sábado, 4 de abril de 2015

Desobediencia civil, obediencia gremial


Del Deber de la desobediencia Civil

“No me niego a pagar los impuestos por ninguna razón en concreto; simplemente deseo negarle mi lealtad al Estado, retirarme y mantenerme al margen…pero me interesaría conocer las consecuencias que tendría mi lealtad” H.D. Thoreau.

El Comité Ejecutivo de Fecode, a través de la circular No 11, del 20 de marzo del año en curso, convocó a los trabajadores de la educación colombiana a: “enarbolar una campaña nacional de Desobediencia Civil”, ante las arbitrarias decisiones que viene acometiendo el gobierno de La Prosperidad Democrática, con la escolaridad y todo lo conexo con ella. Loable la medida de los directivos de la Federación y de sus sindicatos filiales, que nuevamente acuden a esta acción de rebeldía; no obstante, vale la pena acotar una reflexión sobre el particular, en pro de la cualificación de la organización magisterial y de la sostenibilidad del concepto.

El sentido nato de la Desobediencia Civil

Sobre el Deber de la Desobediencia Civil fue un discurso pronunciado en el año 1848, por Henry David Thoreau y editado, como ensayo, en 1849, por la revista Aesthetic Papers. Es la deliberación acerca de la experiencia de uno de los cinco hombres más significativos de Estados Unidos, junto a Whitman, el poeta maldito y a Emerson. En la literatura también se divulgó como: “Resistencia al Gobierno”, “Los derechos y deberes del individuo con respecto al gobierno”.

El contenido tiene como trasfondo la Guerra de México (1846-1848) y está precedido por otro elaboración: “Vida sin principios”, que es la radiografía de los Estados Unidos de mediados del siglo XIX. Está también “La esclavitud en Massachusetts”, la “Apología del capitán John Brown” y la Ley de Esclavos Fugitivos en la que se endurecían las medidas de fuerza, para que los negros evadidos y refugiados, en estados libres, fueran devueltos a sus “legítimos” propietarios.

El “aristócrata del espíritu” como lo denominó Henry Miller, apoyado en las concepciones de Lawrence, se indigna ante la prepotencia, la agresividad y la marrullería de la nación norteamericana contra el país vecino y denuncia el ataque a México, critica los procedimientos, desvela los trucos y va a la cárcel, pero se pasa seis años sin pagar los impuestos, que alimentan esa política gubernamental del jingoísmo, con la que él no estaba de acuerdo y por eso protesta.

Anterior a: Sobre el Deber de la Desobediencia Civil, Thoreau consumó dos actos de desobediencia. El primero, cambiar su nombre, al egresar de Harvard, sin acudir a un nuevo registro civil, sin protocolizar nada y sin atender asuntos legales. Ya no le llamaran David Henry sino Henry David, irreverencia reprochada por los vecinos de Concord. El segundo, fue negarse a pagar sumas de dinero para mantener al clérigo, que oficiaba liturgias a las que asistía su progenitor.  “Me negué a pagar, pero lamentablemente otro decidió hacer el pago por mi. No veía por qué el maestro tenía que contribuir con sus impuesto al sustento del clérigo y no el clérigo al del maestro…No veía por qué la escuela carecía del derecho a recibir impuestos del Estado, mientras que la iglesia si los tenía…”

Thoreau, a cambio de agradecer el gesto del contribuyente, como suele ocurrir en algunas circunstancias, redactó una declaración diciendo: “Sepan todos por la presente que yo, Henry Thoreau, no deseo ser considerado miembro de ninguna sociedad legalmente constituida, en la que no me haya inscrito personalmente”. La iglesia, desde ese momento, no volvió a requerirle el impuesto.

Henry David, era un tipo de persona, que al decir de Miller, “de haber proliferado, hubiera provocado la no existencia de los gobiernos”. “El mejor gobierno es que gobierna menos” (¡y en Colombia apoyando reelecciones!). Tenía la voz, la palabra y la calle, no aspiró a cargo político alguno, ni a prebendas o sinecuras en ningún pesebre, denunció la esclavitud abiertamente y eso no lo inhabilitó éticamente para atuar con libertad. Fue un hombre libre. Gandhi, en una misiva al presidente F.D. Roosevelt, le confesaba que dos de los pensadores más influyentes en su formación eran Emerson y Thoreau.    

