Lo
que tiene otro nombre…
Hoy, en el día de la madre, además de saludarla y
desearle lo mejor en su existencia, quiero compartir una reflexión desde la
literatura, intitulada: Lo que tiene otro
nombre. Lo que tiene otro nombre deriva
de la lectura del último libro de Piedad Bonnett: Lo que no tiene nombre. En el libro, esa madre es capaz de contarle
al mundo, con coraje, con ética y con la estética literaria que la caracteriza,
de qué murió su hijo el 14 de mayo 2011.
Ella, a mi modo de ver, representa al arquetipo de madres
que el comercio ignora e irrespeta con sus propagandas. Ella, junto con millones
de madres, padres y hermanos, encarna a los colombianos que ponemos en entredicho
las encuestas que predican, que Colombia es el país más feliz del mundo. Es el
prototipo de la madre nacional, que ha asistido al viaje sin retorno de uno o a
varios hijos o familiares. Es la madre que ríe por haber traído, con vida, a un
hijo al mundo, y llora por habérselo devuelto extinto. Es la madre que al
explorar en al ciencia y en la cotidianidad los síntomas y las causas del
cuadro clínico que conduce a la muerte de una persona, colige que lo que se
halla allí es “en suma: dolor, dolor, dolor”
Son muchas las madres que hoy celebran ese
acontecimiento, ellas no hacen parte de las estadísticas comerciales, porque,
aunque el dolor genera dividendos, en el día de la madre no son jugosos como en
la funeraria y en los consultorios. Igual situación ocurre con los invisibles
niños, niñas y adultos, que no tienen, ni tenemos a la mamá para agasajarla,
solo nos queda la opción de recordarla y ofrendarle flores. Ahí posa el dolor de
una realidad inexistente y la alegría de haber vivido cada momento como si fuese
el último.
Lo
que tiene otro nombre, refiere también a la génesis de la humanidad, a la
primera mujer mortal, a Eva, la que comió la manzana y fue expulsada de “El
Paraíso”, un paraíso “en el que estábamos contentos y felices porque no
sabíamos nada. Éramos ignorantes totales”, le dice Eva a Adán. Para recrear la
reflexión, me valgo de un texto del profesor Fernando Vásquez. Del escrito
retomo parte de las respuestas que le da Eva a Adán, en su conversación,
momentos después de la expulsión de
“El Paraíso”, por parte del querubín.
“Yo también como tú, Adán, sentí un miedo inicial. Tuve
pánico a las palabras de mi amiga, pero ella me ayudó a nacer otra vez. ¿Sabes
qué?, Adán, mi verdadero nacimiento no fue de una de tus costillas, no fue de
la arcilla roja, sino cuando comí la manzana… Pero te decía que ella fue
dándome aliento, para dar ese paso, para poder morder ese fruto. Adán, el árbol
que da ese fruto, según ella me contó, se llama el árbol del conocimiento…Bueno,
y entre charla y charla, ella me fue dando el valor necesario para comer, para
atreverme a saborear el fruto de lo nuevo, de lo inédito…Y comí…
Y cuando comí la manzana, lo que en verdad pasó, fue que
tuve, por primera vez, conciencia de mí, de lo que era, de dónde estaba. Esa
manzana fue como un espejo. Yo no me comí la manzana, yo verdaderamente me vi
en ella. Y el alimento, esa masa blanca porosa, fue como una revelación, y por
primera vez tuve conciencia de mi rostro, y reconocí mi cuello, mis brazos, mis
senos… Adán, por primera vez supe que tenía un cuerpo...
¿Qué fue lo que te prometió la serpiente para que hubieras
comido la manzana? , increpa Aadán. Libertad, contestó enfáticamente Eva. ¿Y
todo esto por culpa de la serpiente? No, no era una serpiente Adán, era Lilit,
así me dijo que se llamaba. Lilit, mi primera maestra. (Lilit (según las
leyendas, fue la primera esposa de Adán).
¡Un abrazo y que disfruten el día!.
José Israel González Blanco
Bogotá, mayo 12 de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario