EVALUACIÓN Y SALUD MENTAL
Este artículo nace en medio de dos coyunturas, de ahí la composición del
título. El primer detonante es la realización del foro distrital acerca de la
evaluación y el segundo la conmemoración en el mes de octubre, entre otras
efemérides, del Día Mundial de la Salud Mental. Con base en estos
acontecimientos provocaré algunas reflexiones, comenzando por la evaluación y
finiquitando con la salud mental.
Históricamente,
la salud mental precede en su formalización a las políticas de evaluación
educativa. Para abordar la primera, tendríamos que remontarnos a la fundación del Hospital General de San Juan de Dios
de Bogotá (1564) y a la llegada al país de los Religiosos Hospitalarios de San
Juan de Dios (1596). En el caso de la segunda, nos remitiríamos a finales del
siglo XVIII, pero no para encontrar la evaluación sino para vislumbrar la
emergencia del maestro público de primeras letras en Santa Fe de Bogotá, porque
la preocupación por la evaluación como política social, al decir de la Sociedad
Colombiana de Pedagogía, comienza a
partir de los años 60, ya que es el punto de referencia de los países
desarrollados (en particular EEUU) para introducir unas posibilidades de
equiparamiento de la formación de fuerza laboral.
Los maestros se están enloqueciendo…
Esta
afirmación, realizada por un docente del distrito, no hace más de tres años,
llevó a la Universidad de los Andes a realizar una investigación, en el año
2005, con los educadores y directivos docentes estatales, apoyados por la
Secretaría de Educación de Bogotá, acerca de las problemáticas psicosociales,
los saberes y habilidades de los docentes del Distrito. La razón que emplea el
autor de la aseveración, gravita alrededor de las exigencias desproporcionadas
de la Ley 715 del 2001, una de ellas la implementación del Decreto 230 y en su
interior la quiebra del estilo de calificación que se venía haciendo a los
estudiantes, sobre todo en Educación Básica y Media, porque en primaria ya el
magisterio había bebido el zumo amargo de la Promoción Automática.
La
universidad apalanca el trabajo de campo en 25 colegios, escogidos por la SED,
dentro de los cuales se registra la información de 562 docentes, quienes
diligenciaron debidamente el cuestionario. Ese porcentaje correspondió al 2.35%
del total de educadores de la capital. Otro de los instrumentos utilizado por
los investigadores fueron Las Guías
semiestructuradas para entrevistas y grupos focales, en las que participaron
rectores, docentes y orientadores. Los contextos
establecidos por el grupo investigador fueron: laboral, institucional,
relacional, de población atendida y el jurídico-normativo. En este último
contexto el 67.9 de los docentes concuerdan con que las difíciles condiciones
de la población estudiantil atendida y la puesta en marcha del Decreto 230 “no favorecen su bienestar psicosocial”.
El no
favorecimiento del bienestar psicosocial
de la política enunciada, en la humanidad de los maestros y maestras, es una
manifestación del quebrantamiento de la salud en general y de la mental en
particular, porque la salud, según la OMS, no es solamente ausencia de
enfermedad sino bienestar físico, mental y social de los sujetos. Y la salud mental
no tiene que ver únicamente con el tratamiento de quienes padecen de trastornos
mentales o están diagnosticados; involucra, además, la prevención de los
problemas y la creación de oportunidades en donde el ser humano pueda
realizarse física, mental, laboral y socialmente. La salud mental se ha
definido como el estado de la salud emocional en el cual una persona es capaz de
funcionar cómodamente dentro de su sociedad y en la que sus características y
logros personales son importantes para él.
Pese a la contundencia de los
resultados en el contexto jurídico-normativo, los investigadores, apoyados en
los relatos y en las discrepancias de las versiones dadas por los
entrevistados, concluyen diciendo: “En este sentido, hablan de
un malestar y agotamiento generalizado que experimentan los otros, pero que
rara vez dicen vivir en carne propia. A este respecto se esperaba que el
cuestionario… coincidiera con el relato sobre el agotamiento generalizado que
circula entre los docentes y los medios de comunicación. Sorprendentemente,
aunque los participantes se mostraron críticos sobre el impacto de algunos
contextos en su bienestar, prevalecen los indicadores de bienestar
psicosocial.”[1]
Pero además de promulgar la prevalencia de los indicadores de bienestar, no
dudan en sostener que el discurso crítico sobre el efecto que tienen las
condiciones laborales en las que se ejerce la profesión docente en el Distrito,
es usado a nivel sindical “para llamar la
atención y lograr reinvindicaciones laborales”. Además, sostienen que tal
discurso tiene un impacto negativo sobre la comunidad educativa que lo adopta, “porque se basa en imaginarios que alimentan
una red creciente de desesperanza y autoconmiseración. Y, aunque reconocen
que esa alocución llama la atención sobre aspectos que requieren un cambio,
también son agudos al asegurar que ello contribuye a fortalecer relatos que
desprestigian al magisterio frente a la comunidad general.
El malestar de unos por el
bienestar de otros…
Hace más de un decenio, un estudio nacional de
Salud Mental del extinto ministerio del ramo, indicaba que el 37% de la
población tenía algún tipo de trastorno mental, leve, moderado o severo,
precisando que la perturbación más frecuente era la depresión:
uno de cada cuatro colombianos la sufría en algún grado[2]. Un lustro más
tarde, otro estudio ratifica el hallazgo y, en los actuales momentos, el
porcentaje se ha elevado, por el empuje de la violencia, por el incremento de
la pobreza, por el desempleo y por muchos otros factores que resquebrajan el
escaso bienestar social de los colombianos.En la Web de la Fundación
Santa Fé, "4
de cada 10 personas tienen la posibilidad de sufrir de un trastorno
psiquiátrico en el curso de la vida; 2 de cada 10 en el curso del último año y
7 de cada 10 en el último mes."
No nos cabe duda, que dentro de estos datos estamos los maestros, las maestras,
los estudiantes, los padres de familia, los técnicos, los gobernantes y la
gente en general. Aunque la estadística es la forma más científica de decir
mentiras, uno podría decir, que en un curso de 40 estudiantes, según el
estimativo, habría 10 estudiantes con depresión y en un colegio de 100
educadores habría entre 37 y 40 con algún trastorno mental. Por algo, esa misma
fuente revelaba que un 32% de los niños entre 5 y 15 años deberían ser vistos
por un equipo interdisciplinario. Curiosamente es la época en que la
administración de Bogotá, se desarticulan los Centros de Diagnóstico y
tratamiento y empieza un nuevo viacrucis la orientación escolar.
Infortunadamente
los investigadores de los Andes no se valieron de las historias clínicas de los
maestros y maestras, para establecer los motivos y la frecuencia de las
consultas médicas, siquiátricas, sicológicas, los tratamientos ambulatorios y
de hospitalización, para consolidar los resultados del estudio, porque en los
registros médicos se reportan los trastornos orgánicos y funcionales de
docentes y directivos docentes. En esas fuentes primarias los galenos han
dejado las huellas manuscritas de las neurosis causadas por las angustias, por
el miedo, por la impotencia, por el estrés, por los trastornos de conducta, por
las manías, por las emociones negativas, por la ansiedad, por el insomnio, por
el estrés traumático, por la depresión, por las enfermedades físicas que muchas
veces son el resultado de la somatización, producto todo ésto del desgaste y
esfuerzo hecho por el magisterio en pro de un mejor país, a través de la
educación. También están consignados los cuadros clínicos de la esquizofrenia y
de las sicosis, entre otras patologías.
Los vestigios de
esa sintomatología de los maestros, maestras y directivos que se atreven a consultar
a los profesionales de la salud mental, son la evidencia de su preocupación por
el bienestar social, cultural y familiar propio y el de los estudiantes. Si
bien es cierto que son más nuestras potencialidades que las debilidades
mentales y corporales, de la situación de violencia no hemos escapado. De
acuerdo con el documento: Política
Nacional del Campo de la Salud Mental[3] del año pasado, Colombia tiene uno de los más altos índices de violencia entre los países
de América. Se calcula que el 85% se debe a conflictos cotidianos y el 15% a
causas políticas. El homicidio ocupa el primer lugar entre las causas de mortalidad,
según el DANE. El impacto de de los problemas cotidianos y políticos afectan
negativamente la escuela al igual que los dolores y los duelos de los escolares
salpicados por la presión y por la muerte de sus familiares, amigos y
vecinos.
El desprestigio no es de nosotros…
Con base en lo expuesto y en lo que queda por referenciar, -por ejemplo el
estudio realizado con los docentes de sector público de Medellín, acerca del
desgaste emocional[4]-, el
desprestigio no es de nosotros ni para nosotros, la deshonra es para un Estado que
se precia de ser Social y de Derecho, que aporta menos del 0,1% de los recursos
en la salud mental, por debajo de países como Uruguay y Chile que destinan el
8% y el 2,3% de su presupuesto nacional, respectivamente, es un Estado que no
le apuesta la salud de sus educadores y educadoras.
El desmerecimiento
es para un Estado y para una sociedad que no valoran a sus docentes y que
culpabilizan a la educación formal de todos los males, como si Estado, sociedad
y familia no fuesen responsables constitucionalmente de la educación de los
niños, niñas y jóvenes. El deshonor es para un Estado que legisla a espaldas de
la realidad social, económica y cultural de una patria que aboga por el
bienestar, por la superación del atraso y por la positivización de los Derechos
Humanos. En este sentido, el estilo de evaluación actual está lesionando la
emocionalidad, la intelectualidad y la salud mental de educadores, estudiantes
y padres de familia. La situación se asemeja mucho al relato de la oruga y la
mariposa, en la cual un humano intruso rompe el agujero para que vuele pronto
la mariposa, obteniendo como resultado la parálisis del artrópodo, condenándolo
a vivir por el piso a cambio de volar por los campos. La mano del Estado no
debe ser para romper el agujero del bienestar sino para ayudar a que sus gentes
vuelen amparadas en el goce de derechos como la salud, la educación y la
libertad.
Algunas
fuentes consultadas..
Los datos sobre Salud Mental no son tan recientes, por la falta de estudios actualizados sobre el particular, de ahí que el artículo se construyó sobre la base de lo existente. Más allá de los datos, lo esencial es la existencia de un fenómeno cualitativa y cuantitativamente creciente, descuidado y que a los maestros, a los estudiantes y a las familias nos está golpeando duramente. Mas adelante colocaré en el blog la síntesis de un estudio hecho en Bogotá, con maestrso de Usaquén en el 2009 y otro en Medellín, , donde se evidencia la magnitud del flagelo.
DIAZGRANADOS y otros (2006). Aproximación a las problemáticas psicosociales y a los saberes y habilidades de los docentes del Distrito. En: revista de Estudios Sociales No 23, Bogotá DC, abril, pp. 45-55.
OSPINA, Pedro Nel, GONZÁLEZ BLANCO, José Israel y otros (2009) Salud Mental, Cooperativismo y Educación, Códice- Codema, Bogotá DC.
RESTREPO-AYALA, Nadia C,
COLORADO-VARGAS, Gabriel O y CABRERA-ARANA, Gustavo A.(2005) Desgaste
emocional en docentes oficiales de Medellín, Colombia, Rev. Salud
pública [online]. 2006, vol. 8, no. 1 [citado 2008-10-12], pp. 63-73.
MINISTERIO DE PROTECCIÓN SOCIAL
(2007). Política
Nacional del Campo de la Salud Mental. Bogotá DC.
EL TIEMPO. Colombia: ¿Cuál Salud Mental?, octubre 5
de 1998.
José Israel González Blanco. Trabajador Social.
Colegio Nuevo Horizonte. Bogotá Colombia
[1] DIAZGRANADOS y otros (2006). Aproximación a las problemáticas psicosociales y a los saberes y
habilidades de los docentes del Distrito. En: revista de Estudios Sociales
No 23, Bogotá DC, pp. 45-55.
[2] EL TIEMPO. Colombia: ¿Cuál Salud Mental?, octubre 5
de 1998.
[3] MINISTERIO DE
PROTECCIÓN SOCIAL (2007). Política Nacional del Campo de la Salud
Mental. Bogotá DC.
[4] RESTREPO-AYALA, Nadia C, COLORADO-VARGAS, Gabriel O
y CABRERA-ARANA, Gustavo A.(2005) Desgaste emocional en docentes oficiales de
Medellín, Colombia, Rev. Salud pública [online]. 2006, vol. 8, no. 1
[citado 2008-10-12], pp. 63-73.
No hay comentarios:
Publicar un comentario