Sendero pedagógico
viernes, 16 de marzo de 2018
miércoles, 30 de noviembre de 2016
Escuela, Conflicto y Paz...
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Presentación
"El proceso de paz que se vive en Colombia en la actualidad, a pesar de
las múltiples dificultades, se presiente como posible y esperanzador. Buenos son
los augurios, la senda ya está marcada. La consolidación de una paz duradera
requiere de la participación y el compromiso de todos los colombianos. Son
bienvenidos los aportes que contribuyan a este que hoy es el gran propósito
nacional, en especial aquellos de naturaleza reflexiva y crítica que, además de
señalar derroteros, adviertan sobre la complejidad de lo que está en juego y el
tesón necesario para asumir los retos que se vislumbran.
Es en este contexto donde la escuela y los maestros pueden contribuir
con aportes serenos y reflexivos, surgidos del acontecer diario de la vida en
la escuela y configurados a partir de esfuerzos sostenidos en el tiempo, que
adquieren una importancia vital en esta coyuntura de la historia política de
nuestro país. Es en este momento en el que se hace necesario proponer ideas y
llenar de sentido cada uno de los retos que demandará avanzar en el marco del
posacuerdo.
El libro escrito por el profesor José Israel González es una respuesta
concreta a estos requerimientos mediante una opción cercana a la escuela y a
las prácticas que allí habitan. En sus páginas el lector encontrará dieciséis
relatos, que el autor concibe a manera de claves para abordar un tema complejo
e impostergable: el derecho a la paz. La intención del texto no es la de un
tratado para disertar, ni la de una guía para instruir; su propósito es
esencialmente el de mostrar enunciados «claves» para la reflexión, invocando el
diálogo y la opinión documentada, en la perspectiva de recuperar el debate
ético desde la escuela como aporte para la construcción de paz en su conjunto.
Cabe anotar que la obra Escuela, conflicto y paz: dieciséis claves
para la acción del maestro en el posconflicto se presentó a una convocatoria
abierta por el Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico
(IDEP) en el año 2015, que estaba dirigida a maestros y maestras del Distrito
con el propósito central de visibilizar su producción intelectual.
Luego de una valoración de los trabajos presentados, el texto del
maestro José Israel González fue seleccionado para su edición y publicación,
para contribuir de esta manera a la política de incentivos del IDEP, promovida
desde el componente de comunicación, socialización y divulgación.
Bienvenido este justo reconocimiento al profesor González, quien en el
trabajo desarrollado durante tres años nos muestra un ejercicio ejemplar desde
la condición intelectual del maestro, que él mismo describe con las siguientes
palabras: «escuchar, escribir, leer, confrontar, consultar, borrar, releer y
editar».En buena hora llega esta publicación a las bibliotecas de escuelas y
colegios, de universidades e institutos; tejida desde la pasión de un maestro y
su compromiso político con la educación de su tiempo".
Jorge Orlando Castro Villlarraga
Asesor de Dirección IDEP, 2016
"Este libro está constituido por dieciséis claves. Los textos emergen
del campus escolar y tienen como propósito convocar a los agentes de la comunidad
educativa, al Estado y a la sociedad Civil a recuperar el debate ético y
documentado, afín al papel de la escuela en la construcción del derecho a la
paz. La situación de salud mental del magisterio, los trastornos psíquicos de
los estudiantes, las crisis emocionales de los padres de familia y el descuido
en que el Estado sigue manteniendo a estos agentes, en cuanto a la atención
digna en el tratamiento, promoción y prevención de su salud, constituyen un
tropiezo serio en la consecución de la paz.
Los relatos, fruto de las conversaciones permanentes, de registros sistemáticos
y entrevistas desestructuradas con integrantes de las comunidades educativas;
las observaciones etnográficas de la cotidianidad escolar, en algunos centros
educativos, además de la consulta de fuentes primarias y secundarias, exhortan
al magisterio a valorar las situaciones conflictivas de los agentes de la
comunidad educativa como escenarios para la escritura, el análisis, la
investigación y la acción pedagógica, sobre la base del reconocimiento de la
realidad familiar, individual, institucional y urbana. El estilo en el que
están elaborados los relatos es una propuesta metodológica que contribuye a la
comprensión del posconflicto y su lugar en la consolidación del derecho a la
paz.
Las claves no fueron escritas de manera lineal. Son el producto de
tres largos años de ejercicio de escuchar, escribir, leer, confrontar, consultar,
borrar, releer y editar. En esta lógica de producción textual, algunos documentos
están en primera persona, otros en un tono reflexivo y otros en plural. La lectura
puede realizarse haciendo uso de Los
derechos del lector de Daniel Pennac, advirtiendo que hay algunas claves
están vinculadas, y que exigen de la lectura de otras para su comprensión.
Restaría decir que los errores que el lector halle en este texto
podrían ser una lección potenciadora de la escritura de un nuevo documento que supere
las falencias, como lo hizo Steven Mithen con La arqueología de la mente, rectificando imprecisiones de Merlin
Donald. «Un sutil pensamiento erróneo puede dar lugar a una indagación
fructífera, que revela verdades de gran valor», decía Isaac Asimov".
José
Israel González Blanco
Trabajador
social/orientador
Colegio Distrital
Nuevo Horizonte, Bogotá, Colombia.
2016
Para descargar el archivo, ir al enlace:
viernes, 11 de noviembre de 2016
Fracaso escolar y suicidio. ¡Ojo maestros y padres de familia!
Serafín y la muerte por suicidio
Esta
reflexión gira alrededor de un episodio poco común, a veces incómodo e
inaceptable en la cotidianidad: la muerte. Para desarrollarla he ingeniado tres
apuntes: el primero, una provocación acerca del sentido de la reflexión como
oficio del buen educador; el segundo, unas consideraciones sobre la muerte y el
tercer apunte versa acerca del suicidio. Confiamos en que la exposición no
aminore, en los lectores la liberación de endorfinas, la serotonina, oxitocina
y dopamina, hormonas magnánimas en el bienestar humano. Tampoco quiero que se
active la amígdala y el corticol. Más
bien, que se active el intelecto por el estudio de los contrafactuales:
habría-podría-debería de la vida (Gopnik, 2010, 33 -60)
1. Relatar, documentar y publicar la reflexión.
Una de
las nuevas prácticas pedagógicas para la Convivialidad en la escuela debe ser
la reflexión. La reflexión es una práctica sine qua non en el ejercicio del
magisterio. El educador que no reflexiona sobre sus prácticas educativas no es
un pedagogo, es un funcionario que administra currículo mecanicamente. El verdadero pedagogo
es aquel que hace pedagogía. La pedagogía no es más que la reflexión sobre la
educación. La muerte no puede escapar a la reflexiòn del maestro, de ahì este texto.
Esto
pareciera una verdad de Perogrullo, pero es sabido y, sobre todo en los últimos
tiempos, que muchos funcionarios de la educación, inscritos en los dos
estatutos docentes, desarrollan procesos educativos de manera artesanal, casi que intuitivamente, como lo
han desarrollado todos los pueblos en algún momento del transcurso de su
historia. “Nuestro
proceder, como ahora lo saben los neuro-científicos y los psicólogos, es mucho
más intuitivo que racional, más irreflexivo que consciente” escribe Gustavo Estrada (2014 párr. 2). En
este sentido existe un saber implícito, no tematizado, en la práctica educativa
de esos docentes, que forma parte de su acervo cultural, y que puede llamarse,
en palabras del profesor Ricardo Lucio (1994, pp 39-50): saber educar.
