domingo, 26 de abril de 2015

La unidad del magisterio colombiano, logro de calidad.


Del Indicador Sintético de Calidad, al Indicador de Unidad del Magisterio.   

La jornada sobre el Día E traía, entre otros mensajes, una analogía sobre el fútbol, en la que se lee: “Todos estamos convocados a jugarnos el partido más importante de Colombia.” La Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación salió a la cancha, pero no a jugar el partido forzado por el MEN, sino a conversar con los hinchas de la educación pública, acerca del dubitable Indicador Sintético de Calidad y a reafirmar el color de la grama natural del estadio. 

 Un mes después del malogrado e improvisado certamen, FECODE convoca a sus bases a jugar otro importante partido por la defensa de la educación pública y por el pago del rezago salarial, cuyo estimativo supera el 28%. La cancha se llena de jugadores muy experimentados, fogueados en varios campos, en distintas épocas y en disímiles circunstancias. 

Los espectadores, conocedores del coraje y de la templanza de un quipo que tiene claro, –como lo enseñó Lao-Tsé-, que “un viaje de mil millas empieza con un paso”, y que ese paso comenzó hace muchos decenios con fatigas, historias, hambre, sangre, vilipendios, detenciones, amenazas, muerte y destierro, lo apoyan, porque saben que los resultados del partido favorecen, no solo al equipo sino a toda la hinchada, huelga decir, a la comunidad educativa y a quienes padecemos la desigualdad social impuesta por le capitalismo salvaje y tardío, encarnada en los gobernantes de turno. 

 El técnico del equipo contrario, aquel que impuso el partido en el Día E, a diferencia de los técnicos que conocen de fútbol, no ha hecho más que hablar mal del Pekerman, es decir de los maestros, creyendo que así ganará el partido. “La creencia es una negación de la verdad”, afirmaba Krishnamurti. Ignora la ministra que cuando Gina habla mal de María, más desdice de Gina que de María. Recusa que el buen técnico elogia al equipo adversario, no lo niega, ni lo subestima, al contrario lo reconoce como buen competidor.  

Los patrocinadores del equipo contrario al equipo del magisterio, se han dado cuenta de las falencias de su técnico y de la potencia de Fecode; por eso, hasta ahora no lo han desconocido sino que han manifestado que Fecode no quiere jugar, lo concitan a jugar, aducen que la cancha está abierta incluso el masajista o ministro de trabajo dijo que no nos van a castigar, aunque la directora técnica del equipo, protegida por los Santos terrenales, insiste en aplicar la pedagogía tradicional, no obstante el intento de copiar modelos educativos como el de Finlandia, Singapur y Corea, donde hace décadas dejaron atrás ese modelo. Ese es un Indicador real del síndrome de esquizofrenia social. 

Con respecto a los primeros minutos que han transcurrido del partido se puede colegir, que el equipo Ministerio tiene una dirección que adolece de madurez, conocimiento y altura en la confrontación y que, por los medios de comunicación, ha intentado desprestigiar al equipo contraatacante, así se raje públicamente en las entrevistas. En palabras de Eduardo Galeano, sigue imponiendo “la cultura del terror”, como en el SENA y con los estudiantes, porque prohibe decir lo que se piensa, prohibe hacer lo que se siente, humilla públicamente, amenaza con descuentos, insulta, dice mentiras y fomenta la cultura del miedo. Para la técnica del equipo contrario a FECODE, “la justicia es como la serpiente, sólo muerde a los descalzos” 

 Jugamos con calidad, pero no la que Usted quiere que practiquemos, ministra. Como pedagogos, nos interesa el proceso, el contexto, el desarrrollo del pensamiento y la personalidad de los niños y niñas, más que los resultados y menos si son para hacer escarnio público. Trampas como la abusiva simplificación del concepto de calidad, equiparándolo con el rendimiento o la productividad y evaluando con “un tipo de pruebas escasamente significativas de las tareas intelectuales más ricas” como comprender, analizar, comparar, opinar, crear, sentir, ser y pensar, no son de nuestro apetito.

Otra trampa es la confusión, consistente en distorcionar las condiciones que posibilitan la calidad con la calidad misma. Verbi gracia, los Ambientes Básicos y Complementarios de Aprendizaje, la relación alumnos-docente, los medios tecnológicos y didácticos, la caracterización familiar y social de los educandos, lo mismo que el estado de salud física, mental y emocional de ellos y de los maestros, la situación laboral y salarial de estos últimos, son, entre otras, condiciones que, en el caso de la educación pública, no están a la altura de las exigencias de los ideales del colonialismo neoliberal. ¡Pidiéndole peras al olmo!

La Distorsión, es otra trampa que deja al margen de la calidad elementos sustanciales a su definición, particularmente, los que tienen que ver con la ética y con los juicios éticos, es decir, los valores subordiandos al hegemónico rendimiento. En el partido que estamos jugando y en los que hemos enfrentado no le jugamos a estas trampas, porque el concepto de calidad ha nacido en el seno de la pedagogía crìtica, en el marco de una educación problematizadora, emancipadora, como Derecho. 

El discurso de la calidad, en palabras de Victoria Camps, "es propio de las sociedades desarrolladas, que no tienen que preocuparse por tener lo básico imprescindible, sino porque lo necesario sea mejorable".  Que el aire sea puro, que los productos alimenticios no tengan caduca la fecha de vencimiento, que el agua sea potable y que no haya tantos alumnos en un salón de clase, como en los países europeos y en Estados Unidos, son ejemplos ilustrativos para preguntarnos si en el tercer país más desigual e inequitativo del mundo es posible la calidad que exige la OCDE. ¡Su discurso de calidad, ministra Parody y presidente Santos, en esa racionalidad, es un discurso sin compromiso! 

La trampa de la simpliifcación, la trampa de la confusión y la trampa de la distorsión determinan la evaluaución impuesta por el MEN, de ahí que el magisterio se niegue a la manera y al sentido como se hace y se insiste en evaluar, tanto a estudiantes como a maestros, porque esa acción, así expuesta, clasifica, excluye, castiga, está fuera del contexto macondiano y es antiética. 

José Israel González B.
Bogotá DC, abril 26 de 2015.     


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