La
jornada única: Si, ¡cómo no!
Maestra cuidando su salud mental, la de sus aprendientes y enseñantes. |
Es de conocimiento de las
bases del magisterio, de la sociedad colombiana y del Estado, que la postura de
Fecode frente a la Jornada Única es que “si, pero no así”. Acudiendo al
discurso de Eloísa Vasco ( 19, 1994), respecto al quehacer del maestro, puede decirse que el Qué de la Jornada Única presenta algunas elaboraciones y acciones, de forma más que de fondo, sin desconocer que sobre el
particular, entre Fecode y el Ministerio de Educación, se mantienen serias
diferencias y distanciamientos, que también se han hecho públicas, sobre todo desde la Federación.
En lo atinente al Con qué, huelga
decir a los recursos, el Ministerio ha tomado decisiones a motu proprio, específicamente en cuanto a infraestructura se
refiere: contratación de los espacios locativos, construcción de nuevas aulas, remodelación
y dotación de medios sin contar con el saber pedagógico de los educadores, para
poner en marcha la jornada, siendo insuficientes en la mayoría de los
casos.
En cuanto al Cómo, es decir en lo afín a las
estrategias, hay muchos interrogantes por resolver sustancialmente. La
situación de los maestros y maestras en lo relativo a: distribución del tiempo;
salario profesional; manejo de su situación familiar, mental y adaptación a la
nueva modalidad de trabajo; la reorganización curricular; el bienestar para los
estudiantes, entre otras variables que demanda la implementación de la Jornada
Única.
La
distribución del tiempo.
El Decreto 1850 de 2002,
en el capítulo III, precisa la jornada laboral de 8 horas y una jornada escolar
de 6 horas presenciales. “El tiempo que dedicarán los docentes al cumplimiento
de su asignación académica y a la ejecución de actividades curriculares complementarias,
en el establecimiento educativo, será como mínimo de seis (6) horas diarias, las
cuales serán distribuidas por el rector o director de acuerdo con lo establecido
en el artículo 7º del presente decreto. Para
completar el tiempo restante de la jornada laboral, los docentes realizarán,
fuera o dentro de la institución educativa, actividades propias de su cargo,
indicadas en el artículo 9 del presente Decreto como actividades curriculares
complementarias.”
(Artículo 11)
Fecode, al respecto, ha sido clara
en no aceptar modificaciones arbitrarias y ha abogado por mantener la
estructura básica del sistema escolar, para que los ritmos de la institución no
se vean perturbados. Si hay horas extras y adicionales, deben ser por fuera de
la jornada escolar y quien las acepte debe hacerlo después del horario, sin ocasionar
traumatismos, porque los traumatismos traen consigo discrepancias en la jornada
escolar y laboral, deteriorando del clima institucional, el ambiente escolar,
las condiciones de trabajo de los docentes, la calidad de vida y en sí la salud
física y mental de unos y otros.
La distribución del tiempo, en
cuanto a jornada laboral y escolar se detalla, es una variable dependiente del
Decreto 1850 de 2002, del Proyecto Educativo Institucional y de su Plan de
Estudios.
De ahí, que las Secretarías de Educación tampoco pueden imponer el horario,
porque éste debe ser adoptado por el PEI del centro escolar y por el Gobierno
escolar, haciendo uso de la autonomía que otorga la normatividad y la Ética.
Dentro de un Estado Social y de Derecho, el
docente que se vea afectado por la implementación inadecuada de alguna
decisión, tomada por el Gobierno Escolar o funcionario alguno, puede reclamar
por sobrecarga laboral, acoso laboral, por la arbitrariedad que sea en cuanto a
vulneración de Derechos. Para evitar atropellos, por parte de directivos
docentes y por funcionarios locales, regionales y nacionales, el Comité
Ejecutivo de Fecode y sus sindicatos filiales, siguen insistiendo en que el
proceso de adopción de la Jornada Única debe ser transitorio, con todos los
recursos económicos, de infraestructura y técnicos para ello. Las bases del magisterio,
a decir verdad, no hay mucho interés por la Jornada Única.
A
juzgar por la definición que plasma el Ministerio de Educación, sobre Jornada
Única, luego de aclarar algunos eufemismos, su concepción está reducida a la
distribución del tiempo: “Entendemos como jornada única una jornada escolar de
7 horas para preescolar, 8 horas para primaria y 9 horas para secundaria y la
media, en la cual los estudiantes adelantan actividades que hacen parte del
plan de estudios del establecimiento educativo. La jornada única es una versión
de la jornada ampliada y es el modelo hacia el cual deseamos que el sistema
educativo colombiano oficial transite.”
El salario
profesional de los educadores
Esta
es una discusión bastante álgida. Mientras Fecode presiona por la necesidad de
un salario profesional que dignifique la profesión docente, la respuesta del
Ministerio, puesta en la web Colombia Aprende, es: “La remuneración será la
misma, puesto que esto está contemplado en la ley y no supone un aumento en la
jornada laboral.” Ante la pregunta: ¿Se va a ajustar el decreto de salarios?,
la respuesta que se lee en el citado portal es: “No se va ajustar el decreto de
salarios.”
