EDUCADORES Y
EDUCADORAS: HAGAMOS DE LOS OBSTÁCULOS NUEVOS CAMINOS…
Respetadas maestras y maestros:
Comienzo
saludándolo-as en esta olvidada fecha, proclamada, en 1994, por la Unesco, como el Día Mundial de los Docentes (5
de octubre). Nuestra acción pedagógica está emparentada con el trabajo y
con la vida; por eso, ilustro este saludo con dos citas afines; la primera: “Un
buen docente es aquel que hace brotar dos ideas donde antes había una”. La segunda, retomo a Ernesto Sábato,
para corear que “el ser humano
sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos, porque a la vida le basta el
espacio de una grieta para renacer”.
Para hacer más amena mi venia en este día, he invitado a un
reconocido pedagogo colombiano, para que se dirija a los educadores y educadoras
del mundo. Ese insigne pensador es Agustín Nieto Caballero, primer supervisor
en Colombia e impulsor de la
Escuela Activa. Confío en que este
mensaje llegue hasta lo más recóndito del planeta, que sea un pretexto para la
reflexión, en el día a día, haciendo partícipe a toda la comunidad educativa y
propendiendo por hacer del planeta un lugar al alcance de los niños, niñas y
jóvenes.
“Iníciance en
estos días las tareas escolares, las bandadas de muchachos vuelven a las aulas,
y en los espíritus y en los corazones juveniles bulle la alegría de todo
comienzo. El maestro de vocación siente también en esta hora el alegre aletear
de la renovada esperanza que empieza con la nueva jornada. Es este un momento
oportuno para la reflexión. No será la misma reflexión que hacemos al analizar,
a veces melancólicamente, el balance de nuestro día. En la alborada no habrá
más que el contento del noble propósito que nos anima y la ilusión de
realizarlo.
¿Habéis pensado,
maestros y maestras que reanudáis vuestra labor, en la trascendencia del
encargo del que os habéis hecho responsables? Porque no sois solamente los
hombres y las mujeres que riegan la semilla. Sembráis sí –Y qué diversos son
los terrenos en que lo hacéis—, pero vuestra misión principal es la de
cultivador. Tenéis así que vigilar cautelosamente el desarrollo de las plantas
puestas a vuestro cuidado. Lo primero que debéis hacer es crear en vuestra
escuela una atmósfera propicia a la tarea de educadores y educadoras que vais a
desarrollar. La escuela es
ante todo un ambiente. Ambiente físico moral y espiritual. Ambiente de
belleza o de fealdad, de pulcritud o de desgreño, de decencia o de vulgaridad,
de franqueza o de engaño, de confianza o de temor, de consideración o de
irrespeto, de orden o de anarquía, de generosidad o de egoísmo, de mutua ayuda
o de hostil aislamiento. En lustras manos está el dar a la escuela que se os
encomienda una u otra característica.
De todas las
cosas, al decir de Ruskin emana
belleza o fealdad, y de esa fealdad o de esa belleza se impregna nuestro
espíritu. Interesa pues que el ambiente físico de la escuela sea grato a los
ojos y a la mente. Y si esto es así con el ambiente físico, mayormente lo es
con el ambiente moral y espiritual. Ética y estética se hermanan en el fondo de
nuestro pensamiento.
Al analizar una
escuela debemos ante todo desentrañar cuál es su espíritu. Existen escuelas de
espíritu dogmático y existen escuelas de espíritu democrático; escuelas en las que es preciso
obedecer ciegamente y escuelas en donde se permite pensar y actuar con una
libertad que sólo está limitada por la disciplina general y el orden y por el
respeto de la dignidad de los demás. Existen así mismo escuelas en
donde sólo se instruye y escuelas en donde, además de instruir, se busca la
formación del carácter, la rectitud de la conciencia, la lealtad, el valor, el
sentimiento del deber.
Es evidente que
el educador debe ser un consejero, un guía, un conductor, pero su tarea
quedaría paralizada a mitad de camino, si no le enseñara al niño y a la niña a
conducirse por su propia cuenta, si no le diera hábitos de estudios y de
trabajo, si no lo adiestrara en el uso de su discernimiento, si no formara su
criterio y su conciencia.
Atentos a estos
principios busca el desarrollo de la personalidad de vuestros alumnos hasta el
máximo de sus posibilidades. Enseñarles a pensar. Recordad que es un esclavo
aquel que no piensa libremente y que vuestra misión, la misión que el maestro
tiene encomendada la
República , desde el propio día en que dio el grito de su
independencia, es la de preparar a los verdaderos ciudadanos de la democracia.
En cada uno de
vuestros discípulos procurad formar una mente clara y un corazón valeroso, y
que los hilos conductores de vuestra acción sean siempre de equidad y rectitud.
De esta manera podéis estar seguros de modelar hombres leales y animosos,
sanos, libres de la escoria de la intransigencia y de toda ruindad. No
pretendáis jamás crear prosélitos de vuestras personales opiniones. Cuidad
esmeradamente de no encender la pasión partidarista en vuestros alumnos.
