Del Deber de la
desobediencia Civil
“No
me niego a pagar los impuestos por ninguna razón en concreto; simplemente deseo
negarle mi lealtad al Estado, retirarme y mantenerme al margen…pero me
interesaría conocer las consecuencias que tendría mi lealtad” H.D. Thoreau.
El Comité Ejecutivo de Fecode, a través
de la circular No 11, del 20 de marzo del año en curso, convocó a los
trabajadores de la educación colombiana a: “enarbolar una campaña nacional de
Desobediencia Civil”, ante las arbitrarias decisiones que viene acometiendo el
gobierno de La Prosperidad Democrática, con la escolaridad y todo lo conexo con
ella. Loable la medida de los directivos de la Federación y de sus sindicatos
filiales, que nuevamente acuden a esta acción de rebeldía; no obstante, vale la
pena acotar una reflexión sobre el particular, en pro de la cualificación de la
organización magisterial y de la sostenibilidad del concepto.
El
sentido nato de la Desobediencia Civil
Sobre
el Deber de la Desobediencia Civil
fue un discurso pronunciado en el año 1848, por Henry David Thoreau y editado,
como ensayo, en 1849, por la revista Aesthetic
Papers. Es la deliberación acerca de la experiencia de uno de los cinco
hombres más significativos de Estados Unidos, junto a Whitman, el poeta maldito
y a Emerson. En la literatura también se divulgó como: “Resistencia al Gobierno”, “Los
derechos y deberes del individuo con respecto al gobierno”.
El contenido tiene como trasfondo la
Guerra de México (1846-1848) y está precedido por otro elaboración: “Vida sin principios”, que es la
radiografía de los Estados Unidos de mediados del siglo XIX. Está también “La esclavitud en Massachusetts”, la “Apología del capitán John Brown” y la Ley de Esclavos Fugitivos en la que se endurecían
las medidas de fuerza, para que los negros evadidos y refugiados, en estados libres,
fueran devueltos a sus “legítimos” propietarios.
El “aristócrata del espíritu” como lo
denominó Henry Miller, apoyado en las concepciones de Lawrence, se indigna ante
la prepotencia, la agresividad y la marrullería de la nación norteamericana
contra el país vecino y denuncia el ataque a México, critica los
procedimientos, desvela los trucos y va a la cárcel, pero se pasa seis años sin
pagar los impuestos, que alimentan esa política gubernamental del jingoísmo,
con la que él no estaba de acuerdo y por eso protesta.
Anterior a: Sobre el Deber de la Desobediencia Civil, Thoreau consumó dos actos
de desobediencia. El primero, cambiar su nombre, al egresar de Harvard, sin
acudir a un nuevo registro civil, sin protocolizar nada y sin atender asuntos
legales. Ya no le llamaran David Henry sino Henry David, irreverencia
reprochada por los vecinos de Concord. El segundo, fue negarse a pagar sumas de
dinero para mantener al clérigo, que oficiaba liturgias a las que asistía su
progenitor. “Me negué a pagar, pero
lamentablemente otro decidió hacer el pago por mi. No veía por qué el maestro
tenía que contribuir con sus impuesto al sustento del clérigo y no el clérigo
al del maestro…No veía por qué la escuela carecía del derecho a recibir
impuestos del Estado, mientras que la iglesia si los tenía…”
Thoreau, a cambio de agradecer el gesto
del contribuyente, como suele ocurrir en algunas circunstancias, redactó una
declaración diciendo: “Sepan todos por la presente que yo, Henry Thoreau, no
deseo ser considerado miembro de ninguna sociedad legalmente constituida, en la
que no me haya inscrito personalmente”. La iglesia, desde ese momento, no
volvió a requerirle el impuesto.
Henry David, era un tipo de persona, que
al decir de Miller, “de haber proliferado, hubiera provocado la no existencia
de los gobiernos”. “El mejor gobierno es que gobierna menos” (¡y en Colombia
apoyando reelecciones!). Tenía la voz, la palabra y la calle, no aspiró a cargo
político alguno, ni a prebendas o sinecuras en ningún pesebre, denunció la
esclavitud abiertamente y eso no lo inhabilitó éticamente para atuar con
libertad. Fue un hombre libre. Gandhi, en una misiva al presidente F.D.
Roosevelt, le confesaba que dos de los pensadores más influyentes en su
formación eran Emerson y Thoreau.
Sobre la obediencia civil y la desobediencia
del magisterio colombiano
La principal causa que defendió Thoreau
fue la justicia. En ese sentido, la semblanza expuesta, “Sobre el Deber de la Desobediencia Civil”, conduce a preguntar cómo
se comprende el “…enarbolar una campaña nacional de Desobediencia Civil frente
a estas arbitrarias medidas” en el marco de la Del deber de la Desobediencia Civil. O, dicho de otro modo, ¿Es
justa la denominación de Desobediencia Civil a un acto como El Dia E, en el que el Estado promulga una
ley para su realización y nadie, en la práctica, se rebela contra ella en forma
original? ¿Hubo, en el Día E,
convocado por el Ministerio de Educación Nacional, Desobediencia Civil, obediencia magisterial o desobediencia curricular? ¿la organización gremial, el magisterio y las comunidades educativas concoen a profundidad lo que hay detrás del Día E, en la polítca económica y social del gobierno y cómo se inscribe en la historia de la educación colombiana?
Hasta ahora se percibe triunfalismo de
parte del MEN y del lado de Fecode. Para
la ministra “los maestros están contentos” con las políticas que viene
implementando, el indicador se va constituyendo y, para la organización gremial,
el magisterio desobedeció las indicaciones de la ministra. “A ojo de buen
cubero” y desafiando los afectos de muchos colegas por no escribir lo que
quieren leer, hubo un hibrido, mutó el magisterio cual centauro entre la
obediencia y la desobediencia: en la cabeza, en los brazos y el torso encarnó
la primera; en el cuerpo y en las patas del caballo tuvo lugar la segunda. No
obstante esta protuberante mutación, no hay duda de que en pocas instituciones
el centauro no se vio como tal: hubo total cumplimiento de las directrices de
Fecode o del ministerio, pero no el híbrido. Solamente un informe concienzudo y riguroso de
Fecode nos aclarará lo sucedido.
Mientras tanto, se podría aseverar, a
manera de hipótesis, que si la Fecode hubiese tomado en serio el Deber de la Desobediencia Civil, “el
derecho de las cosas”, como se expresa en el argot campesino, hubiese sido oponerse
a la orden del ministerio de licenciar a los niños en los colegios públicos. No
acatar el Decreto 325 de 2015. Direccionar al magisterio a asistir a sus clases,
a trabajar con estudiantes y comunidad educativa sobre los complejos problemas
de la educación. Esa hubiese sido la salida más elegante, el mejor precedente,
en este tiempo, “la indignación ética”, parafraseando a Merleau-Ponty, en la
lucha por la dignificación del magisterio y en defensa de la educación pública.
Vienen en camino otras oportunidades,
para las cuales el Comité Ejecutivo de Fecode, la Junta Nacional y las
directivas sindicales deben preparar a las bases, tal como se hizo, a finales
del último decenio del siglo XX, contra la Evaluación sanción contenida en el
Plan Nacional de Desarrollo del presidente Andrés Pastrana. Dentro de las oportunidades factibles estaría precisar el nombre del acto, que literalmente no es Desobediencia Civil, sino Desobediencia Curricular, porque se trata de no acatar la realización de unos indices, de no desarrollar una agenda impuesta, ni siquiera es desobedicencia laboral, porque concurrimos al trabajo.
El escritor estadounidense desobedeció al Estado como persona natural, como ciudadano, no como funcionario público. En ese posible camino de oportunidades que puede allanar Fecode, está el de allanar la senda para que la sociedad colombiana sea alfabatizada respecto al significado y la efectividad quela Desobediencia Civil puede tener en nuestro contexto, donde los impuestos pululan y siguen incremnetandose. Despertar la conciencia nacional acerca de "las consecuencias que ha tenido la lealtad ante el gobierno y frente al Estado el actuar pasivamente pagando la cantidad de tributos y guardando silencio ante tanta injusticia.
El escritor estadounidense desobedeció al Estado como persona natural, como ciudadano, no como funcionario público. En ese posible camino de oportunidades que puede allanar Fecode, está el de allanar la senda para que la sociedad colombiana sea alfabatizada respecto al significado y la efectividad quela Desobediencia Civil puede tener en nuestro contexto, donde los impuestos pululan y siguen incremnetandose. Despertar la conciencia nacional acerca de "las consecuencias que ha tenido la lealtad ante el gobierno y frente al Estado el actuar pasivamente pagando la cantidad de tributos y guardando silencio ante tanta injusticia.
Bertolt Brecht sostenía que: “la mejor
critica a un río es construirle un puente”. El puente para este sediento río es
la invitación fraterna a los directivos del magisterio a que, al estilo del
ensayista estadounidense, pronuncien las reflexiones a los cuatro vientos, las
escriban para elevar su nivel político y el de las bases magisteriales.
“Creen los que mandan que mejor es quien mejor copia”, apunta Eduardo
Galeano. Los escribanos existieron en el siglo XVII y cumplieron su papel,
propio de la época. Los maestros no somos copiones sino creadores. “La
principal y decisiva actividad transformadora es la actividad creativa, aquella
capaz de introducir efectivas novedades históricas”, se lee en Descolonizar (Zibechi, 2015).
