domingo, 28 de septiembre de 2014

La niña que le quedó grande al traje de la Ley del matoneo.


La Ley: entre la realidad y el discurso sin compromiso. 


“La única buena enseñanza es la que se adelanta al desarrollo” Vigotsky

Desde la escuela se puede afirmar que a través de leyes no se mejora la situación escolar, entre otras razones, porque las leyes van atrás y la realidad adelante. Se legisla para el pasado así como se intenta educar para el pasado. “La realidad supera la ficción”, decía Carlos Fuentes. O, “la realidad supera la imaginación” en palabras de García Márquez. Las leyes son sedentarias mientras que la dinámica escolar es nómada. A los legisladores e incluso a “los técnicos del saber práctico” -como lo dijese Sartre - les falta mucha imaginación para aprehender la realidad. “Para ver la realidad se necesita mucha imaginación”, anotaba Rulfo. Lo que se percibe en Colombia es que la realidad escolar se está viendo sin imaginación, por los gobernantes, por algunos directivos docentes y por eso estamos como estamos.

Normatizar la vida – apuntaba André Vernot -es el intento absurdo de ponerle rejas a la existencia”. No se tiene noticia de que Montessori, Pestalozzi, Decroly, Rousseau, Comenio, Piaget, Freire, Illich, los Movimientos pedagógicos o algún pedagogo haya desarrollado y obtenido sus aportes bajo el paraguas de la legislación, más bien se alejaron de los parasoles y así lograron ver las estrellas y dibujarlas, con tino de pedagogía. Comprendieron que una relación pedagógica, mediada por las leyes, empobrece la existencia, por eso fueron tan ricos sus métodos y a cambio de alambrar a la escuela, rompieron las cercas de la Pedagogía tradicional, para abrazar la Pedagogía Activa y las Pedagogías Críticas, entre otras.

En este artículo, mediante el relato de "un acontecimiento pedagògico" -como lo conceptúa la guía No 49 del MEN-, llamo la atención, precisamente, sobre la inoperancia de las leyes en la disciplina positiva de la infancia y la adolescencia. Es duro decirlo, pero esas leyes parecen ser una burla. Son unos códigos creados fuera del pensamiento de la infancia, de la adolescencia y de investigadores afines al asunto, son más del dominio de los técnicos del Derecho que de los pedagogos. Ellos y ellas no han participado en su elaboración, de ahí que se imbrican a imagen y semejanza de los adultos, sobre todo de unos burócratas que están muy lejos de la realidad en que nacen, crecen, viven y mueren los niños, adolescentes, jóvenes y adultos. En otras palabras, son unas leyes incriminadas, contrarias al sentido de la existencia y al espíritu, verbi gracia, adversas al espíritu de la construcción de de los Manuales de Convivencia.    

Marysol: “entre la pila y el agua bendita”

Estar entre la pila y el agua bendita es hallarse en un alto estadio de vulnerabilidad, es estar muy cerca de los cables de una tensión tan alta que electrocuta. Marysol es una adolescente que hace parte de un hogar compuesto por 8  hermanitos, uno muerto por inanición. Ese hogar ha tenido dos maridos y una sola progenitora, muy análogo a Doña Flor, en la novela de Jorge Amado. Actualmente vive con el padrastro, un hombre dedicado a la rusa; entre tanto, el progenitor biológico ofrenda el tiempo a ganarse la vida en eso que alguna vez, los expertos denominaron “Economía Subterránea”. Los hermanitos de Marysol asisten, unos a la escuela de Macondo, otros a jardines comunitarios y dos permanecen en la casa, porque la suma de sus edades no alcanza a dos años.

Marysol no supera los 14 años, pero actúa con mayoría de edad, se vale de su propio entendimiento, parafraseando a Kant. Muy despierta, autónoma, bonita, amiga de las porras, jugadora de fútbol, tremendamente ágil en su pensamiento, poco le apetece el amasijo del plan de estudios y discrepa bastante de la metodología de los profesores, sobre todo de quienes actúan como funcionarios de la educación. Acude tarde al ritual de la escolarización, porque le gusta dormir “un poquito más y llegar cuando las clases ya han empezado, para aburrirme menos”. Es una lideresa inconmensurable, incontenible e irreductible. En los primeros años de enseñanza no condescendía que los profesoras le dijesen expresiones como: “mi amor”, “mi vida” y menos admitir que alguien le colocara la mano en el hombro, como gesto de afecto, eso era motivo de discordia; hoy, la actitud es distinta.


Marysol sabe cómo es “el maní” de la mariguana, “porque yo siempre he visto a mi mami y a los amigos vender…mi papi conoce las ollas del Centro y también se traba”. Cuentan que, en una ocasión, la policía fue a ese liceo macondiano a sensibilizar a los estudiantes acerca de la prevención en el consumo y distribución de sustancias psicoactivas. Los gendarmes conminaron a los estudiantes a denunciar, en la casa y en el colegio, las situaciones anómalas que percibieran, ante lo cual Marysol asintió: ¿Y ustedes qué hacen con la mariguana que cogen? Nosotros la entregamos a estupefacientes, anotó el policía. Marysol, en todo de burla, exhibiendo sus blancos dientes y torneando su escuálido cuerpo, les dijo: “¡queeee, ustedes se la venden a los ñeros y la otra se la fuman… no ve que yo los he visto…yo conozco la L y la calle del Brown y sé como es la marea…dejen de ser tan ficticios!”

Marysol también ha inhalado bóxer en la calle, en la casa, en el colegio y de paso ha involucrado a otras compañeras, sobre todo aquellas que permanecen solas en la casa –lugar aprovechado por las adolescentes-, porque sus padres están ocupados trabajando. Aprendió a inhalar al lado de las pandillas. De allí, el colegio, a través de una maestra de matemáticas, logró despojarla de las fauces de la delincuencia y sostenerla en el plantel. El haberla sorprendido in fraganti, en el baño de la institución, en uno de esos permisos que los estudiantes suelen arrancarles a los profesores, so pretexto de ir a hacer pis, la condujo a tomar la decisión de “volarse de la casa”, tal como nos sobrevino a muchos migrantes nativos, cuando se cometía alguna falta grave en la casa. Se huía por miedo al castigo severo, no había Debido Proceso, los Derechos de los adultos prevalecían sobre los deberes de los niños. El aprendizaje con sangre entraba.  

La fuga de Marysol.

La niña, en un ejercicio hipotético, toma la decisión de perderse de la casa dejando a la deriva a su progenie. No se quiere ir sola. Con su capacidad de convicción, como lideresa, persuade a otras dos niñas, organizan el éxodo, alistan el equipaje y un viernes amagan partir para el centro escolar, con su atuendo de rigor, a cumplir con el ritual de la escolarización y junto a sus libros encubren la ropa. Al ingresar, la profesora de disciplina se da cuenta del abultado morral de una de las niñas, la interroga acerca del contenido ante lo cual, con celeridad, Marysol aduce: “eso son los trajes para un baile que vamos a ensayar”. Logran traspasar el pedagógico retén con la argumentación expedita, finiquitan la jornada, se topan en el punto acordado, dejan que se ahuyenten los demás escuelantes, revisan los bolsillos de las sudaderas, aprontan lo del pasaje y encumbran hacia el centro de la otrora denominada Atenas Suramericana.       
         
Durante el trayecto, ingenian estrategias de sobrevivencia para impedir que la policía las sorprenda o que algún malandrín embista sus frágiles humanidades…Llegan al Voto Nacional, deambulan por las calles aledañas a la interfecta Plaza España, en busca de un “parcero”, amigo de Marysol, para que les guarde las bártulos.  Cruzan la calle del Brown, llegan a la L, pasan sigilosas frente a muchos policías y ante la infructuosa búsqueda del faltón “parcero”, se dirigen al histórico barrio de la Candelaria, paraje en el que Marysol vendió dulces con un hermanito durante varios domingos a los transeúntes de Monserrate. Según la versión, “una señora desconocida, vendedora de dulces, le dio mucho pesar y nos tuvo las maletas, nos dio galletas, por ahí como a las 6 de la tarde…ese fue el almuerzo con una bolsa de Kumis que llevamos del refrigerio”. La cadena de frío no importó, porque “no nos hizo daño o sino ¡que tal una soltura!”.

Confiadas en que “la vendedora de dulces” les cuidaba sus corotos, merodearon por inmediaciones de las estaciones de Transmilenio, contemplan el anochecer, disfrutan de los mimos de la 7ª y de su espacio peatonal, interactúan con niños Embera Katío...retornan a donde la vendedora dulces, le compran “unos paqueticos”, agradecen el cuidado de los menesteres y se despiden: La señora chévere –como la bautizaron después de la fuga –les llama la atención y les pregunta por sus padres. Las huidas se miran unas a otras, evidencian nerviosismo y una de ellas, la más estremecida le pide que le venda un minuto para llamar al hermanito. La señora accede, hace la marcación y le manifiesta al niño: “por aquí, por la séptima está su hermana y dos niñas más…me parecen que están juyidas…”. Aún no colgaba el celular la veterana mujer cuando las visitantes se alejaban de su lado, quedando una deuda pendiente para pagársela quien sabe cuándo.

Según Marysol, “la cucha, mientras dimos nuestra vuelta le avisó a la policía, porque después de que salimos corriendo los enfermos esos (se refiere a los policías) nos pararon y nos preguntaron que para dónde íbamos…Yo les dije que nuestros padres nos estaban esperando al píe de la biblioteca, que corríamos porque íbamos tarde del colegio y nos cascaban…que no nos retardaran”. De esta guisa, logran franquear el cerco de los servidores públicos y se reguarnecen en una de las iglesias del sector. Entre tanto, la madre de Marysol, quien se percató de la evasión, llamó al liceo macondiano y puso en conocimiento de la orientadora el escape de la heredera. De inmediato, la docente echó mano de la normas para tipificar la situación (I, II, III), consultó el Manual de Convivencia para precisar la activación de la Ruta de Atención Integral para la Convivencia Escolar, con el agravante que el manual versa del 2012 y allí todavía no ha llegado la Ley 1620 ni el decreto 1965 de 2013 y menos la guía pedagógica No 49 del MEN, entre otros motivos, porque la Secretaría de Educación de Bogotá, no hizo la gestión con el ministerio del ramo, para que cada colegio recibiera un ejemplar así como el resto del país, y así poder orientar mejor los protocolos a seguir.    

La mentada madre “hizo gente”, impelió la búsqueda informándole a la policía, para advertir la salida de las adolescentes de la ciudad. Llamó ofuscada a las madres de las otras menores y las culpabilizó de la partida de su hija, porque eran ellas las promotoras de la emigración. Entre tanto, el padre arrancó presuroso hacia el territorio donde tiene asidero la Economía Subterránea, huelga decir, a las ollas conocidas y frecuentadas por él. Las otras madres entran en angustia, no saben qué hacer, llaman a los familiares, visitan al CAI, recorren la urbe buscándolas en bares y burdeles. La liberación de dopamina fue sustituida por el corticol, por eso el insomnio acompañó a los predecesores hasta las primeras horas del día siguiente, luego de saber que las primogénitas estaban en un hogar de paso.

La praxis de la Ley de matoneo
   
Con la alborada citadina llega la esperanza del reencuentro, esta vez en una esfera distante a la acostumbrada. Las menores son trasladadas del albergue, en el que pasaron la noche, al centro zonal del ICBF, por la policía de Infancia y Adolescencia. No olvidarán las perecederas trotamundos que, en el lugar en el que pernoctaron, dormitaron muy poco, que las impactó la presencia de otras adolescentes consumidoras de psicoactivos, transgresoras e infractoras de las leyes, con opciones sexuales diversas y agresivas. Antes del medio día el encuentro de los padres y las niñas ya era un hecho, por fin las familias se juntan con las hijas en un escenario desfavorable: las autoridades de Familia. Unos y otros animaron los protocolos y dentro de ellos los compromisos, uno de ellos practicarles a las aventureras el examen de toxicología, para afirmar o para descartar el consumo de sustancias que alteran la conciencia.

Los padres de familia, aburridos en las oficinas del instituto, cansados del trajín de la noche, agotados sicológicamente, con ele estómago chirriando del hambre y disgustados por dejar de lado sus labores “por culpa de las ocurrencias de estas vergajas”, no dudaron en decirle al defensor, al unísono, que cumplirían a cabalidad con los compromisos, pero que los despacharan rápido. Los progenitores de Pilar y de Aframabel efectuaron lo acordado y hoy las niñas están en el liceo macondiano juiciosas, culminando el año escolar; no obstante, la madre de Marysol, pese al transcurso de más de tres meses, no ha formalizado lo concertado en el ICBF, “porque no he tenido los 80 mil pesos que vale el examen”, según los informes de la coordinadora. No se tiene noticia alguna del seguimiento al caso por parte del instituto.

Marysol y las otras niñas aman a su colegio; expresión de ello es el reintegro inmediato a la semana siguiente. “ni hallaban la hora por volver a encontrarse con sus amigas”. Para Merysol fue un retorno muy feliz. Acudiendo a El Principito se podría condensar: “cuando volví a mi país (colegio) los compañeros que me vieron se sintieron muy contentos de volver a verme viva. Yo me sentía triste, pero les decía: es el cansancio” .Pero la felicidad se ve interrumpida una mañana fría de agosto, cuando la directora de grupo se percata de que la niña, cuyo nombre honra al agua y al fuego, se descubre exánime en el aula, duerme sobre el pupitre, no habla pero si lenguajea –como diría Maturana -con agresión relacional ante los compañeros y con los profesores. Ipso facto, la maestra previene a la orientadora y en junta llaman al 123, donde toman los datos sobre un presunto efecto de SPA. Transcurren los minutos, los niños del curso se inquietan, la madre de Marysol no contesta, del padre no tienen datos, el rector no está, la coordinadora atiende otras urgencias convivenciales, los demás profesores están en sus aulas… ingresa la policía del CAI a indagar sobre los hechos de consumo, se les notifica que no se requiere la fuerza pública sino la Policía de Infancia y  apoyo médico…los agentes se marchan, los niños, que el año pasado eran como los de El Terror de 6B, están intranquilos en el salón, no bromean ni se ríen, como Hernández Sergio en la obra de Yolanda Reyes.    

Distan dos amargas horas para que llegue una ambulancia con su equipo. El caso no era de accidente. En Colombia, las urgencias que se atienden son las que vierten sangre, pareciera que el estrés, la depresión, la esquizofrenia, el dolor y los trastornos mentales, como no derraman sangre no son urgencias. Bueno, llegó la ambulancia, ingresan al colegio. Como no hay un lugar de enfermería ubicaron a Marysol en la oficina de orientación escolar, la examinaron, la mamá por fin llegó, los niños desfilaban cautelosos percibiendo los hechos, el médico registró el diagnóstico, verificó que efectivamente había una situación de consumo de mariguana. La mamá reiteró que no había podido acceder a la prueba de toxicología. El galeno la notifica de la necesidad de llevar a la niña al hospital…la cual la madre expresa su desacuerdo y desiste de la sugerencia. Fueron alrededor de 5 horas invertidas para “seguir en lo mismo”, aseveró un profesor.

Luego de ese trastorno convivencial, la coordinadora notifica a la madre de la necesidad de llevarse a Marysol para la casa, porque no está en condiciones ni fisiológicas ni emocionales de permanecer en el plantel, La progenitora persuade a Marysol, la impele, pero la chica se rancha en que se queda hasta terminar la jornada… “Ya me tiene ganada, profe, miren haber que hacen con ella, yo me voy porque tengo una niña de 6 meses solita en la casa… Hasta luego”.    

La escuela como zona de desarrollo próximo.

Del relato puede colegirse: una alumna abandona la familia por miedo a las agresiones físicas, sicológicas, emocionales y relacionales, que le podría acarrear su permanencia en el hogar. La policía del centro de la ciudad pasa impávida por varias horas la presencia de unas niñas que transportan un morral “sospechoso”, no tan común en los escolares. Las familias acuden a la recepción de las niñas esquivando sanciones de la Ley de Infancia y Adolescencia. El ICBF las entrega confiando en que los compromisos se consumarán. La madre de Marysol, aún no ha cumplido con el examen de toxicología para iniciar un tratamiento de desintoxicación. La familia de Marysol no ha recibido la atención del ICBF, para abordar ese alto grado de vulnerabilidad en que se hallan varios infantes; la Secretaría de Educación, a través de su programa estrella: Respuesta inmediata de Orientación (RIO) apenas llega a verificar datos, a pedir cuentas y se marchan en su automotor. Y los maestros, unos asistiendo a postgrados y a capacitaciones que muy poco o nada les aportan para sortear situaciones como las enunciadas; otros, a motu propio, accediendo al conocimiento y a las estrategias para afrontar eventos como el de Marysol. Y no faltarán quienes siguen en la zona de confort. ¡De todo hay en la viña del rector!  

La escuela pública, con errores, con aciertos, con el palo que a diario le dan los medios de comunicación y los gobernantes, con la presión de la familia, con el vilipendio permanente de la sociedad, pero con ética, con coraje y, por encima de las circunstancias que sean, es la única institución que le está haciendo frente al flagelo de la violencia multicausal, al consumo de sustancias psicoactivas, al azote de la violencia intrafamiliar, al látigo de la desprotección de la infancia y de la adolescencia, al rebenque del suicidio, al creciente aumento de embarazos en las adolescentes, a la fusta desesperanzadora de los educandos y a los efectos del desplazamiento, por la vía del conflicto armado y de la delincuencia común. Eso vale mucho más que ocupar los primeros puestos en unas pruebas Saber, Pisa, Timss y es más loable que aprobar un año escolar, vale más que ser cazadores de dragones. 

