La escuela:
Una llama vacilante en los Cerros de Usaque y de Macondo.
La llama de la transformación del Agustín Fernández.
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En
el relato acerca de las Cápsulas de la
Convivencia hice la alusión a un personaje de la historia de Colombia
llamado Desquite. Él fue un mortal que no eligió la violencia sino que la
violencia lo escogió a él, un aliado de la muerte, un hombre que nunca fue a la
escuela, y a quien un poeta nadaísta le hizo una elegía, en la que de modo hipotético expresa: si Desquite hubiese
tenido las mismas posibilidades de Gonzalo Arango, seguramente su tumba no
estaría cavada en una montaña, sino que su cuerpo rugiría en los paraninfos,
haciéndonos comprender, con sus poesías, que la mano que maneja la pluma vale
tanto como la que conduce el arado. Pero no, Desquite escribió en los corazones
de algunos colombianos versos de dolor con el esferográfico de las armas, por
falta de oportunidades. Cuenta la historia, que en el filo del puñal se leía: “Esta es mi vida”. (Arango, 1958)
Bueno, ¿Y que relación tiene Desquite con nuestras
escuelas?
La llama prometedora de Usaquén |
Pues
sencillo, que en Los Cerros de Usaque, hoy convertidos en noticia nacional e
internacional por la violencia y la muerte, hay miles de niños, adolescentes y
jóvenes carentes de oportunidades para hacer valer su pluma. Prácticamente la
única oportunidad es la Educación Básica y Media, en los colegios estatales,
con serias falencias en calidad, dotación, cobertura, sentido, autonomía y
reconocimiento.
Es
un modelo de escuela que pende de políticas extranjeras, que ha heredado la huella
homogenizante, normalizadora, que sigue siendo excluyente, muy desatendida por
los gobernantes y vilipendiada por la sociedad; no obstante, es una de las pocas esperanzas que tienen la
infancia y la adolescencia de los Cerros y del país. Es, evocando a Cortázar
(1963) en la Rayuela: La luz de la paz del mundo.
En
el libro: Culturas
para la Paz, compilado por Suzy
Bermúdez (1995, 305), Matilde Ocampo, hace más de tres lustros,
recomendaba: “La escuela debe estar más centrada en el reconocimiento que en el
conocimiento…la educación hincada en el conocimiento forma para actuar en una
sociedad basada en la competencia y en el logro de la eficiencia económica y
política: generalmente los valores se dejan de lado. Los responsables del
saqueo del erario y de la violencia no son exclusivamente iletrados o personas
de poca escolaridad, sino profesionales o bachilleres que han estado sometidos
a nuestros sistemas educativos y que han aprendido a competir de manera
eficiente.”
La llama empoderada de Unión Colombia |
“Somos una sociedad sentimental en la que prima el gesto sobre la
reflexión, el ímpetu sobre la razón, el calor humano sobre la desconfianza.
Tenemos un amor casi irracional por la vida, pero nos matamos unos a otros por
las ansias de vivir.” Escribe García Márquez. Si
todos los decesos que han enlutado a los pobladores de los Cerros, desde el
inicio de su poblamiento, y a los colombianos a partir el descubrimiento de
América, hasta hoy, causados por la violencia, no hubiesen jugado su corazón al
azar, como en la Vorágine, “otro gallo cantaría”, no el gallo de pelea sino el
que anuncia la alborada.
Y
si sobre esas tumbas, además de rezar y poner flores, familiares, vecinos y compatriotas nos
preguntáramos con el autor de la elegía: ¿No habrá manera de que
Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir? ¿No habrá
manera de que en Colombia, en lugar de que las personas se maten unas con
otras, potencien mejor la vida? Entre tanto,
Guillermo Hoyos, refiriéndose a Desquite, nos insta a escribir un epígrafe distinto.
Pero, “en juego largo hay desquite”
La llama de la acogedora del Aquileo Parra |
El desquite, con minúscula, en el adagio popular, hace hincapié a
otra oportunidad. Volviendo a nuestro Nobel, “la segunda oportunidad sobre la
tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía”. Es la
oportunidad para que los chicuelos de los Cerros
de Usaque y de Macondo deshagan ese inri de que en Colombia – como lo escribió
Moreno Durán- “todos nacemos sospechosos y morimos culpables”, pero para ello se
demanda el apoyo de la sociedad, del estado y de una ciudadanía y una cuidadanía que, a cambio
de estigmatizar, aliente, que con sus palabras no mate sino de vida, como diría
Huidobro.