 Sobre la obediencia civil y la desobediencia del magisterio colombiano

La principal causa que defendió Thoreau fue la justicia. En ese sentido, la semblanza expuesta, “Sobre el Deber de la Desobediencia Civil”, conduce a preguntar cómo se comprende el “…enarbolar una campaña nacional de Desobediencia Civil frente a estas arbitrarias medidas” en el marco de la Del deber de la Desobediencia Civil. O, dicho de otro modo, ¿Es justa la denominación de Desobediencia Civil a un acto como El Dia E, en el que el Estado promulga una ley para su realización y nadie, en la práctica, se rebela contra ella en forma original? ¿Hubo, en el Día E, convocado por el Ministerio de Educación Nacional, Desobediencia Civil, obediencia magisterial o desobediencia curricular? ¿la organización gremial, el magisterio y las comunidades educativas concoen a profundidad lo que hay detrás del Día E, en la polítca económica y social del gobierno y cómo se inscribe en la historia de la educación colombiana? 

Hasta ahora se percibe triunfalismo de parte del MEN y del lado de Fecode.  Para la ministra “los maestros están contentos” con las políticas que viene implementando, el indicador se va constituyendo y, para la organización gremial, el magisterio desobedeció las indicaciones de la ministra. “A ojo de buen cubero” y desafiando los afectos de muchos colegas por no escribir lo que quieren leer, hubo un hibrido, mutó el magisterio cual centauro entre la obediencia y la desobediencia: en la cabeza, en los brazos y el torso encarnó la primera; en el cuerpo y en las patas del caballo tuvo lugar la segunda. No obstante esta protuberante mutación, no hay duda de que en pocas instituciones el centauro no se vio como tal: hubo total cumplimiento de las directrices de Fecode o del ministerio, pero no el híbrido.  Solamente un informe concienzudo y riguroso de Fecode nos aclarará lo sucedido.

Mientras tanto, se podría aseverar, a manera de hipótesis, que si la Fecode hubiese tomado en serio el Deber de la Desobediencia Civil, “el derecho de las cosas”, como se expresa en el argot campesino, hubiese sido oponerse a la orden del ministerio de licenciar a los niños en los colegios públicos. No acatar el Decreto 325 de 2015. Direccionar al magisterio a asistir a sus clases, a trabajar con estudiantes y comunidad educativa sobre los complejos problemas de la educación. Esa hubiese sido la salida más elegante, el mejor precedente, en este tiempo, “la indignación ética”, parafraseando a Merleau-Ponty, en la lucha por la dignificación del magisterio y en defensa de la educación pública.

Vienen en camino otras oportunidades, para las cuales el Comité Ejecutivo de Fecode, la Junta Nacional y las directivas sindicales deben preparar a las bases, tal como se hizo, a finales del último decenio del siglo XX, contra la Evaluación sanción contenida en el Plan Nacional de Desarrollo del presidente Andrés Pastrana.  Dentro de las oportunidades factibles estaría precisar el nombre del acto, que literalmente no es Desobediencia Civil, sino Desobediencia Curricular, porque se trata de no acatar la realización de unos indices, de no desarrollar una agenda impuesta, ni siquiera es desobedicencia laboral, porque concurrimos al trabajo. 

El escritor estadounidense desobedeció al Estado como persona natural, como ciudadano, no como funcionario público. En ese posible camino de oportunidades que puede allanar Fecode, está el de allanar la senda para que la sociedad colombiana sea alfabatizada respecto al significado y la efectividad quela Desobediencia Civil puede tener en nuestro contexto, donde los impuestos pululan y siguen incremnetandose. Despertar la conciencia nacional acerca de "las consecuencias que ha tenido la lealtad ante el gobierno y frente al Estado el actuar pasivamente pagando la cantidad de tributos y guardando silencio ante tanta injusticia.   

Bertolt Brecht sostenía que: “la mejor critica a un río es construirle un puente”. El puente para este sediento río es la invitación fraterna a los directivos del magisterio a que, al estilo del ensayista estadounidense, pronuncien las reflexiones a los cuatro vientos, las escriban para elevar su nivel político y el de las bases magisteriales. 

“Creen los que mandan que mejor es quien mejor copia”, apunta Eduardo Galeano. Los escribanos existieron en el siglo XVII y cumplieron su papel, propio de la época. Los maestros no somos copiones sino creadores. “La principal y decisiva actividad transformadora es la actividad creativa, aquella capaz de introducir efectivas novedades históricas”, se lee en Descolonizar (Zibechi, 2015). 

A la dirigencia de Fecode no le queda otro camino sino estudiar lo que significa la Desobediencia Civil y recrearla, en una época distinta a la del escritor norteamericanos, para orientar de manera correcta a las bases, para no improvisar, para no hacer lo que se le critica al príncipe y a la princesa. La herramienta que dejó Thoreau no se puede desgastar, tampoco degradar; al contrario, se requiere darla a conocer a los nuevos maestros, recordarla a los antiguos y potenciarla tal como se intentó hacer lustros atrás con paros, marchas, asambleas permanentes, huelgas de hambre, tomas y eventos académicos. ¡Colombia necesita rebelarse ante tanta injusticia, corrupción, impunidad, impuestos y presupuesto para la guerra!. 

Fecode no debe lamentarse porque solo una minoría acatamos cabalmente la directriz pero tampoco cruzarse de brazos; pues esa minoría no se debe valorar por la cantidad de cuerpos y de sentidos, como diría el insurrecto norteamericano, sino por la conciencia intelectual y moral de esa minoría cualificada, que sobrevive en le gremio, que debe potenciarse y ensancharse. “El Estado nunca se enfrenta voluntariamente con la conciencia intelectual o moral de un hombre sino con su cuerpo, con sus sentidos. No se arma de honradez o de inteligencia sino que recurre a la simple fuerza física”, argüía el autor del Deber de la desobediencia Civil. 

“La democracia no es el derecho de la mayoría, es el derecho del otro a diferir”, apuntaba Estanislao Zuleta (1997). Esa es la democracia que vale la pena defender o alcanzar, pero afianzando la conciencia, porque la conciencia está herida, demanda asistencia y cuidados de la dirigencia sindical. “El consenso es más importante que la democracia, porque esta somete a las minorías”, escribe Choquehuanca, a propósito de una nueva propuesta emancipadora que camina por América: Sumak Kausay. Fecode no puede dejar que el cuerpo y las patas del centauro sean absorbidas por la otra parte del mismo, el cuerpo y las extremidades del caballo deben ascender en la lucha como el Ave fénix, porque “el príncipe sabe comportarse como hombre y como bestia”. 

A propósito de El Príncipe, en sus primeros 500 años, finiquitemos esta perorata diciendo, que al magisterio “es fácil convencerlo de algo, pero difícil mantenerlo fiel a esa convicción, por lo cual conviene estar preparados de tal manera que, cuando ya no crea, se le pueda hacer creer." La tarea de Fecode es: creer y hacerle creer al magisterio Sobre el Deber de la Desobediencia Civil, para "superar la distancia de cómo se vive a cómo se debe vivir", volviendo a El Príncipe. Parafraseando a Frantz Fanon (1963), los gobiernos han inferiorizado al magisterio, pero el magisterio no está convencido de su inferioridad.

Algunas referencias.

FANON, Frantz (1963) Los condenados de la tierra. México, FCE.
MAQUIAVELO, Nicolás (2002) El Príncipe. Madrid, Alba libros.
THOREAU, Henry David (1987) Desobediencia Civil, Madrid Editorial Tecnos S.A
ZIBECHI, Raúl (2015) Descolonizar el pensamiento crítico y las prácticas emancipadoras.  Bogotá DC, ediciones Desde Abajo.
ZULETA, Estanislao (1997). La Educación un campo de combate. Cali, FEZ.

José Israel González Blanco
Trabajador social. Colegio Nuevo Horizonte. Bogotá, Colombia.
 Bogotá DC, abril 4 de 2015

1 comentario:

  1. Mi querido. Excelente e iluminadora reflexión. Sin embargo, hay un aspecto que no debe pasarse por alto en el asunto del día E. Los índices constituyen la nueva herramienta de los auto reformadores neoliberales para insistir en homogeneizar la enseñanza y las formas de hacer escuela y ser maestro. Primero lo intentaron con la tecnología educativa, luego con los estándares curriculares, después con las competencias básicas, más tarde con la evaluación; ahora con los índices de calidad que se quieren imponer en toda América Latina. La cuestión no es entonces si se obedece o se desobedece. Más importante aún es analizar la resolución ministerial contra la cual los compañeros de FECODE trataron de usar la desobediencia. ¿Alguien con dos dedos de frente, como diría mi mamá, puede creer que a través de una jornada de un día y por medio de la aplicación de unos indicadores se va a definir la calidad educativa y el horizonte de mejora de un colegio? ¿No es acaso ingenuo, injusto y fuera de toda comprensión de la realidad de la escuela, el pretender que los ios indicadores de calidad se pueden pensar más allá de los contextos y que los mismos indicadores tienen el mismo valor y sentido en diferentes contextos? En mi opinión el día E no es mas que una medida improvisada, basada en la la promesa de la mermelada: " si te ó rotas bien recibirás recursos". Desobedecer la medida no es un acto moral, es fundamentalmente una consecuencia del sentido común.

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