De los 38 años de
trabajo como educador, no me sonrojo en decir que dejé esfumar alrededor de
unos dos lustros, por la dedicación a ejercer la minoría de edad. En el momento
en que me encontré con Dewey, en la Facultad de Ciencias Humanas de la U. Nal.,
en ese momento comencé a repensar seriamente mi práctica pedagógica, porque
hasta ahí mi práctica era artesanal; era un maestro artesano intelectual, como
muy bien nos tipificó Aracely de Tezanos (1986, p. 17) hace unos decenios, que
dicho sea de paso, la lectura de ese libro, publicado por la UPN, afianzó los
aportes de Dewey (1963, p. 24).
El
encuentro con el filósofo, pedagogo y sicólogo norteamericano y con la investigadora
uruguaya me condescendió empezar a tematizar y hacer explicito ese saber, llegando así a saborear y a comprender la
retórica pedagógica aprendida en la extinta normal. El saber educar implícito de mi
práctica se convierte en un saber sobre la educación. Debo confesar, que desde
ese entonces hasta la fecha, he tenido más contacto con las espinas que con los
pétalos de los catus, porque la tematización y la explicitación de ese saber
educar exigen escribir, tomar postura crítica, “perder
el rostro” nos diría Foucault; documentar
y comprometerse con lo que se dice, acudir
al lenguaje, el lenguaje, que según Friedrich
Holderlin “es
la herramienta más peligrosa que se le ha dado al hombre”
y para ese desarme no hay procesos de paz..
Le coloco un cerrojo
a este primer apunte coligiendo que la reflexión no es una práctica nueva, data
en pedagogía, al menos desde Comenius. Además
de discurrir, instamos a los educadores a
que hagan lo suyo; en otras palabras, a que tematicen y expliciten las
reflexiones sobre los episodios de la convivencia escolar, que son muchos, a
que los saquen de los muros de las aulas y de los cercos de los colegios, para
mostrarle a Colombia que la escritura es el sismógrafo del alma
de los maestros, parafraseando a Franz Kafka y para ensanchar una cultura pedagógica sobre la convivencia, imbricada
desde el saber y a partir de la práctica de nosotros como intelectuales y no
desde los técnicos del saber práctico, como diría Sartre y como viene
ocurriendo desde hace varios decenios. ¡A relatar,
a documentar y publicar la reflexión!, a escribir, porque escribir es
moralizar, según Martí, escribir es una operación musical- evocando a Cortázar;
porque al escribir pasamos
de la intuición al signo, omitiendo el habla; en fin, escribir es un absoluto
acto de rebelión, porque provoca, reta y por eso el lugar de quien escribe es
confuso e incómodo incluso para quienes dicen haber asumido la peliaguda tarea
de enseñar a escribir, pero vale la pena escribir.
2. El sentido de la vida: entre la significancia de la existencia y la insignificancia de la muerte
“El hombre es el único ser que sabe que va a
morir”.
El cristianismo
celebra, en noviembre la fiesta de todos los fieles difuntos, es decir, de
quienes fueron bautizados, confirmados, casados; seguramente, en los años venideros
engrosarán esa larga lista, los divorciados, porque la jerarquía católica ya lo
aceptó, lo mismo que quienes murieron con viruela, apuñaleados, en concubinato
y, no dudamos que los occisos de condiciones u opciones sexuales distintas; los
recordados y los olvidados, como se puede ver la película: El libro de la vida, filme de
reciente aparición; y, en un tiempo lejano o cercano, cada uno de nosotros.
Como podrán ir
deduciendo, el segundo componente de la reflexión parece ser lúgubre o si se
quiere, evocando a Milán Kundera, (2014 p. 120) insignificante: la muerte; con
una sideral diferencia: para el escritor de la república Checa la
insignificancia es una fiesta que finiquita con la Marsellesa, para los
occidentales, en general, es una tragedia que se plasma en padrenuestros y
avemarías. “La muerte – apunta Octavio Paz, en El laberinto de
la soledad -es la palabra que jamás se pronuncia
porque quema los labios”. No obstante, Colombia es un gran cementerio: “Si no
fuera por la muerte, Colombia no daría señales de vida”, subrayó en una ocasión
el escritor Rafael Humberto Moreno Durán (citado en García, 2003). La muerte es
algo que no se quiere, es algo que todos vemos pero que nadie quiere ver,
porque el mejor lugar para esconder algo es donde todo el
mundo lo ve, como en La carta robada (Poe, 2009, p. 7).
“La nuestra es una cultura negadora de la
muerte…jugamos a ser inmortales” escribe
Isa Fonnegra (1999, 22), pionera de la tanatología en Colombia, en su libro: De
cara a la muerte. Pareciera una verdad de apuño, que dos de cada tres
colombianos prefieren no hablar de la muerte, aunque el 99% haya tenido alguna
conexión con el dolor por ese motivo. En una entrevista radial a Rodolfo Llinás le preguntaron
que si le tenía miedo a la muerte, ante lo cual resumidamente respondió: Qué
le voy a tener miedo a la muerte si nunca voy a conocerla. La única muerte que
no voy a conocer es la mía. La muerte para mí no existe. De todas maneras me
voy a morir.
El conocimiento de la
muerte –aducía Zuleta (1994, p. 17)- “es la condición absoluta del conocimiento
de la vida; los seres que no saben que morirán tampoco pueden saber que viven,
como le ocurre a los
animales, por ejemplo”. Y, en el campo pedagógico, lo decía Freire (1971, p. 15), “el
educador sabe que tiene que
morir como educador, para que el educando pueda nacer como educador”. A la muerte relacionada con el poder arbitrario,
con el saber memorístico, con la resurrección de la libertad, con el
desmantelamiento de la ignorancia y con la emancipación de la existencia, si
que se le tiene miedo.
La
muerte, la compañera perfecta de la vida, la dadora de vida, entra y sale todos
los días de las aulas de clase, posa allí cual mariposa invisible, traspasa las
fronteras de la casa, los confines del colegio y hasta los contornos del
ciberespacio, ríe con los transeúntes, asusta a los pájaros, sacude el agua,
nos previene con su presencia cuando ocurre un accidente y con cualquier
síntoma anatómico. La muerte es la sombra impalpable del profesor y de los
alumnos. La escuela nace con la muerte, crece y decrece con ella, posibilita su
reproducción y la transformación.
Al
frente del profesor hay tantas vidas como muertes, pero el profesor o la
profesora solo avizora las vidas, las muertes las ignoran consciente o
inconscientemente, hay más preocupación por el eros que por el tánatos, siendo
que este último es más potente que el primero. Los proyectos de vida en los
colegios, se bosquejan sobre la base de la inmortalidad; ese discernimiento se
le debe a un estudiante de séptimo grado, quien al preguntarle por su
proyección vital expresó, palabras más, palabras menos: Yo no sé si alcance a
conocer la cédula, profe.
Digamos
que hasta acá nada nuevo está pasando, salvo la disminución de serotonina, la merma de
endorfinas y la liberación de más corticol, por el desasosiego que produce el
tema; aunque insignificantemente se está evocando un hecho en el cual el currículo
no se siente comprometido con esa última etapa de la existencia: la muerte,
apenas hace parte del currículo oculto. Pero algo debe empezar a pasar cuando
en un colegio distrital, los docentes encuentran que más del 30% de los
estudiantes revela haber tenido pérdidas de familiares cercanos, por muerte:
madre, padre, hermanos, tíos y amigos, y un estimativo similar por otras
pérdidas emocionales (mascotas, animales, plantas, relaciones de pareja,
empleo, bienes). Y en los educadores, de un universo del 100%, 70% hacen
ostensible elaboración de duelos en los últimos 5 años. En el grado sexto de un colegio pùblico de Bogotà, un par de docentes, trabajando historias gràficas de vida, encontrò que 82, de cada 100 estudiantes, tienen pèrdidas emocionales por elaborar.
En Colombia algo està pasando con los indìgeneas del Vaupès que se estàn suicidando. Algo està ocurriendo en tanto la tasa promedio de mortalidad por suicidio es de 4.33% por cada 100 mil habitantes. Màs preocupante, cuando a finales del año escolar y del año calendario, aumentan las muertes por suicidio. Algo está pasando al emerger la conducta suicida: en 2014, según Medicina Legal, el promedio mensual de suicidios fue de 156 casos. Algo està pasando, porque segùn la Encueta Nacional de Salud Mental: "por lo menos un 44.7% de la poblaciòn infantil requiere de una evaluaciòn formal sicológica o psiquiátrica para identificar problemas o posibles trastornos". Surgen entonces las
preguntas: ¿Qué está haciendo el currículo formal con esos niños, niñas y
adolescentes? ¿Qué políticas públicas se han impulsado en las secretarías de
Salud, Educación y en los respectivos ministerios y las EPS, para la
elaboración de duelos, tanto de educandos como educadores y padres de familia?
¿Y, qué decir de la salud mental de los maestros, de los colombianos y de la falta de polìtcas de prevenciòn de trastornos mentales y de promociòn de la salud mental? ¿De què sirve la informaciòn recogida en la Encuenta Nacional de Salud Mnetal ¡No más inteligencia
maquiavélica!
3. El suicidio en el sentido de la vida: una respetuosa reflexión
“Hola! Lamento haberme ido así, sin avisar,
pero una cosa así no se avisa si se quiere tener éxito. Sólo escribo esto para
que sepan que los amo muchisísísimo a todos =D. Tuve a la mejor y la más
amorosa madre del mundo, simplemente perfecta en todo, luchadora, cariñosa,
tierna, hermosa, responsable, noh... mejor dicho todas las cualidades que
existen, igual que mi papá, inteligente como nadie. Creo que no hubiera podido
nacer en una mejor familia. A mis hermanas y hermanos les falta aprender más a
valorar a su familia.
¿Por
qué? Bueno, obviamente nadie de la familia tuvo la culpa, sólo yo. Yo mismo fui
el culpable de mi destino y terminé siendo una persona solitaria en un mundo
donde todos necesitan de todos. Básicamente eso. Dicen que un "porque
si" no es una respuesta, pero para mi esa es la más completa de todas para
este caso.
No
sé si aquí acabe todo, ni siquiera me es posible pensar en la nada absoluta,
son cosas tan exageradas como el tamaño del Universo; o si sea algo así como un
eterno retorno; o una reencarnación. Pero si termino de fantasma seguramente
los visitaré eh! así que no se asusten xD. OK no, pero tengo mucha curiosidad
de saber qué hay del otro lado.
Solamente
quería eso, decirles que no estén tristes, tomé esa decisión yo mismo, después
de mucho pensarlo. Prefiero que se queden con la imagen de mí que tienen ahora
y no arriesgarme a decepcionarlos.
Sólo
eso, decirles que los amo profundamente, a todos y no estén tristes, es lo que
yo quería. Sean felices, quiéranse mucho, dense un abrazo y un beso todos los
días, pero que no se vuelva rutinario y pierda su significado, háganlo de
verdad. Un "te quiero mucho" realmente es importante.
Disfruten
la vida al 100 porque sinceramente lo único que sabemos es que es sólo una.
Los
amo mucho. Serafín = )
Gracias,
muchísimas gracias por todo. Si me voy al cielo siempre estaré cuidándolos = )
No
quiero hacerle daño a nadie, sólo no hacerme daño a mí mismo.”
La
carta es de un estudiante que cursaba grado 11, en un colegio de Macondo, entregada por unaureliano Buendía, para hacer esta reflexiòn. El
contenido de la misiva abarca muchos tópicos, merecedores de profundización en
la autopsia sicológica, si queremos cualificar la convivencia, prevenir
suicidios y homicidios, porque no se puede perder de vista la interpretación de
que el suicidio es un homicidio que no se comete contra otra persona sino
contra si mismo. El manuscrito, por ejemplo, postula una estética apreciable en
su elaboración; la semántica, la sintaxis, la ortografía, el tiempo y el estilo
demuestran que no es cualquier adolescente el que decide partir, que no es “un
cobarde” ni “un valiente “como suele valorarse este acto ligeramente o a
priori; es un chico maduro, serio, consciente del acto, considerado con
su estirpe y muy filosófico. Albert Camus inicia el ensayo Lo absurdo y el suicidio, en El Mito
de Sísifo, anotando: “No hay sino un problema filosófico realmente
serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena
de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. El suicidio
es- anota Alice Miller (2007, p. 276) –“como la depresión, una consecuencia del
sufrimiento que negamos en la infancia”
En
esta corta reflexión no vamos a hacer hermenéutica acerca de la carta de
Serafín, sencillamente quiero plantear un par de inquietudes respecto a lo a posteriori,
es decir, a la desolación que queda tanto en la familia como en el colegio,
ante un acto, que es como una cirugía sin anestesia. Una disección que padecen
los hermanos, los padres, los amigos, los compañeros de colegio, los
familiares, vecinos, los profesionales de la salud y hasta los encargados del
sepelio, porque duele mucho enterrar a un niño o a un joven, porque eso es como
apagar una luz en la noche.
No
obstante, expresiones como: “una cosa
así no se avisa si se quiere tener éxito”, interpela ese eslogan social en el
que nos tienen metidos a todos: el éxito, la competencia, el derbi, es decir
quien llegue primero sin importar los medios. Juzguen ustedes el contenido de
la frase. “Tuve a la mejor y la más amorosa madre del mundo, simplemente perfecta
en todo… papá, inteligente como nadie. Creo que no hubiera podido nacer en una
mejor familia.” Entonces, si de encontrar responsables se tratara, la familia
estaría exenta, porque generalmente esta primigenia organización es la caja de
Pandora en nuestra sociedad, al igual que la guerrilla, más no lo es el Estado
y la corrupción rampante en su seno y en la periferia. En Colombia, como en Alicia en el
País de las Maravillas, primero se sentencia, el veredicto viene después.
Pero pese a tener núcleo familiar,
denominador escasamente común en Macondo, el occiso expresa: “Terminé siendo
una persona solitaria en un mundo donde todos necesitan de todos”, como los
Buendía y su estirpe, cabalmente como Pietro Crespi, quien se suicida ante el rechazo de
Amaranta. Y hacemos este
hipertexto con Cien Años de Soledad (García, 1967) porque el
suicidio, el amor, el desamor, la traición, la libertad, el rencor, la pasión,
el acercamiento hacia lo indebido, entre otros, son temas secundarios que hacen
de Cien años de
soledad una novela que cambia la perspectiva de muchos y nos da
a entender que en este mundo vivimos y morimos solos, incluyendo a quienes han estado asfixiados por el
amor maternal, como Proust.
Y podríamos detenernos saborear este
mensaje, porque aunque para algunos de ustedes sea inaudita mi aseveración, el
mensaje es el último manjar que produce ese exquisito pastelero. Les manifiesto
que cuando me lo dieron a probar por primera vez lo saboreé con lágrimas,
inicialmente con dejillo amargo, pero luego esa sensación fue desapareciendo
hasta encontrar la siguiente gota de miel: “Los amo profundamente, a todos y no
estén tristes, es lo que yo quería. Sean felices, quiéranse mucho, dense un
abrazo y un beso todos los días, pero que no se vuelva rutinario y pierda su
significado, háganlo de verdad. Un "te quiero mucho" realmente es
importante.”
