Formación académica, traslados y ...
Con Rafael comenzó una nueva amistad y fue ese maestro
quien me hizo una verdadera inducción, no solamente sobre el colegio sino sobre
“la marea del magisterio en el Distrito”... me indicó donde tomar el bus, me
alertó acerca de cómo tratar a los niños y a las monjas, me dio las pistas para
afiliarme al sindicato y a la cooperativa, me aclaró que en ese colegio
estábamos en comisión y no dudó en sugerirme la transferencia a la carrera de
Ciencias Sociales en la UPN, diligencia, que dicho sea de paso, no prosperó,
según el decano, porque no había cupo
para continuar con el tercer semestre de sociales, emprendido en la UPTC…
Habitualmente, los maestros del colegio caminábamos
hasta la carrea 10, porque el flujo vehicular era muy escaso… en ese trayecto,
además de saludarnos con la gente de la comunidad, también bebíamos cerveza,
para mitigar la sed y el cansancio. En tiempo promedio era de 1 hora, en esa
expedición turística. En ese centro educativo se respiraba un aire de camaradería,
sobre todo con tres maestros, que curiosamente eran licenciados en idiomas. Con
ellos, las tomaditas de cerveza para atenuar el descenso fueron verdaderas
tertulias literarias; las discusiones gozaban de mucha pasión y argumentación.
La evocación de Borges, Neruda, Paz, García Márquez, Rulfo, Miller, Dostoievski,
Víctor Hugo,
Kafka, Sábato, Gorki, entre otros, me obligó a la lectura de ellos, para poder participar en
esas conversaciones. Recuerdo que uno de los contertulios pasaba por una crisis
amorosa y fue así como pudo sobreponerse a ella.
Desde ese entonces tengo claro que no hay nada mejor que
la literatura y la poesía concretamente, para la recuperación de las pérdidas
emocionales. Esas recetas de autoayuda y autosuperación no son tan efectivas.
La recitación de versos, al calor del lúpulo, por los tertuliantes, en varias
anochecidas bogotanas, coadyuvaron con el aliento, para que uno de los
profesores e sobrepusiera a la tusa que lo invadía en esos momentos.
La negación del cupo en la UPN me generó malestar,
porque mi ilusión era continuar con la licenciatura, pero en la interlocución
con los colegas del colegio, una maestra de ojos verdes y dialecto pastuso,
quien compartía conmigo la vigilancia en el recreo, me invitó a comprar el
formulario en la Universidad Nacional y, de paso, sugirió el ingreso a la
carrera de Trabajo Social, entre otras razones, porque “se podía cuadrar el
horario en la mañana”…nunca pensé que siendo normalista pudiese ingresar a la Nacional,
me sentía en desventaja por ser de la región y porque el comentario era:
“entrar a la Nacional no tan fácil”. No obstante, motivado por la conversación
de la profesora, hice los procedimientos, presenté la prueba, y un domingo de
julio del año 1981, estando en vacaciones y acabando de llegar a Bucaramanga,
con unos paisanos, quienes traían un camión cargado de contrabando, proveniente
de Maicao, me informo, a través del El Tiempo, que había logrado aprobar el
examen en la Nacional. “No hay mal que por bien no venga”, decía mi octogenaria
abuela.
El segundo semestre de ese año inicia cargado de una
realidad soñada…jamás pensé que pudiera estudiar diurno y menos en la mejor
universidad del país, pero ahí logré graduarme luego de 8 años, literalmente de
lucha contra múltiples infortunios y una vez superada la expulsión firmada por
uno de los integrantes de la Misión Ciencia Educación y Desarrollo…Entre tanto,
en el colegio la acción pedagógica con los niños de primero siguió hasta
noviembre, mes en el que susodicha directora forjó la entrega de este maestro a
la Secretaría de Educación, porque jugaba con los niños, perdiendo de esta
manera el respeto y además, porque realizaba talleres quincenalmente con los
padres de familia. “esos maestros así no me sirven”, ostentó la reverenda, que
meses atrás había trasteado a este maestro en su Willis color café, al colegio
de los Laches.