No hay duda, que del 100% del magisterio hay un reducido porcentaje de colegas que están en la zona de confort y que se ganan la vida como funcionarios de la educación dictando Física, Matemáticas, Ciencias Sociales, ética y todas las áreas obligatorias y fundamentales, pero también es verdad que el mayor porcentaje de las maestras y maestros realizamos nuestra acción pedagógica con vocación, con criterios y con honradez, pagando un alto costo con nuestra salud mental, emocional y fisiológica. No en vano 30 de cada 100 educadores del sector público padecen el Síndrome de Agotamiento Profesional y cerca del 51% presentan problemas de despersonalización, siendo los orientadores la franja gremial más afectada.

Esos educadores que no estamos en la zona de confort, que no trabajamos como funcionarios de la escuela pública enseñando las áreas obligatorias y fundamentales, esas maestras y esos maestros que realizamos nuestra acción pedagógica con vocación, con criterios, con honradez, con amor –volviendo a Maturana- y que no escatimamos esfuerzos para apoyar a los niños y niñas, no como tías sino como pedagogas y pedagogas, pagando un alto costo con nuestra salud mental, emocional y fisiológica. Esas personas que se ignoran, - como escribió Borges- son las que están salvando al mundo”, salvaguardando la vida de muchos niños y niñas. Esos maestros y esa escuela pública, se sitúan en lo que Vigotsky designó Zona de Desarrollo Próximo.

La Zona de Desarrollo Potencial, que en el caso de Marysol y de miles -"un pétalo de una flor no aparece solo sino formando parte de un árbol florido", como lo acota Fa-Tsang -de niños con derechos sin restablecer, estaría en las instituciones encargadas de velar por la infancia y la adolescencia, por medio de la corresponsabilidad, por ejemplo. La corresponsabilidad no se ha hecho efectiva ni con la Ley de Infancia y Adolescencia ni con la Ley 1620 y su Decreto 1965 de 2013, tal como se lee en sus contenidos. La situación de  Mariysol no puede ser más evidente, la policía viene, mira, pregunta y se va; los profesionales de la salud ingresan, intervienen, preguntan y se van; los miembros de la familia vienen contestan, se sienten impotentes ante la prole y se van. Los estudiantes, las pedagogas y pedagogos nos quedamos para arreglárnoslas como podemos y sabemos. Estas maestras y estos maestros, como en Las Cenizas de Ángela, seguimos siendo parteros de ilusiones, mientras que la violencia sigue siendo la partera de la historia como afirmó Carlos Marx.      

Algunas fuentes bibliográficas consultadas.


BARBERO, Jesús Martín (1996). Heredando el Futuro. Pensar la Educación desde la Comunicación. Santa Fe de Bogotá: Revista NOMADAS N° 5, septiembre, 10-22

DE SAINT-EXUPÉRY, Antoine. El Principito. Madrid España. Sf.

FREIRE, Paulo (1971). Educación como práctica de la libertad. Méxic : Siglo XXI Editores

GARCÍA MÁRQUEZ , Gabriel. (1995) Colombia al filo de la oportunidad. En: Educación para el desarrollo. Informes de Comisionados I. Misión Ciencia Educación y Desarrollo, t.1 y 2. Santafé de Bogotá.

 MATURANA, Humberto y VARELA F. (1990). El árbol del conocimiento. Madrid: Ediciones debate. “La democracia es una obra de arte. Santafé de Bogotá: Cooperativa Editorial Magisterio, s.f.
TOMASEVSKI, Katerina (2004). El Derecho a la Educación en Colombia. En: Revista Educación y Cultura N° 65. Bogotá DC, Junio ,  p. 40
TORRES OSPINA, GONZÁLEZ BLANCO, José  y otros (2009) Salud Mental Cooperativismo y Educación. Bogotá, editorial Códice.
UNICEF (1991). Menores en circunstancias especialmente difíciles. Santiago de Chile.




José Israel González Blanco
Maestro-Trabajador social.
Colegio Distrital Nuevo Horizonte, Bogotá, Colombia


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