Finalicemos este tercer apunte, lamentando que viandas como esta y muchas otras, que
han dejado impresos y en audiovisuales los cientos de José Arcadios,
Aurelianos, Ursúlas, Rebecas, Pietros y Serafines, no los hubiesen hecho para
potenciar la vida y lograr el aplazamiento de la muerte, probablemente en la
escuela nos ha faltado enseñar que la escritura es una terapéutica aliada de la
vida, que los grandes escritores han tenido como fuente principal de
inspiración la prisión, el insomnio, la pobreza, la soledad, la muerte. La
muerte que no nos roba a los seres queridos, por el contrario, nos los guarda e
inmortaliza en el recuerdo. La soledad, que según la Asociación Colombiana de
Sociedades Científicas (Córdoba, citado en Nullvalue, 2011, párr. 12) , puede
hacer que el ser humano explore nuevas cosas, que se encuentre consigo mismo,
pero que en exceso puede ser grave y si es permanente refleja que algo malo
está sucediendo". Y, la angustia extrema, mezclada con profundos cuadros
de ansiedad y depresión, el déficit cognitivo, los problemas de atención e
hiperactividad, y las dificultades para el aprendizaje y la
violencia están llevando a nuestros niños a suicidarse, desde los 4 años, como
lo acaba de demostrar un estudio siquiátrico hecho por la U. Nacional de
Colombia, entre 2003 y 2013 (Universidad Nacional de Colombia, 2010). ( ¡A
cuidar nuestra huerta escolar maestros!, porque si no cuidamos las rosas
del jardín escolar, mañana no habrá capullos, si no protegemos las espigas de
trigo, mañana no tendremos pan. ¿Y qué haremos sin flores y sin pan?
Espero
que este ejercicio nos haya permitido recordar que somos mortales, que los
actos de amor se deben demostrar en vida, “hermano en vida” como lo invoca el
poema, que no dudemos en vivir cada momento como si fuese el último, que no
llevemos flores a los interfectos sino a los vivos, que recemos más por los mortales que
por los fieles difuntos, y que esta apreciada carta de Serafín, nos sirva para
comprender que su lectura no es más que un homenaje a la vida y que
seguramente, desde donde él está no dudará en decirnos, a través de los versos
de Enrique Linn: “Pero escribí y me muero por mi cuenta, porque escribí, porque
escribí estoy vivo” (Citado en González, 2009a)
Docentes y padres de familia, empecemos a ver lo diminuto, no concluyamos la edad de lo evidente,
pero empecemos a ver lo invisible. Los dragones mínimos resultaron más letales
que los inmensos, acota William Ospina. Lo discreto de la muerte trabaja igual
en la sombra que en el silencio. Lo diminuto, lo invisible, la sombra y el
silencio, es lo insignificante. La insignificancia, amigo mío, apunta Kundera
en su nueva novela, “es la esencia de la existencia. Está con nosotros en todas
partes y en todo momento. Está presente incluso cuando no se quiere ver: en el
horror, en las luchas sangrientas, en las peores desgracias…pero no se trata
sólo de reconocerla, hay que amar la insignificancia, hay que aprender a
amarla”, así como se debe aprender a reconocer y a amar la muerte, el silencio,
lo diminuto, la sombra, lo invisible, la vida, la reflexión. La muerte no
existe en el mundo por el pecado. “La
única muerte que yo no voy a conocer es la mía”, retomando a Llinás. Que en
Colombia el color del luto de que “todos nacemos sospechosos y morimos culpables” se extrapole por el
verde, ese verde que es de
todos los colores como lo
concibió Aurelio Arturo, no en el cementerio sino en el jardín del conflicto,
en el barbecho del postconflicto
y en la cosecha del Derecho a la Paz.
El llamdo es a que no descuidemos a los estudiantes que estàn fracasando escolarmente, a que les ayudemos a revivir la esperanza a disfrutar la existencia y a continuar estudiando; animèmoslos a seguir adelante con nuetsras palabras! Las palabras que deben servir para dar vida, no herir. Piedad Bonnet (2013, 131) en su libro: Lo que no tiene nombre, le dice a su hijo extinto hijo: "Yo he vuelto a parirte, con el mismo dolor, para que vivas un poco màs, para que no desaparezcas de la memoria. Yo lo he hecho con palabras, porque ellas son móviles, que hablan siempre de manera distinta, no petrifican, no hacne las veces de tumba. Son la poca sangre que puedo darte, que puedo darme". Ojalà este texto concite a la reflexiòn y sensibilizaciòn de docentes y padres de familia, en la finalizaciòn del año escolar para prevenir situaciones dolorosas por la pèrdida del año escolar.
Algunas fuentes consultadas.
Bonnet, P. (2013) Lo que no tiene nombre. Bogotà DC: Alfaguara.
-->Fonnegra, I. (1999) De cara a la muerte. Bogotá: Intermedio editores.
García,
G. (1967) Cien años de soledad. Buenos
Aires: editorial Sudamericana.
García, G. (2003) La patria amada aunque distante.
Medellín. U de Antioquia.
-->
Kundera, M. (2014). Lafiesta de la insignificancia. Barcelona: Tusquets.
-->
Lucio, R. (1994) La
construcción del saber y del saber hacer.
Aportes 41. (pp. 39-50).
--> Miller, A. (2007). El cuerpo nunca miente. Buenos Aires: Tusquets editores. --> -->
Ospina, William
(2008) La escuela de la noche.. Bogotá DC, editorial
Norma.
Paz, O. (1993) El laberinto de la soledad. Bogotá DC: Fondo
de Cultura Económica.
Este artículo conserva, en gran parte, el contenido de un capítulo del libro: Escuela, Conflicto y Paz, actualmente en imprenta.
Bogotà DC, noviembre 11 de 2016
Josè Israel Gonzàlez Blanco
ocavita@yahoo.com
lunes, 7 de noviembre de 2016
“No se nace mujer sino que se llega a serlo”
-->
En ese momento comprendí algo que le oí a un profesor sobre el elogio de la dificultad, lo que pensaba un filósofo que tenía un nombre chistoso: Estanislao. Él decía que deseamos mal, que la tendencia del ser humano es retornar al huevo, al útero, que casi siempre deseamos un ocèano de mermelada sagrada y no una vida inquietante. Y todo esto me ha llevado a pensar en eso de los Acuerdos de la Habana…una discusión inútil, porque mientras muchos acartonados hablan de sus ideales de hombre y de mujer de siglos atrás, quienes vivimos la exclusión, el rechazo, la discriminación y la violencia de género no somos tenidos en cuenta, ni siquiera nuestras historias de sufrimiento; por eso, le pregunto a pastores, clérigos y juristas: ¿Vale la pena defender un modelo de familia como el que yo y millones de niños y adolescentes hemos tenido que padecer? Me he puesto a pensar de cuál Dios hablan, si hay muchos y si algunos serìan asì de excluyentes como los mortales que se jactan de representarlos.
Después de todo volví al colegio, recuperé mis estudios y fui uno de los mejores ese año, a pesar de que casi todos los profesores me miraban mal, me fustigaban por el uniforme, hacían comentarios en voz baja, se burlaban, cuando llevaba la sudadera entubada me bajaban la nota, me miraban raro por el maquillaje; mientras que los alumnos no ponían problema, solo unas niñas que me insultaron y me acusaron, porque yo entraba al baño de ellas a maquillarme, porque no había mas espejos. La orientadora era la única que me facilitaba su baño y el espejo del mismo para maquillarme. Cuando salía del colegio me mudaba la ropa y me iba a estudiar belleza y a trabajar, pero en la calle los transeúntes no perdían la ocasión para lanzarme improperios y arrojar piedras y escupitajos.
