Metamorfosis, contexto, método del andamiaje y método de proyectos.
"La ley de la cosecha es cosechar mas de lo que se siembra. Siembra un acto y cosecharás un hábito.Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino". James Allen.
Marzo, abril y mayo son tiempos de siembra, la siembra del año grande dicen los agrodescendientes. En la escuela la siembra comienza en enero y ya en abril se tienen los primeros frutos. Por eso, hoy vamos
a conversar sobre la cosecha del grado sexto. Si nos atenemos a la apotegma de
Allen, pionero de la autoayuda, recogeremos más de lo sembrado. En caso
contrapuesto, la convocatoria es a dedicar tiempo a indagar por qué la ley de la cosecha no se
cumplió y cómo hacer para que, en la siguiente recolección parcial, podamos arrancar
más de lo sembrado. Consideramos que lo más coherente es partir de las particularidades
del sembradío; luego, nos adentramos en las expectativas de los sembradores;
enseguida examinar la colecta y, finalmente, aportar algunos insumos
para: regenerar la semilla, surcar más profundamente el terruño, potenciar mas
a los labradores y, alertar a los colindantes respecto a lo ocurrido con la siembra
y con la recolección.
El ser del sembradío
Los
niños del grado sexto son unos seres humanos sentipensantes, como nos lo
legaron los extintos Fals Borda y Eduardo Galeano, son sujetos que hablan,
escriben, leen distintos lenguajes, sienten, curiosean, receptan, son vivaces, aman,
comen, imaginan, crean, les gusta el colegio, tienen voluntad, corren, juegan,
gritan, cargan en sus hombros las propias motivaciones, deseos e intereses. Y
los más importante: confían en quienes los guiamos, es decir, en los labradores del sembradío escolar.
El
100% de los discentes del grado sexto prorrumpieron de una madre, no hay fertilización in vitro, el nacimiento
de la mayoría fue en hospitales de la ciudad; en la actualidad, cuentan, el 90
%, con su progenitora biológica; el padre, en una proporción superior al 60%
está ausente; los dos, marido y mujer, juntos o separados, en menos del 10%,
tienen un empleo indefinido, los restantes viven del rebusque en la economía
informal; cerca del 65% de los alumnos proviene de hogares que subviven con
menos de dos dólares a día, al igual que millones de personas en el mundo, tal
como lo muestra el mismo Banco Mundial. El 95% llega a píe al colegio; el
desayuno, para el 85%, no pasa de ser una bebida caliente y una harina; el
consumo de proteína y de antioxidantes es muy exiguo; hay un 10% de alumnos que
manifiesta no desayunar, “porque no hay con qué profe” y "porque como el
colegio da refrigerio”.
Estamos
hablando entonces de unos educandos que descienden de familias monoparentales,
pobres económicamente, desaventajados en capital cultural, deseosos de
permanecer en el colegio para “pasarla bien”, “encontrarse con los amigos” y “a
raticos estudiar”. Empero, en palabras del autor de Las Cenizas de Ángela, su mente es un tesoro: "podréis ser pobres, llevar los zapatos rotos, pero vuestra mente es un palacio". Esa es parte de la semblanza sociocultural de los alumnos
del primer peldaño del ciclo 3, de un colegio de Macondo que, acudiendo a otra
analogía, es el pedúnculo de la adolescencia. Ahora, nos detendremos en ese
pedúnculo, para recordar el tránsito de la primera infancia a la infancia
intermedia, donde la heteronomía empieza a movilizarse, a dejar su sedentarismo
para avanzar al nomadismo de la
autonomía.
“Es
urgente aprender con todo el cuerpo”, anota William Ospina (2014, 50) en: “Carta al maestro desconocido, de ahí que
permítannos recordar que la adolescencia, según la OMS, es el período
comprendido entre los 10 y 19 años, ahí tenemos inmersos los estudiantes de
Básica y Media o si se quiere del Ciclo 3 al Ciclo 5. La pubertad o adolescencia inicial, en la primera fase,
comienza normalmente a los 10 años en las niñas y a los 11 en los niños y llega
hasta los 14-15 años, ahí están ubicados nuestros alumnos de 6 grado. La
adolescencia media y tardía se extiende desde los 15 a los 19 años, lugar para
los escolares de los ciclos 4, 5 y algunos del 3. En leyes recientes sobre
menores, en Colombia, la adolescencia fluctúa entre los 14 y 18 años. Según esta
designación, los estudiantes, sujetos de esta reflexión, no caben en el
concepto legal, no obstante, se engloban como niños y niñas, denominación que la
Legislación define para los colombianos cuya edad oscila entre los 0 y 12 años.
Luego, estamos frente a un grupo de espigas verdes y capullos menores, y todo lo
que ello implica para la enseñanza, el aprendizaje, la socialización y el
desarrollo de la personalidad.
Ahora
bien, “a ojo de buen cubero”, en el aula de clase de los estudiantes aludidos,
percibimos personalidades de niños, que en palabras de Vygotsky (1973), corresponden a
la Zona de Desarrollo Próximo y también a la Zona de Desarrollo Potencial, en
cuanto a la adolescencia se refiere. Muchos ya están en una situación
metamórfica, muy traumática por cierto, en la que se perciben cambios en el
crecimiento físico, en el desarrollo psicológico y emocional, de ahí la
importancia de superar el aspecto netamente cognoscente y teórico. Es la fase
del desarrollo humano situada entre la infancia, tal como quedó dicho, y la adolescencia
inicial. Esta transición es tanto anatómica como psíquica, por lo que
debe considerarse un fenómeno biológico, cultural y social altamente complejo.
En la
adolescencia temprana, para ambos géneros, pareciera que no hay gran desarrollo
manifiesto de los caracteres sexuales secundarios, pero suceden cambios hormonales a nivel de la hipófisi, como el aumento
en la concentración de gonadotropinas (hormona folículo estimulante)
y de esteroides sexuales, de ahí el marcado interés
por su manifestación sexogenital, a través de los juegos, el contacto e incluso
las disputas. Seguidamente, aparecen cambios físicos, sobre todo transformaciones
observadas en la glándula mamaria de las niñas,
los cambios genitales de los varones y el vello pubiano en
ambos, hechos auspiciadores de aquello que denominamos “pena” y que tanto
determina las decisiones de los escolares.
Bueno ¿Y
por qué traemos estas referencias a nuestra conversación? Simple y llanamente,
porque todo eso hace parte de las éticas de la sexualidad, porque influye en el
comportamiento de los educandos, en sus lenguajes, aqueja la autoestima,
trastorna las relaciones bien sea con la pena, la disrupción o llamando la
atención “molestando”, jugando bruscamente, en todo caso queriendo lenguajear: “algo
me está pasando…póngame cuidado”. La baja autoestima, la timidez, los
trastornos relacionales y la disrupción, coadyuvan con el llamado “bajo
rendimiento académico” o, como se expresa en el argot popular: estudio. Eso es poco significativo para los adultos, pero para
las las espigas y los capullos es bastante perturbador.
La acidez del terreno
Haciendo
un estudio de laboratorio, in situ, con los educandos de grado 6º encontramos
que las materias que menos les gustan, en su orden, son: Matemáticas (26%), Inglés (18%), Ciencias Sociales (16%) y Español (15%). E. Física (2%), Artes
(2%) e Informática (3%). Notemos que Educación Física, Artes e Informática ocupan
los porcentajes más bajos en esta apreciación. Ciencias Naturales y Medio
Ambiente alcanzan el 12% de favorabilidad. Probablemente, con las afinidades
expuestas nos estén recordando la sentencia de Confucio: “lo escuché y lo
olvidé, lo vi y lo entendí, lo hice y lo aprendí”
En lo
concerniente al nivel de dificultad en el aprendizaje, Matemáticas alcanza el 29%, Química 3%, Artes 2%, Inglés 20%, Ciencias
Naturales 8%. Cuando nuestros estudiantes aludidos no entienden, el
25% pregunta en casa, el 5% indaga por cuenta propia, el 54% le pregunta a sus compañeros,
el 20% estudia apuntes y el 32% recurre al profesor. En cuanto a las
dificultades en el ritmo de aprendizaje, 59 de cada 100 estudiantes manifiesta
desmotivación; 14 expresan problemas de visión, 15 falta de concentración,
pereza 13, angustia 9. Esto es apenas una parte de la acidez del terreno en el
que estamos sembrando la semilla del conocimiento, edificando valores y
cultivando emociones. Digamos que estamos ante el ser de nuestros alumnos en el
colegio, reconociendo que falta aportar lo atinente a la salud, oral, mental y anatómica.
