domingo, 5 de octubre de 2014

20 años del Día Mundial del Docente


EDUCADORES Y EDUCADORAS: HAGAMOS DE LOS OBSTÁCULOS NUEVOS CAMINOS…

Respetadas maestras y maestros:


Comienzo saludándolo-as en esta olvidada fecha, proclamada, en 1994, por la Unesco, como el Día Mundial de los Docentes (5 de octubre). Nuestra acción pedagógica está emparentada con el trabajo y con la vida; por eso, ilustro este saludo con dos citas afines; la primera: “Un buen docente es aquel que hace brotar dos ideas donde antes había una”. La segunda, retomo a Ernesto Sábato, para corear que “el ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos, porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer”.

Para hacer más amena mi venia en este día, he invitado a un reconocido pedagogo colombiano, para que se dirija a los educadores y educadoras del mundo. Ese insigne pensador es Agustín Nieto Caballero, primer supervisor en Colombia e impulsor de la Escuela Activa. Confío en que este mensaje llegue hasta lo más recóndito del planeta, que sea un pretexto para la reflexión, en el día a día, haciendo partícipe a toda la comunidad educativa y propendiendo por hacer del planeta un lugar al alcance de los niños, niñas y jóvenes.


“Iníciance en estos días las tareas escolares, las bandadas de muchachos vuelven a las aulas, y en los espíritus y en los corazones juveniles bulle la alegría de todo comienzo. El maestro de vocación siente también en esta hora el alegre aletear de la renovada esperanza que empieza con la nueva jornada. Es este un momento oportuno para la reflexión. No será la misma reflexión que hacemos al analizar, a veces melancólicamente, el balance de nuestro día. En la alborada no habrá más que el contento del noble propósito que nos anima y la ilusión de realizarlo.

¿Habéis pensado, maestros y maestras que reanudáis vuestra labor, en la trascendencia del encargo del que os habéis hecho responsables? Porque no sois solamente los hombres y las mujeres que riegan la semilla. Sembráis sí –Y qué diversos son los terrenos en que lo hacéis—, pero vuestra misión principal es la de cultivador. Tenéis así que vigilar cautelosamente el desarrollo de las plantas puestas a vuestro cuidado. Lo primero que debéis hacer es crear en vuestra escuela una atmósfera propicia a la tarea de educadores y educadoras que vais a desarrollar. La escuela es ante todo un ambiente. Ambiente físico moral y espiritual. Ambiente de belleza o de fealdad, de pulcritud o de desgreño, de decencia o de vulgaridad, de franqueza o de engaño, de confianza o de temor, de consideración o de irrespeto, de orden o de anarquía, de generosidad o de egoísmo, de mutua ayuda o de hostil aislamiento. En lustras manos está el dar a la escuela que se os encomienda una u otra característica.

De todas las cosas, al decir de Ruskin  emana belleza o fealdad, y de esa fealdad o de esa belleza se impregna nuestro espíritu. Interesa pues que el ambiente físico de la escuela sea grato a los ojos y a la mente. Y si esto es así con el ambiente físico, mayormente lo es con el ambiente moral y espiritual. Ética y estética se hermanan en el fondo de nuestro pensamiento.

Al analizar una escuela debemos ante todo desentrañar cuál es su espíritu. Existen escuelas de espíritu dogmático y existen escuelas de espíritu democrático; escuelas en las que es preciso obedecer ciegamente y escuelas en donde se permite pensar y actuar con una libertad que sólo está limitada por la disciplina general y el orden y por el respeto de la dignidad de los demás. Existen así mismo escuelas en donde sólo se instruye y escuelas en donde, además de instruir, se busca la formación del carácter, la rectitud de la conciencia, la lealtad, el valor, el sentimiento del deber.

Es evidente que el educador debe ser un consejero, un guía, un conductor, pero su tarea quedaría paralizada a mitad de camino, si no le enseñara al niño y a la niña a conducirse por su propia cuenta, si no le diera hábitos de estudios y de trabajo, si no lo adiestrara en el uso de su discernimiento, si no formara su criterio y su conciencia.

Atentos a estos principios busca el desarrollo de la personalidad de vuestros alumnos hasta el máximo de sus posibilidades. Enseñarles a pensar. Recordad que es un esclavo aquel que no piensa libremente y que vuestra misión, la misión que el maestro tiene encomendada la República, desde el propio día en que dio el grito de su independencia, es la de preparar a los verdaderos ciudadanos de la democracia.

En cada uno de vuestros discípulos procurad formar una mente clara y un corazón valeroso, y que los hilos conductores de vuestra acción sean siempre de equidad y rectitud. De esta manera podéis estar seguros de modelar hombres leales y animosos, sanos, libres de la escoria de la intransigencia y de toda ruindad. No pretendáis jamás crear prosélitos de vuestras personales opiniones. Cuidad esmeradamente de no encender la pasión partidarista en vuestros alumnos. Execraríais al hombre que intentará envenenar a un niño. Pero en venerar su espíritu es iniquidad mayor, y demás perniciosas consecuencias, puesto que el daño se perpetua disociadoramente en la comunidad. Y no sólo es más dañina sino más cobarde esta acción porque no trae consigo la posibilidad de un castigo que como ningún otro sería merecido.

Huid de todo lo estridente; de todo lo que esté fuera de tono. Medid vuestros ademanes. Recordad constantemente que enseñáis más con vuestro ejemplo que con vuestra palabra, o mejor, que solo enseñáis con vuestras palabras cuando ellas se ajustan a vuestros actos. Tened en cuenta que al mismo tiempo que vosotros estáis en la tarea de estudiar a vuestros alumnos ellos os están estudiando también, y no olvidéis que la lógica y la perspicacia infantiles son a menudo más agudas y más precisas que las del hombre adulto. La obra vuestra es obra de tacto, y de la inteligencia y tino con que uséis de él estará pendiente vuestra Tal autoridad dependerá íntegramente de vosotros mismos, ya que ella deriva la intimidad del ser, y no de ningún elemento que le sea extraños.

Un espíritu justiciero ha de acompañaros a lo largo de vuestras jornadas. Si cometéis un error, rectificarlo sin demora. Esto, lejos de amenguar vuestro prestigio, lo hará más sólido y más alto. Tened cuidado de no incurrir jamás en injusticias. No juzguéis nunca a quien creáis culpable sin antes haberlo oído y haber pesado sus razones. Que el respeto cordial— no la desconfianza o el temor— sea el nexo que os vincule a vuestros discípulos. Que todo sea limpio y claro en vuestra persona.

Como educáis y no sólo instruís, os dais plena cuenta de lo que representa para vuestra labor el tener un ideal, sin un credo, al amparo del cual crezca vuestra personalidad, quedaríamos abandonados a la intemperie, lo mismo en lo que espiritual que en lo moral.

Vuestra misión no estará, por otra parte, limitada a los muros de la escuela. El educador, decía James Mill, no debe estar preocupado únicamente de las cosas pedagógicas. Él, como nadie, debe abogar por la tolerancia, la libertad y la justicia, no solo dentro del aula. Colectividad entera es una escuela a la que concurrimos todos y en la que todos recurrimos a diario influencias decisivas. Consciente de esta realidad, no puede quien ha recibido el encargo  de formar las nuevas generaciones ser indiferente a lo que ocurre en la sociedad que le sirve de marco a su acción. No habréis de olvidar pues que vuestra misión es misión social por excelencia.

Sabemos que para desarrollar esta compleja tarea quede vosotros se demanda, necesitáis de abnegación, de paciencia, y de mesura en un grado sumo. Más si no tuvierais estas cualidades vuestro puesto no estaría ciertamente en una escuela. Con razón se a dicho que en la vida de los hombres no hay falta de vocación si no ocupaciones equivocadas, y sería lamentable que hubierais cometido una equivocación al escoger vuestra carrera.

Sabemos, asimismo que de la sociedad y del Estado no obtenéis todavía la consideración a que sois acreedores, pero ese reconocimiento justiciero tendrá que venir un día porque en ello esta comprometido el buen nombre y el propio de coro del país.

No ignoramos que el maestro es el soldado  desconocido de la cultura, y que para honrarlo no se ha levantado todavía en parte alguna un monumento que atestigüe la gratitud ciudadana, ni ha encendido aún ningún gobierno, en homenaje suyo la lámpara votiva que arde perennemente en los altares consagrados al guerrero. La mayoría de vuestros alumnos os retribuirán tampoco con eterna gratitud las enseñanzas que les disteis. La gratitud es sentimiento que sólo prende en almas de selección. Más vuestra labor ha de ser tan grata de por sí—lo es cuando está alentada por una vocación—que no esperaréis otra recompensa distinta de la que a diario recibís con el ejercicio mismo de vuestra actividad. Por algo se ha dicho que la escuela es un templo y el magisterio un sacerdocio.

Nuestro mundo de hoy necesita una cura de reposo. Por desgracia, el ritmo acelerado de la vida contemporánea, lejos de proporcionarnos tal sedante, nos obliga a adecuar nuestro sistema nervioso a la necesidad de pensar y de vivir más de prisa. En el momento presente todo marcha a gran velocidad y hemos de apartarnos a la vida que nos impone ese nuevo paso si no queremos perecer. Pero en la escuela, al menos, formemos un remanso de serenidad, y pongamos a tono nuestra acción con el ritmo pausado que requiere el recogimiento espiritual”.
Marzo 16 de 1950

Nota. El subrayado del texto es mío.  

José Israel González Blanco
Colegio Distrital Nuevo Horizonte. Bogotá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario