En varios eventos del paro flameó el atavío de un monje, llamando la
atención acerca de la importancia de usar más la creatividad, en situaciones
tan tensas como la acaecida en el magisterio colombiano. Es el traje de un beato,
que en el imaginario humano interpela la ilusión. Freud,
cuando hablaba de la religión se refería al porvenir de una ilusión: una
ilusión es algo que se mueve de verdad, que conserva la distancia, pero que uno
sigue en pro de ella creyendo que la puede alcanzar. En esta lógica el paro fue
una ilusión, por eso hoy hay muchos colegas desilusionados, la ilusión es humana y si uno no se
ilusiona, pues no tiene de que desilusionarse.
Pero
si no nos gusta la idea de la ilusión, veámosla como utopía. Y aquí evoco a
Eduardo Galeano, para quien, la utopía está en el horizonte. Si camino dos pasos,
ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Acudiendo
a la sabiduría China: “un viaje de mil millas comienza con un paso”. El paro
fue un viaje en el que quisimos avanzar 28 pasos, pero solo alcanzamos 10, 11 o
12, nos quedan más de 16 pasos por abrazar, en el corto plazo. El reto es cómo lo vamos a seguir haciendo,
porque este viaje comenzó hace decenios y, en la historia, el magisterio ha
demostrado tener con qué, con quienes y para qué, nos restaría mejorar el cómo.
Luego de esta somera introducción voy a provocar la reflexión sobre la
base de los siguientes asuntos:
1. El traje del monje invoca, además de la ilusión, el recuerdo de
quienes han terminado su periplo en el magisterio; es decir, de miles de
maestros y maestras que dieron los primeros pasos de este viaje de lucha y que
hoy no están, pero que merecen la gratitud y reconocimiento de sus
ascendientes, porque murieron convencidos de que ese patrimonio de lucha y esos
bienes axiológicos, cosechados, reverdecerán en inviernos y veranos. De ahí que,
actos como el daño en las instalaciones de Fecode, el maltrato a la organización
sindical -forjada con sangre, sudor, muerte, lagrimas hambre y esperanza- invitando
a la desafiliación y al aniquilamiento, haciendo eco de pretensiones como las
de Alberto Alesina, de romperle el espinazo a la Fecode, como
condición para una profundización de la política neoliberal-neoinstitucional
(Estrada, 2002), sean la manera torpe de acabar con el pez que sobrevive en
este convulsionado océano, quitándole el agua limpia que lo sostiene.
De paso, déjenme decirles que en este paro, a diferencia de otros paros, donde
la fauna sicopática nacional ha hecho de las suyas, se levanta sin reporte de
educadores muertos por efecto de la lucha, sin maestros ni estudiantes
detenidos ni judicializados, sin heridos, sin descuentos, incluso sin el hipotético
arresto al presidente de Fecode, por el posible desacato de alguna de las
tutelas incoadas, en el evento en que hubiese progresado. Eso es meritorio en
el balance de este paro. De lo contrario: ¿Cuál hubiese sido la actitud de
muchos educadores al escuchar, por los medios o de los labios de la dirigencia sindical, que el paro era declarado ilegal? ¿Qué reclamaciones se
le hubiesen imputado a la comisión negociadora? ¿El magisterio se mantendría con la
misma firmeza? ¿El magisterio arreciaría la actitud de lucha u optaría por
evitar sanciones e irse a trabajar, como una minoría intentaba hacerlo por cansancio, por miedo y por desgaste?
2. El magisterio respondió con contundencia, serenidad y coraje. Los
marinos afortunados de oír el canto de las sirenas fueron el Comité Ejecutivo
de Fecode, los sindicatos regionales, las centrales obreras, los medios de comunicación, la comunidad educativa y la sociedad en
su conjunto. No obstante, el canto se escribió más en el pentagrama de las
emociones y en la postura de algunas consignas, que en claves de conciencia
política y de clase social del magisterio. De ahí, que otra de las enseñanza que
deja el paro, a las bases y a su dirección, es la importancia de elevar la
conciencia política del magisterio como clase, bruñir la inteligencia emocional
y profundizar en el uso y comprensión del lenguaje hablado, escrito y sobre
todo el lenguaje de los símbolos, para remar mejor el barco y así llevar a la
beligerancia al paraíso de la Atlántida; es decir, a conquistar más y mejores
reivindicaciones. El magisterio, a cambio de atar a su dirigencia, como le
ocurrió a Ulises, confió y sigue confiando en la organización sindical, así
haya que relevar a uno o varios de sus capitanes, dentro de las reglas de
navegación establecidas o las que se incorporen en la carta de navegación, huelga decir, en los
estatutos.
3. El saber es poder, pero “el
poder depende de la clase de saber que tenga”, se lee en Las enseñanzas de don Juan (Castaneda, 1999). El paro dejó en
evidencia un tufillo de ignorancia en la dirección nacional y distrital. En
términos de la Odisea, refiere al olvido del lugar, de la Ítaca natal de
Ulises; parafraseando a Estanislao Zuleta (1997), no en la ausencia o carencia, sino por el contrario, en “un estado en el que nos
sentimos pletóricos de opiniones en lo que por lo demás tenemos una confianza
desmesurada". Hay que desconfiar de lo que creemos que saben la dirección y de lo que suponemos que sabemos nosotros. “Lo saben todo pero
es lo único que saben”, apuntaría Wilde. Desgastar a las bases, por ejemplo, en la consecusión de miles de firmas, para cambiar a la ministra, es un esfuerzo inútil, miope políticamente hablando, desgastante y equívoco, porque el quid del conflcito no es de personas sino de una política económica, encarnada en las politicas educativas, que que inciden adversamente en la formación de personas pensantes. Esas son las políticas que deben combatirse. "La fiebre no está en las sábana", reza el refrán popular. Las directivas se han equivocado, continúan equivicándose, porque no consultan los saberes y sentires de sus asociados.
Ahora bien, cuando la ministra se lleva al presidente de Fecode a conversar, por
aparte, el mensaje que le envío a las bases del magisterio, a través de ese
lenguaje, fue de desconfianza, porque en
el inconsciente nuestro está ese aprendizaje, ofrendado por una sociedad tramposa.
En ese sentido, hay que hacer el ejercicio biblioterapeútico de acudir a la
semiótica, para comprender el valor de los símbolos en la interacción humana.
Igualmente, el mensaje enviado por otro directivo de la Federación, quien dialoga
a solas con la ministra y explicita, con un apretado abrazo, el final de la
negociación. No escapa a esta lectura el procurador: ¿Es reconocimiento de la
justeza de nuestras reclamaciones o, desde la ideología y desde las emociones,
hay un asunto de fondo contra la ministra por su opción sexual? No puede quedar
por fuera de esta reflexión la autocritica que deben hacer las personas que
ingresaron a la sede de Fecode, a destruir un bien que es patrimonio real y simbólico de miles de maestros
y que nos ha costado sudor, lágrimas, sangre y dinero.
Los maestros no podemos relegar nuestro rol, no podemos olvidar que la
mejor pedagogía es la del ejemplo, como lo sostiene William Ospina en La Franja Amarilla, y que en ese ejemplo, no puede ser la
humillación pública, ni el maltrato a nuestros mismos compañeros, tampoco la
ira incontenida, ni el el odio somatizado, ni el desprecio manifiesto en gritos, empujones, ni el robo, ni el daño
de los bienes de la sede de Fecode, ni la quema, dentro de un colegio público, de decenas del acuerdo impreso, porque esos actos vandálicos, “menores” y
aislados que se quieren pasar por alto, no son más síntomas de síndromes mentales. estos actos, además de desdibujar la lucha loable que
hicimos “como hermanos”, ratifica el alto índice de trastornos mentales del
magisterio. ¡No es posible que sujetos que dicen ser maestros, integren la fauna
sociopática nacional, que tanto criticamos!
A estos actos y a los de ser abusivo, mala paga, manipulador, avivato, conductor borracho, entre otros, el magisterio no puede dejarse llevar, por la ausencia de inteligencia emocional. No podemos retroceder a esos “estadios iniciales, donde no existe la humanidad sino el Yo que busca ansiosamente satisfacerse”, como lo precisó Bertrand Russel. También le compete a cada maestro reflexionar sobre sus actos, respondiendo a la pregunta: ¿Qué hace el maestro y/o el directivo docente cuando uno o varios de sus estuiantes acometen actos como el daño a bienes públicos o privados y cuando sustrae pertenencias de otros? ¿Qué actitud asume en el evento en que un estudiante o un padre de familia lo encara iracundo y con groserías? ¿Cómo califica esas conductas? ¿Acude a la sanción pedagógica y/o legal? ¿Censura los actos? ¿Es indiferente?
A estos actos y a los de ser abusivo, mala paga, manipulador, avivato, conductor borracho, entre otros, el magisterio no puede dejarse llevar, por la ausencia de inteligencia emocional. No podemos retroceder a esos “estadios iniciales, donde no existe la humanidad sino el Yo que busca ansiosamente satisfacerse”, como lo precisó Bertrand Russel. También le compete a cada maestro reflexionar sobre sus actos, respondiendo a la pregunta: ¿Qué hace el maestro y/o el directivo docente cuando uno o varios de sus estuiantes acometen actos como el daño a bienes públicos o privados y cuando sustrae pertenencias de otros? ¿Qué actitud asume en el evento en que un estudiante o un padre de familia lo encara iracundo y con groserías? ¿Cómo califica esas conductas? ¿Acude a la sanción pedagógica y/o legal? ¿Censura los actos? ¿Es indiferente?
4. La táctica y la estrategia de lucha también se vieron ignoradas en
el paro, por parte de la dirigencia. “La memoria, para funcionar bien, necesita
de un incesante ejercicio”, acota Milán Kundera ( 2000)), en su libro: La ignorancia. La dinamización de las
carpas pedagógicas, por citar un ejemplo, pudo tener una mejor organización.
Muchos maestros estuvimos pendientes de cómo sería nuestra participación en ese
proceso y nos quedamos esperando. Para próximas oportunidades es importante
tener en cuenta la importancia de conformar brigadas de salud, comandos de
seguridad, equipos humanos de comunicación, Comisiones de Derechos Humanos en
los que estén representantes del ministerio público, entre otros componentes. Igualmente,
hay que instruir a las nuevas generaciones del magisterio, acerca de las
mínimas medidas de seguridad que debe saber y aplicar en sus
desplazamientos.
5. “Es el maestro el que tiene el deber y la posibilidad de salvar la
sociedad”, se lee, en la Carta al maestro
desconocido. (Ospina, 2013). Con nuestra lucha logramos que en el Plan
Nacional de Desarrollo se incluyera un artículo que garantice más recursos para
la educación pública. Es nuestra carta de presentación en los colegios, cuando
nuestros estudiantes y padres de familia nos pregunten: ¿Cómo le fue profe?
¿Ganaron o perdieron? ¡Ganamos! debe ser la respuesta y a renglón seguido
aducir por qué. Lo propio hay que hacer con los padres de familia. En este papel
del docente hay que decir, que muchos rectores y coordinadores asumieron su
compromiso como docentes directivos y no como directivos docentes, subrayo
docente directivo. Nos corresponde a unos y a otros celebrar y sostener ese
paso de la Zona de Desarrollo Próximo, es decir, de directivo docente, a la Zona de
Desarrollo Potencial, léase docente directivo, evocando a Vygotsky.
6. Acera de la cacareada calidad y de la evaluación. El pregón común fue
el de la ministra abogando por la aplicación de las pruebas Pisa, con el
sonsonete del mejoramiento de la calidad. Acerca de este aspecto se puede
aducir, que nos han cooptado el término y le han tergiversado su sentido, tal
como viene ocurriendo con la transgenización de las semillas. Basta con leer a
Freire para comprender, que cuando El habló de la educación advirtió que no es
cualquier educación, inmersa en ella estaba la calidad. Calidad es un concepto
forjado en la educación popular y en el movimiento pedagógico. Hoy se ha
deformado tanto, que se mueven entre unas trampas: simplificación, distorsión,
confusión, todo reducido al perverso concepto de rendimiento. En esa lógica debe verse la evaluación, en términos de emancipación,
del ejercicio de la libertad.
La evaluación diagnóstico-formativa, inmersa en el acuerdo, nos convoca a
estudiar, desde la pedagogía, sobre todo la Pedagogía Crítica, qué es la
evaluación y qué es la calidad. Convoca este modo de evaluación también, al
trabajo mancomunado entre nosotros los maestros con los estudiantes y padres de familia, a lograr que ese compañero
novel, que aspira a su ascenso, cuente con el concurso de todos. Hagamos
entonces convites didácticos y pedagógicos, siendo el primero la realización o
actualización del diagnóstico institucional, en el que se evidencien las
características de nuestros sujetos de aprendizaje, la constitución de su
familia, las condiciones de salud, pobreza, vivienda, alimentación, afecto,
emocionalidad, capital social y cultural en que transcurre su existencia. Lo
mismo que las condiciones en que se hallan los Ambientes Básicos y
Complementarios de Aprendizaje, contenidos en la Norma Técnica Nacional 4595 avalada por el MEN, de tal manera que los evaluadores de las
Facultades de Educación, el MEN y Fecode, contextualicen la evaluación del
aspirante al ascenso. Acá, los orientadores y orientadores, quienes hemos
jugado un papel activo en el paro, podemos aportar bastante en estos procesos. La
revista No 61 de Educación y Cultura contiene una amplia reflexión del profesor
José Granés y de Guillermo Bustamante, que vale la pena consultar; igualmente, los aportes de Libia Estela Niño, Alfonso Tamayo, Alberto Martínez B, Alejandro
Álvarez, Carlos Augusto Hernández, Marco raúl Mejía, Fabio Jurado, entre otros.
7. Y, aunque no es asunto del paro, aunque las demandas del paro hacen parte del conflicto social colombiano, permítanme, ponerle el cerrojo a
esta reflexión preguntándole a dirección de Fecode de la ADE, por la postura gremial en el llamado posconflicto. Sostengo que si en
Colombia queremos afianzar una cultura de la paz y de la positivización de los
Derechos Humanos, la escuela es la que puede alimentar esa semilla generacional. No se nos
puede olvidar, que son más de mil maestros asesinados, en el último cuarto de
siglo, y miles de desplazados. La pregunta también interpela las actitudes
descritas, en cuanto a los actos de agresividaad, porque si los ánimos se
calientan y no se actúa con inteligencia emocional sino que se deja verter el
cortisol por el sistema nervioso, la violencia continúa. En esta perspectiva,
le corresponde a la dirigencia sindical coadyuvar con la consecución de
programas de salud mental y ocupacional, para desencadenar endorfinas, serotonina y dopamina, de ahí lo valioso del fortalecimiento
económico a los juegos deportivos, como reivindicación en la negociación del
acuerdo.
Para finalizar, acudamos nuevamente a
Las enseñanzas de Don Juan, para recordar que cuando Don Juan le preguntó
al sembrador, por qué no sacaba la planta con la pala, el granjero le respondió
que con la garlancha podía cortar y dañar la planta, que lo mejor era conseguir
un palo del mismo sitio, para que así, en caso de pegarle a la raíz, el daño no
fuese tanto como el causado por la pala o por otro objeto extraño al material
de la planta. Otra enseñanza, para todos, sería que quienes quieren darle con la pala a las organizaciones
sindicales, bien sea por la raíz, al tronco a al follaje, no lo hagan, porque le causan daño al gremio y beneficia a quienes nos explotan y nos oprimen. Las organizaciones
sindicales son arbustos que no pueden se pueden extractar de su piso con
herramientas ajenas a su naturaleza. Si se le quiere dar pala a Fecode, más
bien recurra al palo, pero con el leño del argumento, con la corteza del
respeto y con el filo de la esperanza. Reitero, ¡Maestra, Maestro: no le quite el agua al pez, porque lo mata y quien disfrutará de ese opiparo manjar será ese 10% de colombianos dueños del 90% de la riqueza de Macondo!
Algunas
fuentes bibliográficas
CASTANEDA, Carlos (1999) Las enseñanzas
de don Juan, México, FCE
CLIMENT E. Carlos (2015) La locura
lúcida. Antisociales, narcisistas, y borderline. Bogotá DC. Panamericana.
ESTRADA ALVAREZ, Jairo (2002) Revista
Educación y cultura No 61.
KUNDERA, Milán (2000) La ignorancia,
Barcelona, Tusquets.
OSPINA William (2013) La lámpara
maravillosa, Bogotá DC, Mondadori.
ZULETA, Estanislao( 1997) Conversaciones,
FEZ.
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