Ante la negativa, un maestro de la escuela Aulas
Colombianas El Consuelo, estudiante de Trabajo social de la Nacional, activista
sindical, a quien en tres ocasiones le ayudé a sacar el periódico Luchemos y algunas chapolas, en el mimeógrafo de las monjas, sin
que estas se percataran del hecho, me apoyó para que el inminente traslado no
fuera tan lejos del sector…Justamente al iniciar el año, en una de esas
reuniones de capacitación que los supervisores nos hacían, para enseñarnos
didácticas de matemáticas y ciencias, en una de esas sesiones me notifican de
la ubicación en la escuela Costa Rica, centro escolar situado en entre los
barrios Belén y Atanasio Girardot...
En esta escuela, integrada por 14 maestros hombres y dos
mujeres, seguidores de Los Programas Curriculares, los cuales, a diferencia de
los Programas de Enseñanza Primaria, articulaban la Música, las Artes Plásticas
y la Educación Tecnológica…cursaban los niños la primaria en la tarde y en la
mañana bachillerato…también empecé con primero y así fui ascendiendo hasta 5º.
Enseñaba todas las materias, menos Educación Física, porque esa asignatura la
dictaban recreadores del Bienestar Social del Distrito, en el Centro
Comunitario Lourdes, a pocos metros de la sede del establecimiento.
Hago acá un paréntesis para recordar, que en Bogotá,
bajo la presidencia de Misael Pastrana Borrero, fueron creados tres centros
comunitarios, para atender todas las necesidades de las comunidades
periféricas; salud, educación, empleo, obras públicas, vivienda, nutrición,
servicios… hasta lavaderos comunitarios, al la usanza del modelo plasmado en la
extinta Unión Soviética. Esos centros todavía existen: Servità, La Victoria y
Lourdes.
Cierro el paréntesis para comentar, que en una de esas
salidas, dos niños de 4º primaria se besaron en la boca, por el camino. La
noticia se regó como pólvora entre los pobladores, tanto que al día siguiente,
al tratar de ingresar al plantel, un tumulto de padres de familia esperaba la
presencia del director de curso, para plantear el siguiente dilema: “O expulsan
a los niños de la escuela o retiramos los nuestros”. Los dos niños, al ver la
trifulca retornaron furtivamente a la casa. Esa misma tarde improvisamos una
reunión y nos ocupamos del tema, llegando a concluir que los niños aprendían lo
que veían en el barrio y en el centro de la ciudad, por lo tanto, lo que se
debía hacer era “evitar que se siguieran besando”, de lo contrario, hipotetizaba
una madre: “se pueden volver maricas”.
La directora de la escuela, una mujer fervorosa y
madura, nos encomendó a todos al altísimo, oró por los niños, pidió la
intervención del Centro de Diagnóstico y Tratamiento,-que era el equivalente a
la orientación escolar en primaria- constituido por un equipo
interdisciplinario, pero en todas las escuelas de la zona. Para la sicóloga, la
sicopedagoga y la Fonoaudióloga, la situación fue de alarma y de mucha tensión,
llegando entonces a tomar la decisión de que la escuela asumiera el caso. Ante
la presión de los profesores, porque a esos chicos se les debía sancionar
ejemplarmente, acudí a las orientaciones de mi profesora de sicología social,
Florence Thomas, quien me alentó y de paso me dio las pistas a seguir…
Con base en lo aprendido en las clases de sicología y
siguiendo el derrotero de la maestra francesa, organicé una reunión con todos
los niños y niñas del curso, inmersos los dos menores en cuestión, hablamos del
tema, llegando a la concluir: primero, que los niños debían seguir estudiando;
segundo, que ellos se habían besado, porque veían, por las noches, en las
calles de la ciudad, besarse entre hombres, mientras acompañaban a sus padres a
vender fritanga, tinto y pelanga; y tercero, que eso no era ningún problema,
porque además ahí había varios hijos de señoras que trabajaban como
prostitutas…Al año siguiente los chicos terminaron 5º primaria, obteniendo los
mejores porcentajes en el examen ICFES, a nivel de la institución.