Del no ser o Zona de Desarrollo Potencial
En el
terreno que nos estamos moviendo, huelga decir los niños y las niñas de sexto
grado y también de otros grados, se hace más alarde a las falencias que a la capacidades de los educandos.
Volviendo a Vygotsky, implícitamente se reconoce que los educandos están en la
Zona de Desarrollo Real, o si se quiere, en un desarrollo incompleto en el que
necesitan la ayuda del adulto para avanzar, cual infante que sabe montar en un
triciclo y quiere aprender a montar en la bicicleta. La primaria es el triciclo
y el bachillerato la bicicleta.
El
desarrollo real o proximal está en el saber montar triciclo o en los saberes de
la primaria y del contexto; mientras que aprender a montar en bicicleta es la
Zona de Desarrollo Potencial, para lo cual requiere de la ayuda del adulto, de tal
modo que pueda moverse más rápido en el bachillerato. La pregunta entonces es si los
profesores del Ciclo 3 y siguientes están apoyando decididamente y acompañando
afectivamente el aprendizaje de los educandos, en la bicicleta; y, si los
educadores de preescolar y primaria están afianzando el montaje en el triciclo, para que el
ejercicio de pedalear la escritura, la lectura, la aritmética y demás componentes
del currículo formal, no genere traumatismos en la montada en bicicleta. Igual
lo atinente a valores, hábitos y disciplina positiva, aquello que según Yokoi
Kenji nos hace falta a los colombianos. A esta pegunta no puede ser ajena la familia.
Expresiones
generales o si se quiere juicios de valor expuestos, sobre los estudiantes como: “son
una porquería”, “son perezosos” “nos hacen las tareas”, “no ponen cuidado” “les
dice uno y no hacen caso” , “no asisten a clase”, “evaden a toda hora”, “son desordenados”,
“son demasiado cansones”, “quieren todo
fácil y ni así”, “los papás no les ponen cuidado, son unos irresponsables”,
“los padres son despreocupados”, “no tiene normas de cortesía”, “son vulgares”,
“groserísimos”, “no saben escribir”, “no les gusta leer”, “uno les dicta y no
saben copiar”, “los pone uno a que lean un parrafito y no son capaces”, “para
molestar si tienen habilidades”, “no quieren sino estar jugando a toda hora”,
entre un largo etcétera, impugnan las calificaciones del primer periodo 2015,
para discrepar en unos casos o para ratificar en otros.
De
154 alumnos calificados, más que evaluados, dentro de los cuales hay 25% de
repitentes, 4% con déficit cognitivo y un 15% originarios del programa de Aceleración
del Aprendizaje, el 100% aprueba democracia; pero el 75% pierde emprendimiento
y 66% no pasa ética; no obstante, en Artes, Informática y Educación Física
aprueban 89%, 88% y 79% respectivamente, ratificando lo expuesto en “la acidez
del terreno”. Además, deja al descubierto imprecisiones en los juicios de valor
al generalizar; porque si el 100% aprueban democracia ese es un contraejemplo a
la exageración -acudiendo a la Programación Neurolinguística-, como lo es el alto porcentaje de escolares aprobados en unas
áreas y los pocos que pasaron Ética y Emprendimiento.
Ligado
a este análisis está la hipótesis esbozada por algunos docentes en la que se
aseveraba que un estudiante, al repetir el año, tomaba conciencia y eso le serviría
para no redundar la historia. La evidencia es que menos del 8% de reprobados,
en el grado sexto, del colegio macondiano, han solicitado promoción anticipada,
más del 90% han mostrado desinterés por el particular y más bien han
exteriorizado acomodamiento en el curso: "aquí la estamos pasando chevre".
A partir del concepto de Zona De Desarrollo Próximo, de Vygotsky,
David Wood y Jerome Bruner postularon la teoría del andamiaje. Esta teoría, para quienes no lo recuerdan, postula que
en una interacción de tipo enseñanza–aprendizaje, “la acción de quien enseña
está inversamente relacionada al nivel de competencias de quien aprende”; dicho
de otro modo, cuanta mayor dificultad se presente en quien aprende, más
acciones necesitará de quien enseña. He
ahí el punto de nuestro accionar ante los resultados de la cosecha, porque
estos síntomas evidencian dificultades en quienes están aprendiendo y nos
genera preguntas, a quienes enseñamos, por la manera como lo estamos haciendo,
por el sentido de la misma y por los medios que usamos.
Si
queremos que los estudiantes en cuestión, los que anteceden y los que están
en grados superiores, dejen de ser “una
porquería”, superen la pereza, hagan las tareas, pongan cuidado, acaten las indicaciones,
no evadan clase, sean ordenados, no sean cansones, los estimule lo difícil y lo fácil,
tengan pautas de cortesía, sean cultos y no vulgares, lean no para el profesor,
escriban y no copien solamente, jueguen con el conocimiento y no como
disciplina negativa, entre otras demandas, es urgente replantear algunas
metodología de trabajo didáctico y aplicar el postulado de la teoría del
andamiaje y adentrarnos en el método pedagógico de proyectos, que dista
bastante del concepto de proyectos que hoy se maneja en los colegios, dado que
el enfoque, aunque se bautizan como proyectos pedagógicos transversales, su
esencia está dada mas desde la empresa que desde la pedagogía. No sobra volver a los libros de Lorenzo Luzuriaga (1971, 242).
Los
fundamentos del método de proyectos, según su creador, John Dewey (1959), se halla en
la filosofía de la vida, en la filosofía pragmática, en la que el estudiante
sea sujeto activo y no pasivo en el proceso. El proyecto debe emerger de la
realidad de los educandos y no de la ley ni del exclusivo deseo de los adultos.
En ese sentido, el método que se propone parte de una “situación auténtica de
experiencia, una actividad continua en la que el alumno esté interesado por su
propia cuenta”. Dentro de la situación se debe desarrollar un problema
auténtico, como un estímulo para el pensamiento. El alumno, inmerso en la
situación y en el desarrollo del problema, maneja información y le corresponde
hacer las observaciones necesarias para afianzarla. Las soluciones sugeridas se
le ocurren al escolar “lo cual le hará responsable para desarrollarlas de un
modo ordenado". Finalmente, el educando tendrá “la oportunidad de comprobar las
ideas, por su aplicación, para aclarar su sentido y descubrir por si mismo su
valor”.
Por último, si este caballo nos ha traído hasta acá, como
lo escribió Cervantes, tendrá que devolvernos a alguna parte. El retorno es al
sembradío, a reconocer los frutos recolectados en la cosecha y a la mejora de
la misma. Dicho de otro modo, en la reflexión se han puesto en escena una serie
situaciones que afectan la calidad y la cantidad de la cosecha en el grado sexto, de muchos colegios de Macondo, pero también un
sinnúmero de potencialidades y alternativas que pueden cualificar la semilla,
el sembradío, los medios y a los labradores. ¡El sembradío sigue fértil, la herramienta está en sus manos,
la semilla en su mente y en su corazón,
los cambios en su actitud: maestro, maestra, directivo, estudiante y padre de
familia! "Es posible sentir con los ojos, cuando no se están mirando de lleno las cosas", apunta Carlos Castaneda (1993, en las Enseñanzas de don Juan.
Algunas fuentes citadas.
DEWEY, Jhon (1959) El niño y el programa escolar. Mi credo pedagógico, Buenos Aires, Argentina.
CASTANEDA, Carlos (1993) Las enseñanzas de don Juan. México, FCE.
OSPINA, William (2014) Carta al maestro desconocido. Bogotá DC, editora géminis.
VYGOTSKY, L. (1973) Pensamiento y Lenguaje, Buenos Aires, editorial Pléyade.
José
Israel González B.
María
del Pilar Herrera.
Bogotá
DC, abril 18 de 2015
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