
recordarlo, es un saber teórico-práctico explícito sobre la educación y está
condicionada por la visión amplia o
estrecha que se tenga sobre educación y, a su vez, por la visión que se asuma
del ser humano como ser que crece en una sociedad”
Por lo anterior, colegas
migrantes de la pedagogía y nativos de la orientación escolar, retomemos el
camino de nuestro quehacer, reflexionemos: “Uno no aprende de la experiencia,
uno aprende de la reflexión sobre la experiencia”, apuntaba Dewey (1963). “La
responsabilidad de los orientadores latinoamericanos- parafraseando a Adriana
Puiggrós (1996, 11) -no es cumplir mecánicamente con un mandato, sino
descubrir cuál es el problema educacional de nuestras sociedades, de nuestra
época y construir pedagogías nuevas. Se nos requiere para que descubramos los
vectores de fuerza que desde la historia de más atrás y desde la historia
reciente interpelan hoy, en un registro pedagógico”. Se requiere de nosotros
para que demos paso a la propia historia, para que ocupemos el lugar que nos
corresponde en la vida política del país.
Ser conflictólog@s y vonviviólog@s
El ejercicio de la
orientación se mueve en esas dos tensiones dentro del bosque macondiano: los
conflictos y la convivencia. Los primeros son la clorofila que le aporta el
verde a la convivencia. La orientación es el sol que coadyuva con el atempere de
la misma. La fuerza que lo airea es la pedagogía. Desde la conflictología no se
fragmenta la realidad, no escindimos el conflicto, no lo reducimos a un
fenómeno de una sola variable, por lo tanto no puede ser abordado desde la
mirada de una sola disciplina o profesión. El conflicto y la disensión interna de una sociedad, sostiene Apple, “se consideran inherentemente antitéticos
al buen funcionamiento de un orden social”. La noción tradicional,
tecnocrática y conservadora del mismo
lo califica como “algo negativo, no deseable, sinónimo de violencia, disfunción
o patología y, en consecuencia, como una situación que debe corregirse, y sobre
todo evitar”
No obstante estas precisiones, en
Colombia, a raíz de las negociaciones de Paz en la Habana, se viene insinuando un
arquetipo de conflicto, que es el de la insurgencia armada, como conflicto general
de la nación, incluso aduciendo que si
se acaba con la confrontación armada, el país será prospero y el progreso, la
innovación y la armonía no se harán esperar. Ese amague de lluvia en el bosque
es engañoso. "Que
se llegue a un acuerdo entre las FARC y el gobierno, y eventualmente entre el
ELN y el gobierno, -escribe el profesor Renán Vega (2014) -no quiere decir que
el conflicto va a desaparecer"; precisamente, porque nuestro conflicto no
es altamente armado sino político y social y porque data de siglos atrás.
Las luchas de los indígenas, los campesinos, los
estudiantes, los trabajadores y las comunidades afrodescendientes no comenzaron
con las Farc, ni van a terminar con la firma de un acuerdo de Paz en Cuba, como
ya ha sucedido con amnistías y acuerdos de paz comenzando con Gonzalo Suárez
Rendón y el cacique Ocavita. Los afrodescendientes de Colombia vienen peleando
desde el año 1501, cuando fueron traídos los primeros esclavos al continente
americano, se generaron las primeras pujas, se crearon los primeros palenques,
antes que existieran los Estados modernos. En esto debemos
tener claridad los educadores y los orientadores, para prevenir actos como el
de votar por un candidato a la presidencia de la república, guerrerista,
enemigo acérrimo de los educadores, quien acabó con las transferencias, nos
aumentó el tiempo de trabajo, desmejoró los bajos salarios, fusionó las
instituciones y nos puso en un conflicto laboral interno en el que nos
empobrecemos peleando unos contra otros, como le ocurrió a los campesinos
liberales contra los campesinos conservadores, a mediados del siglo XX,
con la violencia partidista.
Ahora bien, el torrente de
conflictos que abordamos en la escuela mana del terreno de la cotidianidad, muy
escasas situaciones provienen directamente del conflicto armado. En el
documento: Política Nacional del Campo de la Salud Menta (Ministerio de
Protección Social, 2009) se lee que Colombia tiene uno de los más altos índices
de violencia entre los países de América. Se calcula que el 85% se debe a
conflictos cotidianos y el 15% a causas políticas. El homicidio ocupa el primer
lugar entre las causas de mortalidad, expresa el DANE. Con arreglo a los datos
de la Misión
de Observación Electoral (MOE), en
promedio cada dos días se produce un hecho de violencia política
en Colombia, mientras que cada 2 días hay 264 mujeres agredidas por su pareja o
expareja, de acuerdo con la revista Semana (2013, noviembre 25), cada 2 días
100 mujeres fueron víctimas de violencia sexual en el país, cada 3 días una
mujer fue asesinada por su pareja o expareja.