Cuento esta historia para que la gente no siga nadando en la superficialidad sino que se meta en lo hondo del océano cultural de quienes no vivimos en carne propia la violencia armada sino la violencia cotidiana y la violencia en las instituciones destinadas a proteger los derechos de los menores, como los colegios, la familia, las iglesias, las autoridades policiales. Recuerdo que una vez le pedí el favor a un hombre desconocido que me dijera como llegar a mi casa y el me pegó, porque le pareció que yo era un escandalo, apenas se hacía cruces, se santiguaba.
Ya habiéndome graduado como bachiller y con ese proyecto de vida que tengo en mi cabeza, no solo me pregunto por el rol del modelo familiar nuclear que se quiere seguir imponiendo en Colombia, sino por qué tanta discusión por la llamada ideología de género, por qué tanta condena al enfoque de género, porque tanta critica a la orientación sexual, por parte de los heterosexuales; por qué tanto palo a la identidad sexual. Asì, ¿còmo se puede hacer realidad el Derecho a la Paz o còmo le escuché a la profesora de Sociales: la Escuela como Teritorio de Paz?
Marcha LGTBI, 28 06 2015 Bogotà |
En esta coyuntura, en la que un
conglomerado de colombianos se ha movilizado alrededor de los Acuerdos
de la Habana, particularmente sobre la llamada “ideología de género”, vale la
pena valorar el relato de Josè Concepción, para reflexionar acerca de la cruda
realidad que padecen algunos niños, adolescentes y jóvenes, en el seno de sus
familias, en los brazos de las instituciones y en el corazón de nuestra sociedad.
Sin duda que este relato, cuyo título retoma una famosa frase de Simone de Beauvoir,
y muchas otras narraciones cotidianas nos ayudarán a comprender, mas que a entender -como lo diría Manfred Max Neef-
el sentido y el sinsentido de lo que está en el debate público.
“Fui
un niño. A la edad de 7 años yo me sentía como atrapada en mi cuerpo, un cuerpo
equivocado para mi mente… sentía mas gusto por los varones que por las féminas.
Me embelesaban más las cosas de mujer… no me gustaban los balones, por ejemplo;
me agradaban las muñecas. Yo veía a una mujer y no sentía nada de atracción,
veía a un hombre y profesaba cierta seducción. Cuando yo empecé esa causa de
querer ser mujer o ser niña me ponía la ropa de mi mamá, me colocaba trapos en
la cabeza, simulando que era mi cabello, me sentía mas afeminada. En mi
infancia siempre supe que no sentía deseos por una mujer.
A
la edad de 12 años ya estaba muy confundida, realmente no sabía què estaba
haciendo y en la escuela nadie me ponía cuidado, los profesores enseñando sus
materias sin tener en cuenta el desarrollo de sus alumnos; una anatomía en abstracto, sin
contexto, con tapujos y con mucha religiosidad. No se les podía decir nada,
menos preguntar por preocupaciones como la que estoy narrando…pero la evolución
no se detiene y finalmente el encanto por los hombres no se me quebranta. Comencé
a sentir mucho gusto por ellos. Con las mujeres, me gustaba bastante andar con
ellas, como amigas, no como pareja.
A
los 14 años fue cuando comenzó toda esa experiencia dura que tuve que vivir. En
verdad no hallaba que hacer: papá no tenía, mamá sí, pero ella no estaba en
capacidad de aceptar mi situación. Ahogarme en el bajo mundo de las drogas no pasò por mi ensamiento. Suicidarme fue otra opción, pero me impuse y
entonces me armè de valor para comentarle a mi mamá que
yo era gay. Ella me dijo: ¡no!, ¡no!, ¡no puede ser!, ¡Jesús credo!, ¡Ave María
purísima!, ¡el diablo está entre nosotros…llamaré al padre para exorcizarlo…esto
no puede ser, Padre eterno!
Ante
el rechazo de mi cucha, me fui de la
casa. A los 15 ya trabajaba como prostituta en un bar. Mi mamá sufría en
silencio, su rostro no ocultaba la tristeza, pero no daba su brazo a torcer, para
nada me recibía en la casa, no me quería ver, se ruborizaba con los vecinos y éstos
la consideraban como víctima del destino; además, le decían que le pidiera
mucho a Dios y que me internará, para evitar pasar vergüenzas.
…Mi taita, al igual que muchos hombres reproductores, dejó a mi mamá cuando quedó preñada, por lo tanto no lo conozco ni en foto, no
tengo familia… entonces me tocó pensar la vida sola…eso me impulsó a trabajar como
meretriz, tenía que venderme para poder sobrevivir y ahí fue cuando empecé a coexistir
con otra dura experiencia: acostarme con
hombres que no conocía…bruscos, salvajes, verdaderamente primarios…mucha
violencia por exigua cosa, porque pagaban muy poquito. Ahí me empecé a
familiarizar con con las hormonas, con la silicona, porque si uno arregla su
cuerpo, tiene más precio, vale mas o sino no vale, así de simple…el hecho no es
ponerte una ropa de mujer y ya, no, el hecho es vivir una experiencia dura y
fuerte.
Pero
además de las adversidades auscultadas, conseguir trabajo es un camello, a nosotras
las chicas travesti nos dejan la prostitución o la peluquería. No obstante todos
estos apuros en que la vida lo pone a uno... volví a la casa. Mi mamá ya había
cambiado un poco, pero igual no me quería ver más, decía que sentía nauseas al
verme… Pero con esa experiencia tome mucha fuerza, mucha verraquera…ya no me
importaba lo que pensaba mi mamá de mi, ni los demás, porque en ese momento
nadie estuvo conmigo.
En ese momento comprendí algo que le oí a un profesor sobre el elogio de la dificultad, lo que pensaba un filósofo que tenía un nombre chistoso: Estanislao. Él decía que deseamos mal, que la tendencia del ser humano es retornar al huevo, al útero, que casi siempre deseamos un ocèano de mermelada sagrada y no una vida inquietante. Y todo esto me ha llevado a pensar en eso de los Acuerdos de la Habana…una discusión inútil, porque mientras muchos acartonados hablan de sus ideales de hombre y de mujer de siglos atrás, quienes vivimos la exclusión, el rechazo, la discriminación y la violencia de género no somos tenidos en cuenta, ni siquiera nuestras historias de sufrimiento; por eso, le pregunto a pastores, clérigos y juristas: ¿Vale la pena defender un modelo de familia como el que yo y millones de niños y adolescentes hemos tenido que padecer? Me he puesto a pensar de cuál Dios hablan, si hay muchos y si algunos serìan asì de excluyentes como los mortales que se jactan de representarlos.
Después de todo volví al colegio, recuperé mis estudios y fui uno de los mejores ese año, a pesar de que casi todos los profesores me miraban mal, me fustigaban por el uniforme, hacían comentarios en voz baja, se burlaban, cuando llevaba la sudadera entubada me bajaban la nota, me miraban raro por el maquillaje; mientras que los alumnos no ponían problema, solo unas niñas que me insultaron y me acusaron, porque yo entraba al baño de ellas a maquillarme, porque no había mas espejos. La orientadora era la única que me facilitaba su baño y el espejo del mismo para maquillarme. Cuando salía del colegio me mudaba la ropa y me iba a estudiar belleza y a trabajar, pero en la calle los transeúntes no perdían la ocasión para lanzarme improperios y arrojar piedras y escupitajos.