Bogotá
ha intentado varias veces implementar la Jornada Única, centrada más en la
forma que en el fondo. En la más reciente, denominada 40X40, la SED ha querido
extender la jornada y para ello, en lo salarial, ha acudido a las horas extras.
Para Fecode, “el concepto de horas extras precariza la profesión docente.
Desvaloriza el concepto salarial, porque hace una mejora pequeña y paliativa al
salario, la cual está condicionada a una sobrecarga laboral”. Además, sostiene
la Federación, desmejora su ritmo de vida y la preparación académica. El valor
de la horas extras, para el año 2016, fluctúa entre los $ 7.900 del normalista,
pasando por el magister, que oscila entre los $11.800 y $ 23.500, llegando al
doctorado con asignaciones que van desde $18.400 a $ 31.400.
Otro
intento de romper con las jornadas escolares en la capital colombiana, anterior
al de la Bogotá Humana, se halla
registrado en el Decreto 1051 de 1997. Acompaña el contenido de la norma, un
documento anexo en el que se plantea todo un plan para implementar la jornada
laboral de los educadores y para la “ampliación de la jornada y establecimiento
de la Jornada Única Diurna”. Contiene antecedentes, justificación, aspecto
operativo, las etapas y fases del proceso, así como los lineamientos para la
ejecución, en un periodo exploratorio de 3 años: 1997 al año 2000.
La
fórmula empleada, para el pago del tiempo de los docentes, residió en sufragar
diez horas adicionales como horas-cátedras, liquidadas por el valor 1,45 veces
mayor al de las horas ordinarias. Para un docente de máxima categoría (grado
14) con asignación salarial de $1.151.000, una extra le representaba $ 11.126, es
decir, un poco más del 1% de su salario nominal. Para un normalista
superior de grado 1, nivel A, hoy se ganaría, con esa formula, $12.566 y un
doctor, en el grado 3, nivel D, devengaría $59.329, $28.000 más que el
estipendio establecido por el Decreto de salarios del año 2016. Mientras que en
1998, al docente de mayor categoría en el escalafón, la hora extra equivalía al
1%, hoy, para el docente doctorada, en el más alto escalafón en porcentaje sería
del $0,5%.
De acuerdo con un reporte de monitoreo
pedagógico adelantando por la Universidad de los Andes, en el periodo
exploratorio, que tuvo lugar entre 1997 y 2000, se inscribieron 88
instituciones, caracterizadas por tener un perfil docente relativamente alto.
Para el monitoreo se realizaron encuestas a 368 padres de familia quienes
manifestaron registrar beneficios, tanto en el aprendizaje, como en el
aprovechamiento del tiempo libre. Además, el 60% reportó no tener ninguna
dificultad con el cambio.
La iniciativa, encabezada por José
Luis Villaveces, Secretario de Educación, quien hizo parte de la Misión Ciencia
Educación y Desarrollo (Misión de Sabios), organismo que compelió al Gobierno
Nacional a dar un viraje en lo atinente a la jornada escolar, desarrollando el
Artículo 85 de la Ley General de Educación, no duró mucho tiempo: en el año
2002, en la administración de Cecilia M. Vélez, como Secretaria de Educación, se
expidió el Decreto Distrital 82, por el cual se derogó el Decreto Distrital
1051 de 1997 y se faculta a la Secretaría de Educación, para ajustar la jornada
de las instituciones que venían participando del Proyecto. Entre las
consideraciones expuestas están los resultados obtenidos al culminar la fase
exploratoria del Plan de Implementación de la Jornada Única Diurna, en los
centros educativos estatales del Distrito Capital, donde se evidencia el bajo
impacto en la calidad, su fragilidad y la insostenibilidad administrativa y
financiera.
Otra consideración alude a la
creciente demanda de cupos, para lo cual se requirió optar por las dos y hasta tres jornadas, en
los centros educativos y suspender la autorización de ampliar la jornada
escolar en las instituciones que venían participando en el Proyecto. No
obstante las consideraciones descritas, se puede deducir que con este intento
se avanza en crear una fórmula, así sea de manera incipiente, en el
reconocimiento de la extensión de la jornada escolar de los maestros acompañada
de remuneración, mejorando el ingreso salarial del gremio. También, que los
proponentes dejaron en claro el Para qué
de la Jornada Única Diurna: “mejor
organización del espacio escolar y el fortalecimiento del vinculo de
pertenencia de la comunidad educativa con la institución”; delimitaron el Qué, avanzaron en el Cómo, destinaron recursos básicos,
convocaron a quienes estaba dirigida la Jornada, para discutir y concertar. De
ese entonces, particularmente de la administración la Bogotá que queremos, Enrique Peñalosa mantuvo la intención de ampliar
la jornada educativa e implantar gradualmente la Jornada Única Diurna, asunto
que plasmó en los colegios de Concesión.
Manejo de la situación familiar y mental de
maestros y estudiantes.
