“…Ahí están: él (río) y
ella(puerto) unidos por una barca indeleble(pareja), con el compromiso de
recorrer el resto de la vida, seducidos por una imagen frutal: media naranja,
pero enrizados en en lo que son: individuos incompletos, contradictorios,
egoístas, vanidosos, negando lo único que exalta: ser diferentes.”
De la génesis a la crisis
La crisis no es la
culminación de un proceso, como generalmente se piensa, sino los momentos en
los que comienza a imponerse algo nuevo en la sociedad, comenta Gutiérrez
Girardot (1998, 264) evocando a José Luis Romero. La familia, en Colombia y en América
indígena, nace con la comunidad tribal. La tribu, escribe el profesor Tovar
Pinzón (1974, 18) “es fundamentalmente una asociación familiar”, en la que se
encuentra: la familia nuclear, la familia extensa y la familia social. La
primera, poligámica, constituida por afinidad y consanguinidad, por el esposo y
las mujeres principal y secundaria; la segunda, agrupamientos de familias que
se identifican, verbi gracia, por el apellido; y la familia social, instaurada
por todos los miembros de la tribu.
De la raíces vernáculas
podemos dar un salto a la crisis actual, en la que –como diría Gramsci,“ hay algo que está muriendo pero no
termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco
termina de nacer”. Lo que está muriendo es el arquetipo de la mítica familia
nuclear y extensa, conyugal, monógama y biparental y, lo naciente, la
recomposición familiar en distintas facetas, una de ellas la tribu; estereotipo
que, según la postura de una diputada catalana, los niños deben ser educados en tribus. La representante ibérica
sostiene que el modelo biparental reinante en occidente “es contraproducente
para la consolidación de una sociedad con sentido de comunidad” (Gabriel, 12 de
mayo de 2016), y que los niños y niñas deben ser educados en común y en
colectivo por la tribu.
Frente a este cambio de arquetipo o si se quiere a la
reivindicación de la cultura de la Comunidad
tribal (Tovar, 17), el escritor Silva Romero (12 de mayo de 2016), aduce:
“aquí lo que hemos tenido es familias y no sociedad, y hemos tenido familias
más que país. En Colombia, así como en el resto de occidente, se impuso la
imagen judeo-cristiana de familia tradicional, un concepto basado en la
conformación biparental” ( parr 5). El concepto de familia, en el mundo
occidental, se asocia al amor y a la protección, en un espacio mítico de
armonía en el que cualquier manifestación de conflicto, entendido como choque o
como dificultad, es considerada como anomía o desviación, expresión de maldad o
enfermedad; de ahí que hayan voces que enuncien que “la familia está
enferma”.
Tedesco (1995, 44) al
comparar la familia con la escuela, en el ocaso del milenio, aseveraba que entre
la familia de finales de siglo XX y la de inicios del mismo había una distancia
enorme, mientras que los cambios en la escuela seguían siendo efímeros y mucho
menos significativos. “La familia mantiene su
importancia, pero ya no es la familia fija y estable de antes... hay
intercambio de opiniones, de maneras de ver o sentir pero no de transmisión
porque ésta supone la aceptación de cierta asimetría y de cierta autoridad.
La familia actual tiene una tendencia a transformarse en una institución donde
se intercambia, negocia, discute, donde la autoridad tiene que ser conquistada
y no existe naturalmente”.
La crisis puesta en
cifras.
Con base en estos apuntes, que recorren tiempos y espacios, por
donde ha transitado la sacra familia nuclear, en Colombia, y añorando que esta
organización primaria retome el remo de la socialización y el timón constitucional
de ser garante de los derechos, deberes y obligaciones para consigo misma y con
su prole, vale la pena traer a colación algunos datos que ponen en cuestión el
ideal que se tiene en la escuela y la realidad que se ignora.
Según Medicina Legal, el año pasado se reportaron, en Colombia, 1007
asesinatos de mujeres, cerca de 16.000 casos de violencia sexual y
aproximadamente 37.000 de violencia en general contra ellas. Entre el 2001 y el
2009 se supo de 500.000 casos de violencia sexual, “se calcula que en ese lapso
la cifra real de colombianas violentadas haya ascendido a los dos millones”. (Lara,
mayo 26 de 2016). “¿De qué nos quejamos? Ni siquiera practicamos el 5º
mandamiento, y ya vimos los amplios y poderosos sectores que votaron por seguir
la guerra.”, apunta Carlos Eduardo Vasco, en el 5º reto de la Educación
colombiana para el 2025. En este reto, al decir del Comisionado de la Misión
Ciencia Educación y Desarrollo está: “Conciliar el pluralismo y el amoralismo
neoliberal y posmoderno con la enseñanza de la convivencia, la ética, la moral,
la democracia y la ciudadanía, y con la enseñanza de las religiones, sus
contribuciones y sus desvíos”.
Durante 2014 al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) llegaron
44.165 denuncias de maltrato a menores de edad, afectados principalmente por
violencia sexual y abandono. Dicho de otro modo, en Colombia, diariamente, en
ese año, a 121 niños, niñas y adolescentes se les vulnerados sus derechos. El
41,7% de los menores de edad, con los que el ICBF adelanta procesos de
restitución de derechos, tenía entre 12 y 18 años; el 28.8% la edad oscilaba
entre 6 y 12 años. Los niños y niñas, entre 0 y 6 años, ocuparon el 16,3%. Según el mismo instituto,
(El tiempo, 2 de marzo de 2016), solo durante el 2015 fueron reportados al
Sistema de Información Misional 3.370 casos, de los cuales, 939 fueron por
violencia sexual.
Todos ellos y ellas son hijos de la Constitución de 1991, seguramente vástagos
de padres creyentes, practicantes del 4º mandamiento y “apoyados en la ley”,
aunque no se conozca la especificidad del Código Civil Colombiano que en el artículo 262 establece: “los padres o
la persona encargada del cuidado personal de los hijos, tendrán la facultad de
vigilar su conducta, corregirlos y sancionarlos moderadamente”. (González, J.,
2015). “Los niños que han sido respetados desde la infancia irán por el mundo con
los ojos y las orejas bien abiertos y sabrán protestar con palabras y acciones
constructivas contra la injusticia y la ignorancia”, anota Miller (2009, 17) y los
que aprenden la violencia en la progenie, porque sus padres la han aprendido ¿Qué
harán?
Ligado
al crimen, al maltrato y al abandono, como prácticas de los miembros de algunas
familias, está el consumo de Sustancias Psicoactivas (SPA). En el II Estudio de
Consumo de Alcohol en Menores, en 7 ciudades capitales, en el año 2015,
realizado por la Corporación Nuevos Rumbos, se encontró que el 58% de los
menores de 18 años lo hace en fiestas de la casa; el 52% de los menores toma
alcohol en presencia de los padres; el 48% toma con padres y familiares y el
44% ha ido a comprar el licor obedeciendo órdenes de los padres o familiares.
Concuerdan estos datos con las cifras del programa
Ángel protector de Red Papaz, en los
que se asegura que el 55% de los menores de edad han iniciado el consumo del alcohol
en su propia casa, en presencia de sus padres, reiterando que esta es la causa
de los altos índices de consumo en la capital.
En 2015 y lo corrido del
año 2016 se registró, según Caracol Radio, que el 15 por ciento de los menores
en Bogotá están tomando alcohol con frecuencia, volviéndose relevante el hecho
de que las mujeres están consumiendo un 57%, mientras que los hombres, menores
de edad, registran un 51%. El comienzo del consumo está entre los 11 y 12 años.
Esta, sin duda, es una huida de los niños y adolescentes a las situaciones de
angustia, desesperanza, desazón, violencia, desconfianza, peligro,
incertidumbre, abandono afectivo, desprotección que la familia biparental y
monoparental le brinda a sus retoños. Si las espigas y los capullos, evocando a
Soto Aparicio, no se cuidan no habrá pan ni habrá flores.
¿Y qué decir de la violencia intrafamiliar, muy ligada a los
factores de riesgo que se vienen enunciando? En mayo del 2015 se registraron, a
nivel nacional, 74.812 casos de violencia intrafamiliar: más del 30 por ciento
sucedieron en plena celebración del Día de la Madre. (El Tiempo, 2de marzo de
2016). En 2012 se presentaron 30.110 casos, 552 de los cuales terminaron en
sentencia condenatoria. Al colombiano sin corazón lo pierde el corazón, apuntó García Márquez
(1995, 16). “Somos una sociedad sentimental en la que prima el gesto sobre la
reflexión, el ímpetu sobre la razón, el calor humano sobre la desconfianza.
Tenemos un amor casi irracional por la vida, pero nos matamos unos a otros por
las ansias de vivir. Al autor de los crímenes más terribles lo pierde una
debilidad sentimental.”
En la apertura de la Caja
de pandora, el embarazo no deseado de adolescentes no puede efaltar. El
embarazo de adolescentes, en Colombia, es un problema de Salud Pública. La Academia Nacional de Medicina, en el año 2005,
catalogó el “embarazo en adolescentes” como la más grave problemática en salud
pública de Colombia. “Ésta, además de ser un marcador de subdesarrollo en sí,
es una catástrofe biológica, antropológica, social, familiar e individual. De
ella se desprenden en gran medida problemas como el aborto, las infecciones de
transmisión sexual, la violencia de género, la violencia sexual y el maltrato
infantil” ( Arrieta, 2010).
En la actualidad, el 20% de las embarazadas son adolescentes.
Colombia es el tercer país de la región (después de Venezuela y Ecuador) con el
mayor sumario de adolescentes gestantes. Un estudio reciente de la ONU señala,
que “150 mil embarazos en niñas entre
los 10 y los 19 años se registraron en el país en el último año”, 6000 de ellas
menores de 14 años. El embarazo adolescente perjudica no solo a la
madre, sino a sus hijos, a sus familias y a la sociedad entera “El embarazo en
la adolescencia es una circunstancia que quita la oportunidad de desarrollo, de crecimiento, de completar la
educación, de tener mejores oportunidades para el trabajo y mejores
condiciones de vida, tanto de la madre como de sus hijos”, indica el estudio
(Mejía, 2013). ¿Qué está
pasando? ¿Quiénes son responsables de esta grave problemática? ¿Los padres que
no se comunican correctamente con sus hijos... los mismos adolescentes, que se
aventuran a tener prácticas sexuales sin la protección ni la conciencia de los
riesgos que el ejercicio de la sexualidad implica?, preguntan los asesores del
organismo multilateral. ¿Ha muerto la familia, como lo aseveró David Cooper(1986)?
Desde la relación familia escuela, puede decirse que las prácticas
de crianza, los saberes de sentido común, saberes populares y el capital
cultural de los padres de familia, que tienen matriculados a sus hijos en los
colegios públicos, no les posibilitan formar a los niños, niñas y adolescentes
en el ejercicio de los Derechos Sexuales y Reproductivos; empero, la Corte Constitucional
ha expuesto que: “por su propia naturaleza, la instrucción sexual se
lleva a cabo desde el nacimiento en la atmósfera protegida de la familia”. El
peso de las creencias y sobre todo de los preceptos religiosos cobra un alto
precio a la hora de asumir la formación de los hijos; por eso, la escuela se
convierte en una institución de educación compensatoria y de reeducación en
cuanto a la Educación sexual se refiere, pero no resuelve el problema
estructural.
Los divorcios ocuparon un protagónico papel en la desconfiguración y recomposición
de las parejas, convirtiéndose en un factor de riesgo para los consanguíneos. A
principios del 2009, la prensa nacional reconocía “que 41 parejas colombianas
acudían a los juzgados para divorciarse, es decir, 5 parejas en promedio por
hora” (González, J., Luna, A., 79). Se calcula que por cada pareja que se casa
otras tres parejas se divorcian. De diez parejas, tres se divorcian. Bogotá fue
una de las ciudades donde más se presentó esta situación: 25.83% de los divorcios del país. De acuerdo con los informes del
Superintendente de Notariado y Registro (García, J., 2016), “de diez parejas, tres se
divorcian… los divorcios aumentaron un 10.44%”. ¿Y qué decir del
matrimonio igualitario y de las madres cabeza de familia?
Y podríamos
cerrar esta enumeración de factores de riesgo que caracterizan a la familia
unipersonal, nuclear y extendida, como la tipifica la Encuesta Nacional de
Salud Mental, 2015, acuñando que el 10% de los colombianos tiene problemas
mentales, reflejados primordialmente en la depresión y la ansiedad.
Sobre la base de este crítico panorama,
en el que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer, reconociendo que en el fondo de la Caja de Pandora está lo nuevo, es decir la Esperanza, fundada en la diversidad debida a la mutación del organismo primario, y que son
muchos los factores exógenos que influyen en el desempeño de los roles de la
familia, verbi gracia: la pobreza, el desempleo, la ubicación rural o urbana,
la situación económica, la aculturación, entre otras, sobre esta base bien pueden formularse los
siguientes interrogantes:
¿Será que ese organismo asemejado a la estructura básica de los seres vivos: la célula, está cumpliendo con la función de reproducirse, pero ha dejado en un segundo plano la función de relacioanrse bien y ha puesto en el sótano la función de nutrirse y por eso hoy sigue moribunda? ¿Qué estará pasando con la membrana plasmática cultural y con el citoplasma social de la "la base de la sociedad? ¿Tiene sentido, para el crecimiento
humano, una organización primaria como la amorfa familia actual? ¿Será posible la
realización personal y social de niños, adolescentes y adultos en un escenario
cuyas funciones tradicionales son la supervivencia, la reproducción y la vida
conyugal? ¿Los roles que vienen ejerciendo los miembros de las tipologías de
familia contemporánea están cumpliendo con el compromiso para el cual nació esta organización primaria? ¿Será que la prevalencia de este organismo, tal como se ha sostenido, ha incidido en que no tengamos una mejor sociedad, una mejor escuela y un mejor país, acogiendo la afirmación del escritor Silva Romero?
En este contexto anómico y disfuncional, la escuela puede seguir esperando que la familia responda con los deberes y obligaciones que tiene con la escolaridad? Casassus (2015) sostiene que los alumnos que tienen profesores que piensan que el éxito o el fracaso de ellos depende de la familia de donde procede tienen, por ese solo hecho, 20 puntos menos, frente a los educadores que no piensan así. ¿La escuela del posconflicto puede asumir el rol de generar procesos de aprendizaje sobre la base de la realidad anómica expuesta, como alternativa educativa?
En este contexto anómico y disfuncional, la escuela puede seguir esperando que la familia responda con los deberes y obligaciones que tiene con la escolaridad? Casassus (2015) sostiene que los alumnos que tienen profesores que piensan que el éxito o el fracaso de ellos depende de la familia de donde procede tienen, por ese solo hecho, 20 puntos menos, frente a los educadores que no piensan así. ¿La escuela del posconflicto puede asumir el rol de generar procesos de aprendizaje sobre la base de la realidad anómica expuesta, como alternativa educativa?
Algunas fuentes consultadas.
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Casassus, J., recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=yS_CFk1WL70
Caracol radio (25 02 2016) recuperado: http://caracol.com.co/emisora/2016/02/25/bogota/1456402734_362930.html
Editorial El Tiempo. Recuperado http://www.eltiempo.com/opinion/editorial/el-violento-dia-de-la-madre-editorial-el-tiempo-11-de-mayo-de-2016/16588158
Cooper, D.,
recuperado de https://periodicoelamanecer.files.wordpress.com/2014/03/la-muerte-de-la-familia-david-cooper-1971-periodicoelamanecer-wordpress-com.pdf
El Tiempo,
recuperado de http://www.eltiempo.com/bogota/maltrato-infantil-en-bogota/16526324
El Espectador. Recuperado: http://www.elespectador.com/noticias/nacional/2015-se-incrementaron-los-divorcios-colombia-articulo-618401
García, G., recuperado de http://www.mineducacion.gov.co/cvn/1665/w3-article-340541.html
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Recuperado de http://caracol.com.co/radio/2016/03/29/nacional/1459273224_917130.html
González, J.,
recuperado http://senderopedagogico.blogspot.com.co/2015_08_01_archive.html
Lara, P. Recuperado de http://www.elespectador.com/opinion/al-oido-de-los-senores
Leal, J., (1998) La jaula familiar. Bogotá, Colombia: Tercer Mundo Editores.
Leer más: http://www.monografias.com/trabajos43/dinamica-familiar-escolar/dinamica-familiar-escolar2.shtml#ixzz4A9kBwbxA
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Pérez, A., Mejía, J. et al. Recuperado de http://nuevosrumbos.org/wp-content/uploads/2015/12/Consumo-de-Alcohol-en-menores-de-edad-en-Colombia-2015.pdf
Tedesco, J.,recuperado de http://www.pedagogica.edu.co/storage/rce/articulos/rce36-37_09controv.pdf
Mejía, M., recuperado
de http://www.sura.com/blogs/calidad-de-vida/embarazo-adolescente.aspx#sthash.83WDFbAk.dpuf
Gutiérrez, Rafael
(1998) Insistencias. Bogotá: Ariel.
Miller, A., (2009) Por tu propio bien: raíces de la violencia en la
educación del niño.
México:Tusquets Editores.
Sarlo, B. (2005)
Tiempo pasado. México: Siglo XXI editores.
Tovar, H. (1974)
Notas sobre el modo de producción precolombino. Bogotá: Aquelarre.
José Israel González B.
Bogotá DC, junio 5 de 2016
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