Execraríais al hombre que intentará envenenar a un niño. Pero en venerar su
espíritu es iniquidad mayor, y demás perniciosas consecuencias, puesto que el
daño se perpetua disociadoramente en la comunidad. Y no sólo es más dañina sino
más cobarde esta acción porque no trae consigo la posibilidad de un castigo que
como ningún otro sería merecido.
Huid de todo lo
estridente; de todo lo que esté fuera de tono. Medid vuestros ademanes.
Recordad constantemente que enseñáis más con vuestro ejemplo que con vuestra
palabra, o mejor, que solo enseñáis con vuestras palabras cuando ellas se
ajustan a vuestros actos. Tened en cuenta que al mismo tiempo que vosotros
estáis en la tarea de estudiar a vuestros alumnos ellos os están estudiando
también, y no olvidéis que la lógica y la perspicacia infantiles son a menudo
más agudas y más precisas que las del hombre adulto. La obra vuestra es obra de
tacto, y de la inteligencia y tino con que uséis de él estará pendiente vuestra
Tal autoridad dependerá íntegramente de vosotros mismos, ya que ella deriva la
intimidad del ser, y no de ningún elemento que le sea extraños.
Un espíritu
justiciero ha de acompañaros a lo largo de vuestras jornadas. Si cometéis un
error, rectificarlo sin demora. Esto, lejos de amenguar vuestro prestigio, lo
hará más sólido y más alto. Tened cuidado de no incurrir jamás en injusticias.
No juzguéis nunca a quien creáis culpable sin antes haberlo oído y haber pesado
sus razones. Que el respeto cordial— no la desconfianza o el temor— sea el nexo
que os vincule a vuestros discípulos. Que todo sea limpio y claro en vuestra
persona.
Como educáis y
no sólo instruís, os dais plena cuenta de lo que representa para vuestra labor
el tener un ideal, sin un credo, al amparo del cual crezca vuestra
personalidad, quedaríamos abandonados a la intemperie, lo mismo en lo que
espiritual que en lo moral.
Vuestra misión no
estará, por otra parte, limitada a los muros de la escuela. El educador, decía
James Mill, no debe estar preocupado únicamente de las cosas pedagógicas. Él,
como nadie, debe abogar por la tolerancia, la libertad y la justicia, no solo
dentro del aula. Colectividad entera es una escuela a la que concurrimos todos
y en la que todos recurrimos a diario influencias decisivas. Consciente de esta
realidad, no puede quien ha recibido el encargo de formar las nuevas generaciones ser
indiferente a lo que ocurre en la sociedad que le sirve de marco a su acción.
No habréis de olvidar pues que vuestra misión es misión social por excelencia.
Sabemos que para
desarrollar esta compleja tarea quede vosotros se demanda, necesitáis de
abnegación, de paciencia, y de mesura en un grado sumo. Más si no tuvierais
estas cualidades vuestro puesto no estaría ciertamente en una escuela. Con
razón se a dicho que en la vida de los hombres no hay falta de vocación si no
ocupaciones equivocadas, y sería lamentable que hubierais cometido una
equivocación al escoger vuestra carrera.
Sabemos,
asimismo que de la sociedad y del Estado no obtenéis todavía la consideración a
que sois acreedores, pero ese reconocimiento justiciero tendrá que venir un día
porque en ello esta comprometido el buen nombre y el propio de coro del país.
No ignoramos que
el maestro es el soldado desconocido
de la cultura, y que para honrarlo no se ha levantado todavía en parte alguna
un monumento que atestigüe la gratitud ciudadana, ni ha encendido aún ningún
gobierno, en homenaje suyo la lámpara votiva que arde perennemente en los
altares consagrados al guerrero. La mayoría de vuestros alumnos os retribuirán
tampoco con eterna gratitud las enseñanzas que les disteis. La gratitud es
sentimiento que sólo prende en almas de selección. Más vuestra labor ha de ser
tan grata de por sí—lo es cuando está alentada por una vocación—que no esperaréis
otra recompensa distinta de la que a diario recibís con el ejercicio mismo de
vuestra actividad. Por algo se ha dicho que la escuela es un templo y el
magisterio un sacerdocio.
Nuestro mundo de
hoy necesita una cura de reposo. Por desgracia, el ritmo acelerado de la vida
contemporánea, lejos de proporcionarnos tal sedante, nos obliga a adecuar
nuestro sistema nervioso a la necesidad de pensar y de vivir más de prisa. En
el momento presente todo marcha a gran velocidad y hemos de apartarnos a la
vida que nos impone ese nuevo paso si no queremos perecer. Pero en la escuela,
al menos, formemos un remanso de serenidad, y pongamos a tono nuestra acción
con el ritmo pausado que requiere el recogimiento espiritual”.
Marzo
16 de 1950
Nota. El subrayado del texto es mío.
José
Israel González Blanco
Colegio
Distrital Nuevo Horizonte. Bogotá.
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