Por fin llegó el domingo, ese deseado día por los niños de la
familia Miranda. Tobías se despierta, levanta la cabeza y en voz alta expresa:
uyyy ,hoy es domingo, hoy nos vamos al parque ¿no ma?... Su hermanita, más
pesada de sueño, aún no mueve los párpados, pero como duerme junto a su
hermanito, en la misma cama, siente algo que corre por su rostro: es la mano de
Tobías, que quiere despertarla. Juliana, mueve sus brazos y cuenta, en los
dedos de la mano izquierda, hasta siete. Ahhhhh hoy es domingo, nos vamos para
el parque Tobi…qué emoción, expresa lanzando hacia un lado la única cobija de
algodón que impide la penetración del aire frío de la sabana…
Tobías y Juliana abandonan la alcoba descalzos, porque en ese
hogar no hay chancletas, procuran no hacerle ruido a su madre, porque saben que
aún está cansada del oficio hecho en día anterior en la pieza que pagan como
inquilinos, y luego de haber trabajado en una casa de familia, de 6 a 6, por
escasos 20 mil pesos…El cuarto limita con la calle, por tanto los niños acceden
a ella, se sientan en el quicio, miran al sol que va encumbrando el cerro
empinado de la ciudad.
Tobías coge de la mano a su hermanita, la aprieta con fuerza y
pregunta algo que quiere le causa duda: ¿Será que hoy va a llover?... No creo Tobi,
eso hoy no es día de lluvia, porque mi abuelito decía que cuando el sol marca
esa línea como quebrada en el cerro, es porque no llueve. Uffffff que bueno porque entonces podemos ir
al parque con mi ma… Vamos a despertarla, apunta Tobi, antes de que se nos haga
tarde.
Los dos se levantan del quicio…Tobías cierra la puerta y Juliana
corre a la cama, le coge el mentón, con el mismo cuidado con que lo hizo Tobí,
la peina…los dos le dan besos en las mejillas y entre beso y beso Juliana le
recuerda: hoy vamos al parque ma. ¿siiiii?
Si ma, al parque a donde nos llevaba mi pa, antes de que lo
mataran, anota Tobías. ¡Dinos que si vamos ma!. Andrea, abraza a sus vástagos,
uno en cada lado, los mira fijamente, con los ojos aguados, y les dice: Bueno vamos, pero tienen que ser
muy juiciosos, me tiene que ayudar mucho, porque su papito, quien me ayudaba
tanto, ya no está con nosotros, está en el cielo…el se elevó como una bomba.
Ahhhh ma y nos compra bombas… Ahhhh si, yo quiero una roja, dice
Tobi. Noooo, la roja es para mi expresa Juliana inclinando la cabeza y
abrazando a su progenitora. Ayy, así no vamos al parque, si es para peleas
mejor nos quedamos aquí haciendo las tareas que tienen, porque no los he visto
estudiar casi. Bueno, entonces a mi me compra una bomba negra. Ayyy, negras no
hay, ¿cierto ma? Pues quién sabe si habrá, pero si la venden yo se la compro.
Los tres abandonaron la cama y se dirigieron a la cocina. Andrea
buscó la caja de fósforos, raspó una cerilla contra la cajetilla y prendió los
dos fogones de la estufa. En uno puso a calentar agua para tomar, antes de
ingerir el agua de panela con tostada, ración que hace las veces de desayuno en
el hogar. Mientras se calienta el agua,
los niños entran simultáneamente al baño, se enjuagan sus menudos cuerpos con
jabón rey y un estropajo. Luego, con una deshilachada toalla, que una tía les
regaló, secan su cabeza y los pies, para no humedecer la cama que está contigua
a la cocina y al incómodo baño.
Los niños dejan el baño, inmediatamente ingresa la madre se ducha
avivadamente, seca su cuerpo con la misma toalla de los hijos, porque no hay
otra, ingresa al cuarto donde duermen todos, se pone su muda de ropa
dominguera, avanza hacia el improvisado comedor que no es más que una mesa que
sirve para planchar, para hacer las tareas y para poner la losa a la hora de la
ingesta de alimentos. Los tres
raudamente “le dan de baja” a la engañosa merienda, alistan las cachuchas, el
perro y parten, por una calle destapada hacia el parque.
Por el camino presencian la venta de helados, “viento raspado”,
maíz pira, balones inflables, muñecos, pitos, golosinas, chicles, chuzos y no
podían faltar las bombas. Juliana avizoró su bomba roja y luego de un largo
transitar encontraron por fin la bomba negra que quería Tobías. Andrea no dudó en sacar de su cartera de
cáñamo el dinero para pagar. Los niños, muy contentos la agasajaron e hicieron
planes para mantener la bomba inflada hasta el domingo siguiente, fecha en la
cual volverían nuevamente al parque, sin necesidad de hacer gastar a la madre
más dinero en bombas.
Luego de los agasajos los pequeños se adelantaron corriendo, para
llegar “de primis” al parque. Efectivamente arribaron al sitio, hicieron la
fila para ingresar y, una vez adentro, comenzaron a usar los utensilios del
parque dispuestos para que los niños jueguen. Juliana y Tobías avistaron un par
de caballos, subieron por el estribo hasta ganar la silla y simularon correr
ligeramente por un territorio que solo estaba en su imaginación.
Mientras galopaban en el jumento, las dos bombas las dejaron
atadas a un heno seco; pasto que, con un vientecillo fuerte rodó tras las
bombas. Entre tanto, los pequeños, al percatarse del fenómeno natural, se
lanzan intempestivamente de la artificial montura gritando: mi bomba, mi
bomba…con el infortunio que la rebuscada bomba negra explotó, quedando apenas
una tira de plástico húmedo, el fique que la sostenía en el pasto, la imagen
formada en el camino y el dolor de la pérdida del único juguete con el que
había forjado un plan para volver de nuevo al parque.
Andrea ,sentada en un recóndito prado espiaba a sus vástagos,
ingería la limonada que había preparado para saciar la sed, previendo el sol
que pudiera calentar…de una bolsa plástica sacaba maíz pira con patacones para
comer y ahuyentar el hambre… Estaba
haciendo pereza y la modorra quería invadirla cuando lentamente se acerca
Tobías, cabizbajo cogido de la mano de Juliana. ¿Qué le pasó Tobías? Pregunta
en voz alta su progenitora: ¡yo no se quien me rompió la bomba! Asienta el
niño. No ma, apunta sonriente Juliana: lo que pasó fue que nos subimos en los
caballitos y Tobí dejó la bomba amararada con una pajita y el viento se la
llevó y se toteó.
Ve, yo ya presentía que esas bombas no durarían mucho tiempo, que
eso el material es muy malo y es un sacadero de plata, por eso se revientan tan
fácil…Pero eso no sea tan pendejo, que esa no es la única bomba que hay en el
mundo, eso hay muchas bombas y hasta mejores…¡no llore… los hombres no lloran y
menos por una bobada de esas…ya deje así y nos vamos, se acabó la visita al
parque! Tobías, con sus ojos aguados y las mejillas humedecidas con las saladas
lágrimas, mira fijamente a su mamá, se recuesta en el hombro izquierdo de
Juliana, gime, gime y gime, suspira como cuando asistió al sepelio de su
padre…con la punta de los píes tropieza el sardinel que limita el césped con el
pavimento, exteriorizando la rabia que genera la ruptura de la bomba y el dolor
que queda apostado en el corazón.
Andrea, levanta su humanidad de sobre los huéspedes y se dirige
presurosa hacia Tobías: ¿Bueno, usted se va a calmar o me toca darle un
zapatazo…me rompió la bomba y ahora quiere dañar los zapaticos que hasta
aguantando hambre se los compré? ¡No señor! ¡deje tanta bobada!...La bomba se
la voy a reponer para que vea que no hay necesidad de acabar los zapatos, ni de
llorar tanto…¡eso ni por su papá lloró así!
Gracias mamita, gracias por ser tan buena y reponerle la bomba a
Tobi…pero Tobi no compre otra vez la negra. El niño no se resignaba a comprar la
nueva bomba, él insistía en forma otra bomba con los restos de la bomba negra,
sopló y sopló el amorfo caucho hasta que logró inflarlo y crear una pequeña
bomba. Limpiándose los ojos, con sus deditos untados de tierra negra, corre
jubiloso por el pasto del parque gritando: volvió mi bomba, volvió mi bomba, ja
ja ja ja…gracias a mi papito.
La madre al verlo le dice: ¿Tobías se enloqueció? No juegue con
ese mugre, yo le dije que le iba a comprar otra bomba, para reponerla, pero ya
no…¡quédese con ese porquería! No ma, cómpreme la otra bomba pero déjeme tener
esta que yo la quiero mucho, porque era la que me gustaba y mire, le saqué una
hijita… Andrea observa la pericia de su hijo y se pregunta cómo fue capaz de
hacer eso, peor no acepta que juegue con la bombita, porque ya tiene mucho
espumarajo.
¡Tire ese mugre Tobías, ya le lo advertí…si no quiere que le casque!
“lo que no sirve que no estorbe”, “lo que se bota ya no se vuelve a recoger”.
¡Bote eso!...y, bueno: ¿quiere la otra bomba o nó? ¡Dígalo de una vez, porque
yo no estoy para rogarle…no le rogué a su papá, menos a un tutanoso como usted.
Tobías no le pone mucho cuidado, sigue jugando con la bombita. Entretanto,
Juliana, quien se hallaba jugando cerca a donde estaban los caballos, sintió
los clamores de la madre y corrió rauda a su ayuda. Al llegar, le decomisa la
bomba a Tobi y con voz enérgica le dice: ¿no entiende que mi mamita le va a comprar
otra bomba?. ¡Eso bótela a la basura y ya!