En la editorial de la revista Arcadia del 23 de marzo de
2016, para no devolvernos al 2005, al escrutar el estudio sobre el desgaste
emocional de docentes oficiales de Medellín; o, al 2006, año en el que la U. De
los Andes publica su investigación sobre las problemáticas psicosociales de los
docentes del Distrito Capital; o, al estudio sobre la prevalencia y las
características de Síndrome de Agotamiento Profesional en docentes de Bogotá
DC, publicado en 2009; o, a los informes entregados por al Unesco respecto a
las condiciones de trabajo y salud de los docentes; o, a las investigaciones
realizadas por al Universidad del Cauca, la Universidad del Norte y otras
instituciones, se denuncia que “el fantasma de la enfermedad mental recorre las
aulas de miles de maestros y rectores en Colombia”.
Resalta el editorialista que, en la localidad de Kennedy, en
Bogotá, “cada dos días un maestro solicita
incapacidad por ansiedad, miedo, angustia, entre otros problemas, que no entran
en la lógica de los tratamientos de las EPS”. Pero la situación se pone más
dramática si se tiene en cuenta que la consulta siquiátrica ha venido en
ascenso. Según el “Programa
de Formación en Salud Laboral de Los y Las Trabajadores del Distrito Capital”,
efectuado en el año 2002, el 16% del magisterio sufría de trastornos mentales. En
la actualidad la cifra supera la duplicidad. De acuerdo con las conclusiones
del estudio sobre la Prevalencia y Características del Síndrome de Agotamiento
Profesional, en Docentes de los colegios públicos de Bogotá, 43% de educadores
reportan valores altos o medios en falta de realización personal; 49.8%, en
despersonalización; 57.4% en cansancio emocional y, por lo menos 25% reportan
alto en cualquiera de estas dimisiones, siendo el segmento de población más
afectado aquel cuyas edades oscilan entre los 35 y 55 años. (Ospina T.,
González B., et al 2009:53)
Sin duda, la implantación o implementación de la Jornada Única agravará
el desolador panorama, acrecentando los factores de riesgo psíquicos, emocionales y anatómicos asociados al
trabajo docente; no obstante dicha labor sea considera una actividad sin riesgo
aparente. Las reiteradas consultas por dolencias de cuello, espalda, gastritis,
hipertensión, dolor de espalda por estrés, desánimo son muy frecuentes. Y qué
decir del Síndrome del Domingo por la tarde y el Síndrome de Adriano que
afectan el bienestar sicosocial del maestro y éste el del estudiante, a través
del Síndrome de Hermógenes.
Muchos docentes ingresaron al magisterio a laborar en una de jornada (
mañana, tarde o noche). Ese ha sido su modus
operandi y sobre esa base ha organizado su vida personal, familiar y
laboral. Imponerle una jornada única que abarque todo el día no es una acción
benefactora. El magisterio desde hace tiempos viene requiriendo es soporte
social, como estrategia de afrontamiento de las situaciones
demandantes. El soporte social, en situaciones de alto estrés, o en situaciones
de crisis, constituye un medio vital como parte del camino hacia la solución. No
es solo un asunto individual, es un asunto gremial y social tal como lo
entienden las sociedades que tienen los mejores indicadores de desarrollo humano. Empero, el amortiguador o la estrategia de
afrontamiento que el Estado tiene para el magisterio no pasa de contener, en la letra, un examen
anual, para todos, por parte de la EPS y las jornadas de prevención y promoción
de salud, que muy poco se hacen y si se realizan son insuficientes en cantidad y
calidad.
En esas condiciones: ¿Qué esperan los capullos que quieren florecer y qué avances pueden tener las espigas que quieren producir pan, si sus ingenieros agrónomos no cuentan con las garantías para potenciar la cosecha? De muy poco sirve mantener más tiempo el sembradío abierto, so pretexto de cuidar los capullos y las espigas, si no hay condiciones adecuadas para la florecencia? ¿Si el presupuesto para la alimentación de los escolares se disminuyó en el presupuesto, cómo se pretende brindarle bienestar alimenticio a los escoalres, para que estén 8 horas en el sembradío? Y si el suministro lo siguen haciendo personas y organizaciones sin idoneidad, que ven en la alimentación de los escolares un negocio ¿Cómo garantizar así la jornada única?
En esas condiciones: ¿Qué esperan los capullos que quieren florecer y qué avances pueden tener las espigas que quieren producir pan, si sus ingenieros agrónomos no cuentan con las garantías para potenciar la cosecha? De muy poco sirve mantener más tiempo el sembradío abierto, so pretexto de cuidar los capullos y las espigas, si no hay condiciones adecuadas para la florecencia? ¿Si el presupuesto para la alimentación de los escolares se disminuyó en el presupuesto, cómo se pretende brindarle bienestar alimenticio a los escoalres, para que estén 8 horas en el sembradío? Y si el suministro lo siguen haciendo personas y organizaciones sin idoneidad, que ven en la alimentación de los escolares un negocio ¿Cómo garantizar así la jornada única?
Reorganización
curricular que demanda la implementación de la Jornada Única y bienestar estudiantil (en otra
entrega)
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