Eva y Adán en su lucha por la libertad
Eva no nació de vientre
alguno, no fue una criatura angelical, pero es el único arquetipo de mujer sin
ombligo. “De la vulva de una mujer sin ombligo es de donde procede el primer
cordón umbilical” escribe Milán Kundera en La
fiesta de la insignificancia. Adán y Eva fueron expulsados del paraíso por
un querubín . Cada uno salió flotando cual Principio de Arquímedes, eso sí en
desproporcional peso y fuerza, empero, los dos se volvieron a encontrar: Ella,
sentada en un laja, carmenando su larga cabellera y Él corriendo, desnudo, sin
el alba protectora de su inocencia.
¡Bonito
lo que hiciste!,
es el saludo de Adán. ¿Bonito qué?, asienta
Eva. ¡Pues cómo así que qué?, replica el enfadado hombre, ¿le parece poco haber
perdido el paraíso?... Eva apenas mira con lástima al anquilosado y
atolondrado ser. Adán, molesto, volvió a reclamarle: ¿Qué fue lo que te dijo la culebra? … ¿Cuál culebra?, replica Eva. ¡ah…
tan boba! le dice Adán. “Bueno lo que
fuera… ¿qué te prometió para que hubieras comido la manzana? ¡Libertad!,
¡Libertad!, respondió enfáticamente la mujer, manteniendo su porte digno y
jugando con una hoja, desprendida de un arboleda adjunta, como si estuviese
haciendo el primer origami del universo.
El varón, no satisfecho con
las respuestas, contra ataca: “Eva, tu me
provocaste, me llenaste de deseos y me cambiaste el rumbo”. Susurrando, Eva le precisa: “Pero no te obligué”… ¡Cómo que no!, anota Adán: “me prometiste que no seríamos esclavos…,
que ese Paraíso no era sino la suma de la ignorancia”. Eva no aguantó más,
soltó el potencial origami, miró de frente al mortal y le precisó: “estábamos contentos y felices, porque
nadábamos en la ignorancia, Adán… en
eso consistía el Paraíso… Y de lo que se trata es de dejar lo conocido para
caminar por lo desconocido”
Adán, quedó más
desconcertado con las palabras de Eva y volvió a inquirirla: ¿Cuál era la terquedad de salir del paraíso
si ahí estábamos tan bien y tan seguros?... “¡La ignorancia duerme sobre nuestras seguridades, la zona de confort
no deja de ser un peligro!”¡Cuidado!, advierte la primera mujer del
universo.
Adán sintió que estaba
perdido con esa actitud y decidió sentarse, en la laja, al lado de la mujer y
platicar con ella. Eva, se conmovió y desde ese momento coligió que El podía
ser el buen padre del hijo que ya estaba en su matriz y le expresó. “Yo también
sentí miedo, tuve pánico, pero me decidí a nacer otra vez… porque Adán, mi
verdadero nacimiento no fue de una de tus costillas, tampoco fue de la arcilla
roja…¿Entonces de quién? interrumpe enojado Adán… “pues cuando comí la manzana”, declara Eva. “Y la comí, porque el árbol que da ese fruto es el árbol del conocimiento,
no es cualquier árbol” .
Justo después de escuchar la últma de esas palabras, Adán empezó a avistar
a Eva sin pestañear, estaba seducido por la voz y por esas
profundas reflexiones. “Lo que en verdad
pasó, asienta ella, fue que por primera vez tuve conciencia de mi: dónde
estaba, con quién y por qué; floreció mi conciencia de ser mujer…yo no
me comí la manzana, me vi en ella… la masa blanca de la poma fue una
revelación: por primera vez tuve razón de mi rostro, reconocí mi cuello, mis labios,
mis emociones, mis senos, mi sexo, mi intelecto, mi libertad…por primera vez
supe que tenía cuerpo, mente y que podía ser libre”.
¿Y
todo por culpa de la serpiente?, pregunta desatentamente Adán. “No, no era una serpiente, era la mítica Lilit”, la que nombra
Isaías en la Biblia, la misma que Fernando Velásquez en su relato llama “Mi primera
maestra”.
La tarde fue dando paso al
ocaso del sol…Adán, guardó silencio, se levantó, limpió sus ojos y avizoró que
ese mundo inhóspito al que se refería reclamándole a Eva, no existía. Enseguida
acarició a Eva con su dulce mirada, abrazó a la corajuda mujer, la cogió de la
mano y comenzaron a caminar hacia el horizonte, hacia donde podemos caminar
juntos, en este agreste mundo que no heredó Adán y Eva, sino el capitalismo
salvaje, un modo de producción que ha hecho tanto del uno como de la otra, objetos
de explotación, incluso enmarcando la celebración del Día Internacional de la
Mujer como una fiesta comercial y no como la conmemoración de un día de lucha, en honor a
quienes se han atrevido a cuestionar el status quo, el establecimiento y a exigir
los derechos de los seres vivos.
“El
día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar
de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor
será para ella, como para el hombre: fuente de vida y no un peligro mortal”,
escribió Simone de Beauvoir. Eva, amó al hombre y a su estirpe con la fuerza, por eso su
existencia fue una fuente de vida y no un peligro mortal.
José Israel González Blanco
Marzo 8 de 2015
Un homenaje a las mujeres de mundo.