El ingreso al
magisterio…
Fotocopia del diploma de Maestro |
Otorgado el título de maestro y con la nostalgia en
el hombro, porque ya la brújula mostraba otro Norte en el sentido de la vida
del nuevo educador, y con un duelo sin elaborar por el abandono forzado de un
grupo de adolescentes, con quienes compartimos muchas vicisitudes, departimos
pasaderas alegrías, saboreamos las primeras cervezas, jugamos tejo y billar
para celebrar las ganancias académicas y con quienes desafiamos la franja azul
y roja de la política, para acceder a la amarilla, huelga decir a la izquierda,
a través de la Unión Nacional de Oposición UNO, en un acto significativo cual
fue pegar con engrudo, a altas horas de la noche, los carteles de ese
movimiento, sobre los pañetes de las vetustas paredes, en cada uno de nuestros
pueblos natales.
Avenida principal de Sativanorte, Patria Chica del autor.. |
Con eso y con la ilusión de conseguir empleo en la
Secretaría de educación de Boyacá, sin la ayuda de los politiqueros en los que
confiaba mi padre, arriesgo la aventura de trabajar en el recién fundado
colegio de San José de Pare, haciendo un reemplazo a una maestra de un colegio
de Duitama, quien por fallas en el ejercicio de su quehacer fue traslada de
manera discrecional. Ahí no se contaba todavía con el Estatuto Docente, hoy en
proceso de marchitamiento…
La revuelta de
los estudiantes de primero bachillerato
El colegio tenía 52 alumnos en grado primero de
bachillerato, con edades oscilantes entre los 12 y los 17 años, provenientes
del área rural la mayoría y del casco urbano la minoría. El rector era un
presbítero, el profesor de danza un cabo de la policía, el juez enseñaba cívica
y sociales, la secretaria del colegio estaba a cargo de la asignatura de
contabilidad, el jefe de grupo asumió la Educación Física y el maestro en
cuestión, cubría las demás áreas y asignatura, sin ninguna especialización
disciplinar. El horario y el plan de estudios no escapaban a los cánones
implementados por la Secretaría de Educación Pública de Boyacá (SEPB).
La forma de vinculación laboral no permitía obtener el
salario sino meses después de culminada la licencia; por lo tanto, el maestro
debía jugárselas para sobrevivir. Mi sobrevivencia contó con la benevolencia de
padre rector quien, con el apoyo de su madre, posibilitó mi estadía en la casa
parroquial, con el compromiso de pagar una vez recibiera los emolumentos.
Parque de San José de Pare. Tomado de es.wikipedia.org |
Pero como el naciente colegio era municipal, la junta
directiva que auspiciaba su funcionamiento, cursó una propuesta al Concejo para
inyectarle recursos, uno de ellos una asignación mensual para el forastero educador. El cabildo debatió en
varias sesiones la iniciativa sin los resultados esperados por la comunidad
educativa, llegando a exacerbar los ánimos del medio centenar de estudiantes, frenesí
que los conduce a tomarse el colegio, curiosamente, el Día del educador.
La conmemoración de esa solemne fecha, la primera en
mi ejercicio, fue muy tensa, porque estuvo amenazada por un “canaso” que la
alcaldesa tenía preparada para el novel maestro, como retaliación por la toma
del colegio y por el choque de poderes entre las franjas roja de la alcaldía y
azul del clero. ¡Casi me gano el segundo carcelazo!, porque los estudiantes,
por primera vez en la historia de esa municipalidad, subvirtieron el orden con una marcha enarbolada
con letreros, hechos con tiza sobre cartones, tablas y en las paredes de las
jardineras del parque. Los refuerzos de la policía proveniente de municipios
cercanos no demoro en llegar para confrontar a la turba.
Sede del colegio. 2011institucionhorizontes.blogspot.com |
Del paso por Otanche, adjunto el relato que se puede leer en el libro: Saboyá: Campesinos, violencia y Educación, editado por Códice en el año 2008 y cuya autoría es la de un maestro referente, quien fue artífice en la toma de muchas de mis decisiones en el campo educativo.
