El sueño de ingresar al Distrito…
Centro de Bogotá |
En las regiones
había profusa expectativa por la convocatoria a exámenes para el ingreso al
magisterio distrital. Precisamente, una noche, estando en Chiquinquirá,
mientras cenaba con una colega, antes de ir a la universidad, surgió el
comentario: “mañana es el último día que venden de formularios para entrar al
Distrito”. Ante la azarosa noticia, no hubo mas remedio que llamar ala jefe de
grupo de Saboyá, para pedirle el permiso. La noche transcurre y con el cantar
de los gallos se apronta el improvisado viaje... a las 4 de la mañana ya estaba
sentado en una silla de la flota Reina... y a las 8 am ocupaba el lugar No
1237 (según el serial de una ficha que un transeúnte vendía
apara organizar la cola) en una larga fila que circundaba las
instalaciones de El Campin, en busca del formulario…
Adquirir el formulario era una gran proeza,
diligenciarlo bien era una verdadera
hazaña y radicarlo en medio de empujones, regaños y malos augurios para los migrantes del campo, era un
loable fruto. Los documentos anexos no pasaban de ser el registro civil de
nacimiento, copia del diploma y fotocopia de la cédula de ciudadanía, que por
la época empezó a entregarse a los 18
años d edad.
Transcurridos pocos
días la SED divulgó las listas de los preseleccionados para el examen. Las
hojas con la información fueron puestas
en las ventanas de la extinta DIE-CEP, en el barrio Eduardo Santos. Llegar al
sitio no fue un asunto fácil, pero más difícil fue el acceso al lugar del
examen. Empero la prueba fue resuelta y superada, hecho que garantizó la
presentación de la entrevista.
Centro Administrativo Distrital. SED |
Jubiloso con la meta alcanzada, dispongo
tiempo, allá en la vereda de Monte de Luz, para preparar la entrevista, porque
los comentarios de algunos colegas versaban alrededor de la imposibilidad de
pasar, dado que quienes preguntaban eran los supervisores del distrito y los
capacitadores del CEP, personas muy calificadas académicamente y con mucha
cancha en el ejercicio de al docencia, capacitadores
de la DIE-CEP y algunas rectores fogueaban los conocimientos
La entrevista fue colectiva, pero comenzó con un ejercicio individual en el que cada aspirante debía hacer un relato sobre un acto pedagógico que lo hubiese marcado en su vida escolar; luego vino la lluvia de preguntas, encaminadas a dar respuestas sobre la actitud del maestro como administrador de currículo…pues no podía esperarse algo distinto, porque la Secretaria de Educación era la doctora Pilar Santa María de Reyes, una de las más furibundas impulsoras de la Tecnología Educativa y el Desarrollo Curricular…de ahí que la clave del discurso estaba en referir tres palabras: insumo, proceso y producto.
La formación
pedagógica y didáctica en la Normal no fue ajena a esta postura, pues el fuerte
de la práctica pedagógica estaba, por ejemplo, en elaborar objetivos en
infinitivo, eso si sin usar verbos como comprender y entender, porque no eran
medibles, ni cuantificables. La evaluación debía ser objetiva, verificable,
comprobable, medible y puesta en datos, lo demás no tenía reconocimiento. La
divulgación de las ideas de Skinner, Bandura, Gagné, Blomm, el Conductismo y el
positivismo eran preponderantes en al política educativa.
Aprobada la
entrevista, el paso contiguo es adjuntar la documentación, cuestión que llevo a
cabo en enero de 1981, mes en el que muere mi padre a los 41 años. Esta es la
tercera pérdida emocional por muerte que debo lidiar en los albores de la
juventud. Radicados los documentos venía la etapa de posesión.
En marzo, recibo la
resolución de nombramiento para el colegio Marco Fidel Suárez, institución en la
que apenas pude traspasar la puerta, pisar el corredor y saludar a la
coordinadora, quien al enterarla de mi nombramiento enfáticamente expresó:
“pero aquí no hay ninguna vacante…devuélvase para la Secretaría, porque acá
pierde su tiempo”. Mientras bajaba las escaleras observaba el colegio y lo
comparaba con Sábripa, Monte de Luz, El Batán y rápidamente colegia:
“definitivamente Bogotá es Bogotá…la gente tiene razón de venirse para acá,
porque estos son verdaderos colegios: tienen agua, luz, pavimento, personal
administrativo, buenos salones, vías de acceso, dos jornadas diurnas,
televisores, teléfono, porteros, aseadoras, un maestro para cada curso y no
existe tanto riesgo como en las veredas...”