Del paso por Costa Rica, en el decenio del 80, ha
sido difícil olvidar: la bofetada que una madre de familia le
ocasionó a una docente temporal, porque le exigía el uniforme a su hijo; el
hábito de los profesores de licenciar a los estudiantes, porque no había agua
en el centro educativo o debido a la falta de pago del sueldo, el primer día
del mes; la recuperación, en El Cartucho, de las joyas y los
documentos de la directora, hurtados por un hampón, tío de un alumno del
plantel; la conformación de un grupo de madres de familia con quienes se
hicieron suculentas preparaciones con bienestarina, para nutrir a los
escolares; y, los talleres de educación sexual realizados en varias escuelas de
la zona, con docentes, padres de familia, y estudiantes. Esa acción la
patrocinó La Casa de la Mujer y el PNUD.
Las supervisoras de educación del Distrito, rara vez
visitaban las escuelas, la primera ocasión que presencié este acto fue el día
en que notificaron a la directora de mi traslado, para el Centro de Diagnóstico
y Tratamiento(CDT), órgano que funcionaba en la escuela Argentina y que estaba
integrado, como ya se anotó, por una sicopedagoga, una sicóloga, una
fonoaudióloga y un trabajador social, en este caso, el suscrito…
Escuela Distrital Argentina. Monumento Nacional. |
La permanencia en el CDT, no superó los dos meses, me
fatigó la decidía en el trabajo pedagógico, el exceso de burocracia, la falta
de compromiso con las comunidades, el sinsentido de la acción
interdisciplinaria, el protocolo institucional y la pugna interpersonal, no
tanto por hacer las cosas bien, sino por los comentarios desacomedidos y la
actitud de la directora de colocarle cadena y candado a la puerta para impedir
el ingreso y la salida de los educadores en la jornada.
Como el espacio para el diálogo no era el mejor, reaparecí
nuevamente a la SED, no había vuelto desde la entrega hecha por al religiosa,
para pedir traslado a cualquier escuela de la capital, esa fue mi decisión…La
jefe de primaria tenía en su escritorio la solicitud de un maestro para la
escuela Alaska, en la zona 5A de Usme. En un tono muy afín al que tuvo mi
padre, en el momento en que decidió matricularme en la Normal, ella me
manifestó que consumaba el traslado, pero que no volviera arrepentido de lo
hecho, porque no modificaría la medida.
Tal como en acontecimientos anteriores, llegué a la
dirección de la supervisión, entregué la notificación, averigüé la forma de ascender a la escuela y –como decía
mi abuelo: “a macho tobillo” alcancé la cordillera donde me esperaban dos
profesores con cinco cursos a su cargo (casa de color azul arriba en la loma)…con el grado primero continúo una
maestra joven, muy organizada y caramente amable, el curso 4º y 5º los asumió
un maestro, quien además conducía un taxi durante la noche y los demás cursos
quedaron bajo mi dirección.
Escuela Distrital Alaka en las lomas de Usme. |
En el primer fin de semana, con uno de esos líderes que
hoy escasean en esta sociedad, le pusimos freno a esta increíble
situación…compramos el galápago, conseguimos un taladro y en la noche del
domingo, mientras los moradores disfrutaban del sueño, perforamos el tuvo madre que
conduce el agua de la represa La Regadera a Vitelma y conectamos el agua… el
lunes siguiente, los niños de Alaska vieron verter de los grifos el preciado y
deseado líquido, que pasaba oculto y silencioso, bajo el suelo de sus viviendas
y por el contorno de la escuela.
José Israel González Blanco
Del aula a la burocracia…