Mientras acceden al declarado texto, comparto con ustedes la primera preocupación que asaltó mi saber pedagógico obtenido en la Normal y que no distaba de la situación en la que vi desenvolverse a mi maestra de primero elemental: ¿Y cómo se hace para trabajar con tres cursos, con niños huérfanos de padre en un alto porcentaje, por efectos de la violencia política y literalmente sin cuadernos…si en la anexa se practicaba solamente con uno, en un salón de ladrillo, cemento y estuco, con unos pupitres individuales, con reglamento, con unos niños uniformados, de edades similares según los grados, con baños, bombillos, tablero, tiza, franelógrafo, libros de registro, sin machetes ceñidos a la cintura, sin sombreros, llegando a la hora indicada?...
Otanche me posibilitó enseñar con la cartilla Charry, el catecismo Astete , conocer las Guías Alemanas, una para cada grado, de colores distintos, con indicaciones generales para cada área, actividades y contenidos, para que el maestro desarrollara. El siguiente es el relato sobre la experiencia en Otanche.
Guías alemanas. |
"Enclavada en el lomo de la cordillera Oriental, cerca
de una quebrada cuyo referencia homenajea el nombre de una peligrosa serpiente
de la región, colindando con una Serranía, la cual lleva un nombre que evoca el
sexo masculino, distante en tiempo 8 horas a “macho tobillo” o “a
lomo de mula” del casco urbano de Otanche, atravesada por un legendario
camino de guaqueros y habitada por no más de 15 familias de colonos
provenientes de los departamentos de Caldas, Antioquia, Cundinamarca, del mismo
Boyacá, se halla la vereda de Sábripa. Allí, en ese exótico lugar, hábitat de
variedad de loros, pequeños tigrillos, escalofriantes serpientes, sosegados
Güios, hipnotizadores cocuyos, ponzoñosas arañas, aguijoneantes zancudos,
hostigantes mosquitos, apetitosos marsupiales y ratas de campo, la exuberante
flora y palmas de Cachipay, bajo los cuales crece el cafeto, el cacao y unas
pocas plantas frutales, allá en ese pedacito de Macondo, existió una escuela
pública, institución que en el año 1977 albergó en su seno a un maestro,
formado principalmente por los abuelos maternos, por las reverendas hermanas de
la Presentación
y del Rosario, por presbíteros parroquiales y por Radio Sutatenza.
La cartilla Charry |
El tiempo pasó, los noticieros de radio y prensa
registraron el fatídico acontecimiento, la escuela se quedó sin su maestra, las
viudas subsistieron ante el desamparo de los esposos, los niños y niñas
padecieron la orfandad de sus padres, los cultivos se marchitaron ante la
ausencia de sus labradores, el temor se apoderó de los pocos habitantes que se
resistían a desertar de sus parcelas, pero la vida y el universo no se detienen
ente el disparate de los humanos. Aquí, contrario al relato de García Márquez,
los muertos no se quedaron solos, se fueron y las viudas se quedaron con su
prole, con su tierra, con la escuela, con el dolor y con los inolvidables
recuerdos de sus consortes.
Casco urbano de Otanche. otanche.blogspot.com |
La escuela, cuya denominación honra al famoso
territorio Vásquez, lugar donde han brotado las esmeraldas más finas del mundo,
territorio escindido por alguna divinidad en dos elevados cerros: Fura y Tena,
garganta por donde circula el anchuroso río Minero, tierra de mucha fertilidad
y prometedora de progreso, no dejó que este arriesgado maestro se estrenara
como tal en la educación primaria, pues recientemente un Nissan Patrol, de
propiedad de un minero, atiborrado de guaqueros y campesinos, había sido
asaltado en cercanías a Coscuez, feneciendo 15 de sus ocupantes. Un nuevo éxodo
se escribía en las páginas de la historia del Territorio Vásquez, esta vez al píe
de la institución erigida en memoria del insigne personaje.
Esmeraldas de Coscuez. El Espectador |
Una vez superada la inestabilidad en la ubicación del
desventurado extraño, un grupo de campesinos arriba al casco urbano el sábado,
con sus mulas cargadas de café y cacao. El jefe de grupo está expectante para
darles la buena nueva. Uno de los campesinos lo contó en los siguientes
términos: “les tengo una maravillosa noticia, tomémonos una y se la suelto.
Miren, llegó un muchacho del interior nombrado para Cayetano Vázquez, pero allá
no se puede dejar porque hay mucho peligro, entonces le dije que podía ir a
Sábripa y no me dijo que no, porque él no se podía devolver para Tunja, porque
conseguir una vacante por esos lados es difícil. Yo les pido el favor de que
destinen una mula para que lo lleven, le den comidita porque apenas, si
desayuna no almuerza ni come, allá lo tengo durmiendo en mi pieza, pero sobre
unos periódicos, porque yo no tengo más camas... Ustedes verán”.
Actividad de los campesinos. www.otanche-boyaca.gov.co |
Entre cerveza y cerveza cuajó la conversación y
efectivamente el día del Señor, a eso de las 9:30 partieron los campesinos loma
arriba con su maestro. Fueron 8 horas sentado en una silla vieja, sin zamarros
ni jáquima; pues estos aparejos no se requerían para avanzar en un camino
quebrado, que parecía un sendero con escalinatas naturales apostadas a lo largo
de la distancia. En el momento de pasar por la Serranía de las Quinchas,
el cuerpo del andariego sintió un frío de nostalgia por la asignatura de Geografía
de Primero de Bachillerato; pues allí, en una de las clases había aprehendido
la existencia de ese accidente orográfico, pero nunca se imaginó conocerlo y
menos ir a trabajar de manera cercana. También comprendió, que en los mapas los
ríos no corren de para arriba, como lo señalaba el profesor con la varita, ni
tampoco que los accidentes estaban acostados como lo indicaba el plano, eso no
era otra cosa que analfabetismo geográfico y orográfico.
Pasado el meridiano, atravesamos la Serranía , circundada por
la quebrada La Cobra. A
esa hora el estómago bramaba del hambre, anunciando el inicio de la úlcera y
cultivando el cuerpo para la amebiasis que a diario hace recordar la travesía
por esa región. Agua no se podía ingerir porque, al decir de los campesinos,
“hacía daño tomarla cruda”, debido a la intensidad de los minerales y la
impureza de la misma. A eso de la hora nona fue divisada la escuela: una
construcción de madera, cubierta con latas de zinc, en la mitad de un potrero
donde pastaban tres vacas, con piso de tierra sobre el cual reposaban 6 bancas
diseñadas por las personas de la vereda, con tabla de la misma jungla, sin
ningún servicio público domiciliario, al igual que las pocas casas del
contorno.
A los niños, les tocaba adentrarse en la selva para
poder satisfacer necesidades fisiológicas, permitiéndole al viento, de esta
manera, acariciar los glúteos de los huérfanos de padres y de los otros niños
de Primero, Segundo y Tercero de Primaria. Luego de un vistazo rápido, la
marcha continuó media hora más hasta llegar a la vivienda de don Lucio,
anfitrión encomendado por el jefe de grupo.
En el tránsito por la región, la gente preguntaba por la presencia
y procedencia de ese forastero de cuerpo
menudo, de cabeza rapada, con semblante de enfermo y con cara de aburrido. Los
arrieros en voz baja y con sutileza comentaban que era el nuevo profesor. Las
madres, viudas en su mayoría, daban paso a los preparativos para enviar el
lunes a sus hijos al ritual de la escolarización. Los pequeños se secreteaban,
no podían ocultar la alegría que les producía volver a la escuela y
efectivamente, el lunes la casita de zinc y paredes de madera volvió a tener
otra vida.
Escuela rural de Sábripa en el pulmón de las selva. |
Mientras una nueva forma de vida comenzaba para los
pequeños y pequeñas de la vereda, una muerte súbita se anunciaba para el
Normalista Superior. La primera pregunta que rondó la cabeza del maestro fue ¿Y
cómo se hace para trabajar con tres cursos, si en la Normal enseñaban solamente
con uno, en un salón de ladrillo, cemento y estuco, con unos pupitres
individuales, con reglamento, con unos niños uniformados, de edades similares
según los grados, con baños, bombillos, tablero, tiza, franelógrafo, libros de
registro, sin machetes ceñidos a la cintura, sin sombreros, llegando a la hora
que pueden y literalmente sin cuadernos?
Ahí empezó la muerte del modelo de la Tecnología Educativa
y el Diseño Instruccional, ropaje con el
cual se cubrían las prácticas y se le daba colorido al discurso pedagógico
implementado en la Normal
de la Presentación
de Soatá, dando paso al nacimiento de aquello que Elsie Rockwell[2]
denominó saber docente, es decir, el quehacer cotidiano de los maestros
y maestras diferente al discurso normativo de la pedagogía. Evocando a Berstein[3] podría leerse como
la coexistencia de las pedagogías segmentadas, las del día a día, no las
prefiguradas en la Educación Formal.
El contacto con una escuela, que a posteriori se
parecería mucho al programa Escuela Nueva, que por cierto en ese año se
inauguró en Colombia, ha posibilitado cuestionar el esquema de formación de
maestros desde la Normal
a la Universidad ,
llegando a colegir la presencia de una esquizofrenia educativa, porque las
instituciones formadoras de maestros se han quedado en un discurso respecto a
las tipología de los alumnos homogéneos, desconociendo en gran parte la cultura
y las características sociales de los niños y niñas de cada región del país. ¿En
cuál normal le han enseñado a los maestros a trabajar simultáneamente con tres
grados? El referente sigue siendo EEUU y Europa, dejando a merced de nadie
los escolares macondianos.
Otra de las actividades de la mujer campesina. |
La experiencia con Sábripa, incita también a interpelar el
Derecho a la Educación ,
sobre todo en estos tiempos en los que el Modelo Neoliberal viene aniquilando
las ganancias de la escuela expansiva de los años 70s y 80s, y la necesidad de
formar unos docentes para unas tipologías de alumnos distintas a las de otrora,
pues la influencia de la industrialización en la vida rural, la aculturación y
la incidencia de la vida urbana, han creado nuevos estereotipos de educandos,
merecedores de estudios serios por parte de quienes se dedican a la formación
de maestros y maestras y de los mismos candidatos a ser docentes.
Vía de acceso a Otanche.ww.excelsio.net/2010 |
Vivir por más de un año en un lugar como el que se acaba de
describir, superando inclemencias climatológicas, quebrantos de salud y reveses
sociales; observando que la escuela estaba en medio del conflicto, porque los
grupos armados cruzaban por allí y porque el mismo ejército tomaba su
territorio para acampar, pernoctar y entrenar a su soldados; sintiendo que lo
aprendido no respaldaba una práctica pedagógica acorde con las exigencias del
medio; sometido a un régimen alimenticio, donde el desayuno era un plato colmado
con 20 0 30 chontaduros extractados de la olla que servía para cocinarle a los
cerdos, acompañado de una taza de caldo guisado con manteca sacada de “la
gordana” de las reses, pero frita previamente y almacenada en un tarro, con un
almuerzo tal como quedó enunciado, adhiriéndole la manipulación y
contaminación, viviendo en la misma sala
con 3 adultos y 5 niños, sobre una estera en el piso; alejado de la cultura,
pues allí solamente se sintonizaba una o dos emisoras por las características
de la selva; pudiendo salir al pueblo cada dos o tres meses, por la distancia y los peligros que el medio
ofrecía; incomunicado de la familia, de los demás maestros y de las
organizaciones sindicales, cooperativas, de las universidades y de la misma
familia, arriesgando la vida por los caminos y carreteras sin más protección
que la de su valentía y amor por la
profesión, convencido de que ir a guaquear a Peñas Blancas, Coscuez y
Muzo acarreaba más pobreza que enriquecimiento, no son más que las vicisitudes
y penurias que los maestros y maestras de un buen número de veredas tienen que
sobrellevar en aras de hacer de Colombia un país menos pobre culturalmente,
pues, al decir del profesor Yunnis[4], ese
es uno de los problemas más acuciantes de Colombia junto con la incomunicación.