Después de muchos
tropiezos por el desconocimiento de la ciudad, le pregunto a los transeúntes
acerca de las rutas para llegar al Centro Administrativo Distrital…ingreso al
piso 12 de la SED, espero frente a la Dirección de Educación Primaria, junto
con un monja de piel negra, gafas obscuras y atuendo gris…nos piden que
sigamos, mientras tanto la religiosa le va expresando a Doña Georgina de Cabra:
“en el colegio me falta un docente de primaria…La afamada supervisora me mira
fijamente el rostro y me interroga: “¿Tu vienes por el nombramiento, verdad?”
Yo, con la cara sonrojada y eso que llaman pena en mi semblante, le entrego la
nota de rechazo firmada por la coordinadora…
Ella no vacila en
decirle a la reverenda: “le tengo la solución hermana, váyase con el maestro de
una vez y me lo manda con la constancia firmada”…La monja sorprendida, me mira
con el rabillo del ojo y dice: “mucho gusto, soy la hermana Martha, directora
de Fe y Alegría en Vitelma... vamos que en el parqueadero tengo el carro para subirnos,
porque a las 12:30 empieza la jornada y los niños están sin profesor”…
…Efectivamente a las
12:45 de la tarde arribamos al colegio, una construcción de dos pisos, ubicada
en la margen occidental de la vía que comunica el barrio Los Laches con la
calle 11 Sur, frente a los tanques del antiguo acueducto de Vitelma…un colegio
que impactaba con el orden, la decoración, el aseo y contaba hasta con un
dispensario para atender a los niños y a personas de la comunidad.
La religiosa, de una
vez me llevó al salón de primero primaria y le ordenó a la maestra titular, que
en adelante se hiciese cargo del curso 4o y dejara al nuevo maestro con ese
grupo. Los niños muy amables, vestían uniforme gris con el escudo de Fe y
Alegría, cerca al corazón…todos se pusieron de píe, saludaron con las buenas
tardes al unísono, empezaron a mostrarme las planas, los dibujos y no faltaron
aquellos que pidieron una tarea…36 niños conformaban el curso, cuya entrada era
a las 12:30 y la salida a las 5:15 p.m.
Transcurridas dos horas
suena una campana para salir al recreo, ante lo cual no pude ocultar la
tristeza al recordar el sonido del cacho que sonaba en la vereda…los chicos
salieron a un patio grande a jugar y la hermana estuvo pronta a llevarme as la
sala de profesores, para el protocolo de presentación y para ingerir un café
con unas galletas… Ingresé y tímidamente estreché la mano derecha con las
profesoras, muchas de ellas licenciadas, quienes no dejaron de observar la
pinta de este maestro oriundo de la provincia colombiana. Había maestros
distritales y maestros nacionales en ese plantel.
Ese es el refrigerio que aquí nos dan todos
los días”, opinó Rafael, un licenciado en idiomas, oriundo de Socha, municipio
limítrofe con Sátivanorte, estudiante de la ESAP y docente del colegio San Juan Bosco.
Al día siguiente, tuve que anunciarle al director de la Escuela Distrital Juan
XXIII, que yo estaba laborando en Fe y Alegría. No olvido, que la planta física
era la de una escuela de las construidas por la Alianza para el Progreso,
ubicada en la calle 11 con carrera 4, zona educativa No 4, de la alcaldía Menor de san
Cristóbal.
Pasado
el segundo día de clases, debo pedirle permiso a la hermana directora para
viajar a Boyacá a pasar la renuncia irrevocable de mi cargo como maestro. La religiosa no recibió de buen agrado mi
petición: “¡No acabas de llegar cuando empiezas a pedir permisos!… ¿y los niños
con quien lo voy a dejar?”. Esa fue una primera afrenta que recibí ante lo cual
contesté con el silencio, no sabía que decir. El profe Rafael se dio cuenta del
estado de la relación con la vicaria, sospechó del tema y con la disculpa de
preguntar algo sobre el horario, se acercó y dijo: tranquila hermana, yo cuido
el curso mientras él llega”. Para logar el cometido, viajé a las 4 de la mañana
a Tunja, entregué la renuncia a las 8 am y estuve de retorno en el terminal, de
tal manera que a las 12:30 retomaba las clases en Fe y Alegría.
Formación académica, traslados...
Querido Profesor José Israel Gónzalez Blanco, me llena de alegría y a la vez de mucha nostalgia su relato puesto que tal vez fui alumna suya, yo estudié en el Colegio Fe y Alegría de los laches en Bogotá y tengo gratos recuerdos... Me gustaría mucho volver algún día a visitar mi colegio donde pasé mis primeros añitos de infancia. Apreciado Profesor lo felicito por sus grandes logros y metas alcanzadas, por su esfuerzo y perseverancia, gracias por compartir con todos nosotros parte de su experiencia como maestro. Muchas felicidades Querido Profesor.
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