Las mujeres representan el 46,7 % de las víctimas de
homicidio en el país. En Colombia, sobre la base de los estudios de Profamilia,
2 de cada cinco mujeres sufre violencia física por
parte de su pareja, es decir, el 40%. En el 2013, cada 13
minutos una mujer fue víctima de violencia de pareja. No hace mucho la prensa nacional registraba
que diariamente 41 parejas colombianas estaban
acudiendo a juzgados para divorciarse. ¿Y los conflictos que generan la
pobreza, la indigencia, el hambre, el desempleo y la precariedad en la atención
en los servicios de salud dónde los ubicamos? ¿Acaso todo esto no afecta la
vida escolar?
Pero si sobre los arbustos mayores llueve, en la infancia
y en la adolescencia no descampa. Más de un millón de niños y jóvenes, entre
los 5 y 16 años, sin escolarización- según el profesor Pérez Martínez; y, por
los datos revelados por el Departamento para la Prosperidad Social son 304 mil
(El Espectador, 21 11 2014) En el 2013,
datos tomados de la Secretaría Distrital de Salud, por El siglo, registran, que
“casi el 60% de los casos de violencia sexual que ocurren en la ciudad” se
hallan entre los 0 y 18 años. El 80% del total de la violencia sexual ocurre
contra niñas, niños y adolescentes. Siendo los principales agresores, 78%,
parientes y personas conocidas, siendo el lugar preferido la casa de la propia
víctima, en la vía pública se presentan el 5 % y el sitio de estudio el 5%. En
2011 se atendieron en Bogotá en la secretaría de integración 83.000 demandas de
violencia intrafamiliar. Faltaría un alto estimativo de quienes no acuden.
Nos queda por referir tangencialmente dos fenómenos
conflictivos en la familia, en el colegio y en la sociedad: el matoneo en los
centros escolares y el suicidio. Sobre el
primero se puede volver al estudio hecho
por la Universidad de los Andes y el MEN, en el que se lee que, en el 2011, el
11.3% de los alumnos encuestados fueron golpeados por un compañero y el 10% le
pegó a alguno de ellos, tan solo por citar un dato. En lo atinente al segundo,
las cifras expresan que el grupo de edad más afectado es el de 20 a 29 años,
con un 27,5% del total. El 13% correspondió a personas de edades entre 60 y 79
años y el 10% lo ocuparon los menores de
5 a 17 años, algunos de ellos alumnos nuestros.
Con
este paisaje, un tanto desolador, se puede hipotetizar que el conflicto social,
político y armado que está saliendo al pináculo del bosque, es apenas uno de
los colores del verde colombiano, no es el verde único, las gradaciones que
apenas se trenzan, en esta reflexión, son mayores y exigen más atención, porque
tocan las raíces de los árboles del
bosque. El magisterio y, dentro
de él, la orientación escolar, no es ajeno al tornasol del bosque. El gremio avizora
arreboles, producto del Síndrome de Agotamiento Profesional, de la despersonalización
y de la salud mental. El 35% de los educadores, siendo generosos con las
cifras, presenta complicaciones en su salud mental y afectaciones del soma, por
efecto de los fuertes vientos de violencia que sacuden a la institución escolar.
La
Salud mental entonces, es un asunto afín al ejercicio de la orientación escolar,
pues que el Ministerio de Educación Nacional, mediante la Resolución
1084 del 26 de febrero de 1974, crea el “Servicio de Orientación y Asesoría
Escolar”, -hoy abogado como Derecho -para los establecimientos
educativos oficiales del país, por considerar que “era el medio más indicado, para
llevar a cabo la tarea de prevención primaria de las enfermedades mentales,
trastornos emocionales y perturbaciones psicosomáticas” que, en ese
momento, alcanzaban altos índices, no tan elevados como en la actualidad que
por cada persona enferma mental hay una sana. Y, con la Expedición de la
Resolución 2340 del 5 de abril de 1974, el MEN define las funciones y
establece: “Para ejercer una mejor
prestación del servicio de orientación y asesoría escolar, los
establecimientos educativos oficiales contarán con un asesor por cada 250 estudiantes”.
Ser lenguajeantes de la lectura y la escritura.
Este es
otro componente del rol de la orientación escolar que ayuda a reverdecer su acción.
La enseñanza de la lectura y de la escritura en los niños de los colegios de
Bogotá, ha sido una práctica que le ha dado colorido al ejercicio de la
orientación escolar. Con base en los aportes de Emilia Ferreiro, Ana Teberosky,
Frank Smith, Cassany, Goodman, Piaget y Vygotsky, tan solo por nombrar algunas
referencias, colegas nuestros han dinamizado experiencias de aprendizaje notables,
que le vienen haciendo ostensible la identidad a la orientación escolar, desde
el componente pedagógico de la escuela constructivista.