A la dirigencia de Fecode no le queda otro camino sino estudiar lo que
significa la Desobediencia Civil y
recrearla, en una época distinta a la del escritor norteamericanos, para
orientar de manera correcta a las bases, para no improvisar, para no hacer lo
que se le critica al príncipe y a la princesa. La herramienta que dejó Thoreau
no se puede desgastar, tampoco degradar; al contrario, se requiere darla a
conocer a los nuevos maestros, recordarla a los antiguos y potenciarla tal como
se intentó hacer lustros atrás con paros, marchas, asambleas permanentes,
huelgas de hambre, tomas y eventos académicos. ¡Colombia necesita rebelarse
ante tanta injusticia, corrupción, impunidad, impuestos y presupuesto para la
guerra!.
Fecode no debe lamentarse porque solo una minoría acatamos cabalmente la
directriz pero tampoco cruzarse de brazos; pues esa minoría no se debe valorar
por la cantidad de cuerpos y de sentidos, como diría el insurrecto
norteamericano, sino por la conciencia intelectual y moral de esa minoría
cualificada, que sobrevive en le gremio, que debe potenciarse y ensancharse. “El
Estado nunca se enfrenta voluntariamente con la conciencia intelectual o moral
de un hombre sino con su cuerpo, con sus sentidos. No se arma de honradez o de
inteligencia sino que recurre a la simple fuerza física”, argüía el autor del Deber de la desobediencia Civil.
“La democracia no es el derecho de la mayoría, es el derecho del otro a
diferir”, apuntaba Estanislao Zuleta (1997). Esa es la democracia que vale la pena defender
o alcanzar, pero afianzando la conciencia, porque la conciencia está herida,
demanda asistencia y cuidados de la dirigencia sindical. “El consenso es más importante
que la democracia, porque esta somete a las minorías”, escribe Choquehuanca, a
propósito de una nueva propuesta emancipadora que camina por América: Sumak
Kausay. Fecode no puede dejar que el cuerpo y las patas del centauro sean
absorbidas por la otra parte del mismo, el cuerpo y las extremidades del
caballo deben ascender en la lucha como el Ave fénix, porque “el príncipe sabe
comportarse como hombre y como bestia”.
A propósito de El Príncipe, en sus
primeros 500 años, finiquitemos esta perorata diciendo, que al magisterio “es fácil convencerlo de algo, pero
difícil mantenerlo fiel a esa convicción, por lo cual conviene estar preparados
de tal manera que, cuando ya no crea, se le pueda hacer creer." La tarea de Fecode es:
creer y hacerle creer al magisterio Sobre
el Deber de la Desobediencia Civil, para "superar la
distancia de cómo se vive a cómo se debe vivir", volviendo a El Príncipe.
Parafraseando a Frantz
Fanon (1963), los gobiernos han inferiorizado al magisterio, pero el magisterio no
está convencido de su inferioridad.
Algunas
referencias.
FANON, Frantz (1963) Los condenados de la tierra. México, FCE.
MAQUIAVELO, Nicolás (2002) El Príncipe. Madrid, Alba libros.
THOREAU, Henry David (1987) Desobediencia Civil, Madrid Editorial
Tecnos S.A
ZIBECHI, Raúl (2015) Descolonizar el pensamiento crítico y las prácticas emancipadoras. Bogotá DC, ediciones Desde Abajo.
ZULETA, Estanislao (1997). La Educación un campo de combate. Cali,
FEZ.
José Israel González Blanco
Trabajador social. Colegio Nuevo Horizonte. Bogotá, Colombia.
Bogotá DC, abril 4 de 2015
José Israel González Blanco
Trabajador social. Colegio Nuevo Horizonte. Bogotá, Colombia.
Bogotá DC, abril 4 de 2015
Mi querido. Excelente e iluminadora reflexión. Sin embargo, hay un aspecto que no debe pasarse por alto en el asunto del día E. Los índices constituyen la nueva herramienta de los auto reformadores neoliberales para insistir en homogeneizar la enseñanza y las formas de hacer escuela y ser maestro. Primero lo intentaron con la tecnología educativa, luego con los estándares curriculares, después con las competencias básicas, más tarde con la evaluación; ahora con los índices de calidad que se quieren imponer en toda América Latina. La cuestión no es entonces si se obedece o se desobedece. Más importante aún es analizar la resolución ministerial contra la cual los compañeros de FECODE trataron de usar la desobediencia. ¿Alguien con dos dedos de frente, como diría mi mamá, puede creer que a través de una jornada de un día y por medio de la aplicación de unos indicadores se va a definir la calidad educativa y el horizonte de mejora de un colegio? ¿No es acaso ingenuo, injusto y fuera de toda comprensión de la realidad de la escuela, el pretender que los ios indicadores de calidad se pueden pensar más allá de los contextos y que los mismos indicadores tienen el mismo valor y sentido en diferentes contextos? En mi opinión el día E no es mas que una medida improvisada, basada en la la promesa de la mermelada: " si te ó rotas bien recibirás recursos". Desobedecer la medida no es un acto moral, es fundamentalmente una consecuencia del sentido común.
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