sábado, 12 de abril de 2014

Maestr@s autodidactas...


Los Microcentros: una experiencia de autoformación de Maestros.

Otra experiencia sistematizada, por los 23 maestros del colegio Distrital Nuevo Horizonte, es la relativa a la cualificación del saber pedagógico y de la praxis. La opción por la actitud autodidacta y por la autoformación, en grupo, acompañada de la lectura y de la escritura, es la alternativa frente al consumo de cursos descontextualizados que el Ministerio de Educación y la Secretaria de Educación nos han venido imponiendo a los maestros de Colombia y de su capital. Es parte del trabajo de investigación publicado en el año 2006, en el libro[1]: Sistematización de Experiencias Educativas, innovación, Currículo, Conflicto y Participación.  

En el momento de descubrir el grano de trigo en el campo segado, se pudo reconocer que allí mismo se hallaba un hormiguero; es decir, un asentamiento de maestros y maestras, quienes cansados de ser ejecutores de unas políticas educativas impertinentes en el contexto, deciden abrirse camino a través de laberintos muy complejos y, empleando -como las hormigas rojas- habilidades para establecer rutas individuales de recolección desde el nicho escolar. Al adentrarnos propiamente en el qué -exponen en el relato- “fluyen, como es natural, variedad de posiciones: Unos a favor de lo estatuido; otros, en pro de la transformación del esquema tradicional; y una tercera postura, alrededor de la articulación del pasado con las nuevas transformaciones. Como era de esperase y tratando de vivir la democracia participativa, se dio el tiempo para esgrimir los argumentos desde la perspectiva individual”.

En la exposición de los juicios pasó más de un año, alcanzando a consensuar la importancia de mejorar la racionalidad de la educación, permitiendo que los prácticos reflexivos mejoren sustancialmente su quehacer para ellos y por ellos mismos, revaluando críticamente las acciones pedagógicas y fundando un enjambre de estudiosos de la pedagogía, la didáctica, la cultura,  el  poder,  la  comunicación,  la  política,  la  comunidad,  el  currículo  y  el sentido de la  vida. Podría sostenerse -parodiando al profesor Aguilar- que los maestros y maestras del Rural Horizonte (una de las tres sedes del colegio), en ese momento, ya han comprado los tiquetes en la ventanilla de las apuestas, inscribiendo su trabajo “en relación directa con su compromiso ético con la cultura, un maestro que problematiza, que inventa, que se entiende a sí mismo como sujeto de políticas educativas” [2].

 
Efectivamente, en el período arriba señalado, los viajeros -retomando la analogía con los tiquetes- logran  plasmar  a  través  de  un  árbol,  sus pensamientos  y  los  acuerdos. “El árbol  -puntualizan en el texto citado- lo asumimos como una metáfora o si se quiere, como un símbolo significativo y complejo que permite leer una realidad cultural. El árbol ha sido el mejor texto para entender, comprender, localizar y hacer desplazamientos de la diversidad de qué enseñar. Dentro del árbol,  se hacen visibles las raíces, el tronco, las hojas. Todavía no ha florecido ni dado semillas, todos ellos y ellas están potenciándose desde la raíz. El terreno sobre el cual se encumbra es el de la cultura. El árbol se  levanta sobre cuatro raíces, que responden a los nombres de: Comunicación, Sociedad, Lúdica o Movimiento y Tecnociencia. Dentro de la lógica, tanto de la biología como del currículo, estas raíces están interrelacionadas y son el sustento y soporte del resto del cuerpo que sostienen. Estos cuatro tópicos educativos son la base del plan de estudios y del mismo proceso de escolarización”.

En el momento en que se teje este escrito, los maestros, las maestras y la directora de la época, reconocen el miedo que intentaba apoderarse de su voluntad, el azoramiento que los acompañaba, la angustia que no dejaba de asomarse por las ventanas y la alarma que repiqueteaba a diario por el frío que produce desafiar un camino desconocido, donde el desacierto podría tener unos costos afectivos, pedagógicos y políticos muy altos; no obstante, la utopía, el deseo, el creer en nosotros mismos, la cualificación conceptual y política, la flexibilidad con el currículo explícito, el abandono de la zona de confort y la esperanza educada a la cual refiere Giroux,[3] fueron la brújula y el aprovisionamiento que ayudaron a las hormigas a divisar y encarar el invierno que amagaba ser convulsivo y tenebroso. La verde esperanza y el torvo miedo, hiladores invisibles de sueños -como diría Machado- se ponen en faena colocando a prueba quién teje más rápido.      

La construcción del Plan de Estudios demandó, además de las jornadas de reflexión, lecturas de libros, exploración documental, consultas bibliográficas, debates con académicos, organización de foros, replanteamiento de los tiempos de clase y de espacios, convocatoria a padres de familia y estudiantes para el diseño del dispositivo y por supuesto, la escritura.  Gracias a esta última, se ha podido reconstruir la historia de la experiencia, cavando como arqueólogos en los lugares más recónditos de la memoria impresa. Uno de los eventos más recordados por los artífices del Microcentro, fue la puesta en marcha del Seminario de Inteligencias Múltiples el día de la conmemoración de la Independencia de Colombia, en la Sede del Sindicato de Maestros de Bogotá (ADE). “Ocho equipos de docentes se dieron a la tarea rigurosa de desarrollar las siete inteligencias múltiples”.       

El acontecimiento “patriótico” dio la oportunidad a los maestros, de replantar dinámicas institucionales, derivándose de allí la materialización de dos estrategias básicas que perviven en el terruño donde brotó la gramínea: los talleres lúdicos con estudiantes cada semana y las reuniones de padres y madres de familia el primer martes de cada mes. Los talleres surgen como la respuesta a las preguntas que tienen los niños, yendo más allá del esquema tradicional, donde la institución generalmente responde las preguntas que ellos y ellas no han formulado. Las porras, los cachivaches, caminantes, relajación, karate, competencias deportivas, culinaria, pintura, lectura al viento y escritura, fueron y siguen siendo alternativas pedagógicas al necrófilo currículo explícito. Las reuniones de padres y madres de familia, dejaron de lado el regaño, la recriminación, el reclamo y la cantaleta, instalándose en el lugar  pedagógico-didáctico de formación a los progenitores de los escolares. Las reuniones siguen siendo el lugar de la palabra, de la risa, de la conversación, de la aclaración, de la pregunta, de la socialización del aprendizaje, de la enseñanza y de la potenciación de los padres y madres como sujetos que saben, que pueden y que quieren.


Del seminario manaron otras simientes, las cuales, sin desplazarse las hormigas a llevarlas, llegaron a otros rincones, gracias a los vientos de la tecnología. El uso del video en el aula, fue una experiencia hija también de la verde esperanza y el torvo miedo, que llegó a conquistar la tierra de Fernando González, el filósofo de Otraparte, mediante el programa: “Ojo maestro”. Arranca con la elaboración de un proyecto de informática convocado por la Secretaría de Educación de Bogotá, el cual ocupó el primer lugar, porque buscaba que en cada aula hubiera un computador y un televisor, poniendo así la escuela a la altura de los tiempos, como dijese Martí. Empero, la tecnocracia oficial, recabando mejores dividendos en el contrato, sacrificó no solamente el proyecto, sino las expectativas de la comunidad marginal ansiosa de probar de ese fruto.

Pero la semilla volvió bajo el terrón y allí pudo gestarse con el agua rociada oportunamente por la directora de ese entonces. De ello, hoy Teleantioquia y Señal Colombia contienen en sus archivos un documental conocido en el país, testimoniando así de la fuga de la insularidad de una experiencia para estacionarse en la simultaneidad de las innovaciones, por la “amplitud de sus efectos sociales” [4].

Detallan los integrantes del hormiguero, que el estudio de la Inteligencia Lingüística los condujo a la realización de un foro sobre el Valor pedagógico de la letra cursiva, uso cuestionado por los padres de familia, dada la dificultad de encontrar textos impresos en ese modelo. En él  -recuerdan los maestros y maestras- cada docente llegó con su ponencia y procedió a sustentarla.” Parte de los documentos expuestos llegaron posteriormente al foro educativo local, evento nutrido en todas las ocasiones por ese enjambre magisterial que por lo visto hasta acá no son pasajeros de la pedagogía, sino que son maestros y maestras, porque “los que trabajan de maestros son pasajeros de la pedagogía, mientras que los que son maestros tal vez no”[5]. De esta iniciativa, reposan en la memoria impresa, algunos escritos y en la SED, una querella contra las maestras del grado primero por atreverse a rescatar la letra cursiva y las anécdotas de nuestra experiencia aprendiendo a escribir cursivamente, para poderle enseñar a los niños ese modelo de letra, aprehendido en los bancos de al escuela, pero abandonado por la incursión de la computadora.    