Estando
estudiando mi mamá me volvió a aceptar como soy. En el colegio unas pocas profesoras
le dieron consejos y la orientadora hizo varias sesiones con ella y con mis
hermanitos para que me reconocieran como persona, como ser humano, sin hacerle caso
a los chismes mezquinos y malintencionados de los vecinos. La rectora me
respetaba bastante, pero varias veces me llamó y me dijo que evitara hacer escándalos,
me recomendó que fuera a donde un siquiatra para que me ayudara a definir.
Transitando
los 15 años sentí mi transformación, no ser gay sino verme como mujer ya me
maquillaba, me pintaba los labios, me vestía como mujer… hoy, a los 19, ya
parezco una chica...a la edad de hoy ya soy una chica, me faltan los senos, pero
igual me tratan y me siento como chica. De las operaciones me gustaría hacerme la
de los senos nada mas, tomar hormonas para los senos. Y ser una mujer completa; no una travesti de raca mandraca, no. Tengo
otras cosas en la cabeza, como estudiar, aunque estudio peluquería, estudio en
el Sena, estudio bachillerato, trabajo los sábados y domingos en salón de
belleza, mi sueño es ser una gran estilista, estudiar psicología como Foucault,
para seguir comprendiendo la sexualidad,
comprar mi apartamento, mi carro, tener mi salón de belleza, viajar
fuera del país… es lo que más me anhela.
Cuento esta historia para que la gente no siga nadando en la superficialidad sino que se meta en lo hondo del océano cultural de quienes no vivimos en carne propia la violencia armada sino la violencia cotidiana y la violencia en las instituciones destinadas a proteger los derechos de los menores, como los colegios, la familia, las iglesias, las autoridades policiales. Recuerdo que una vez le pedí el favor a un hombre desconocido que me dijera como llegar a mi casa y el me pegó, porque le pareció que yo era un escandalo, apenas se hacía cruces, se santiguaba.
Ahorita
ya me encanta que me miren, me fascina, yo aprendí a tener mucha seguridad en mi misma y mucha fortaleza, he aprendido a valorar lo que tengo y a valorar una
cosa muy grande que es mi mamá, quien a pesar de que no me aceptó en ese tiempo,
porque la religión se lo prohibía, ahora soy la adoración de ella, me la
guerreo mucho para que el día de mañana le pueda dar una vejez digna y poderme
dar una buena vida. Para mi eso es un real perdón, el perdón que no está en las
oraciones que rezan muchos y aplican muy, muy pocos.
Ya habiéndome graduado como bachiller y con ese proyecto de vida que tengo en mi cabeza, no solo me pregunto por el rol del modelo familiar nuclear que se quiere seguir imponiendo en Colombia, sino por qué tanta discusión por la llamada ideología de género, por qué tanta condena al enfoque de género, porque tanta critica a la orientación sexual, por parte de los heterosexuales; por qué tanto palo a la identidad sexual. Asì, ¿còmo se puede hacer realidad el Derecho a la Paz o còmo le escuché a la profesora de Sociales: la Escuela como Teritorio de Paz?
Si
la historia que les he relatado, en algo les ayuda a desenredar ese embrollo en
el que hasta la palabra género está condenada a desaparecer del diccionario
castellano, me sentiré más realizada, pero si los confundo también. En todo
caso, esta es una de las miles de historias que ni las familias, ni los
colegios ni la sociedad conoce y deberían conocer para hablar con conocimiento
de causa y dejar de especular, porque es verdad que no se nace mujer sino que se llega a serlo, según los que les he contado...
Att. Josè Concepción”
Josè Israel Gonzàlez B
ocavita@yahoo.com
domingo, 9 de octubre de 2016
Plebiscito y locura lúcida: una alcachofa para deshojar
“Para
Heidegger el hombre es como una alcachofa: solo se le entiende deshojando su
apariencia, su sentido más externo y haciendo el camino hacia su verdad, hacia
el corazón de la alcachofa”
Parra S., Rodrigo (1996: 193)
Ya hay quienes están desimbricando la alcachofa del
plebiscito del pasado 2 de octubre de 2016, en Colombia. Son
varios los análisis que se vienen haciendo acerca de los resultados, que no
pasan de ser una muestra más del comportamiento de los adultos colombianos. El
sentir y pensar de los millones de niños, adolescentes y jóvenes, donde está el
corazón de la alcachofa, no han podido emerger en el debate nacional e
internacional, sobre la votación del“Acuerdo
para la terminación del conflicto y la construcción de una Paz Estable y
Duradera”; no obstante, 85 colegios del departamento del Atlántico
realizaron un plebiscito escolar con base en el conocimiento de los Acuerdos,
la discusión de los mismos en las aulas y la praxis del mecanismo de
refrendación. Los resultados: 69% por el Sí y 39% por el No.
Este artículo, apoyado en el símbolo de una hortaliza, llama la
atención acerca de la posición y superposición comportamental de los ciudadanos
en el plebiscito, más allá del síntoma, más al fondo del sentido externo, de la
apariencia, intentando deshojar algunos
pencas atávicas de la formación de la nación colombiana, con el apoyo de la
psiquiatría, la genética, la sicología, la historia, la literatura, la filosofía y la sociologìa. Es la historia la que
nos trae este despertar que tenemos que resolverlo entre todos, mirándonos en
el espejo de los acontecimientos, en la morfología de la alcachofa, porque, como
lo escribe William Ospina (1995) en: ¿Dónde
está la franja amarilla: “todo proyecto histórico que pretenda erradicar
los males sin conocer su fuente está condenado al fracaso”.
¿Hacia dónde
vamos?
Deshojando el libro: Psicología
del hombre colombiano encontramos esta pregunta titulando el capítulo final,
precedido por otros seductores capítulos: ¿Cómo
nos comportamos? y Pautas de crianza
de los niños de Colombia, niños que hoy son adultos con edades entre entre
los 35 y 40 años de edad. La respuesta, a la pregunta en cuestión, no se aparta
de divisar el pasado para recordar que el Sabio Caldas (1808) fue el primero en hacer
un estudio acerca de los patrones de comportamiento del hombre en la Nueva
Granada. Para el científico payanés, la explicación de las diferencias sicológicas
entre los habitantes de las distintas regiones del país se debía al clima. Todos
sabemos que la postura de la ciencia actual es distinta y que el estudio: Del Influjo del clima sobre los seres
organizados, publicados por el fundador del Semanario del Nuevo Reino de
Granada, tiene importancia histórica, como pionero en esta área del
conocimiento.
Años más tarde, Luis López de Mesa (1934) preocupado por
comprender “el carácter nacional”, de los colombianos, escribe el libro: De cómo se ha formado la nación colombiana.
Afirma el filósofo y siquiatra que la universalidad del hombre colombiano se
debe a que “somos África, américa, Asia y Europa a la vez, sin grave
perturbación espiritual”. Destaca en el colombiano, de la época, la
generosidad, la plasticidad, la simpatía y el sentido estético; pero resalta
también la fatigabilidad, la depresión y la impulsividad. “El colombiano no
tiene el sentido de conquista del anglosajón, ni el sentimiento épico de la
vida. Es pesimista y melancólico. Su filosofía es trágica y escéptica”.