Y
no es cualquier apoyo, se trata de de pasar de de la formulación de políticas
centradas en bienes y servicios a una planificación con énfasis en las capacidades, entendidas éstas como la
libertada positiva, que liga justamente la posibilidad de SER con el hacer. En
palabras de Amartya Sen (1998), se trata de sostener una ligadura entre la
habilidad y el bien. Así, aduce el premio Nobel de Economía, “se logran niveles
adecuados de funcionamiento social."
La llama refulgente de Saludcoop |
Los
adolescentes y jóvenes de los Cerros y de Macondo tienen mucha capacidad de
pensamiento y de acción; les agrada bastante el deporte, tanto que a veces hasta
contravienen normas comunes por acceder al él, pero la oferta que hacen los
planes de desarrollo es mínima. A los estudiantes de nuestros colegios les
encantan las salidas pedagógicas, sobre todo al mar y a las regiones, pero en el
Plan de Desarrollo Local, por ejemplo, se ocupa tangencialmente de ello, pese a
propuestas concisas como la defendida por los educandos del Nuevo Horizonte, en
los Encuentros Ciudadanos: "Vive a Colombia, estudias por ella.”
Entonces
así ¿Cómo se pueden potenciar las capacidades de la población? ¿Cómo auscultar el
ser con el hacer en una práctica que supere esa mirada pobre de las
competencias curriculares? Nuestros estudiantes, verbi gracia, no están pidiendo grado 12, tampoco jornada
extendida ni única, porque esos bienes no mantienen vínculo real entre el ser,
el hacer y la libertad positiva, pues es “más de lo mismo”, sobre unas bases
muy discutibles, acomodadas por el Banco Mundial, tal como lo demuestra el historiador
Jorge O. Melo en: Malas propuestas
(El Tiempo: 30 01 2013); igualmente, el columnista Diego Arsitizábal (El
Espectador febrero 3 2013) para quien el problema no es tiempo sino de fondo:
“No se trata de tiempo ni de inventar esas estúpidas pruebas al final de cada
ciclo”.
La llama ondeante del Cristóbal Colón |
Bueno,
y dadas esas circunstancias de tanto improvisación en las políticas sociales,
de tanto dolor, de tanta pobreza asumida como la ausencia de bienes y
servicios, al lado de la violencia intrafamiliar, y junto a esa carencia de
oportunidades, el gobierno local, distrital y nacional no debería seguir pensando
para el pasado sino para el aquí y el ahora, es decir, que todos estos
acontecimientos deberían verse como los síntomas de una sociedad enferma que
pide al unísono: equidad, reconocimiento legítimo, trato digno, justicia social, libertad positiva y
desarrollo de sus capacidades básicas.
Y
debería pensar más en los niños y en sus maestros, porque tanto los unos como
los otros reclamamos apoyo de la sociedad y del estado, para que esa llama
vacilante, denominada escuela, no se extinga con los severos vendavales de la
violencia cotidiana que viene resurgiendo en la ciudades y en el campo.
La llama inapagable del General Santander |
Cuando
el alto oficial de la Policía Metropolitana de Bogotá manifestó, refiriéndose
al problema de Los Pascuales, que se estaba medellinizando
la ciudad, al entender de algunos humanos, llamó fue la atención acerca de la
necesidad de ponerle cuidado al problema, a la urgencia de trazar políticas de
prevención, más que a la estigmatización, para que el flagelo de la violencia
no se encarne más, ni viva entre nosotros. Claro está, que en la prevención no
se deben confundir las causas de las cosas con las condiciones que las hacen
posible, como lo advertía Estanislao Zuleta.
En
el documento: Política Nacional del Campo de la Salud Mental (2008), se afirma
que Colombia tiene uno de los más altos índices de violencia entre los países
de América. Se calculaba que el 85% se debe a conflictos cotidianos y el 15% a
causas políticas. En una investigación del año 2012 se asevera que el 85% de la violencia en
Colombia, “es generado por transnacionales y explotadores de los recueros
naturales” (Vernot, 2013). “La violencia es nuestra mejor industria nacional de exportación” anota
Jesús Zárate (1972) en su novela: La
Cárcel.
La llama iluminadora del Toberín
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Lamentablemente,
en la formulación de las políticas sociales remediales y de prevención, los
agentes de la escuela, quienes hacemos parte visible del panorama geosocial, no
aparecemos; nuestras voces no se escuchan, porque todo se reduce a un asunto de
seguridad policial y militar, como si el problema no fuese cultural y político.
Y si el lío es cultural y político, la salida no puede ser otra que por la vía
de la cultura y de la política, y en eso la institución que más tiene que
aportar es la escuela. Si la tripulación de esa barca llamada Colombia no
reconoce en su integridad a la escuela primaria, básica y universitaria como su
faro, el hundimiento en el océano de la violencia será inminente.
¿Por qué hay que pensar en los niños, en
los maestros y en la cultura?
La llama inconfundible del Divino Maestro. |
Porque
el currículo oculto que evidencia los duelos de los niños, adolescentes,
jóvenes y adultos atraviesa el corazón de la escuela, prácticamente la tiene contusionada
y en esas condiciones es muy difícil centrar la atención en el currículo formal.
La tristeza del niño, el llanto del adolescente, la desconcentración de unos y
otros en las clases, como consecuencia de la falta de elaboración del duelo, la
huerfanidad, el miedo, entre otras emociones negativas, marchitan los pétalos
del educador. Y así, el color de la alegría, el aroma estimulante del
aprendizaje y el pedúnculo de la salud se transmutan. “Al colombiano sin corazón lo
pierde el corazón.”
También
hay que pensar en los niños y en los maestros, porque, como suele ocurrir, algunos
medios de comunicación “tiran la piedra y esconden la mano”. Dicho de otro modo,
avivan intrigas, imprimen estigmas, desinforman, condenan inocentes y absuelven
culpables, sin pensar en las consecuencias o en las secuelas que quedan en la
mente de millares de infantes y adolescentes, correspondiéndole a la escuela
hacerse cargo de enmendar unos males sufragados por otros, de asistir procesos
de desaprendizaje, de pungir vómito para despertar el apetito. “La adolescencia
grita lo que la infancia calla” y esos gritos se oyen en las aulas. En el
desarrollo de los acontecimientos y en la implementación de las políticas, la prevención
brilla por su ausencia.
Pero
los maestros y directivos docentes, para poder observar el bosque, necesitamos
dejar de mirar la claridad del afuera por medio de la hendija del obscuro salón
de clase. Se requiere condescender que la luminiscencia entre al salón para que
ahuyente la obscuridad. En otras palabras, la situación de violencia que se
vive en Los Cerros y en Macondo hay que leerla, contemplarla, interpretarla,
escribirla en el currículo y transformarla en la práctica. ¿Cómo? “El que tiene
un por qué para vivir sabe soportar cualquier cómo” decía Nietzsche.
La
llama espléndida de Friedrich
Naumann
|
¡Maestros,
no dejemos que la noche obscurezca a los Cerros, ni a Macondo. Mantengamos
encendida la llama de la escuela. La madre Teresa de Calcuta, en alguna ocasión
dijo que cuando más oscura está la noche no es el momento para arremolinarnos
unos en torno a otros, cubriéndonos de manera mutua los miedos, sino que
resulta preciso encender una luz, aun cuando sea la llama vacilante de una
vela. No lo dijo exactamente así, pero de esa manera lo recuerdo.
Si
necesitamos mirar con los ojos cerrados y desafiar el concepto Piagetiano de la
acomodación hagámoslo, porque a veces
con las pupilas descubiertas los distractores nos impiden concentrarnos y
abstraer. Hay momentos en los cuales los seres humanos cerramos los ojos, para
ver situaciones que no son tan perceptibles para el cerebro, por la vía visual.
Ese ejercicio es saludable, ya que le posibilita a la persona fijar más la
atención, imaginar, valorar el mundo no captable con los ojos abiertos,
reflexionar, soñar y encontrar salidas en la obscuridad, desde la noche de los
despiertos.
Algunos aportes del Nuevo Horizonte
La llama ardiente del Nuevo Horizonte |
“La
mejor crítica a un río es construirle un puente” glosó el escritor. Caminante
si hay camino y lo hacemos al andar, sería la replica a Machado. Un camino que no se puede hacer pensando para
el pasado, es decir exclamando: “si hubiésemos hecho X entonces Y”. Se hace
primordial pensar el presente en el presente, educar en la vida para la vida
misma.
En este sentido, el Nuevo Horizonte, un centro escolar erguido en la
cordillera de los Andes, provoca a los colegios de la localidad, de la ciudad y
de la nación a compartir sus puntos de vista, acerca de la situación de
violencia que estamos viviendo, a escribir. “Es un deber cívico y político de
los latinoamericanos escribir” decía Manuel Mejía Vallejo.
Jinna, la alumna/maestra con la profe Claudia y otras estudiantes. |
Del
seno de nuestro centro educativo han aparecido varias pócimas, una de ellas: Las Capsulas de la Convivencia. Ahí le
metemos un poquito de combustible a la enseñanza de las normas con el ejemplo.
En esta última actividad, unos maestros optamos por “hacer el oso” como dicen
algunos colegas. “Hacer el oso” no es otra cosa que inspirar la puesta en
escena de las normas de Convivencia y los valores con el ejemplo. “Ya se sabe -
apunta William Ospina (1997, 46), en ¿Dónde
está la Franja Amarilla?- que la única pedagogía es la pedagogía del ejemplo”.
La ruptura de ese muro que separa al estudiante de los
directivos y docentes, por medio de un acto como el que nos ocupa, funda
actitudes de confianza y hábitus, evocando
a Víctor Frankl (2004), que hacen ostensible una relación horizontal entre
pares, potenciadora del desarrollo emocional e intelectual. Imprime una
educación inconforme y reflexiva, “que nos inspira un nuevo modo de pensar y
nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí
misma. Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora, que durante
siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia”, parafraseando
nuevamente al escritor de Aracataca (1995). Queda a merced del lector desplegar
la iniciativa y compartir la experiencia, sobre todo el sentir y pensar de
educandos, padres de familia y educadores.
Dos alumnos de grado 12 junto al profe Jamir. |
La insinuación a la llama de cada uno de los
colegios, acompañada de una foto, es un reconocimiento a su existencia en medio
del conflicto, es una apología al coraje y a la ternura que les acompaña en el
día a día para educar, es una convocatoria a la reflexión sobre la experiencia
y a poner en común puntos de vista variopintos, en una sociedad que exige tomar
postura ética y política ante los acontecimientos, lo mismo que a ensanchar los
caminos canalizadores hacia
la vida y la inmensa energía creadora, que durante siglos hemos despilfarrado en
la depredación y la violencia. Queda pendiente la reflexión sobre los colegios particulares.
La licenciada Luz Mery Quintero danzando. |
El ejemplo con la danza: un lenguaje con muchas imágenes y
mensajes de cambio para los niños. En la foto anterior, la licenciada Luz Mery Quintero, incentivando a los estudiantes a convivir a través de la danza. En la siguiente foto, la maestra Aurora Mayorga, de la sede Buenavista, mostrando atuendos De la región y danzando frente a estudiantes, padres de familia y educadores.
La licenciada Aurora Mayorga |
Por último, se le puede correr el
cerrojo a este portón, advirtiendo que:
“Por
culpa de un clavo, se perdió la herradura,
Por culpa de la herradura se perdió el caballo,
Por culpa del caballo, se perdió el jinete,
Por culpa del jinete, se perdió el mensaje,
Por culpa del mensaje, se perdió la batalla,
Por culpa de la batalla, se perdió el Reino.”
Veladora hecha por estudiantes del colegio, reciclando. |
¡Por culpa de
la violencia se viene perdiendo la vida, la familia, la escuela, el estado, la
sociedad y la naturaleza! He ahí el efecto mariposa. Por eso, sigamos muy atentos
la relación de los clavos con la herradura, en este desafiante cabalgar por el
camino de la esperanza, con el mensaje de los Derechos Humanos, a la luz de esa llama denominada educación, para continuar
librando batallas por la existencia, en el reino de la vida.
Referencias
bibliográficas.
Arango, Gonzalo (1993) Obra negra. Santa fe de Bogotá, Plaza y Janes.
Bermudez Q., Suzy (1995) Culturas para
la paz, Bogotá, Fund. Alejandro Ángel Escobar.
Frankl, Víktor (2004) El hombre en busca de sentido.
Barcelona, Herder.
Maturana, Humberto (1997) Santa fe de Bogotá, Tercer
Mundo Editores
Melo, Jorge Orlando (2013). Malas
propuestas. www.eltiempo.com 30 01
2013)
Ministerio
de Protección Social (2007). Política
Nacional del Campo de la Salud Mental. Bogotá DC.
Ospina,
William (1997) ¿Dónde está la Franja Amarilla? Bogotá, Grupo Editor
Norma.
Sábato, Ernesto (2000). La Resistencia. Buenos
Aires: Seix Barral, p. 130
Zárate, Jesús (1972). La cárcel,
Bogotá: Planeta
José Israel González Blanco.
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