Este relato, invoca la presencia del poeta cuando nos dice
que los maestros y maestras en medio del olvido, la ingratitud, la pobreza y la
persecución “hacemos el más noble de los oficios: amasamos el futuro de la
patria, al inclinarnos sobre los pequeños, como los panaderos sobre el
trigo...”“Entender el mundo de los maestros, aparentemente pequeño, pero en
realidad grande y lleno de ternura, es un deber y una necesidad de la nación
entera... Todos estamos en deuda con los
maestros y si es verdad que aspiramos a hacer de Colombia una fuerza
noble y equilibrada, tenemos que contar con ellos, en primera instancia, y reconocer que es en sus manos, en donde nace
el porvenir y empiezan a crecer cosechas
humanas”[5].
Programa curricular de los años 60-80 |
Efectivamente, la Secretaría de Educación ve con preocupación el
problema y lo traslada ipso facto para el municipio de La Victoria , cercano a
Otanche, no sin antes exigir el cumplimiento como jurado de una mesa de
votación en esa semana y el visto bueno del alcalde militar. Las vacaciones
fueron el pretexto legítimo para salir de la vereda, con el disgusto tácito y
el irrebatible pesar de algunos campesinos, quienes veían como se esfumaba
nuevamente su ilusión con la partida del profesor de sus hijos, ilusión forjada un día de mercado, al
calor de una conversación y bajo la degustación de un tequila. En boca de
Borges dirían los labriegos: “después de un tiempo, uno aprende la sutil
diferencia entre sostener una mano y
encadenar un alma; y uno aprende que el amor no significa acostarse y que una
compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender”.
Monte de Luz: un parto de “alto
riesgo”
Parque de Saboyá. diocesisdechiquinquira.org |
El nuevo lugar no era una buena garantía para el maestro, toda vez que las
distancias se ampliaban, las condiciones ambientales en nada mejoraban, la
superación de los problemas vividos en Sábripa no se visibilizaban, por tanto
la alternativa fue recurrir de nuevo a la entidad nominadora para que estudiara
la posibilidad del cambio inmediato de la Resolución. En esos
tiempos, los guaqueros me habían enseñado a ser devoto de la Virgen de Chiquinquirá,
ante quien intercedí para que se me concediera mi solicitud. Al decir de mi
mamá, ferviente feligrés de la Virgen , el traslado para
Saboyá, que fue la última oferta, se dio gracias a un milagro de ella. El
nombramiento correspondió a la vereda de Monte de Luz, allí encontré laborando
a un maestro de Firavitoba, quien también había trabajado, en Muzo y su
desarraigo obedeció a problemas de violencia, atentando contra su integridad
física y su vida. Ese fue un buen pretexto para entablar una excelente relación
de trabajo.
Monte de Luz, a diferencia de Sábripa y la Victoria , es una vereda
fría, poblada por campesinos sencillos, laboriosos, en su gran mayoría
liberales. Sus habitantes aludían mucho a la persona de Efraín González, quien
por mucho tiempo se paseó por ese paraje simétrico a Cachovenado y adyacente a
Puente Nacional, pues ese fue parte de su hábitat, recordaban con mucho pesar
el levantamiento del ferrocarril que
comunicaba Chiquinquirá con Barbosa y tenía estación en Garavito, pero se
sentían orgullosos de que su municipio tuviese tanta resonancia en el país y
hasta en el Madison Square Garden, gracias a que Don Gregorio le regaló la
cucharita a Jorge Veloza en la vereda de
Velandia, comarca contigua con Monte de Luz y espacio en el que conocí a Álvaro
Laytón Cortés como maestro del colegio, con otras beneméritas profesoras y
estimables profesores, que recuerdo con mucha gratitud por sus enseñanzas y
actitudes benévolas.
La escuela de Monte de Luz está conectada por una trocha carreteable que
parte de Balconcitos, sitio en el que se une con la vía que de Bogotá comunica
a Bucaramanga. Su estructura locativa, totalmente diferente a la descrita en el
aparte anterior, la constituían cuatro casas disparejas, construidas en
momentos disimiles, con materiales variados, dentro de las cuales era relevante
la cocina y las habitaciones para los maestros, pues allí, al asomar el alba ya
se contaba con el tinto, incluso para brindarle a los transeúntes que iban en
la búsqueda de algún oficio en otros zonas del municipio.