Hoy,
esa práctica debe retomarse, no exclusivamente para contribuir con la
resolución de un problema de aprendizaje de los escolares, sino para que la
orientación haga lo suyo con el lenguaje de la lectura, la escritura y la
imagen, es decir, para que lea, escriba y publique. Manuel Mejía Vallejo, en 1985, al recibir su
doctorado honoris causa -otorgado por la Universidad Nacional de Colombia,
decía que en nosotros los latinoamericanos, escribir es un deber cívico y
político; así sea por “instinto de conservación”
Discurrir en
rol de la orientación escolar, en el campo de la pedagogía, de la
conflcitología y de la conviviologia, conlleva al oficio de la escritura. Conduce
a tematizar y a expliciten las reflexiones sobre los episodios de la conflictividad
y de la convivencia escolar y familiar. Saquemos de los muros de las aulas y de
los cercos de los colegios el discurso pedagógico sobre la convivencia, para
mostrarle a Colombia que el lenguaje escrito es el sismógrafo
del alma de los orientadores, parafraseando a Franz Kafka y para ensanchar una cultura pedagógica sobre la convivencia, la comprensión y el manejo
del conflicto, imbricada desde el saber y desde la práctica de nosotros como
intelectuales y no desde contextos y agentes foráneos, como viene ocurriendo
desde hace varios decenios, incluso poniendo la orientación escolar a su
servicio. ¡A relatar, documentar y publicar la
reflexión, colegas!, a escribir, porque escribir es moralizar, según Martí.
Escribir es una operación musical,
argüía Cortázar; pues al escribir pasamos de la intuición al signo, omitiendo el habla; en
fin, escribir es un absoluto acto de rebelión, porque provoca, reta y por eso
el lugar de quien escribe es confuso e incómodo, incluso para quienes dicen
haber asumido la peliaguda tarea de enseñar a escribir, pero vale la pena acceder
a ese inusual acto como el acto de volar. Colegas, escribamos para seguir
viviendo como nos lo enseñó, a través de sus versos, Enrique Lihn: “Pero escribí y me muero por
mi cuenta, porque escribí, porque escribí estoy vivo”.
Colegas y amigos, el rol de ser pedagog@s, ser
conflictólog@s y vonviviólog@s y ser lenguajeantes de la lectura y la escritura,
exige de nosotros compromiso ético, exige estudio e investigación, exige
asumir, en la praxis innovadora, la defensa de nuestro quehacer; exige escribir
para publicar. La reflexión documentada y rigurosa debe ser el verde que le
otorgue el matiz a la acción educativa; el manejo del conflicto y dentro del
mismo, el duelo, debe ser una constante toda vez que los subterfugios, los
intersticios y las heridas que están regadas en el estepa de la infancia son
bastantes y exigentes; no en vano la consulta siquiátrica en los últimos años
ascendió de 100 a 400% en niños y adolescentes en Colombia.
Sin duda, que la atención a los desordenes mentales y emocionales, se acrecentará; la asesoría sicológica
para tratar episodios depresivos, abusos del apego y de ciertas sustancias
psicoactivas continuará; el impacto de los impulsos suicidas, problemas
generados por la tensión, el estrés, la ansiedad, baja autoestima, permanecerá;
las digresiones relacionadas con el envejecimiento, las decisiones
trascendentales a nivel educativo, las preocupaciones provocadas por el exceso
de trabajo, problemas maritales, episodios relativos a la salud mental y
emocional de la familia, las ofensas sexuales, los problemas de pareja, pasando
por alcohol, abuso de drogas, el crimen y la locura, siempre harán parte de
nuestra agenda, entendiendo con Zuleta: que el crimen no es más que falta
de patria para la acción, que la perversidad no es mas que falta de patria para
el deseo, y la locura no es mas que falta de patria para la imaginación.
Pese a todo lo dicho, a la
pobreza, a la violencia y a la rampante corrupción, no olvidemos lo que aduce
Llinás: “el 90 por ciento de la gente colombiana es amorosa”. Y evocando a
nuestro extinto nobel, digamos que: “Todavía nos
queda un país de fondo por descubrir en medio del desastre, una Colombia
secreta que ya no cabe en los moldes que nos habíamos forjado con nuestros
desatinos históricos”
José Israel González Blanco
Trabajador social. U. Nacional de Colombia
Orientador Colegio Distrital Nuevo Horizonte
Bogotá DC. Octubre 29 de 2014
Algunas referencias bibliográficas
DEWEY, J. (1963) Democracia
y Educación. Una introducción a la filosofía de la educación. Buenos Aires:
Losada S.A.
LUCIO A., Ricardo (1994) “La
construcción del saber y del saber hacer”. En: Aportes 41. Dimensión Educativa,
Santafé de Bogotá DC.
MINISTERIO DE PROTECCIÓN
SOCIAL (2007). Política Nacional del Campo de la Salud Mental. Bogotá DC.
PUIGGRÓS, Adriana (1996). "Refundamentación
político pedagógica de la educación popular en la transición al siglo XXI".
En: Revista La Piragua. No.12-13. Santiago de Chile. CEAAL.
Nota. Este es el texto de la ponencia enviada al II Congreso Distrital de Orientación Escolar, 2014. Aún desconozco las razones por las cuales no fue aceptada, pero quiero compartirla a través del blog.
Nota. Este es el texto de la ponencia enviada al II Congreso Distrital de Orientación Escolar, 2014. Aún desconozco las razones por las cuales no fue aceptada, pero quiero compartirla a través del blog.