Para Rubén Ardila, Colombia es un país variado y
heterogéneo, conformado por culturas y subculturas o “endogamias culturales”, parafraseando a Emilio Yunis (2006, 15), en las que no cabe el concepto de “carácter
nacional”. Subraya, que Colombia es una república joven y que “es extraño que
un país en los comienzos de su desarrollo, se haya dedicado a mirar hacia atrás
y no hacia delante. Que hayamos desarrollado una adoración por el pasado…por
las costumbres que tuvieron sentido en las generaciones anteriores pero que no
lo tienen ahora. Y simultáneamente nos hayamos vuelto tan críticones, tan
negativistas, tan dados a señalar las limitaciones y nunca los logros; a
mostrar lo malo y lo feo de Colombia y no sus enormes avances y sus gigantescas
posibilidades” (Ardila, 1986: 174).
¿Por qué somos así?
“Según el genoma humano, no hay
genes blancos o negros, ni exclusivos de algún grupo. O sea, no hay genes
corruptos ni violentos. No somos mejores ni peores por los genes pero podemos
ser peores o mejores por la historia. Todos, sin excepción, tenemos los mismos
genes. Las variaciones que existen son muy pequeñas y son las que nos dan las variantes
de los fenotipos. Lo que hay es dominación social de unos sobre otros. La
historia nos ha hecho violentos”, se lee en el deshoje del libro: ¿Por qué somos así?, del reconocidp profesor profesor Emilio
Yunis.
Concuerdan sicólogo y genetista en
que todos los comportamientos que se acreditan, inmersas las actuaciones frente
al plebiscito, no se le pueden atribuir al genotipo. “No creemos en el
determinismo genético, racial ni de ninguna otra clase…no existe nada en la
naturaleza del hombre colombiano que le lleve a ser melancólico, perezoso,
amante de las artes, poco interesado en la ciencia, verbalista, apasionado por
la política, orientado hacia el pasado, agresivo y violento con sus
congéneres”. (Ardila, 1986: 176)
Entonces, ¿En dónde se halla la procedencia del color, el sabor
y de nuestra personalidad como colombianos? En la civilización diría Octavio
Paz; es decir, en el estilo, en la manera que tiene una sociedad de vivir,
convivir y morir. Una civilización no es solo un sistema de valores: “es un
mundo de formas y de conductas, de reglas y de excepciones, parte visible de
una sociedad, pero sobre todo en su parte sumergida invisible: las creencias,
los deseos, los miedos, las represiones, los sueños” (Paz, 1983). ¿Y qué diría
Borges, para quien Colombia era "un acto de fe"?
En la Educación aduce De Zubirìa (2016). “ Un país en el que
3 de cada mil personas saben leer de manera crítica no se mueve por las ideas,
sino por emociones primarias como el miedo, la ira o la venganza”. La votación
por el No y la abstención dan pistas para interpretar: no se leyeron los
Acuerdos de la Habana críticamente, sino que se manipuló emocionalmente, hubo
manipuladores y manipulados. Se pensó por reflejo y por extensión;
en el primer caso, “por lo que le dicen y por eso hay tan poco espíritu crítico”
(Yunis, 2004), hay minoría de edad; en el segundo, otros decidieron por el alienado
elector, le evitaron “la angustia de pensar”, diría Estanislao Zuleta, lo
sumieron en la eclosión de emociones negativas y en la docta ignorancia. “No hemos logrado formar
individuos que actúen impulsados por un criterio propio para pensar, analizar o
decidir” (De Zubiría, 2016). Por tanto, prosigue el director del instituto
Merani, “el principal obstáculo de la paz en Colombia, no son las FARC, sino un
sistema educativo incapaz de modificar las maneras de pensar, de comunicarse y
de convivir de los futuros ciudadanos”
De Zubiría concuerda con Yunis en la educación como
problema. “Todo pueblo que no trasciende en la ciencia, en la racionalidad,
busca su destino principalmente en imágenes, en la emotividad, lo que no quiere
decir que el pensamiento lógico y el científico sean irreconciliables con la
emotividad, con la belleza plástica. Glorificamos a mucha gente y hacemos
héroes con una facilidad enorme. Necesitamos héroes” (Yunis, 2004). En este aparte
merece especial atención la pregunta por el papel de las Ciencias Sociales en
la escolarización. ¿Se sigue enseñando la Historia de Bronce, la de los
vencedores? ¿Qué aprendimos los votantes y abstencionistas de la historia crítica,
para tomar una decisión tan seria como la del plebiscito?
Otra hoja que resguarda el corazón de la alcachofa es la endogamia
cultural. “La nacionalidad en Colombia, la idea de que somos una nación, surgió
primero de esas subculturas, que luego se revistieron de características
religiosas y de intolerancia política. Las líneas de adhesión se trazaron
primero en la aldea, la vereda, el barrio, el pueblo, la región”. La familia,
dentro de la endogamia cultural, juega su rol poco favorecedor de un proyecto de
nación. El escritor Silva Romero (12 de
mayo de 2016), aduce: “aquí lo que hemos tenido es familias y no sociedad, y
hemos tenido familias más que país. En Colombia, así como en el resto de
occidente, se impuso la imagen judeo-cristiana de familia tradicional, un concepto
basado en la conformación biparental”( parr 5). En las redes sociales ha
circulado la versión de un niño de 5 años quien perdió a su amiguito del
colegio, porque su familia votó por el Si. ¿Decisión autónoma o herónoma? ¿Quièn lo indujo a tomar esa opciòn?
El revestimiento de las subculturas, con características
religiosas y de intolerancia política, es otra hoja de la alcachofa de ¿Por qué
somos así? y el por qué los resultados del plebiscito. La religión, escribe
Bertrand Russel (1962: 32), “se basa, principalmente en el miedo…miedo a lo
desconocido, a la derrota, a la muerte y, en parte, al deseo de pensar que se
tiene un hermano mayor que va a defenderlo a uno de todas sus cuitas y
disputas”. Y el hombre creó a Dios,
la novela de Fernando Soto Aparicio en la que indica, a través de Marcos
Aragón, su protagonista, Flora, Floribel y Araluz, que el hombre ha creado a
Dios en todos los rincones de la tierra y en todas las épocas de la historia y
que quienes no lo reconocen han sido y siguen siendo perseguidos y atacados. El
filósofo, matemático lógico, escritor y premio Nobel de Literatura, es un fidedigno
testimonio de esa persecución en la universidad de la Ciudad de Nueva York, a
mediados del siglo XX, llegando un juez a declarar, con la presión religiosa,
que el científico británico “no estaba capacitado para enseñar en ninguna de
las escuelas de esta tierra” (Russel, 1962: 251). Galileo es otro clásico ejemplo.
Por eso, la ciencia, dice Russell: “puede ayudarnos a
liberar de ese miedo cobarde en el cual la humanidad ha vivido durante tantas
generaciones. La ciencia puede ayudarnos a no buscar ayudas imaginarias, a no
inventar aliados celestiales, sino más bien a hacer con nuestros esfuerzos que
este mundo sea un lugar habitable, en lugar de ser lo que han hecho de él las
iglesias en todos los siglos” (Russell, 1962:33). Pero un “pueblo que no
trasciende en la ciencia, en la racionalidad, busca su destino principalmente
en imágenes, en la emotividad”, puntualiza el profesor Yunis. "Lo que impide el acceso al saber, lo que Platón llama la ignorancia, no es una carencia, sino por el contrario, un exceso de opiniones en las que tenemos una confianza loca", sostenía Zuleta. Datos tomados del El Espectador (09 10 2016) señalan que hasta 2013 había más de 7000 iglesias con RUT, con un patrimonio pròximo a los 10 billones de pesos y, con base en los datos de la DIAN, "en los últimos tres años, se constituyeron 1258, más de una en promedio diario"
Manipuladores y
manipulados: espinas en la alcachofa
“Tenemos en el mismo corazón la misma cantidad de rencor
político y de olvido histórico…Por la misma causa somos una sociedad
sentimental en la que prima el gesto sobre la reflexión, el ímpetu sobre la
razón, el calor humano sobre la desconfianza. Tenemos un amor casi irracional
por la vida, pero nos matamos unos a otros por las ansias de vivir…al
colombiano sin corazón lo pierde el corazón”.