Garavito, testigo del ascenso y descenso a la escuela. garavito-boyaca.com.co |
A las 7 de la mañana,
los maestros ya habíamos preparado y consumido el desayuno, para lo cual nos
apoyábamos en las elípticas arepas de trigo y maíz tostado, en los cilíndricos
y esponjosos “ajiacos”, bollos o envueltos, en el deliciosos y esférico queso,
cuyo ritual de preparación demoraba más de una semana, en los productos
vegetales y pecuarios, al igual que en el fogón de leña que conservaba la
vetusta cocina y finalmente en la estufa a gasolina.
Usos diversos de la fuerza del buey por los campesinos. |
Generalmente, en el mes había dos motivos para salir
hacia la cabecera municipal: el primero, ir a cobrar el salario en la Caja Agraria , suceso
que consistía en firmar una nómina y recibir el dinero correspondiente al mes
anterior; el segundo, la reunión de maestros con la jefe de grupo. Esta segunda
actividad se dinamizaba en la escuela urbana y contaba con la presencia de
todos los maestros, quienes presurosos corrían al lugar para exteriorizar el
saludo, comentar avatares y vivencias escolares y familiares, a recibir el
saludo del Secretario de Educación en boca de doña Inés Monsalve, a participar
en la organización de actividades curriculares, a escuchar y discutir el
informe sindical y cooperativo, casi siempre rendido por “el flaco”, un hombre
de alto de cuerpo, de cabellos largos y claros, con una barba rala y una
retórica convincente, seria, estudiosa y llena de sabiduría. Se trataba de un
gran dirigente sindical como logró demostrarlo ulteriormente en la Directiva de
SINDIMAESTROS y como lo ha testimoniado durante varias décadas.
En una casa vecina, similar a esta, funcionaba la UPTC nocturna. |
En la Universidad accede,
además del conocimiento del hombre desde la historia y la antropología, a la
compañía de eminentes maestros catedráticos y a la ayuda de una comitiva de colegas con quienes se
forjaron muchos ideales. La participación en el Comité Estudiantil, cuya
bandera de lucha fue la construcción de la sede de la Universidad y la plasmación del Bienestar
Estudiantil; la constitución del Comité Regional de Educadores de Occidente, el
viaje a municipios de la región, unas veces a entregar informes sindicales y
otras a motivar la vinculación de bachilleres a la seccional; la intervención
en la tertulias y grupos de estudio de maestros de la Universidad y de la
educación formal en general, al igual que la puesta en público del periódico
mural “El Alacrán” en las instalaciones de la UPTC , el cambio de los vicios de la “bebeta” consuetudinaria
y los juegos de azar” por la lectura y incursión en espacios hasta ahora
vedados para el hijo de unos campesinos Sativeños, por las secuelas de la
educación bancaria y por la misma pobreza cultural, epistemológica y política,
potenciaron en la corporalidad y mentalidad de este maestro el cultivo de
nuevos aprendizajes y la afirmación de una disciplina de trabajo y estudio, que
hoy le permite comunicarse sin tantas dificultades con los demás congéneres tal
como se intenta confirmar en este documento.
El tránsito por la UPTC auscultó una nueva
partida de este mortal, hacia la capital del país como maestro de primaria y en
pocos meses como estudiante de la Universidad Nacional
de Colombia.
Álvaro Laitón, Nacy Martínez y José Israel lanzando el libro: Saboyá... |
Desde aquel histórico día en que conozco “al Flaco”, a Jaime Rodríguez, Víctor Raúl Rojas, José Valbuena, Pacho Burbano, Armando Acuña, Gustavo Montañéz, Nelly Buitrago, Gladys Martín, Alberto González, Javier Guerrero, Edilberto Fagua, Consuelo Murcia y a un sinnúmero de amigos, cuyos nombres no se alcanzan a poner aquí, pero que a diario se remembran, la práctica pedagógica y política de éste, su alumno, se transforma y empieza a transmutar escenarios locales, regionales y hasta de la vida nacional.
De estos MAESTROS, pero principalmente de Álvaro, hay
que decir, que es uno de los colombianos que ha sabido sobreponerse a los tres
grandes males que echaron a perder a Macondo: la fiebre del insomnio, el
huracán de las guerras, la hojarasca de la compañía bananera. Vale decir,
parodiando a William Ospina, a la peste del olvido, a la locura de la venganza
y a la ignorancia de nosotros mismos que nos ha hecho incapaces de resistir a
la dependencia, a la depredación y al saqueo. “El flaco”, como cariñosamente le
dice este educador, parece no haber perdido la memoria, no parece haberse
extraviado en su territorio, como esos personajes de Rivera a los que se tragó
la selva, y parece no haber perdido la confianza en sí mismo, pues siempre nos
hace creer la existencia aquí de una singularidad, de grandes fortalezas
genuinas para dialogar con el mundo. Álvaro sabe al igual que el mundo y a veces
mejor que Colombia misma, que el país está lleno de originalidad y de lenguajes
vigorosos; pero es necesario que Colombia lo sepa también y por eso se pone en
ese peliagudo compromiso de escribir otro texto. Si Colombia lo supiera, el
autor del libro se ahorraría el arduo trabajo de la escritura como lo pensaba
Deleuze.
Corrámosle el
cerrojo a este relato, probablemente latoso para quienes se han tomado el
trabajo de leerlo, reiterando, de una parte,
que quien lo ha elaborado no es maestro de nadie sino discípulo de todos
aquellos maestros y maestras que han tenido la paciencia, la entereza y la
diligencia de dejar que este hombre aprenda, porque “lo más difícil de
enseñar -como lo decía el filósofo- es dejar aprender”; y de otra,
indicando, que con un libro o con un relato o con unas palabras no salvamos el
mundo, tal como lo revelaban los nadaístas.
Efectivamente, no tenemos la
fórmula para salvar a la humanidad. Ni siquiera para salvarnos nosotros, pero
pensamos que el mundo no es mundo para dejarlo ser de cualquier manera, sino
para hacerlo nuestro mundo, a imagen de nuestros sueños, de nuestros deseos.
Esfuerzos como los de Álvaro para editar y ponernos a leer, además de impedir
que el mundo siga de cualquier manera y hacer el mundo a nuestra imagen y
semejanza, deja como enseñanza, que con el tiempo nos damos cuenta que cada
experiencia vivida con cada persona es irrepetible, pero más difícil aún si se
deja escrita únicamente en el viento, porque allí las pueden derrochar los pájaros,
pues ellos están llamados a ser las flores del aire y estas últimas, los besos
de la naturaleza, en fin -como dijese Cortázar[8],
“esta Geografía ha sido objeto de otra interpretación” al sostener que
las hormigas -esos insectos pululantes en Sábripa- “son las verdaderas reinas de la creación”.
Relatos de Efraísn González, por Álvaro Laitón C |
Y de esta experiencia se aprende, que hasta el calor quema. “Así que uno planta
su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le
traiga flores, pues las flores son pájaros del aire, que permanecen en los
árboles, porque éstos no atan sino que ofrecen, mientras que los humanos
atamos, de ahí las ataduras en la travesía de los maestros, aludidas por el
profesor Martínez Boom.
En todo caso, la experiencia entre Sábripa y Bogotá, indica
que por el camino uno se encuentra con “El hombre que cultiva su jardín,
como quería Voltaire./ El que agradece que en la tierra haya música./ El que
descubre con placer una etimología./ Dos empleados que en un café del Sur
juegan en silencio ajedrez./ El ceramista que premedita un color y una forma./
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada./ Un hombre
y una mujer que leen los tercetos finales de cierto canto./ El que acaricia a
un animal dormido./ El que justifica o quiere justificar un mal que le han
hecho./ El que agradece que en la tierra haya Stevenson./ El que prefiere que
los otros tengan razón./”
El campesino que gorjea con la pica, el arado, la guadaña y
la macana./ Las mujeres que trajinan en la cocina, el lavadero, la calle, en la
compañía y la crianza./ El indígena que lucha por defender la madre tierra./
Los maestros y maestras que “hacemos el más
noble de los oficios: amasamos el futuro de la patria, al inclinarnos sobre los
pequeños, como los panaderos sobre el trigo./ “Esas personas que se ignoran, -
asevera Borges- están salvando el mundo”. El mundo lo hacemos día a día los justos, los anónimos, los nadies,
apelando al discurso de Eduardo Galeano; los hijos de los pobres y de
desempleados, de los más 5 millones de colombianos y colombianas desplazados
por al violencia, los trabajadores y nuestros hijos, los campesinos,
campesinas, los indígenas, los negros, los integrantes de las 104 etnias
colombianas, los y las que viven en casas humildes, pero que sus mentes pueden
ser palacios, tal como lo expresó un día
el geronto de las Cenizas de Ángela, en una escuela de Irlanda, donde el
maestro es un partero de ilusiones.” [9]
Vía que conduce a Bogotá DC. |
Nota: Este relato ha sido tomado de: LAITÓN
CORTÉS, Álvaro (2008). Saboyá:
Campesinos, violencia y educación. Bogotá DC, editorial Códice, págs.
176-190. Fue un artículo que el autor quiso generosamente incluir en su libro y lo he puesto tal cual, incluso en un estilo de narrativa diferente a los anteriores.
Algunas fuentes
documentales.
BERNSTEIN, Basil. La
construcción social del discurso pedagógico. Bogotá: CORPRODIC. 1990
CASTRO SAAVEDRA, Carlos (1993). Los maestros. En: Literatura
Infantil -Didáctica- Santa Fe de Bogotá: USTA.
CORTÁZAR, Julio (1995). Historia
de cronopios y de famas. Barcelona: Editorial EDHASA.
GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael (1998).
Insistencias. Santafé de Bogotá, Editorial Ariel S.A.
LAITÓN CORTÉS, Álvaro
(2008). Saboyá: Campesinos, violencia y educación. Bogotá DC, editorial Códice.
MARTÍNEZ B. et al, Alberto (1994). Currículo y Modernización. Cuatro décadas
de educación en Colombia. Bogotá: Foro Nacional por Colombia.
ROCKWELL, Elsie.
(1986) “La relevancia de la
Etnografía para la transformación de la escuela" En:
Tercer seminario de Investigación en Educación. Bogotá DE: ICFES-UPN.
YUNIS TURBAY, Emilio (2004). ¿Por
qué somos así? Bogotá DC: Temis.
ROMERO, José Luis (1999). Latinoamérica:
las ciudades y las ideas. Medellín: Universidad de Antioquia.
[1] Para
recordar los contenidos de este Modelo léanse, entre otros investigadores: MARTÍNEZ B. et al, Alberto. Currículo y
Modernización. Cuatro décadas de educación en Colombia. Bogotá: Foro
Nacional por Colombia, 1994.
[2] ROCKWELL, Elsie.
(1986) “La relevancia de la
Etnografía para la transformación de la escuela" En:
Tercer seminario de Investigación en Educación. Bogotá DE: ICFES-UPN.
[3]
BERNSTEIN, Basil. La construcción social del discurso pedagógico.
Bogotá: CORPRODIC. 1990 p.p 68-69
[4] YUNIS TURBAY, Emilio. ¿Por
qué somos así? Bogotá DC: Temis, 2004
[5]
CASTRO SAAVEDRA, Carlos. Los maestros. En: Literatura Infantil
-Didáctica- Santa Fe de Bogotá: USTA.
1993 p.499.
[6] ROMERO, José Luis. Latinoamérica:
las ciudades y las ideas. Medellín: Universidad de Antioquia, 1999.
[7] GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael. Insistencias.
Santafé de Bogotá, Editorial Ariel S.A. 1998, p. 264
[8] CORTÁZAR, Julio. Historia
de cronopios y de famas. Barcelona: Editorial EDHASA,
[9] Relato elaborado por: José Israel González
Blanco. Educador de Saboyá y actualmente del colegio Distrital Nuevo Horizonte,
Bogotá. Normalista Superior, Pedagogo Reeducador, Trabajador Social de la
Universidad. Nacional de Colombia. Bogotá DC, junio de 2004.
José Israel González Blanco, Bogotá DC,febrero 17 de 2013
Muy buen articulo. Me lo lei de cabo a rabo. Me gustaria leer el libro Saboyá: Campesinos, violencia y educación, donde lo puedo comprar.
ResponderEliminarPedro Poveda, Garavito-Boyaca
pedro.poveda@sqlsoftware.com.co
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