Ligado a lo anterior, las hormiguitas del Fogoncito de Horizonte, también hicieron honor a Machado y al Quijote, no exclusivamente coreando versos como “caminante no hay camino… se hace camino al andar”, sino apostándole a otro proyecto, cuya fuente de inspiración y realización era la tierra en la cual nació Cervantes Saavedra. El proyecto provenía de la Alcaldía de Usaquén y se intitulaba: Sueño 2000.” El sueño en verdad no fue sueño sino pesadilla, totalmente contrario a la obra de Calderón de la Barca. Esta pesadilla representó el invierno tenebroso, porque los rayos y las centellas alcanzaron a lesionar a los caminantes; sin embargo, la  propuesta externa ratificó una vez más la importancia de que las hormigas no se expongan en invierno a salir a la superficie, ni siquiera a la frontera, porque el agua puede asfixiarlas, sino que se necesita situarse en las partes más bajas del hormiguero, para guarnecerse y subir en primavera, abrir las chimeneas y procurar una buena ventilación, tal como acaece con esta sistematización, en el aquí y en el ahora.

El efecto de estos Microcentros -anotan sus autores con olor a laurel, con aire de nostalgia y con tacto de continuidad- “nos construyó y edificó profesionalmente, nos despertó el interés por escribir, exponer ante otros y dar a conocer sin temores lo que se realiza en el aula. Se dio el interés por mejorar cada día más, para acercarnos de una manera más pedagógica a nuestros alumnos y para dejar el camino abierto a las generaciones nuevas que vendrán después de nosotros”. Microcentros como los que se acaban de describir, son sinónimo de comunidad académica, son  muestras de la pedagogía itinerante y la materialización de lo que Giroux[6], citando a Freire, en Placeres inquietantes, designa como el intelectual fronterizo, donde se entrelazan la identidad individual y la subjetividad colectiva.


En estos escenarios la minoría de edad del maestro queda sentada, porque el maestro se vuelve un nómada del intelecto que locomociona con las emociones, un sujeto que resiste a la banalidad capacitadora del MEN, de la SED e incluso a la intervención de las llamadas universidades, que se dedican más al negocio con la venta de saberes y técnicas, que a la producción, creación y recreación del conocimiento, sentido de su existencia.

El maestro cualificándose, a través de la lectura, la escritura, el debate y la praxis, se afirma como un sujeto que se piensa así mismo y que repiensa su accionar pedagógico y político. Maestros como los del Nuevo Horizonte ponen en evidencia la existencia del educador autodidacta, “capaz de validar o invalidar sus conceptos”- tal como lo concibe Raúl Cuero, con apetito de lo desconocido y que se siente cómodo, “aunque pocas personas compartan sus puntos de vista” [7].

José Israel González Blanco. Trabajador social, colegio Distrital Nuevo Horizonte, Bogotá, Colombia.


[1] Equipo sistematizador: José Israel González B., Nancy Ordóñez, Marta Ramírez, Adalgiza Luna Misquera, Olga Pardo, Yenny Sánchez, Yolanda Valencia, Luz A. Cárdenas, Jairo Castro, Luz Mary Pachón, Pedro Bustos, Esperanza Pinzón, Teresa Arévalo, Alba Marina Villegas, Gladys Páez, Francy Piedad Bohórquez, Vilma Esperanza Melo, Maruja Rosso, Myriam Triana, Adriana Lizentre otros.       
[2]  MARTÍNEZ BOOM, Alberto y UNDA BERNAL, María del Pilar. (1995). Redes pedagógicas: Espacios abiertos. Santa Fe de Bogotá DC: Proyecto RED-CEE, Revista Nodos y nudos Nº 1, p. 6.       
[3] GIROUX, Henry. A (1993) La escuela y la lucha por la ciudadanía. México Siglo XXI.  
[4] MARTÍNEZ BOOM, Alberto y UNDA BERNAL, María del Pilar. (1998). De las insularidad de las innovaciones a las redes pedagógicas. Santa Fe de Bogotá DC: Proyecto RED-CEE, Revista Nodos y nudos Nº 5, p. 10.    
[5] AGUILAR SOTO, Juan Francisco (1998). Innovaciones educativas y culturas contemporáneas. En: La Investigación Fundamento de la Comunidad Académica. Santa Fe de Bogotá DC: IDEP, p.225.
[6] GIROUX, Henri. A (1996) Placeres inquietantes. Barcelona: Paidos.  
[7] CUERO Rengifo, Raúl. (2013). Como ser creativo para triunfar.  Bogotá DC: Intermedio, p. 103.              



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