Tobi: mi mamaíta le está
rogando, asiente Juliana. Tobi sigue divirtiéndose con su juguete…de repente lo
agarra y lo aprieta con las manos hasta reventarlo. Luego abandona los restos y
corre a donde Andrea. Mamita, ahora si quiero la bomba, le comenta al oído, ya
toteé el pedacito que tenía. Andrea sin mediar palabra llamó a un vendedor de
bombas y golosinas y le compró la única bomba que le quedaba…
Los años siguieron su curso; pero Tobías nunca pudo olvidar aquel
dolor que le suscitó la explosión de la bomba negra, juguete que con tanto esfuerzo
le compró su progenitora, siempre mantuvo en
su corazón esa huella y la activaba cada vez que iba a cualquier parque,
la nostalgia lo invadía y fingía ser fuerte porque si Andrea y juliana se daban
cuenta de su aflicción, lo iban a regañar, le iban a reprochar su emoción
diciéndole lo que no quería escuchar: “lo pasado, pasado”, “el muerto al hoyo y
el vivo al baile”.
Tobías Juliana abrazaron la adolescencia, culminaron sus estudios
de bachillerato y en ese periplo vivenciaron sus experiencias amorosas…aparentemente
fue quedando atrás ese pasado hermoso de hermandad y camaradería. Tobías, por
sus ojos claros, cabello rubio y estatura empezó a ser admirado y asediado por
las niñas del colegio. y pun
adolescente simpático, de ojos claros. Fue así como tuvo su primera novia:
Mariela, una adolescente tierna, hija de padres separados, quien veía en su
novio una alternativa para llenar el vacío dejado por su padre.
A la hora del recreo, en el corredor del tercer piso, siempre se
encontraban para hablar y para besarse.
En las conversaciones, Mariela le contaba a Tobías los sufrimientos
acaecidos por el divorcio de sus padres, pero colegía que a ellos les había
importado lo mismo, porque cada uno, al poco tiempo, había conseguido un nuevo
amor. “Sálvese como pueda”, parecía ser la sentencia. “Nunca tuve quien me
escuchara ni en la casa, ni en el colegio, salvo los amigos, pero ellos igual
no saben qué hacer con uno, se sienten impotentes y más bien quieren esquivarlo
a uno”. Una de las mejores amigas, le arrebató un amigobio, muy querido y con
quien tenía planes a corto plazo. Ese fue otro dolor que Mariela siempre mantuvo
archivado y se lo detalló a Tobías.
Tobías, apenas escuchaba y escuchaba los avatares de su novia,
hasta que un día decidió no volverla a determinar. Mariela, exhausta al ver que
perdía nuevamente la posibilidad de hallar un apoyo, buscó la manera de
restablecer el diálogo ante lo cual Tobías fue claro al decirle: “Yo no quiero
hablar con usted, porque su vida es un solo martirio…para rememorar desgracias
falta tiempo…yo también he tenido muchas dolencias sin resolver; mi papá se
murió, vivíamos bien en un barrio y nos tocó trastearnos, dejando a la deriva a
mis amigos y ahora no tengo amigos donde vivo, creí que usted podía llenar esos
vacíos pero veo que está mas mal que yo, entonces…
Mariela lo toma de la mano y escucha. Tobías continúa su platica.
“En algebra nos enseñaron que más por más da más. Más dolor, por más dolor pues
da más dolor…y la idea no es ni sumar ni multiplicar sino restar…y eso se lo
aprendí a mi mamá, un día en un parque al explotarse una bomba inflada con
helio… Pero tu tienes un corazón muy duro Tobías, manifiesta Mariela con voz
entrecortada. “Lo que pasa, rebate Tobías, es que mi mamá me lo dejó muy claro
entres frases que no olvido, aunque me ha costado practicarlo: “los hombres no
lloran”, “lo que no sirve que no estorbe”, “lo que se bota ya no se vuelve a
recoger”.
Dicho esto, Tobías parte para otro lugar, reflexiona sobre la
situación de Mariela y se conforma diciendo: “el noviazgo con Mariela fue como
la bomba negra, se toteó por la fragilidad y no vale la pena intentar de nuevo
hacer otra bombita, porque de todas maneras termina desinflándose, es mejor no
intentarlo de nuevo, sino conseguir otra novia, así como conseguí otra bomba, y
le va a uno mejor… Los padres de Mariela también fueron bombas que se inflaron
de amor y se reventaron de desamor... cada uno se infló de nuevo y al parecer la
están pasando bien.
Tal vez a ellos les
ayudó algún inflador a llenarse de valor y a elevarse, a dejar el dolor atrás,
porque algo que tenemos en común Mariela y Yo es seguir cargando con esa penas
o sino otros seríamos. .. Pues me duele otra vez el alma al separarnos con
Mariela…no lo puedo negar y no dudo que a ella más que a mí, pero me abriga la
esperanza de que ella encuentre a alguien que la pueda consolar y que yo
también pueda hallar en mi senda a una mujer o a un hombre que me ayude a
superar esta pena emocional que es muy parecida a la de la bomba que me compró
mi mamá, un domingo, y que se me detonó
en el parque, estando jugando con Juliana, mi hermanita".
José Israel González B. Colegio Nuevo Horizonte, Bogotá DC. Julio 26 de 2015