Esta cita de García Márquez robustece, desde la literatura,
los aportes de la sicología, la genética, la historia y la filosofía e interpela a la
siquiatría. La primacía de las emociones sobre la reflexión, el ímpetu sobre la
razón y la irracionalidad por la vida, son síntomas de la salud mental del
colombiano, síntomas que en la Encuesta Nacional de Salud Mental no se reflejan,
para la comprensión a fondo del fenotipo de la alcachofa. De los 21 millones de personas afectadas en el mundo por esquizofrenia y otras sicosis ¿Cuántas hay en Colombia? De los 350 millones de personas afectadas en el mundo depresión, ¿Cuántas está dejando la violencia en Colombia? De los 47.5 millones de personas que padecen demencia en el mundo ¿Cuántas hay en Colombia?
Climent (2015) asevera que, “a pesar de sufrir severos
trastornos mentales, los antisociales y los narcisistas posan de personas de
conductas y razonamientos intelectuales aparentemente normales”. Nuevamente se
hace presente la necesidad planteada por Heidegger, en: Tarzàn y el filósofo desnudo, de deshojar la apariencia para
acceder al corazón de la alcachofa. La apariencia en el plebiscito fue
explicita y manifiesta en la manipulación; explicita a través de la mentira, el
engaño y el manejo de emociones negativas; tácita, por medio del ejercicio de un sufragio silencioso,
inconsciente, ignorante del verdadero sentido, acompañado del miedo y alienado.
El siquiatra de la universidad de Harvard, ahora mencionado,
en su libro: La locura lúcida, clasifica
la manipulación dentro de Las conductas
antisociales cotidianas, que no se le considera típica de ningún
diagnóstico clínico, pero que, con frecuencia, aparece entre antisociales y
narcisistas. “El filósofo Narciso no tiene verdaderos amigos, es amigo de sí
mismo… pero conoce mucha gente…por encima de todo lo más que ama son los
homenajes, para lograrlo se ha cubierto con la capa del populismo…con la suave
humildad de la soberbia…no habla de amores”, así se le caracteriza en Tarzàn y el filósofo desnudo.
El manipulador, retomando al profesor de la Universidad del
Valle, tiene siempre intenciones frías y calculadas; es incapaz de amar de
verdad; con su extraordinario poder de convicción logra captar audiencias; tiene
poder de intimidación sobre las víctimas más débiles, porque frente a los demás
es obsequioso y hasta servil; su egoísmo lo lleva a ser mezquino, codicioso,
práctico y calculador; es intuitivo para identificar personas
pasivo-dependientes que se acomoden a sus demandas; es sorpresivo y le interesa
no dejar tiempo a la contraparte para pensar y consultar; su fachada es
impecable, de modales suaves y elegancia impostada. Si por las razones más insignificantes
es confrontado, irritado o puesto en evidencia, se indispone, se atrinchera y
declara la guerra o alternativamente cambia la estrategia. El manipulador no
tiene conciencia de su enfermedad, de acuerdo con su propio criterio: “él no
tiene fallas y por tanto no admite sindicación alguna de su patología. La posibilidad
de recuperación debe buscarse en la victima: el manipulado” (Climent, 2015:
30).
Por su parte, el manipulado, es decir, la gran mayoría de
los electores y abstencionistas, considera que merece la vida que lleva; tiene
miedo absurdo e irracional a todo: al futuro, al otro, a cambiar, a tomar las
riendas de sus asuntos, a valorarse y a sacar el mejor provecho a cada momento
de la vida; la mentira, la negación, la pobre autoestima, la inseguridad van
desmoralizando al manipulado, encontrando cada vez menos razones para sentirse
bien consigo mismo; siempre termina justificando, excusando y minimizando las
acciones negativas del manipulador. "Este
patético escenario tan evidente para cualquier observador externo, no lo ve el
manipulado que se resiste con terquedad a vivir plenamente”. Para el
manipulador narcisista el “perdón” solo vendrá si la contraparte se ha
humillado lo “suficiente”…detesta a quien no le alimenta sus necesidades narcisistas (Climent, 2015:
30).
Bueno, hasta acá este intento de provocación al lector para
que ingrese a la cocina, a la Cocina de
la Escritura (Cassany) y tome los condimentos necesarios para adobar el análisis
de los hechos políticos recientes en Colombia y lo nutra con su luminicencia para transfromarlos. Los aportes, en lo atinente a reflexiones y alternativas de solución, de los profesores
Rubén Ardila, Luis López de Mesa, Emilio Yunis, Bertrand Russell, Julián De
Zubiría, Fernando Soto Aparicio, Gabriel García Márquez, Calos E. Climent,
Rodrigo Parra S., Zuleta, entre otros, son apenas un pétalo externo de la alcachofa.
En los intersticios de la hortaliza hay muchos duelos por elaborar, algunos todavía en la etapa de anestesia. Esos dolores requieren ser verbalizados inicialmente, para avanzar en su elaboración y darnos la oportunidad de rebasar en la construcción de un país al alcance de los niños, a través de la Escuela como Territorio de Paz. Parafraseando a García Márquez: nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía, donde los colombianos, condenadas económica, social y polítcamente a la violencia, tengamos por fin y para siempre la oportunidad de vivir en Paz.
En los intersticios de la hortaliza hay muchos duelos por elaborar, algunos todavía en la etapa de anestesia. Esos dolores requieren ser verbalizados inicialmente, para avanzar en su elaboración y darnos la oportunidad de rebasar en la construcción de un país al alcance de los niños, a través de la Escuela como Territorio de Paz. Parafraseando a García Márquez: nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía, donde los colombianos, condenadas económica, social y polítcamente a la violencia, tengamos por fin y para siempre la oportunidad de vivir en Paz.
Algunas fuentes consultadas.
Ardila, R. (1986) Psicología del hombre colombiano, Bogotá: Planeta
Cano, W. (2016) recuperado: http://www.elheraldo.co/local/ninos-de-85-colegios-del-atlantico-tuvieron-su-plebiscito-escolar-288974
Cano, W. (2016) recuperado: http://www.elheraldo.co/local/ninos-de-85-colegios-del-atlantico-tuvieron-su-plebiscito-escolar-288974
Climent,
C.(2015) La locura lúcida, Bogotá DC:
Panamericana editorial
De
Zubirìa, J. (2016) recuperado http://www.semana.com/educacion/articulo/implicaciones-del-no/497863
El Espectador (09 10 2016) http://www.elespectador.com/opinion/editorial/impuestos-iglesias-articulo-659452
García, G. (2004) http://scp.com.co/ArchivosSCP/Por_un_pais.pdf
García, G. (2004) http://scp.com.co/ArchivosSCP/Por_un_pais.pdf
Ospina,
W (.http://es.slideshare.net/soulborner/la-franja-amarilla-16591091
Parra,
R. (1996) Tarzàn y el filósofo desnudo,
Bogotá DC: Arango editores.
Russell,
B. (1962) Por qué no soy cristiano, México, editorial Hermes.
Yunis,
E (2004) http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1527280
14
de marzo de 2004
Zuleta, E. recuperado https://es.scribd.com/doc/79622258/Estanislao-Zuleta
Josè Israel Gonzàlez B
Trabajador social. Bogotà DC
ocavita@yahoo.com
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